Nació en Salta, hacia fines de 1740. Se desconocen los nombres de sus progenitores, así como las circunstancias de los primeros años de su vida. Se asegura que siendo muy joven se trasladó a Chile, donde se dedicó al estudio de las artes plásticas, pero es también probable que haya recibido lecciones en su ciudad natal, de artistas como el notable mejicano Manuel de Villagómez y Adrigó, autor del cuadro del Señor de la Viña, que se conserva en la iglesia homónima de esa ciudad.
Desarrolló su labor en la ciudad de San Juan, donde colaboró en las refacciones de la Catedral, antigua iglesia de la Compañía de Jesús (1), y en la iglesia de San Agustín (2) de esa misma ciudad, donde cinceló y pintó imágenes recordadas por Sarmiento en sus “Recuerdos de Provincia”: “Hay en San Juan todavía algo que merecería examinarse. Un Miguel Angel Americano, si la comparación fuese permitida, ha dejado allí numerosas obras de la universalidad de su talento. Escultor, arquitecto, pintor, en todas partes ha puesto su mano”.
Permaneció en Cuyo hasta después de 1767, y luego regresó a Salta. En 1775, participó en la expedición del gobernador de Tucumán, Gerónimo de Matorras, al Chaco Gualamba, y utilizando los dibujos del ingeniero Julio Ramón de César, pintó al óleo el famoso cuadro de la entrevista de aquél con el cacique Paykin, que se exhibe en el Museo Histórico Nacional, de Buenos Aires.
El historiador Miguel Solá lo considera como “el primer cuadro histórico pintado en nuestro país”. En la parte superior del mismo, aparece la Virgen de las Mercedes, entre San Bernardo y San Francisco de Paula. En la parte inferior, en primer plano se observa el recibimiento de Paykin, que llega acompañado de otros caciques mocobíes y de una comitiva de indios; en segundo término aparece un típico paisaje chaqueño, entre cuyos algarrobos y palmeras se halla el campamento de Matorras. El interés de este cuadro radica principalmente en los retratos de los personajes que figuran en él, además del autorretrato de Cabrera, que se halla junto al tronco del árbol, bajo el cual se realiza el recibimiento de Paykin.
El cuadro, en verdad, también tiene su historia, porque perteneció primeramente a Pedro de Angelis, luego pasó a poder de Juan Manuel de Rosas, quien se lo llevó a Londres y conservó entre otros recuerdos argentinos. Desde allá lo envió en 1888, Máximo Terrero a Manuel Ricardo Trelles, acompañado por una carta donde refería esos antecedentes hasta que en 1894 pasó a integrar las colecciones del Museo Histórico Nacional.
A partir de 1775, año en que Tomás Cabrera ejecuta esta obra, se puede hablar en la Argentina de la existencia de una línea pictórica historicista, la cual se irá consolidando durante los siglos XIX y XX, con artistas como Cándido López y Juan Manuel Blanes, entre otros.
Cabrera, además, fue un competente imaginero de larga y fecunda obra artística. En 1780, modeló en pasta un rostro doliente de la Virgen de la Candelaria de Siancas, imagen que se exhibe en el Museo Histórico Provincial del Cabildo de Salta.
En 1785, modeló otra imagen de vestir, San José con el Niño, que se venera en la Iglesia del Pilar en Buenos Aires. En Salta, en ese año, pintó además un óleo de la Virgen de la Merced entregando un escapulario a San Pedro Nolasco, arrodillado a sus pies, y en 1786 una Piedad, pintada por encargo.
También trabajó en la provincia de Córdoba en donde se conserva una Inmaculada.
Realizó también Cabrera el encarne (3) de la venerada imagen de Nuestra Señora del Milagro de Salta; reemplazó, en 1785, el anterior encarne sin duda deteriorado, por uno de su factura, dando un carácter más americano a la imagen española de la Virgen.
Parece ser que después de 1786, viajó de nuevo a San Juan; pero consta documentalmente que entre 1801 y 1810, trabajó en el encarne de una Dolorosa, y ejecutó una imagen del busto de San Isidro para el templo de San Carlos del Valle Calchaquí, de la provincia de Salta.
Sarmiento, en el libro antes citado, menciona además varios cuadros como: San Pedro, el Pontífice, la Nuestra Señora del Rosario del Trono, la Virgen Purísima del Sagrario y la Visitación de Santa Isabel, obras dignas del cincel o de la paleta que tan admirablemente manejaba; un altar de San Agustín, varios de la Catedral, que son obras de gusto, y una torre en el frontis de la Iglesia, que estima de poco interés.
La producción de Tomás Cabrera, si bien no es de un mérito extraordinario, ha escrito un autor, es digna de ser comparada con la obra de la mayoría de los autores de su época.
Después Cabrera regresó a Salta, donde vivió hasta su muerte, acaecida el 20 de diciembre de 1810. Recibe su nombre la Escuela Provincial de Bellas Artes, de Salta.
Referencias
(1) El templo original fue construido por la Compañía de Jesús en 1712 y fue designado Catedral en el año 1834, cuando se creó el Obispado de Cuyo. Fue el primer y único edificio construido en material en esa época. Poco más de dos siglos duraron sus paredes de casi dos metros de espesor; hasta que el 15 de enero de 1944, la Catedral fue uno de los tantos edificios que sufrió serios daños en su estructura, por la fuerza del gran terremoto que azotó esta ciudad. De la Catedral destruida por el terremoto de 1944 se conservan la imagen de San Juan Bautista, un Cristo crucificado y la figura de María Inmaculada.
(2) Fue totalmente destruida por el mismo sismo. Un informe sobre la Iglesia de San Agustín firmado por el padre Eustiquio Esteban (fallecido cuando se desplomó el templo de Concepción por efectos del terremoto), dice: “La iglesia tenía 56 m. de largo por 20 de ancho. Una sola nave. Altares de mármol, uno dedicado a San José, ubicado en el centro del mismo y a lados las estatuas de mármol de San Andrés y Santa Catalina respectivamente. Altares de madera dedicados a la virgen en el centro y a los lados las estatuas de San Agustín y Santa Mónica. Un altar del Sagrado Corazón y a los lados Santa Margarita de Alocoque y Santa Filomena. El altar de la Virgen del Carmen era de material. La imagen era antigua y de vestir pues el capitán don Pedro de Oro Bustamante en 1722 la trajo de España, especialmente para la Iglesia. . . .”.
(3) Encarnar significa darle color carne a las esculturas, y nada tiene que ver con el tallado del cuerpo completo.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires (1969).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Ribera, A. L. y Schenone, H. – El arte de la imaginería en el Río de la Plata, Buenos Aires (1948).
Solá, Miguel – La Ciudad de Salta, Buenos Aires (1942).
Trostiné, Rodolfo – Tomás Cabrera, pintor colonial salteño, Revista Estudios, Nº 446 (1950).
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