Con el advenimiento de Juan Manuel de Rosas al poder, en su segundo gobierno de la provincia de Buenos Aires, los federales extremaron la vigilancia y el control de sus opositores ideológicos. El Juez de Paz de Flores recibió una nota del edecán de Rosas, del 4 de julio de 1837, donde recomendaba el uso generalizado de la divisa punzó en el partido:
“El Exmo. Señor Gobernador recomienda a V. la observancia de las órdenes vigentes respecto al uso de la divisa federal en el juzgado de su mando, tanto en los hombres como en las mujeres, a cuyo cumplido efecto no debe permitir que concurran a los bailes y funciones sin llevarla, los hombres del lado izquierdo frente al corazón y las señoras al lado izquierdo de la cabeza. Y también recomienda a V. S.E. que procure abolir una moda que han acordado los logistas unitarios de hacer a los paisanos la ropa almidonada con agua de añil, de modo que luego queda de un color que tira a celeste claro, la que es una completa maldad de los unitarios impíos, en cuyo modo han hecho entrar a los paisanos que la siguen con la mayor inocencia, lo que es preciso advertirles. Previene también a V. S.E. que mientras tiene el Exmo. Señor Gobernador tiempo de dirigirse al Ilmo. Señor Obispo para que se dirija a los curas vicarios una circular de exhortación (que algunos descuidan faltando a lo mandado) a los fieles sobre el uso de la divisa y muy especialmente a las mujeres, como también sobre un Padre Nuestro por el alma del finado Exmo. Señor General D. Juan Facundo Quiroga, luego de rezarse el que tiene lugar por la del finado nuestro Gobernador el Exmo. Señor D. Manuel Dorrego, lo ve al Señor vicario del punto de parte de S. E. y le muestra esta nota para que se persuada de la necesidad de una y otra cosa, con especialidad de asustar a las mujeres con que en último resultado no se les permitirá entrar a la Iglesia a las que se obstinaren en hacerlo sin la divisa, pues aunque S. E. está bien persuadido del celo en esta parte del referido señor Vicario, considera sin embargo que nada está de más en un asunto de tanto interés” (1)
Los vecinos federales de Flores, que eran mayoría, cuidaban que estas normas se cumplieran con exactitud, realizando además frecuentes donaciones de dinero “con destino a los gastos de guerra contra el tirano Santa Cruz y con el ardiente deseo de ayudar a las urgencias del gobierno” (2); haciéndose, en junio de 1842, una suscripción pública que alcanzó la suma de 15.996 pesos “para colaborar en la guerra que el gobierno libra con Fructuoso Rivera”.
Uno de los artículos de primera necesidad del ejército federal estacionado en los Santos Lugares era la leña, que se proveía en su casi totalidad desde San José de Flores. Cuando el 6 de enero de 1841 el juez de paz José Eustaquio Martínez comunicó al gobierno que sólo quedaban 30 carretadas para dicho ejército, el edecán de Rosas le contestó al día siguiente que: “de las quintas embargadas que fueran de los salvajes unitarios haga cortar la necesaria”.
De estas quintas se retiraron más de diez mil pesos de leña con destino al ejército de Santos Lugares, contratándose peones, en 1841, para proceder al talado de los montes. Estas propiedades correspondían a los opositores Alejo Castex, Ramón Iroyaga, José María González, José Borchez, Francisco Elías, Santiago Gutiérrez, Juana Ramos de Lastra, Adrián Bergara, Francisco Blanco, José Andrade, Luis Golla, Zacarías Blanco, Simón Díaz, Joaquín Castro, Dalmacio Vélez Sarsfield, Francisco Munita, Marcelino Lastra, Joaquín Belgrano y Luis Dorrego.
Por su parte, numerosos particulares adictos al sistema federal hacían periódicamente donaciones de leña; mencionaremos entre ellos a Josefa Villanueva t Miguel Riglos, que donaron 6.000 pesos y 30 carretadas de leña; Miguel y Pedro Naón, 50 pesos de leña cada uno; Manuel Domato y Tiburcia Agrenti de Montarcé, 4 carretadas de leña; Juan Bautista de la Fuente, 50 pesos de leña; Carlos Naón, 50 pesos de leña; Juan Farías (de la Chacarita de los Colegiales), 50 pesos de leña; Manuel Elorriaga y su madre Leocadia Segurola, 30 pesos de leña, y así muchos otros más.
Sin embargo, en 1841 no era tanto la escasez de leña para el ejército el problema, sino la falta de peones para cortarla y la carencia de carretas para su transporte. Estas últimas se encontraban rotas y sus dueños no podían hacerse cargo de los arreglos. El gobierno dispuso pagar a los peones y solventar las refacciones de las carretas “con la venta de los animales embargados a los unitarios”. Sobre el asunto de las carretas, el juez de paz Zavala informa el 30 de abril de 1841 que:
“A efectos de fletar las quince carretas que deben conducir la leña a ésa, según V. E. me lo ordena, hice comparecer a los dueños de las carretas del partido y sabedores de la superior disposición de V. E., todos cual si se hubiesen hablado me contestaron que hiciese presente a V. E. que del modo más encarecido suplicaban les permitiese “continuar este pequeño servicio, voluntaria y desinteresadamente como hasta ahora lo han hecho sin querer que el Estado se grave ni aún en componerles sus carretas cuando se rompan o descompongan, pues desean tener como poder ayudar a V. E. a la grande empresa de exterminar para siempre a la Salvaje Logia Unitaria”; y el que firma les contestó prometiéndoles que así lo haría y como en efecto lo hace, honrándose en transmitir a S. E. tan patriótico ofrecimiento y al hacerlo, remite a S. E. una relación nominal de los federales dueños de carretas y manifestarle que aún cuando se les admita la oferta que hacen de sus servicios, como es justo según el modo encarecido con que lo suplican, el infrascripto que conoce a aquellos que lo hacen con más sacrificios que otros, se reserva hacer componer las que a su juicio crea de justicia deber hacerlo por cuenta del Estado”. (3).
A su vez, en 1846 y 1847, los recaudadores de la contribución directa hicieron donación de las comisiones que les asignaba la ley, a beneficio del Estado. El vecindario de Flores hacía llegar con asidua frecuencia al Restaurador notas de adhesión y júbilo con motivo del triunfo de las armas federales contra el general Paz o Fructuoso Rivera, o como la que se envió el 3 de abril de 1841 dirigida “a S. E. y su digna hija la joven heroína doña Manuelita, por haber salvado sus preciosas e interesantes vidas de la infernal máquina inventada y armada por los salvajes unitarios”.
Referencias
(1) Archivo General de la Nación, Sala 10, 21-6-6.
(2) 8 de julio de 1837.
(3) Archivo General de la Nación, Sala 10, 21-6-7.
Fuente
Cunietti Ferrando, Arnaldo J. – San José de Flores, El pueblo y el partido (1580-1880), Buenos Aires (1977)
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal revisionistas.com.ar
Artículo relacionados
• Manuelita visita el pueblo de Flores
• El pueblo de Flores en época de Rosas
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar