Si existieron dos episodios que marcaron a Juan Manuel de Rosas para siempre, ellos fueron la Reconquista y la Defensa de Buenos Aires en 1806 y 1807, respectivamente. En primer lugar, porque en agosto de 1806 recibiría su bautismo de fuego en las armas de la Patria, honor que le cupo ni bien ingresaba en la pubertad. El otro factor tendrá que ver con la predilección que el Restaurador de las Leyes guardó desde entonces por el rojo punzó, dado que en aquellas jornadas gloriosas vistió una chaqueta de idéntico color cuando formó parte del 4to. Escuadrón de “Migueletes” de Caballería.
Un testigo señalaba así la valentía de los niños que, como Rosas, enfrentaron al invasor con denuedo, mientras reparaba en los vistosos uniformes que usaron en los diferentes cuerpos militares de la Reconquista y la Defensa: “Los niños se repartían en guerrillas por las calles y se ejercitaban a pedradas en las mismas horas en que sus padres se ensayaban en el manejo del fusil o del cañón. Todos los cuerpos echaron banderas y las juraron solemnemente, todos se uniformaron con chaquetas o casaquillas de color azul, diferenciándose sólo por los vivos o las vueltas, los centros y los penachos, a excepción del 3er. escuadrón de Húsares que se uniformó de verde, y de colorado el cuarto escuadrón de Migueletes”.
Juan Manuel de Rosas había sido designado a servir un cañón con la misión de conducir cartuchos, tarea encomendada por el mismísimo Virrey don Santiago de Liniers al momento de la primera invasión inglesa. El Cabildo de Buenos Aires escribía al Reino de España, tras la capitulación de Beresford, que “viéronse niños de ocho y diez años ocurrir al auxilio de nuestra artillería, y asidos de los cañones hacerlos volar hasta presentarse con ellos en medio de los fuegos; desgarrar más de una vez la misma ropa que los cubría, para prestar lo necesario al pronto fuego del cañón”. Y en otro pasaje expresaba que “[los niños] estimando en nada su edad preciosa desafían las balas enemigas, sin que los turbase la pérdida de otros compañeros, a quienes tocó la suerte de ser víctimas tiernas del heroísmo de la infancia”. El 13 de agosto de 1806, un día después de concretada la expulsión del invasor, Liniers felicitó a Rosas y le entregó a su madre, Agustina López de Osornio, una carta en donde se refería a su hijo como portador de “una bravura digna de la causa que defendía”.
Advertido el Virrey Liniers de una nueva y probable incursión inglesa al Río de la Plata, con mayor cantidad de efectivos, armamentos y planificación, decidió la inmediata creación de los primeros regimientos criollos y dio instrucción a los ya existentes –de origen español, claro-, a la vez que alertó a la población civil a estar atentos y tomar recaudos.
En la carta fechada el 2 de mayo de 1869, una de las decenas que Juan Manuel de Rosas escribió durante el exilio a su fiel amiga y embajadora Josefa “Pepita” Gómez, le dice que “cuando se anunció el Envio en 1807, de ótro ejercito Ingles mucho mas fuerte, tomé, de 14 áños, plaza de soldado de caballería en los Miguelétes. Tengo la carta del Señór Dn. Martín de Alzaga, a mi Mádre, y la del Señór Dn. Juan Miguens, a mi Pádre, acreditando mi conducta, en ésos gloriosos triunfos”. Estuvo ésta vez bajo las órdenes del porteño Alejo Castex, y quien capituló fue el teniente general John Whitelocke. Era el 5 de julio de 1807.
A los 14 años de edad, el futuro Brigadier General de la Confederación Argentina podía sentirse orgulloso por el esfuerzo realizado en pos de la integridad territorial de su Patria. No fue diferente a la actitud expresada por el pueblo en general, que tras dos rechazos infringidos a la pretensión imperial de Inglaterra empezó a notar su importancia en el gran concierto de las naciones del mundo.
