Nació en Bredford, cerca de Londres, el 29 de marzo de 1791. Se le supone ascendencia francesa, a pesar de ser hijo de Emeric Vidal (se pronuncia Vaidel), contador de la Real Marina Inglesa. Siguió las huellas de su padre, e ingresó a la Armada a los catorce años. Entró a prestar servicios en el “Clyde” como voluntario en 1806, de estación en el Mar del Norte. Desde entonces, evidenció amplios conocimientos de dibujo y pintura a la acuarela, habilidades que le serían muy útiles para llenar las horas de holganza a bordo. Pasó luego como escribiente y oficial de secretaría al “Calypso”, y después al “Caliope”.
En 1808, formó en la escuadrilla inglesa que escoltó a la flota lusitana que condujo al Brasil a la familia real portuguesa, cuando las tropas napoleónicas invadieron su reino. De ese primer contacto del artista con la América del Sur, no se conoce ninguna noticia relativa a su estada.
Desde 1809 a 1823, estuvo en situación de retiro. En 1814 se casó en Londres con Anna Jane, hija del reverendo James Capper, con la que tuvo varios hijos. Entre 1814 y 1816, Vidal prestó servicios en los lagos de Canadá, ocupándose de trabajos cartográficos. Se conocen sus primeras acuarelas, tales como las que representan a Kingston Harbour (Lago Ontario), las cataratas del Niágara (1806) y Sacketts Harbour (1815), que pintó para lady G. Moore, esposa del almirante George Moore. Debajo de estos cuadros se encuentran anotaciones hechas por el artista de los diversos edificios, embarcaciones y otros detalles que agregan a su mérito artístico, gran valor histórico.
Entre mayo de 1816 y setiembre de 1818, durante 31 meses, estuvo a bordo del “Hyacinth” como comisario y secretario del almirante de la flota inglesa del Atlántico Sur, patrullando con los navíos encargados de proteger en aquella zona, el comercio británico. En ese lapso pintó en el Brasil como en el Río de la Plata, el mayor número de acuarelas que le dieron notoriedad. Muchas de ellas representan aspectos de Río de Janeiro: Botafogo, Pan de Azúcar, la Isla de Bon Viagem, etc., paisajes que dan exactos detalles de la vegetación que cubre todos estos parajes, representaciones arquitectónicas de gran valor, apareciendo la figura humana solamente como algo accesorio.
Cuando Vidal arribó a Montevideo, en el navío “Hyacinth”, en setiembre de 1816, realizó una acuarela titulada “Vista de la ciudad y Puerto de Montevideo”, que fue el primer trabajo que efectuó en el Río de la Plata. En esos años críticos para la estabilidad política de estos países, dicha nave quedó fondeada durante largo tiempo en la rada de Buenos Aires, haciendo periódicos viajes a Montevideo, y algunos a Río de Janeiro. Aprovechó entonces para interesarse por las costumbres, maneras e indumentarias de las gentes en la forma más sorprendente. Se vinculó a personas de la sociedad porteña, entre ellas, a Mariquita Sánchez de Thompson.
Representó a Buenos Aires de esos años desde el fondeadero de las naves entre la rada exterior e interior. En sus acuarelas llenas de color, mostró las vistas de la ciudad, de sus edificios: Iglesias, Fuerte, torre del Cabildo, etc., de sus calles, y de los habitantes transitando por ellas, vendedores ambulantes, gauchos, indios y soldados, escenas al aire libre en la campaña, como La Posta (1819), La carrera de caballos (1819), etc. Pintó una de sus más interesantes acuarelas, El desembarco en Buenos Aires, de la misma fecha, donde se puede apreciar el complicado sistema para desembarcar en la ciudad. Aparecen en ella, el bote que los conducía desde la rada a una “carretilla” de grandes ruedas, con llantas de madera dura, que era arrastrada “a la cincha” hasta llegar al muelle. En la playa dibuja a los pescadores y a las carretas que llevaban las mercancías a la Aduana.
Desde el muelle de piedra, pintó en setiembre de 1816, el Fuerte de Buenos Aires y la playa animada por la colorida presencia de multitud de negras lavanderas y alegres bañistas. Detrás del Fuerte, muy bien dibujadas, se ven las torres y cúpulas de San Francisco y Santo Domingo. En La Plaza del Mercado, realizó Vidal su pintura más evocadora, de un trozo de la vida porteña de ese tiempo. También pintó los pueblos de alrededores, como El pueblo de San Isidro (1817). Realizó varios aspectos de la Plaza Mayor, con el arco de la Recova, el Cabildo, la Catedral y la Pirámide de Mayo.
En su Vista General de Buenos Aires desde la Plaza de Toros (1819), se observa el macizo edificio destinado a las corridas demolido en ese año. En la acuarela titulada Señoras paseando (1817), reprodujo una evocadora escena: una señora porteña en compañía de sus dos hijas y de una criada se pasean por la vereda de toscas piedras junto a la doble puerta en la esquina de una tienda.
El gaucho rioplatense interesó mucho al artista, que lo evocó repetidas veces en sus costumbres, faenas campesinas, juegos favoritos, dibujando los detalles de vestimenta, sus útiles de labor, así como todo lo relativo al caballo.
Un motivo que pintó con asiduidad fue el modo como los gauchos enlazaban el ganado vacuno o boleaban avestruces. También fueron objeto de su curiosidad los indios pampas que llegaban a la ciudad trayendo los productos de sus industrias: ponchos, lazos, bolas, botas de potro, plumero de plumas de avestruz y cueros de animales salvajes. En febrero de 1818, realizó Vidal la primera acuarela sobre este tema Los Indios de La Pampa, boceto ejecutado con gran facilidad, vigor y colorido bellamente armonizado.
Las acuarelas y sus grabados fueron “el punto de partida de la iconografía de Buenos Aires, verídica y prolijamente documentada”, ha escrito Alejo B. González Garaño. Fue el primer pintor que entró a la ciudad, porque antes de él, otros se ocuparon de ilustrarla a lo lejos; circuló Vidal por sus calles y anotó todo lo que vio.
José León Pagano lamenta de que no tuvo acceso a los interiores, a las casas de familia, a las costumbres de los porteños de entonces. De haberlo hecho le hubiera brindado una materia preciosa, y si no se detuvo a transcribirla, fue porque no alcanzó a observarla directa y detenidamente.
En setiembre de 1818, regreso el “Hyacinth” a Inglaterra, y Vidal se reintegró a su hogar. Alejado por un tiempo del servicio activo, ordenó sus notas y los apuntes realizados en el viaje.
En 1819, R. Ackermann, uno de los editores más importantes de Londres, observó sus acuarelas y decidió publicarlas en una edición de lujo. Vidal accedió a ello, eligió 25 acuarelas originales y las pintó de nuevo; al mismo tiempo, preparó el texto, basado en las notas que había escrito al dorso de las pinturas y en su libreta de apuntes. Cuando estuvo terminado su trabajo fue llamado a prestar servicios como secretario del contralmirante Lambert, jefe de la escuadra estacionada en el Cabo de Buena Esperanza y en la Isla de Santa Elena. Debido a su apresurada partida, tuvo que entregar al editor sus acuarelas junto con las inconclusas notas del texto,
En 1820, R. Ackermann publicó el álbum, bajo el título: Picturesque Illustrations of Buenos Ayres and Montevideo, etc., consistente en 24 vistas, acompañadas de descripciones del paisaje y de las indumentarias, costumbres, etc., de los habitantes de esas ciudades y sus alrededores. Lo imprimió en Londres, L. Harrison. El tiraje fue de ochocientos ejemplares, y se imprimieron también 150 de mayor tamaño. Durante la edición de su libro, Vidal no se encontraba en Londres. De julio de 1820 a setiembre de 1821, fue secretario de Lambert, jefe de la escuadra en el sur de Africa.
En 1821, año de la muerte de Napoleón, hizo apuntes de la Isla de Santa Elena, habiendo compuesto unas vistas de Longwood y de la tumba del emperador. Incluso, realizó tres pinturas que representan la mascarilla de Napoleón, sus funerales y su entierro, ceremonias a las que asistió el artista.
Vidal realizó un segundo viaje al Río de la Plata y Brasil en 1827/28, embarcado en la nave “Ganges”. Las acuarelas cariocas son muy numerosas, y reflejan en su mayoría diferentes aspectos de Río de Janeiro.
Entre las que realizó en el Río de la Plata figuran: El muelle de Montevideo en 1828; Modo de enlazar ganado en Buenos Aires y Carreta atravesando un pantano, éstas dos últimas dedicadas a Lord Ponsomby (1829).
Entre 1831 y 1834, estuvo embarcado en el “Asia” de estación en Lisboa, donde una bala de mosquete le atravesó el cuerpo, dañándole el hígado durante los combates que se llevaron a cabo entre los portugueses. Desde que fue herido, el hígado le ocasionó frecuentes molestias que, complicadas con otros males, le hicieron inútil para el servicio de la marina. Sin embargo, por pedido especial del almirante Bart viajó a Río de Janeiro en 1835/37, a bordo del “Talbot”, ejecutando alrededor de 50 dibujos y acuarelas, entre las cuales se halla una Vista de la ciudad de Río de Janeiro, dibujos de fiestas ofrecidas a bordo de las naves en honor del emperador Pedro II de Brasil, así como un retrato del soberano a la edad de diez años, vestido de gala. Pero lo más valioso de esta serie son las 20 acuarelas dedicadas a representar tipos populares cariocas y damas de la sociedad de esa ciudad. Varias marinas, panoramas amenísimos, mansiones brasileñas del pasado y otros temas configuran un ameno ramillete de cuadros dignos de la paleta del afamado artista.
Vidal se retiró de la Marina en 1853, redactó su testamento en 1860, y en el mismo se refiere cariñosamente a su esposa y cinco hijos. Murió repentinamente en Brighton, el 7 de mayo de 1861, a los 70 años.
Dejó una obra gráfica y documentada que es un aporte invalorable para el arte y la historia de los argentinos. En 1933, González Garaño realizó en los salones de “Amigos del Arte” una exposición de todas las piezas que había reunido sobre Vidal, exhibiendo además raros ejemplares de su obra, y de las publicaciones posteriores a ésta en la que se reproducían sus láminas. Con este motivo publicó un detallado Catálogo en el que se reeditaba su monografía y se estudiaban y describían prolijamente todos los ejemplares expuestos. Una calle de la ciudad de Buenos Aires lo recuerda.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1985)
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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