Tras la muerte del arquitecto Francesco Tamburini y con posterioridad la de su discípulo y compatriota Vittorio Meano, fue el arquitecto belga Jules Dormal quien hacia 1908 concluyó la edificación del Teatro Colón. Este realizó cambios en la estructura, modificó conceptos arquitectónicos y alteró gran parte del concepto inicial de algunos espacios contiguos diseñando talleres vinculados con las características propias de las actividades de un teatro de esa magnitud. Entre su cúpula, los cortinados, etc., sobresalió la sala central, en forma de herradura, que el belga completó y diseñó, permitieron dotarla de la mejor acústica del mundo. Asimismo, dejó su huella en el estilo francés de la decoración y las innumerables terminaciones.
Durante la intendencia de Alberto Idelfonso Casares (1902-04), el concejal Ernesto de la Cárcova hizo sancionar un proyecto de ornamentación urbana utilizando estatuas y grupos escultóricos que serían ubicados en plazas, jardines y avenidas de esta Capital. Para ello se formó una comisión integrada por el mismo de la Cárcova, Eduardo Schiaffino y Jules Dormal, que resolvieron todo lo concerniente a la adquisición y ubicación de los distintos elementos de ornamentación.
Así fue que el arquitecto Dormal en 1905 viajó a París y adquirió el grupo escultórico “El Progreso” (también llamado “El Genio Protegiendo a la Ciudad”), realizado en mármol blanco de Carrara, obra del artista Tony Noël.
En 1908 fue instalado en la Plaza Viamonte (hoy Plaza Estado del Vaticano), en las adyacencias del Teatro Colón, obra maestra del paisajista Carlos Thays, pensada especialmente para dar realce a tan importante edificio y que fue diseñada y construida en cinco semanas. Su diseño contaba de canteros simétricos, broderies, balaustradas, candelabros, bancos, faroles, jarrones. Elementos que habían sido también adquiridos en Francia por Jules Dormal y Charles Tahys.
La obra de Tony Noël permaneció en la Plaza Viamonte durante más de treinta años, hasta que concluyó su peregrinar el 7 de enero de 1941, cuando fue reubicada en la Plaza Ejército de los Andes, entre los porteños barrios de Liniers y Villa Luro.
¿Quién fue Tony Noël?
Edme-Anthony-Paul Noël, más conocido como Tony Noël, nació en París, el 24 de junio de 1845. Estudió en la École Nationale Supérieure des Beaux-arts de París con profesores como Eugene Lequesne, Eugene Guillaume y Pierre Cavelier, llegando a ganar el Prix de Rome en 1868 con el grupo mitológico “Teseo ganador del Minotauro, dio las gracias a los dioses”.
Fue uno de los artistas que recibieron encargos para el Grand-Palais, también llamado Grand-Palais des Champs-Elysées, singular edificio situado en los Campos Elíseos, considerado como uno de los edificios parisinos más emblemáticos.
Comenzó en el Salon des Artistes Français en 1872 con Marguerite de Faust y obtuvo el Gran Premio en la Exposición Universal de París de 1889. Abandonó el Salón en 1891 para exponer en el Société Nationale des Beaux-Arts, permaneciendo allí hasta 1901.
En 1878 se lo nombró Caballero de la Legión de Honor y oficial de la Real Orden de Camboya. Fue nombrado profesor de modelado en la clase nocturna de la Ecole des Beaux-arts en 1905.
Tony Noël realizó varios monumentos en París: “Le Reitaire” en la Square du Temple, el monumento del barón Taylor sobre el terraplén del teatro Ambigu, “La Musique et Apollon” y “Les Muses” coronando la fachada occidental del Grand- Palais (destruido) y realizó también bustos y estatuas monumentales para varias ciudades de provincia y para el castillo de Chantilly (“Molière” y “Le Nôtre”). Un busto del pintor Thomas Couture (1815-1879) se conserva en el Museo de Arte y Arqueología de Senlis (Oise). Creó los monumentos en homenaje a Louis Pasteur (Sarlat), La Boëtie, Alain Chartier (Bayeux) y Francis Garnier (Saigón, Vietnam).
Falleció el 3 de octubre de 1909 en Villebon-sur-Yvette, a la edad de 64 años. Sus restos se hallan en el Cementerio de Pêre-Lachaise, el busto colocado en su tumba es obra de Paul Jean-Baptiste Gasq.
Monumento Histórico Nacional
Mediante el decreto Nº 769 del 14 de noviembre de 2019, el entonces presidente de la Nación, Ing. Mauricio Macri, declaró Monumento Histórico Nacional un total de 124 esculturas y grupos escultóricos emplazados en distintos espacios públicos del país, sesenta y tres de los cuales se hallan en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires. Entre las obras protegidas, además del Obelisco, construido por Alberto Prebich, se hallan “El Pensador”, de Auguste Rodin; el monumento ecuestre de “Carlos María de Alvear”, de Antoine Bourdelle; el monumento a “Cristóbal Colón” de Arnoldo Zocchi; el “Manuel Dorrego” de Rogelio Yrurtia; “El Cid Campeador” de Anna Hyatt Huntington; el “Pedro de Mendoza”, de Juan Carlos Oliva Navarro; el “Giuseppe Garibaldi” de Eugenio Maccagnani ……. y “El Progreso”, de Edme Anthony Paul Noël, ubicado en la Plaza Ejército de los Andes, en Villa Luro.
El mencionado decreto expresa, entre otros conceptos:
“Que el arte público de una Nación es fruto de este proceso histórico en el que los monumentos y esculturas se comportan como elementos referenciales y son un instrumento de propaganda de las nuevas ideas y de los regímenes que las llevaron adelante. Los mismos son un nexo entre el pasado y el presente y aluden no sólo a nuestra historia, sino a los temas universales de la Humanidad, destacando a los héroes y sus hazañas, a la exaltación de la naturaleza, a la valoración de la antigüedad clásica, los valores republicanos y a las formas de productividad y de progreso económico. Plantean al ciudadano los ideales o mentalidades de aquellos que los erigieron al ser una referencia paradigmática con la que se “construye una historia” y tienen además una finalidad pedagógica y una capacidad de de recordación intencional que influye por sus símbolos y alegorías y por su emplazamiento en el imaginario urbano”.
Es importante destacar que desde el momento en que el Estado las reconoce como patrimonio, quedan bajo la protección de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos. Esto también implica límites, estas obras no podrán ser removidas ni cambiadas del lugar sin su autorización.
Esta obra maravillosa, que en otros países podría llegar ser el ícono de un importante museo de bellas artes, los vecinos del Oeste porteño la tenemos ahí nomás, a pasos de nuestras propias casas, esperando que la descubramos.
Sin el arte, la crudeza de la realidad haría que el mundo fuese insoportable.
Por Oscar A. Turone
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar