Muchos autores sostienen que pese a su organización y ritual similar al de la Masonería, la Logia Lautaro era una sociedad secreta independentista ajena a la misma. Sin embargo, se trató de un rito masónico con una finalidad esencialmente político-militar, al servicio de los objetivos de la Orden. Su carácter masónico es incuestionable.
En el ritual del primer grado se indaga si en el candidato a ingresar no se encuentra “ninguna proposición contraria a los principios de la francmasonería” (1). Luego de vendársele los ojos y con la punta de una espada sobre el pecho, el Venerable Maestre le hace notar que “el estado de ceguedad en que os halláis figura las tinieblas en que está sumergido todo hombre que no ha recibido la iniciación masónica” (2). Más adelante se dirige al profano en los siguientes términos:
“Habéis contestado convenientemente. Empero, ¿os ha satisfecho plenamente, cuando os he dicho, y persistís en la idea de haceros recibir francmasón?”
Sobre la respuesta afirmativa del que desea recibirse el Venerable prosigue:
“Entonces voy a manifestaros las condiciones con que seréis admitido entre nosotros, en el caso de que salgáis victorioso de las pruebas que os restan sufrir. El primer deber cuya obligación contraeréis será el guardar un silencio absoluto sobre todos los secretos de la Francmasonería” (3). Seguidamente indica que el segundo deber es dominar las pasiones degradantes y practicar las virtudes “más dulces y benéficas”, socorrer al hermano en peligro, ayudarlos en sus necesidades o asistirlo en sus desgracias, etc.. “Tal es –prosigue el nombrado- la conducta que debe trazarse un francmasón. El tercero de vuestros deberes será el de conformaros con los estatutos generales de la Francmasonería, con las leyes particulares de la logia (…) Toda vez que ya conocéis los principales deberes de un masón, ¿os sentís con fuerza y resolución para ponerlos en práctica?” (4).
Poco después el Maestre expresa:
“Profano, repetid conmigo vuestro compromiso: Me obligo a la observancia estricta y rigurosa de los deberes prescriptos a los francmasones” (5).
Tras efectuar diversas pruebas, el segundo vigilante coloca el mallete sobre el corazón del candidato y manifiesta con brusquedad:
-“¿Quién me llama?
-Es –responde el hermano terrible- un profano que solicita ser masón” (6).
Finalmente, el profano debe prestar el juramento de rigor. El altar de los juramentos está colocado en medio del templo, un poco antes de llegar a las gradas del Oriente. Es de forma triangular y adornado con un tapete bordado; colócase en él la Biblia abierta; y se pone sobre la Biblia la escuadra, el compás y la espada flamígera o de fuego.
El maestro de ceremonias hace arrodillar al profano al pie del altar y la apoya sobre la tetilla izquierda las puntas del compás. El Venerable da entonces un golpe, y dice:
-¡De pie y al orden, mis hermanos! El neófito va a prestar un juramento terrible.
Todos los hermanos se levantan, toman una espada y se ponen, mientras se presta el juramento, en la postura consagrada.
Pronunciado el juramento, el maestro de ceremonias conduce al candidato entre las dos columnas: todos los hermanos le rodean y dirigen hacia él sus espadas desnudas, de manera que él sea como un centro de donde parten rayos. El maestro de ceremonias se coloca delante del neófito, desata la venda que le cubre los ojos y espera a que el Venerable le haga una señal para dejarla caer (…).
“No temáis, hermano mío –dice el Venerable al neófito-, a las espadas que os amenazan: no son fatales más que a los perjuros. Si sois fiel a la francmasonería, como lo esperamos, estas espadas estarán siempre dispuestas a defenderos; pero si, por el contrario, llegáseis algún día a serle traidor, ningún lugar de la tierra os ofrecería un refugio contra estas armas vengadoras”.
Todos los hermanos bajan las puntas de sus espadas, y el Venerable ordena al maestro de ceremonias que conduzca al nuevo hermano al altar. Cuando aquél llega a éste, se le hace arrodillar; el Venerable le pone la punta de la espada flamígera sobre la cabeza y le dice:
“En nombre del Gran Arquitecto del Universo, y en virtud de los poderes que me han sido confiados, os creo y constituyo aprendiz masón y miembro de esta respetable logia“.
En seguida da tres golpes sobre la hoja de la espada con su mallete; levanta al nuevo hermano: le ciñe el mandil de piel blanca, emblema del trabajo; le da guantes blancos, símbolo de la pureza de costumbres prescripta a los masones; le entrega asimismo unos guantes de mujer, para que los ofrezca a aquella a quien más estime; después le revela los misterios particulares del grado de aprendiz masón, y le da el triple abrazo fraternal.
Referencias
(1)Zúñiga, Antonio R. – La Logia Lautaro y la independencia de América, Edición Oficial de la Masonería Argentina del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, Buenos Aires (1922).
(2)Ibid, p. 395.
(3)Ibid, p. 397.
(4)Ibid. P. 397-398.
(5)Ibid. p. 398.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Rivanera Carlés, Federico – La historia ocultada – Los conversos y la independencia de Hispanoamérica – Buenos Aires (2019)
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