A fines de 1888 un francés llamado Lavielle instaló una mesa de juego “de ruletas” -como entonces se denominaba- en una casilla de madera que había alquilado frente al “Gran Hotel”. Por falta de “práctica en el negocio” perdió en esa temporada todo lo que tenía y… algo más por lo que desapareció misteriosamente de la incipiente ciudad balnearia.
A principios del año siguiente José Luro hizo levantar una construcción de madera de forma hexagonal, en la pequeña manzana triangular en que posteriormente se levantó el Club Mar del Plata (1). El “Pabellón” –como se le llamaba- tenía un pequeño escenario, una mesa para juego de “caballitos”, otra de “baccarat” y una de “ruletas”.
Por esa misma época unos vascos llamados Alcides Villanueva y Graciano Yriosbehere instalaron otra ruleta en el “Chalet Colón”. Era de un solo “paño”, pero fue lo suficiente para que en ella perdieran su pequeño capital.
El cuarto ensayo lo hizo Fermín Iza, suegro de Jean Pierre Camet, instalando una mesa de ruleta en una pequeña casilla de madera que había quedado desocupada en Playa Bristol, y alentado por mejor fortuna (o “experiencia”) que sus antecesores, se animó a abrir otra en un local de negocio que había en la esquina de las calles San Martín y Corrientes, de donde se trasladó a otro de la misma calle San Martín y Santiago del Estero; pero parece ser que en este último, por estar la sala de juego muy a la vista del público que transitaba por tan céntrica calle, iban pocos a jugar, pues en aquellos tiempos la gente se recataba más que ahora para jugar a la ruleta. Por tal causa, por tercera vez, trasladó su casa de juego a un sitio menos visible, alquilando a tal efecto un saloncito interno en el Gran Hotel La Perla, situado en la rambla de madera, Sección Norte (luego barrio La Perla), donde fracasó finalmente, desistiendo para siempre de explotar este juego.
A su vez los señores José y Antonio Cano, concesionarios del Gran Balneario, que estaba en la primitiva rambla de madera, habían habilitado un local del mismo para “juego de ruletas”, con resultado dudoso. Eran los tiempos en que, por lo visto, ganaban más los “clientes” que el dueño del negocio.
Uno de los de la época, que no perdió tanto, fue un bañista llamado Dondero, quien en su casilla de baño había instalado una ruleta de juguete, en la que se hacían apuestas de sólo veinte centavos. No se “fichaban” como ahora las apuestas; se hacían con dinero efectivo.
Eran los tiempos en que cualquier “financista apurado”, ávido de enriquecerse pronto, podía explotar el juego de la ruleta, hasta que por fin, con la llegada de Carlos Pellegrini, se pusieron las cosas en orden.
En tales circunstancias los señores José Lasalle, Inocencio Echevarría y Fermín Belloqui, con sujeción a las nuevas leyes y reglamentos, instalaron “en forma”, y con capital suficiente, una mesa de tipo moderno, en una casilla que Benigno Bañuelos tenía en playa Bristol, a la entrada del antiguo puente o “pasarella” de madera que unía el Hotel Bristol con la rambla primitiva. Al año siguiente Belloqui se retiró de la sociedad, quedando al frente del “negocio” sólo Lasalle y Echevarría, quienes al año siguiente se instalaron en una de las salas del “Bristol Hotel”, bajo el nombre de “Empresa Casino”, constituyendo desde entonces dicha sala de juego uno de los mayores atractivos de las temporadas veraniegas de Mar del Plata. Hombres de mundo y de larga experiencia adquirida en los casinos europeos supieron dar a la empresa gran y creciente desarrollo, desplazando desde los comienzos toda inexperta competencia y realizar grandes ganancias, lo que les permitió, a la vez, destinar una parte de las mismas a obras de beneficencia y fomento del balneario, como ser la reconstrucción de la primitiva rambla de madera (incendiada el 8 de noviembre de 1905) y la donación de la manzana de terreno en que se levantó el hospital. Organizaban y costeaban además grandes fiestas y “cotillones” que hicieron época.
No por eso la ruleta dejó de ser perseguida, acosada sobre todo por un diario local que, como vulgarmente se dice, “le había puesto la proa”, aludiendo en sus artículos, entre otras cosas, a un farol de gran tamaño que había a la entrada del Casino, al que habían puesto el apodo de “farol de los incautos”, porque decían que con él los atraían para quitarles la plata.
Referencia
(1) Fue fundado en 1907 por Adolfo Dávila junto a un grupo de hombres de la clase alta porteña que veraneaba en la ciudad. Era uno de los espacios sociales más emblemáticos y una verdadera joya arquitectónica. Inaugurado el 23 de enero, de estilo Luis XVI, fue diseñado por el arquitecto Carlos Agote. Constaba de siete niveles en los que se disponían el Salón de la Columnas, el Salón Inglés, el Salón Dorado, el Salón Blanco y el Jardín de Invierno. Contaba además con pileta de natación, baños fríos y calientes de agua dulce y de mar. Estaba edificado en una manzana irregular de Avenida Luro y la Costa. En 1948 pasó a manos del Estado, y funcionó como anexo del Casino Central. Pero en el mediodía del 10 de febrero de 1961, en medio de los festejos por el 87° aniversario de la fundación de la ciudad y con la playa repleta de turistas perplejos, un cortocircuito eléctrico en el escenario del Salón Dorado desató un imponente incendio. Las llamas, durante tres días, provocaron el derrumbe de parte de la construcción.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Taullard, A. – La ruleta de Mar del Plata – El Hogar, Buenos Aires (1953)
Artículo relacionado
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar