En 1882, Roberto Cano (1) tenía treinta y cinco años de edad, y era propietario de la estancia San José, de 47.000 hectáreas (2), cuando decidió construir allí un hipódromo similar al de Palermo. Para inaugurarlo, durante los días 24 y 25 de diciembre, hizo una fiesta de tal magnitud que no ha sido igualada.
La concurrencia total se estimó entre cuatro y cinco mil personas y estaba dividida en tres categorías: 1) Ciento cincuenta invitados especiales, con el gobernador de la provincia a la cabeza; 2) Los mayordomos y capataces de esta y otras estancias, que sumaban unos doscientos y 3) El pueblo en general, que concurrió desde toda la zona y que fueron varios miles de personas.
Un tren exclusivo para los invitados especiales
A las ocho de la mañana del 24 de diciembre, partió desde la ciudad de Buenos Aires un tren que había sido fletado ex profeso, contratado por el Sr. Cano, donde se trasladó a ministros, al presidente del Ferrocarril del Oeste, periodistas de los diarios más importantes y lo más distinguido de la sociedad porteña (el “high life”), totalizando unas sesenta personas. Entre los asientos se habían colocado mesitas donde, durante el viaje, los mozos de la Confitería Del Águila servían toda clase de bebidas y bocaditos. Al llegar a Arrecifes ascendió el anfitrión y el gobernador Dardo Rocha. A partir de allí se sirvió un almuerzo mientras seguían hacia Pergamino, donde llegaron a las quince. En esa estación los esperaban treinta carruajes tirados por caballos (galeras, volantas, breques, etc.) que los llevaron durante dos horas por el camino de tierra hasta la estancia. En los últimos cinco kilómetros fueron escoltados por sesenta gauchos de a caballo. A la entrada se habían construido varios arcos con los colores argentinos y las calles estaban engalanadas con banderas de distintos países. Una banda de música saludó la llegada del gobernador.
A los que arribaron por ese camino, se sumaron los intendentes, comisarios, jueces de paz y otras autoridades de Pergamino, Rojas, Salto, Arrecifes, etc. que también gozaron del carácter de “invitados especiales”.
La estancia San José
Eran 47.000 hectáreas de la mejor tierra, que estaba totalmente alambrada, cosa rara en aquella época y que le permitió mantener, sin peligro de evasión, 60.000 vacunos, 120.000 lanares y numerosos yeguarizos, inclusive algunos de “pura sangre”.
El casco era una pequeña ciudad, donde la edificación estaba compuesta por unos quince cuerpos. La parte principal –destinada a la familia de Cano y allegados- formaba tres lados de un cuadrado con treinta y cuatro habitaciones y varios baños bien equipados. Las demás eran viviendas para los herreros, carpinteros, jardineros, mayordomos, capataces y peones. También galpones para guardar los productos del campo y un invernáculo. Estaba dotada de agua corriente e iluminación a gas. Había líneas telefónicas para comunicarse con todos los puestos, avances que no existían en la mayoría de las ciudades. Jardines muy cuidados y una gruta artificial de siete metros de altura, con caída de agua, completaban el panorama. A unos quinientos metros de allí estaba el hipódromo que –según surge de los diarios de la época- no tenía nada que envidiarle al de Palermo (3).
El alojamiento
No obstante la abundante edificación y la instalación de algunas carpas, todo resultó chico para alojar a tantos invitados, a tal punto que en la habitación de mayor tamaño colocaron diecinueve camas recién compradas, para igual cantidad de varones.
Los festejos
El acto principal fue la inauguración del hipódromo, cosa que se inició con el Himno Nacional ejecutado por la banda de música y continuó con las seis carreras programadas. Las presenciaron varios miles de personas. En el palco (capacidad 200) estaban los invitados especiales y –debajo de él- había un amplio espacio para bar, donde los mozos de la Confitería del Águila servían gratuitamente cerveza y refrescos. Esa noche hubo fuegos artificiales, y baile popular en un galpón que habían alfombrado. En el día siguiente: carreras de sortija, doma de potros, carreras informales, payadas y bailes folklóricos que también terminaron con fuegos artificiales.
En los almuerzos y las cenas el plato principal era el asado con cuero, para lo cual se sacrificaron veinte vacunos por día. Para los invitados especiales estaba precedido por fiambres y aves, todo regado con buen vino y champán francés. Dos periodistas de aquella época estimaron en medio millón de pesos lo que gastó Roberto Cano en estos festejos.
Referencias
(1) Juan Cano era casado con Carmen Díaz Vélez, hija del guerrero de la independencia, el general Eustoquio Díaz Vélez que tomó el fuerte de Tandil, en el levantamiento de los hombres del Sur contra Rosas, y tuvo que emigrar a Montevideo hasta después de Caseros. El hijo de Juan Cano, y heredero de los campos de Rojas, fue Roberto Cano, que nació en 1847.
(2) Se dice que esta estancia fue la que primero estuvo dotada de alumbrado a gas de acetileno y agua corriente por bombeo privado. Decía la revista South Anerican Journal, de Febrero de 1887: “…la propiedad mide unas 90 millas cuadradas y es no solo una casa de verano para el Sr. Roberto Cano, su familia y sus amigo; también una fuente de grandes ingresos como puede verse si se calcula el valor de la lana que produce y la venta del ganado. Los edificios de la estancia son demasiado numerosos para mencionarlos todos; forman como una pequeña ciudad. Entre ellos se encuentran inmensas caballerizas, galpones de maquinarias que contienen sierras circulares, trituradoras de granos, desgranadoras de maíz, todas con motores de la compañía inglesa Richard Garret and Co. Un inmenso galpón está dedicado a la esquila y tiene las vías de ferrocarril entrando hasta sus plataformas, ahorrándose axial, el costo adicional de transportar la lana hasta la estación, para su despacho. Hay también aquí una gran máquina prensadora de lana. Se enfardan entre 200.000 y 250.000 kilos de lana al año. En la estancia hay 100.000 ovejas, 40.000 vacunos y unos 12.000 caballos. Se venden anualmente unas 10.000 cabezas de vacunos…”. Hasta aquí el comentario de la mencionada revista. La obtuvo su padre en enfiteusis y le fue escriturada por Juan Manuel de Rosas en 1839. No obstante la opulencia, con respecto a lo que era y representaba esta estancia, entre las grandes estancias ganaderas argentinas de nuestra provincia, según el citado comentario de 1887, tenemos la desagradable sorpresa de comprobar con este aviso del diario “La Prensa”, del 17 de Julio de 1899: “La última gran venta de los campos de “San Jose” de Cano, en Rojas, 17.486 hectáreas de prados naturales, remataremos en lotes y sin base, el 16 de Agosto en nuestra casa, San Martín 361”. En este remate, no entraba la estancia “Las Palmas”, de la otra heredera, hermana de Roberto Cano, doña Susana Cano de Hunter. Debemos acotar que la estancia “San José”, lindaba con el ejido de Rojas, y dos de las chacras del ejido, linderas con la Estancia, en remate, sin base, eran propiedad de don Francisco Hegoburu, familia tradicional de Rojas, entroncada con Oyhanarte, y por lo tanto cuna de Horacio y Raúl Oyhanarte, de destacada actuación política en el país, que después fueron vecinos en La Plata.
(3) ”El circo es igual al hipódromo de Palermo; suelo magnífico, bien consolidado, palco inmejorable y hecho a todo costo. Muy poco más pequeño que el de Palermo” (“El Diario”, de La Plata, 25 y 26-12-1882).
“El circo tiene más de dieciséis cuadras, bien cercado y suelo completamente sólido. Hay tres casillas magníficas, un extenso galpón y un espléndido palco donde estuvo el Sr. Gobernador, varias familias y más de doscientas personas distinguidas. (“El Imparcial”, de Pergamino, 30-12-1882).
“La Verdad” de Rojas, en su edición del 28-12-1882 informa que hay dos casillas para los rayeros, y otra más grande para el pesaje de jinetes y sorteo. Caballerizas con veinte series de establos muy espaciosos. El palco es de pinotea barnizado con lustre y techado tipo chalé. Debajo de él, un gran salón como para confitería.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Labrada, Ariel – Un hipódromo y una fiesta espectacular, Rojas, Abril de 2013
Pardo, José María – Jefe de Asesoría Histórica de Geodesia de la Pcia. de Buenos Aires – Rojas (2002)
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