Pietro Vassena

Pietro Vassena y familia

Nació en el barrio de Sala al Barro, en Lecco, Lombardía (Italia), el 9 de noviembre de 1846, siendo sus padres Giácomo Vassena, tintorero, y Margherita Mainetti, bobinadora textil. En los talleres de su aldea natal, situada a pocos kilómetros de la frontera con Suiza, aprendió el duro oficio de herrería.

Llegó a Buenos Aires en 1865, siendo adolescente. Después de un largo y accidentado viaje a través del Atlántico, el velero que lo transportó ancló a cierta distancia de la costa. El muchacho, que no tenía dinero para pagar el carro en que debía transportar su equipaje, cargó con él al hombro, atravesando algunas cuadras del río con el agua a la cintura. Pero no eran éstos verdaderos contratiempos para doblegar su fuerte carácter y su férrea voluntad.

Una vez asentado en Buenos Aires procuró adaptarse al ambiente local, castellanizando su nombre a Pedro Vasena. Comenzó a trabajar en la ciudad como simple herrero. Luego fue obrero en los establecimientos de Silvestre Zambonini, ganando 24 pesos de la antigua moneda. A los quince días, en mérito a sus condiciones de laboriosidad, se le aumentó aquella asignación mensual, hasta que, poco a poco, fue conquistando dentro del establecimiento, confianza y simpatía.

Poco después, estableció su taller propio en 1870, en la calle Belgrano 1740, esquina Salta, en el cual puso a trabajar a diez obreros. Este taller se desarrolló de tal manera que fue necesario instalar una nueva fábrica en la calle Rioja 1299 (ocupaba una manzana completa comprendida entre las calles Rioja, Barcala, Urquiza y Cochabamba), a la que siguió una tercera fábrica, en la ciudad de La Plata, al mismo tiempo que abría grandes depósitos en Buenos Aires: uno en la Boca, otro en la calle Roma, y un tercero entre Sarmiento y California.

Talleres Metalúrgicos Pedro Vasena e hijos

Su establecimiento fue premiado en varias oportunidades: en 1898, con el Gran Premio y Diploma de Honor en la Exposición de Turín y en 1906, con iguales premios en la Exposición de Milán. El mismo fue condecorado por el gobierno de Italia con la Cruz de Caballero del Trabajo.

Su empresa realizó grandes obras, como puentes de hierro sobre diversos ríos del país, cañerías para la conducción de gas en la ciudad de Tucumán, el Mercado de Abasto de la ciudad de Buenos Aires, el Mercado de Frutos en la ciudad de Bahía Blanca, las instalaciones del más grande gasómetro del país, la Sociedad para la luz y tracción eléctrica del Río de la Plata, instalaciones de la fábrica de papel “La Argentina” en Zárate, la gran destilería de alcohol de Villa Elisa (propiedad de P. Griffer e hijo), y las de la destilería “La Rosario”, en Santa Fe.

Murió en 1916. Era “de estatura regular, aunque de atlética musculatura; un puño que caía con la fuerza de un martillo, dos brazos como para romper una columna. Cultura poca o ninguna, pero una mente despierta, atenta; ingenio natural, extraordinario sentido de la vida, de lo positivo”.

Decía el diario La Razón: “Pudo decir don Pedro Vasena, con toda justicia, que pasó su vida en el yunque. Allá, en la modesta vivienda de la calle Belgrano, nacieron sus hijos; allá, también, vio sucederse los días y las noches, sorprendido en el continuo trajinar de su taller. Su mano, que mostraba con no menos orgullo, tenía las huellas imborrables de su herramienta: a golpes de martillo labró su fortuna”.

La Semana Trágica

Hacia 1918, ya fallecidos el fundador de la empresa y sus hijos Santiago y Sebastián, la Compañía Argentina de Hierros y Aceros (Pedro Vasena e Hijos) Ltda. era una sociedad anónima asociada con capitales ingleses establecidos en Londres, bajo la denominación “The Argentine Iron and Steel Company (Pedro Vasena e Hijos) Ltd.”, con un capital de un millón de libras esterlinas.

En 1919 el establecimiento empleaba a 2.500 operarios. Al igual que muchas otras, la empresa se vio severamente afectada por los eventos de la Primera Guerra Mundial, habida cuenta de que muchos de sus insumos eran importados -como el carbón que daba energía a los talleres-, y que las importaciones habían mermado o se habían suspendido durante la conflagración. La empresa no absorbió entonces las pérdidas sufridas, sino que las trasladó hacia sus obreros quienes vieron reducirse sus jornales estrepitosamente o fueron directamente despedidos. Asimismo, los trabajadores tenían unas pésimas condiciones laborales. Las jornadas eran de 11 horas y a veces más. Las horas extras no eran recompensadas con ningún salario extra.

