Numerosas personas se reunieron el 4 de setiembre de 1902 en el atrio de Santo Domingo para asistir a la exhumación de los restos del general don Manuel Belgrano. Como es sabido, los despojos mortales del gran porta-estandarte argentino yacían allí desde el 20 de junio de 1820 bajo la lápida de mármol con que el señor Cayetano María Cazón, cuando desempeñó la jefatura de policía, hiciera sustituir la antigua y mezquina losa hecha de una piedra de lavatorio que la familia, en aquellos tiempos de honorable pobreza, se vio obligada a colocar por todo monumento.
Al respecto decía Caras y Caras: “Las épocas han variado. Dentro de poco, el mausoleo artístico que una subscripción popular ha hecho encomendar a un escultor notable, guardará los restos al frente de esa misma iglesia que el noble patriota eligiera para lugar de su eterno reposo.
El gobierno había comisionado a los ministros González y Riccheri, y a los doctores Quiroga y Massot, para representarle en el acto de 1a exhumación, que dio comienzo a las 2 de la tarde, en seguida de llegar los señores nombrados. Excavada la fosa con la mayor prolijidad para no perder el más pequeño fragmento de los restos, se vio lo que era de esperarse en nuestro clima húmedo. Ningún vestigio del ataúd se conservaba, y algunos huesos que aparecían dispersos, fueron colocados en una bandeja de plata sostenida por uno de los monjes del convento. Sólo pocos dientes se conservaban en buen estado, y si la oportunidad no hubiera sido tan impropia, se habría celebrado la ocurrencia de un chusco al ver la curiosidad con que los ministros examinaban los caninos del gran hombre, y establecer una comparación mental con los afilados y mordientes de los políticos actuales…
La exhumación terminó á las 4 de la tarde, habiéndola presenciado, además de la comisión, los señores doctor Carlos Vega Belgrano y subteniente Manuel Belgrano, nieto y biznieto del general, respectivamente, doctores Luis Peluffo, Armando Claros, coronel Domínguez, mayor Ruiz Díaz, padre Becco y otras personas que firmaron el acta levantada en seguida ante el escribano mayor de gobierno.
Los doctores Marcial V. Quiroga, inspector de la sanidad del ejército, Carlos Malbrán, presidente del departamento nacional de higiene, y Julián Massot, jefe de la sanidad de la armada, se hallan encargados de redactar el informe médico-legal sobre los restos que fueron guardados en una urna para serles entregados a los citados facultativos.
Alrededor de esta ceremonia, y sin querer, por nuestra parte, extremar el comentario, se han producido diversas apreciaciones acerca de la impresión dejada por los representantes oficiales. Comenzando porque, ante la fosa abierta, como si no se tratara de cenizas históricas, que merecen a lo menos una veneración convencional, los ministros y sus acompañantes permanecieron cubiertos, sin revelar en su actitud la más mínima idea de edificar a los jóvenes que les rodeaban; y siguiendo luego por ese deplorable y justamente criticado incidente promovido por los señores González y Riccheri al llevarse pequeños despojos del héroe, es fuerza convenir en que la ceremonia no estuvo revestida de la solemnidad y hasta de la compostura con que deben celebrarse estos actos.
Tanto más digno de censura es esto cuanto que se trata de altos miembros del gobierno, los primeros sin duda obligados a mantener el decoro y la corrección en la ceremonia.
Está ya muy próxima la fecha de la inauguración del mausoleo, y entre las diversas manifestaciones que hará el gobierno, figura la acuñación de una hermosa medalla conmemorativa cuyos grabados llamarán la atención, por lo artístico de las figuras combinadas. Estas serán: en el anverso: busto del prócer, y arriba en el contorno, la inscripción: “Manuel Belgrano”, llevando en el exergo las fechas de su nacimiento y de su muerte “junio 3 de 1773—junio 20 de 1820”. En el reverso irá el escudo nacional rodeado de laureles en la parte superior, y abajo, la siguiente inscripción, en ocho líneas en forma lapidaria: “Precursor y Fundador. De la independencia argentina. Vencedor en Tucumán y Salta. El pueblo y el gobierno inauguran el mausoleo. A su inmortal memoria”, complementándose la inscripción con la fecha inaugural del monumento. El escultor Ximénez fue quien dirigió la operación de desenterrar los restos”.
Varios fueron los medios que criticaron el accionar de los ministros y exigieron la inmediata devolución de los dientes. Entre ellos el diario La Prensa que consignó en sus páginas: “Llama la atención que el escribano del Gobierno de la Nación no haya precisado los huesos encontrados en el sepulcro; pero no es ésta la mayor irregularidad observada en este acto. Entre los restos se encontraron varios dientes en buen estado, y ¡admírese el público! ¡Esos despojos sagrados se los repartieron buena, criollamente, el ministro del Interior y el de Guerra! Ese despojo debe ser reparado inmediatamente, porque estos restos forman una herencia que debe vigilar severamente la gratitud nacional. Que devuelvan esos dientes al patriota que menos comió en su gloriosa vida de los dineros de la Nación”.
La denuncia pública obligó a los sustractores a devolver los molares. Incluso con las explicaciones del caso. González alegó que había hecho la sustracción “para mostrarles los dientes a sus amigos”. El ministro de Guerra explicó que su idea era presentárselos al general Bartolomé Mitre, quien había escrito la biografía de Belgrano.
El 20 de junio de 1903, cuando el presidente Julio A. Roca inauguró el Mausoleo, monumental obra que manifestaba la grandeza de su morador eterno, la misma cobijaba, ahora sí, los pocos huesos y los preciados dientes del triunfador de Tucumán y Salta.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Revista Caras y Caretas – Buenos Aires, (1902)
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