Rincón de López

Rincón de López – Fotografía tomada por Fermín Chávez

Rincón de López – Fotografía tomada por Fermín Chávez

 

El abuelo de Juan Manuel de Rosas, Don Clemente López Osornio, fue sin duda un “protoestanciero” bonaerense e iniciador de la industria agrícolo-ganadera. Era dueño del “Rincón de López”, en la Magdalena sobre la desembocadura del Salado. Se llamaba “Rincón” a los campos o lugares situados en la unión de dos ríos, en este caso el Salado y el de la Plata.

 

La estancia está protegida del pampero por talas y ombúes. La “población” es pobre, sólo ranchos. Pero es el emporio de la ganadería sureña y del abasto de Buenos Aires. Se vive en lucha con el indio. Un día un ataque más; don Clemente que pasó lejos los setenta, se bate con fiereza junto a sus hombres. Se salva, pero advirtiendo que falta su hijo Andrés, vuelve en su busca, muriendo ambos lanceados por la indiada. Era el 13 de diciembre de 1783. En esa tierra sepultan sus restos. Agustina, la futura madre de Rosas, tiene 7 años, y posteriormente sería la heredera de la estancia.

 

Aquí vivió Juan Manuel su niñez, y largas temporadas hasta que va a la escuela, a la edad de nueve años En realidad toda su vida alternó el campo y la ciudad. Cuando va la familia al campo, el viaje tarda cuatro días. Don León disfruta de la quietud, la paz y la lectura; Agustina –siempre que sus frecuentes embarazos se lo permitieran- recorría los campos a caballo y ayudaba en las tareas rurales. Ella fue la maestra de Juan Manuel.

 

La “escuela” del Restaurador de las Leyes

 

El Rincón de López es su escuela. La hermosísima prosa de Franco lo dice: “la gran llanura se entró en el niño…. sin hacerse sentir, diariamente –la pampa, sin parentesco ni parecido, que rechaza adjetivos y metáforas- la pampa, fatigadora de todas las distancias… con sus pajales y sus cardales… o sus desmelenadas tormentas de tierra…. el Pampero padre del malón… y los grandes soles o las grandes heladas… el vacaje con su cañaveral de guampas… la caballada cimarrona con su pajonal de crines…”.

 

Después de las invasiones inglesas don León y misia Agustina se instalan un tiempo en el Rincón, dedicándose a la explotación rural. En 1811 vuelven a Buenos Aires y dejan a Juan Manuel a cargo. Tiene ya 17 años.

 

Allí practica el “pato”, la sortija y la maromeada. Esto último consiste en colgarse del tiento trenzado –maroma- que une los altos postes que flanquean la entrada del corral, de espaldas a él y dejarse caer sobre alguno de los potros que salían en tropel, para jinetearlo. Era peligrosísimo, pero uno de sus favoritos. De ello guardaba Juan Manuel, como recuerdo, la amputación de la tercera falange del dedo medio de la mano derecha.

 

Allí se muestra su capacidad de organización y mando. Planifica cada tarea y da precisas instrucciones para cada una de ellas. Años más tarde escribirá su “Administración de estancias y demás establecimientos pastoriles e la Provincia de Buenos Aires” en base a esa experiencia. Lo hará en 1819.

 

La lucha del joven “patrón” de diecisiete años con paisanos taimados, vagabundos y con los propios indios, forjó, indudablemente, su personalidad de acero. Aunque la ciudad le disgustaba, efectuaba viajes para visitar a Encarnación, la niña de los Ezcurra y Argibel, con quien empieza a noviar. Mediante una ingeniosa treta –muy conocida y narrada por muchos autores- vence la resistencia materna, y el 16 de marzo de 1813- 14 días antes de su vigésimo aniversario, se casa. Ella tiene 17 años. Va a vivir con la joven desposada al Rincón de López. Recordemos que las casas eran pobres, la hacienda “guampuda”, no había alambrados, aguadas ni molinos, y el indio acosaba. Vivir allí era odisea y aventura.

 

Rosas abandona el hogar paterno

 

Misia Agustina –infundadamente- desconfió de la administración de su hijo. Por ello discute con su marido, quien lo defiende. Desafortunadamente Juan Manuel oyó una de esas discusiones, y, sin más que sus prendas personales y su mujer, abandonó el hogar paterno. Nada quiso llevarse, incluyendo el apellido al cual modificó transformándolo en Rosas, a secas, y con “s”. El lamentable episodio llegó hasta un juicio, en el cual el abogado de Juan Manuel fue el doctor Manuel Vicente Masa, quien será, por años, su amigo y consejero.

 

Posteriormente se asoció con Juan Nepomuceno Terrero, perteneciente a una familia muy amiga de los Rozas, y con él se dedicó a explotar la salazón de pescado y el acopio de frutos del país. En sociedad con Luis Dorrego, además, fundó el primer saladero bonaerense en Las Higueritas, partido de Quilmes, en 1815.

 

El Rincón de López fue heredado por Gervasio Rozas. En el casco de la estancia se conserva un viejo olmo, a cuya sombra pasó días de su niñez Bartolomé Mitre, huésped de don Gervasio; y años después. El joven Lucio V. Mansilla hizo otro tanto, castigado por su madre, luego de un desvarío amoroso de adolescente.

 

Fuente

Chávez, Fermín – Iconografía de Rosas y de la Federación – Buenos Aires (1970).

Luque Lagleyze, Julio A. – Las Moradas de Don Juan Manuel.

Oscar J. Planell Zanone / Oscar A. Turone – Patricios de Vuelta de Obligado.

Todo es Historia – Año X, Nº 118, Marzo de 1977.

 

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