El enorme desarrollo del teatro argentino en las primeras décadas del siglo XX puede rastrearse a través de las revistas teatrales, que nacieron apoyadas en su evolución y afianzamiento y desaparecen cuando la modalidad teatral que las había sustentado –el teatro popular de género chico- da paso a nuevas formas de comunicación.
La existencia de más de cuarenta títulos de revistas diferentes entre 1910 y 1934, algunas publicadas a lo largo de varios años, constituye un fenómeno que debe ser abordado desde ángulos diversos, ya que se inscribe en la configuración de un campo intelectual que como afirman Altamirano y Sarlo “forman parte del proceso más vasto de modernización que afectaba a la sociedad argentina y que había recibido su impulso desde la década de 1880”, y que se caracterizó por el surgimiento de la figura del escritor profesional, paralelo al afianzamiento de la industria editorial y el desarrollo del periodismo.
Las revistas no se limitaban a publicar una obra dramática, sino que brindaban material variado sobre el movimiento teatral. Para considerarlas debemos atender no sólo al texto editado, sino que es posible rastrear en ellas datos acerca del funcionamiento total –con sus avances y vacilaciones- de los elementos que componen el esquema básico de la comunicación teatral: el emisor-autor, el actor-trasmisor, el mensaje-obra, el receptor-espectador, el ámbito-sala donde tiene lugar el hecho teatral, todo ello inserto en un nuevo circuito de comunicación como lo es el periodístico.
En el desarrollo teatral a que aludimos encontramos los siguientes componentes, que posibilitan la existencia de las revistas:
A partir de 1880 se genera en el Río de la Plata un fenómeno teatral de amplias dimensiones, que tendrá lugar fundamentalmente en la ciudad de Buenos Aires, pero que se irradia también por las de Montevideo, Rosario, La Plata y otras ciudades del litoral. En ellas, autores, actores, empresarios, músicos y periodistas, serán, a la vez protagonistas y observadores del movimiento teatral más importante de la historia escénica rioplatense, el que tiene lugar con el sainete.
Muchas piezas teatrales tematizaron, con buenas dosis de humor, la vida cotidiana en la gran ciudad transformada por la inmigración. Las entradas no eran caras y la gente concurría mucho al teatro. Las revistas teatrales difundían sobre todo a los autores locales, entonces urgidos a entregar constantemente nuevas obras teatrales que eran estrenadas tras pocas semanas de ensayos. Lo típico eran comedias breves, el sainete porteño, así como el grotesco criollo. Las revistas teatrales de mayor difusión y fama fueron La escena y Bambalinas.
La escena: revista teatral (1918-1933) apareció desde el comienzo con una frecuencia semanal, y más adelante traía en su portada la fotografía de una puesta en escena.
Bambalinas: revista teatral (1918-1934) apareció en un principio en forma quincenal, para salir más tarde semanalmente. Como muchas de las revistas, Bambalinas fue un proyecto editorial de escritores. Su fundador y director de los primeros cien números fue Federico Mertens (1886-1960), autor dramático con más de setenta comedias en su haber.
Algunas revistas se dedicaron a difundir teatro internacional, sin por ello dejar de lado a los autores españoles o argentinos. Fueron los casos de Teatro popular (1919-1922), o de El teatro universal (1921-1922), de 56 números editados.
También existieron algunas revistas de teatro dedicadas fundamentalmente a informar sobre la vida teatral. Como la revista Comedia para todos (1926-1933), con 87 números en formato de magacín, o Máscaras (1931-1936), de aparición mensual.
Las revistas teatrales son producto del crecimiento e institucionalización de lo teatral, del surgimiento de un periodismo y una industria cultural fuertes, de la conformación de un campo intelectual que se caracteriza por la profesionalización del escritor, etc. Además constituyen una modalidad cultural que se alimenta del teatro popular, que, por general nexos de comunicación tan fuertes con el espectador, posibilita el ingreso en otro circuito de comunicación como lo es el periodístico. El espectador que se había reído, emocionado o interesado con la pieza, necesitaba, además, tenerla, releerla, ya que ese teatro le brindaba información, posibilitaba la indagación, la explicación sobre sí mismo y sobre la sociedad en que vivía. Además, le permitía acompañar el desarrollo teatral que él mismo había generado, incorporarse a él (por medio de concursos, o por el ingreso a los cuadros no profesionales). La técnica de apelación al lector, asimismo, lo incitaba a opinar, dar ideas y a ejercer la crítica.
En el terreno profesional, las revistas cumplían una función importante para los innumerables grupos de aficionados o profesionales que deseaban montar las obras, y evitaba la engorrosa tarea de copiar los originales. Muchos de los viejos ejemplares que hoy pueden adquirirse en algunas librerías, ostentan sellos de compañías o de archivos teatrales.
Se vendían en quioscos y librerías, aparecían con una frecuencia semanal o quincenal, y en algunos casos aislados, mensual. Cada número editaba una obra completa –o dos, si fueran breves, o una breve y un monólogo, o diálogo- estrenada en la gran mayoría, y casi siempre de autor rioplatense.
Muchas de las revistas tuvieron vida efímera, otras subsistieron como proyecto –cultural y comercial- y se consolidaron en el gusto del público.
Fuente
Altamirano, Carlos y Sarlo, Beatríz – La Argentina del Centenario – Centro Editor, Buenos Aires (1983).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Mazziotti, Nora – El auge de las revistas teatrales argentinas (1910-1934) – Alicante (2009).
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