Un pueblo de españoles debía reunir las siguientes condiciones: un sitio elegido con cuidado, donde “haya sanidad, fortaleza, fertilidad y copia de tierras de labor y pasto, leña y madera, materiales, agua dulce, gente natural, comodidad, y posibilidades de entrada y salida, así como de acarreo en lugares sobre la costa; había que evitar la contaminación de cualquier pantano cercano y la presencia de animales venenosos”. La superficie mínima debía ser de cuatro leguas cuadradas, situadas a cinco leguas de cualquier otro asentamiento, pero esto podía variar habida cuenta de la calidad de la tierra, cada poblado rudimentario estaba destinado a crecer conforme al modelo impuesto por España a las colonias: trazado en damero, generalmente con manzanas cuadradas y con una plaza mayor como núcleo, alrededor de la cual se construían la iglesia, el fuerte, el cabildo (sede del gobierno municipal por los notables del vecindario), y se ubicaban las casas de paja, de adobe o, a veces, de piedra, en los lotes asignados a los vecinos, con tiendas y casas para tratantes.
Había que determinar los solares, el ejido y la dehesa comunales; hecho esto, se dividía el resto en cuatro partes, una para el fundador del pueblo y las otras tres repartidas en suertes entre los vecinos, “con derecho a hacer mayorazgo” de lo que hubieren plantado y edificado. La plaza mayor ocupaba un lugar frente al desembarcadero, en caso de haber puerto, o en medio de la población de lo contrario de ella debían salir cuatro calles principales, orientadas hacia los cuatro vientos. Las calles debían ser anchas en lugares fríos y angostas en los calientes.
Para lograr propiedades de mayor extensión, era necesario obtener mercedes de labor, si se trataba de tierras destinadas al cultivo, o mercedes de estancias (la estancia era una unidad de medida, que llegó a ser el equivalente de 780 hectáreas, y acabó siendo el nombre que se daba a cualquier hacienda de grandes dimensiones:
José Luis Romero resume así la política de poblamiento y urbanización:
“No sólo por su gusto remedaba el fundador lo quede dejaba en la península. Estaba instruido para que estableciera el sistema político y administrativo de Europa, os usos burocráticos, el estilo arquitectónico, las formas de vida religiosa, las ceremonias civiles, de modo que lanueva ciudad comenzara cuanto antes a funcionar como si fuera una ciudad europea, ignorante de su contorno,indiferente al oscuro mundo subordinado al que se superponía…. Una idea resumió aquella tendencia: crear sobre la nada una nueva Europa”.
Como en todo lo demás, las detalladas instrucciones de los monarcas españoles no fueron acatadas a cabalidad, quedaron en letra muerta o fueron adaptadas conforme a los intereses creados o las preocupaciones circunstanciales de sus súbditos en América. Era un propósito loable, que resulta utópico si se piensa en la topografía de las comarcas en que pudieron asentarse los muy escasos pobladores españoles de América austral, en las diversas idiosincrasias, calidades y posibilidades personales que tenían y en las transformaciones de caracteres que pudieron sobrevenir entre la soldadesca en el curso de tantas correrías.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Roberto P. Payró – Historia del Río de la Plata – (2007)
Portal www.revisionistas.com.ar
Romero, José Luis – Latinoamérica las ciudades y las ideas – Siglo XXI Editores, Buenos Aires (1976).
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