En diciembre de 1918 los obreros de Vasena se declararon en huelga. Exigían una jornada laboral de ocho horas, un incremento salarial y el pago de las horas extras. Los directivos se negaron a recibir el escrito con sus condiciones y a tratar con la delegación sindical. El clima se tensó con el paso de los días. Dos semanas después, los trabajadores bloquearon la salida de materiales del depósito a la fábrica y los dueños convocaron a rompehuelgas, que eran grupos parapoliciales armados.

Barricada en una calle porteña

El 7 de enero de 1919, cuando la medida de fuerza ya superaba el mes, la policía se puso al frente de la represión. Los agentes dispararon sus fusiles contra los trabajadores que se encontraban en la sede del sindicato metalúrgico y mataron a tres de ellos. Otro murió de un sablazo y unos treinta resultaron heridos. Esa matanza fue el inicio de la
Semana Trágica.

Las centrales obreras se solidarizaron con los trabajadores metalúrgicos y convocaron a una huelga general que paralizó Buenos Aires. El Gobierno de Yrigoyen convocó al Ejército.

El 9 de enero la ciudad amaneció sin subterráneos ni tranvías y con las fábricas y el puerto detenidos. Ese día el diario La Razón titula: “La ciudad bajo el imperio de la huelga general”. Durante la mañana se voltean tranvías y se tiran abajo los cables de electricidad. Piquetes obreros recorren talleres y comercios. Aunque algunos tienen dudas, terminan adhiriendo a la huelga; el comercio se paraliza; se multiplican actos espontáneos en diferentes barrios y en la zona de Avellaneda.

Pedro Christophersen, J.P. Macadam, Atilio Dell’Oro y T.L. Mogay, integrantes de la patronal Asociación Nacional del Trabajo, se ofrecen para “mediar” en el conflicto. Con este objetivo se presentan en las instalaciones de Vasena donde se reúnen con miembros del directorio y de la FORA IX. Pero ya no pueden salir, miles de obreros se suman a las barricadas en los alrededores de la planta. En los techos y puertas del local se ubican matones a sueldo de los capitalistas, armados con fusiles Máuser. La tensión va en aumento. A las dos de la tarde, desde el local del sindicato, partió un cortejo fúnebre con los ataúdes de los cuatro obreros asesinados. A su paso por la céntrica avenida Corrientes había unas 300.000 personas. Llegando a la esquina de Yatay se producen nuevos disturbios. Un grupo se adelanta, ingresa a una iglesia y arma una fogata. Al llegar los contingentes obreros más numerosos, policías y bomberos que se habían refugiado en la iglesia comienzan a disparar a la multitud, asesinando a varios de los manifestantes y dejando un tendal de heridos. Se produce un tiroteo, corridas, parte de la columna se dispersa, pero no se detiene en su camino hacia la Chacarita. En el cementerio mismo va a producirse una represión aún mayor. Los huelguistas asaltaron armerías, pero policías y militares los emboscaron. De detrás de los muros del cementerio aparecieron uniformados que dispararon contra la multitud. Hubo decenas de muertos. No hay cifra oficial acerca del número de víctimas, las estimaciones más conservadoras hablan de 700 muertos.

La violencia continuó en los días posteriores. Hubo enfrentamientos en los barrios colindantes a la fábrica metalúrgica y un grupo anarquista intentó dejar a la ciudad sin suministro de agua con un asalto fallido a los depósitos.

El 10 de enero, la huelga ya se había extendido a otros importantes centros urbanos e industriales. Mar del Plata amanece conmovida por el paro total de los empleados de comercio, restaurantes, talleres y transportes. La Razón informa también que 22 gremios están plegados a la huelga en Mendoza.

El conflicto terminó el 14 de enero. Los trabajadores regresaron a la fábrica con sus condiciones satisfechas: reconocimiento de la organización sindical como interlocutor, jornadas de ocho horas, descanso dominical, aumento de sueldo y horas extras remuneradas.

Lo que empezó como un conflicto sindical desencadenó una huelga general histórica que conmovió y paralizó al país entero durante la semana del 7 al 14 de enero de 1919, mientras que las calles de Buenos Aires se convirtieron en un verdadero campo de batalla.

Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires (1985)
Diario La Razón, 27 de noviembre de 1916.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Einaudi, Luiggi – Un Príncipe Mercante, Turín (1900).
Igareta, Ana y Schávelzon, Alejandro – La Semana Trágica y los Talleres Vasena, APOC, Buenos Aires (2011)
Portal www.revisionistas.com.ar
Silva, Horacio Ricardo – Días rojos, verano negro, Terramar Ediciones, Buenos Aires (2011).
Tarruella, Alejandro – Vasena, una muerte que cierra una época, La Señal Medios, Buenos Aires (2018).

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