Se cumplió, este 20 de junio, 200 años del fallecimiento del abogado y general Manuel Belgrano, de los mejores arquetipos de nuestra historia. Podríamos referirnos a sus acciones militares, o bien como importante personalidad en los sucesos de Mayo de 1810. Sin embargo, vamos a preferir una modesta reseña de sus trabajos en pos del mejoramiento de la agricultura nacional.
¿Cuándo pudieron haberle surgido las primeras nociones de los beneficios de la labranza de la tierra? En los fondos de la casa familiar, que quedaba en la actual avenida Belgrano 340 de la Capital Federal (1), había cultivos de castaño donde el padre de Belgrano, el genovés don Domingo Belgrano y Peri, realizaba algunas tareas de huerta que, muy presumiblemente, le acarrearon al prócer su natural atracción por la agricultura, ciencia a la que dedicaría varios escritos para su organización y mejor productividad. También había en el lugar un típico aljibe, el cual sería recuperado a principios del siglo XX y colocado, para su expectación, en el patio del Cabildo de Buenos Aires.
Belgrano, decíamos, fue la primera palabra autorizada del mundo rural, al menos, entre los criollos. En 1796, a través de un escrito titulado Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria, proteger el comercio en un país agricultor, se refirió a la agricultura como el “verdadero destino del hombre”, poniendo como condiciones: 1) el querer, amar o gustar de ella al punto tal de desear emprender sus trabajos; 2) la de no escatimar gastos para llevar a cabo su labor, y, 3) estudiar todo lo necesario respecto al cultivo de la tierra. En el documento va a afirmar la imperiosa necesidad de crear hasta una Escuela de Agricultura, “donde a los jóvenes se les hiciese conocer los principios generales de la explotación y desenvoltura de la siembra”, concluirá.
El referido documento fue leído por Manuel Belgrano el 15 de julio de 1796 en la sesión que hubo de celebrar la Junta de Gobierno del Virreinato en la ocasión. Entre otras ponderaciones a las labores de la campaña, expresó que “es forzoso atender primeramente a la agricultura como que es el manantial de los verdaderos bienes, de las riquezas que tienen un precio real”, e increpaba, renglón seguido, a “todo pueblo que renuncie a los beneficios de la agricultura y que ofuscado con los lisonjeros beneficios de las artes y del comercio, no pone cuidado en los que le pueden proporcionar las producciones de su terreno”.
En la exposición del año 1796, tan puntilloso fue el análisis que Belgrano hizo sobre la agricultura, que hasta dedicó unos minutos en hablar sobre “los mejores estiércoles” que había que utilizar para abonar las tierras de los labradores. Cualifica este asunto, diciendo que “Por ejemplo, el excremento de las palomas, pájaros y gallinas, deberá preferirse al de asno, éste al de ovejas, luego el del hombre, el de los bueyes y vacas, el del caballo y, por último, el del cerdo”.
Después, daba una serie de reglas, una de las cuales manifestaba que “El estiércol debe ponerse bien abajo de la tierra a fin de que sus vapores se queden en la tierra y plantas y no se vayan al aire”. El paso siguiente a esta labor, era el de mezclar el estiércol con la tierra del terreno para luego sembrar la semilla o poner las plantas. Lo vemos incluyendo algunas reseñas sobre especies lanares, en especial las vicuñas y las alpacas, cuyas lanas podrían reportarle interesantes beneficios pecuniarios a los trabajadores rurales de lograr exportarlas a Europa.
El creador de la Enseña Patria, afirmaba que hacer agricultura era, ni más ni menos, que oponerse a la ociosidad de los holgazanes, y se quejaba Belgrano de la mezquindad demostrada por los comerciantes que no entendían, o no deseaban hacerlo, que el bienestar colectivo se debía, sin más, a las producciones de la tierra y no a la mera transacción comercial con Europa.
Se enojaba, asimismo, por los “miserables ranchos” en que vivían no pocas familias bonaerenses, en donde “ve uno la multitud de criaturas que llegan a la pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad”, queja que adosa a las pésimas administraciones coloniales que no habían fomentado el trabajo de la agricultura en sus padres.
Años más tarde, hacia 1797, y mientras era secretario del Consulado de Comercio virreinal en Buenos Aires, Belgrano esbozará algunos estudios “del cultivo del lino y el cáñamo”, más que nada en lo tocante a las formas más adecuadas de hacerlo y algunas observaciones en cuanto al tipo de tierra más propicio para su plantación.
No está demás afirmar, por otra parte, que Belgrano ha sido el primer gran exponente de la “civilización de la agricultura”, de cuyos beneficios ha escrito, en primer término, en las páginas del “Telégrafo Mercantil, Rural, Político-Económico e Historiógrafo del Río de la Plata”, que, por su intermedio, fue creado el 1º de abril de 1801, habiendo en su redacción tanto criollos como funcionarios virreinales.
Otros pensamientos y aportes de Belgrano en la materia, serán mediante sus planteos y observaciones en el “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio”, primer periódico dedicado casi con exclusividad a la ruralidad en el Plata, allá por septiembre de 1802.
Tan agudas eran las críticas de Manuel Belgrano respecto al poco fomento de la agricultura en el Virreinato del Río de la Plata, que el Cabildo pidió al virrey Joaquín del Pino (1801-1804) la clausura del “Semanario de Agricultura” a fines de 1803, al afirmar que desde sus páginas se vertieron “expresiones injuriosas”. No obstante, en el Nº 63 del periódico, que viera la luz el 30 de noviembre del año referido, salió una crítica al sistema prohibitivo y harto precario en que se hallaba la agricultura. A pesar de todo, el “Semanario” siguió saliendo pese a las tratativas del Cabildo por interferir ante el virrey, que poco hizo para el cierre del matutino. (2)
Sin lugar a dudas, la prédica de Belgrano –como la de Vieytes, su compañero en la redacción- continuó por mucho tiempo más en aquellos tiempos del patrio renacer. Arremetió contra los “montaraces” que no trepidaban en hachar un árbol frondoso por el sólo hecho de probar el filo de la herramienta, decía en sus crónicas. Es decir, que acá vemos hasta una impronta en el prócer que se mete de lleno en la arboricultura, en donde predicaba la forestación y el buen cuidado dispensado a las diversas especies.
Donde también expondrá sus análisis sobre la prosperidad que traía consigo el ejercicio de la agricultura, fue a través del “Correo de Comercio”, que hizo su aparición el 3 de marzo de 1810, y en donde Manuel Belgrano fue su director. Aquí hará una profunda defensa de los labradores de la campaña, dado que éstos manifestaban “sus desgracias en la prohibición de exportar sus productos”. Para ello, los labradores solicitaron a las autoridades virreinales, sin mayores resultados, la apertura del puerto para tal fin, instancia que llegaría luego de 1810.
Basándose en algunos conceptos de la doctrina francesa fisiocrática, Belgrano estribaba sus comentarios sobre el trabajo rural y la importancia en las mejoras sociales de los campesinos, como ser el fomento de ciertos cultivos por orden de la Corona española hacia sus territorios de ultramar, o sino las modificaciones que había que hacer, para bien, de las formas de levantar las cosechas.
En los números subsiguientes de la publicación, Belgrano tomará nota de los inconvenientes en el sistema de recolección y transporte de granos así como el poco celo demostrado por las autoridades respecto de las fatigosas faenas de los peones rurales. Al mismo tiempo, dedicará algunas líneas para condenar a aquellos usureros que viven del esfuerzo del hombre de campo, y también acerca de las indiscriminadas matanzas de ganado vacuno que lo único que logran es el desaprovechamiento de sus recursos.
Por último, para mejor aprovechar la mano de obra del campo y su capital, era menester para Belgrano empadronar toda la campaña y combatir el cuatrerismo llevado a cabo por los indolentes que comercializaban el sebo y los cueros que obtenían a través del pillaje. El último número del “Correo de Comercio” apareció el 23 de febrero de 1811.
Ese es el Manuel Belgrano, tal vez, menos conocido, pero el que nos habla de su capacidad de genial estadista y hombre probo para las distintas facetas de nuestra comunidad. En este caso, la del fomento y organización de la agricultura y los trabajos rurales.
Referencias
(1) Hoy funciona allí la Asociación de Empleados de la Administración Nacional de Aduanas (AEANA).
(2) El cierre del “Semanario de Agricultura…” ocurrirá recién el 11 de febrero de 1807, alcanzando un total de 218 números.
Por Gabriel O. Turone
Bibliografía
Belgrano, Manuel. “Escritos económicos”, Círculo Militar, Buenos Aires, 1963.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Levene, Ricardo. “Historia de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos”, Volumen I, Síntesis sobre la historia de la Provincia de Buenos Aires (desde los orígenes hasta 1910), Taller de Impresiones Oficiales, La Plata, 1940.
Portal www.revisionistas.com.ar
Turone, Gabriel O. “Güemes y Belgrano, próceres ligados a la ruralidad”, Revista Pregón Rural, UATRE, Año VII, Nº 105, Junio de 2019.
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