Orden del día: evocación de la Defensa de Buenos Aires
Un plan con claras aspiraciones soberanas ejecuta Juan Manuel de Rosas el 22 de marzo de 1833 cuando decide salir desde la guardia del Monte para iniciar la Campaña al Desierto, la cual fue financiada por él. Rosas mismo se pondrá al frente del ejército expedicionario, comandando la División de la Izquierda que tenía como misión batir a los indios que yacían en las riberas de los ríos Colorado y Negro hasta llegar a Neuquén. Otra división, la del Centro, estaba dirigida por el general Ruiz Huidobro y, finalmente, la División de los Andes fue puesta bajo el mando del general Félix Aldao. El comando supremo estuvo a cargo del riojano Juan Facundo Quiroga por expreso pedido de Rosas.
Establecidas las cosas así, el Restaurador de las Leyes llevará a cabo las acciones propuestas en la teoría con innegables buenos resultados que retribuyeron a la patria vastas extensiones de tierras inhóspitas, abandonadas por anteriores administraciones, mientras que, por otra parte, se integraba a la civilización a aquellas tribus aborígenes dispuestas a mejorar sus propias condiciones y medios de existencia.
Esta empresa redentora permitió a cientos de cautivos saber lo que era la libertad. Alrededor de 634 contabiliza un muy desconocido folleto aparecido en 1835, inmediatamente después de concluida la Campaña al Desierto, y cuyo titulo es más que sugerente: “RELACION DE LOS CRISTIANOS SALVADOS DEL CAUTIVERIO POR LA DIVISION IZQUIERDA DEL EJERCITO EXPEDICIONARIO AL MANDO DEL SEÑOR BRIGADIER GENERAL D. JUAN MANUEL DE ROSAS. BUENOS AIRES. IMPRENTA DEL ESTADO. 1835”.
Pero antes de que la expedición termine con éxito, el brigadier general Juan Manuel de Rosas, en un alto en el cuartel de campaña de Río Colorado, el 6 de julio de 1833, recordará con solemnidad y advertencia lo que 26 años antes ocurría al Virreinato del Río de la Plata cuando fue invadido por segunda vez por fuerzas navales inglesas. Así rememoró en el sur el acontecimiento del cual formó parte cuando era apenas un muchacho:
“Gral de la Izquierda
Rio Colorado Julio 6 de 1833
24 de la Livertad y 18 de la Independencia
Orden del día
Santo Julio Cinco – Eroica Defensa
Veinte y seis años se cumplieron ayer, que la inclita Buenos Ays, abatió el poder osado que intentó dominarla.
El 5 de Julio fue la segunda gloriosa jornada marcial, que dió nombre, credito y fama a los argentinos. Doze mil soldados Ingleses qe. pisaron atrevidos nuestras playas, las dejaron por capitulación; debolviendo por ella la importante plaza de Montevideo. El valor y las virtudes civicas brillaron aporfia en todos los pasages del mayor peligro. El nombre Americano empezó a oirse y la condicion de esclavos obscurecidos, á cambiarse en patriotas Ilustres. La injusticia avivó el deseo de sacudir el yugo de fierro que pesaba sobre los hijos de la tierra. Lo hicieron en el primer momento favorable pa. conservar como soberanos, independientes, los timbres de su gloria.
Entonces obraron tales prodigios aun siendo colonos, pero fue entonces que ya hicieron conocer, qe. el clarin de la Livertad habia sonado. Se oyó en efecto: dejasteis de ser colonos; mas el sistema de unidad quizo entronizarse pa. qe. cuales sierbos salierais, Patricios, de un amo para entrar con otro.
El Cielo justo consedió el triunfo a la Federación: los Unitarios dispersos temblaron al poder de vuestra justicia armada. ¡Pero Compatriotas! Tanta gloria, y esa porcion de felicidad desaparecerán sino sabemos conservar sus gozes, y nos estraviamos del camino unico qe. puede conducirnos á nuestra dicha futura.
Juan Manuel de Rosas”.
Lo notable de la Orden del día citada es la comparación que traza Rosas en cuanto a que ingleses y unitarios eran contrarios a la dicha y la libertad del país, y como si previera las constantes amenazas de que eran -y son- objeto nuestras tierras, al final del documento hace una clara advertencia que llama a no desviarse del camino de gloria y felicidad al que estaba destinado nuestro pueblo. Para agrandar la patria era harto necesario insuflar un profundo sentimiento de nacionalismo, como lo demuestra el Restaurador de las Leyes al evocar la Defensa de Buenos Aires de 1807 en momentos en que ponía en marcha el plan de la Campaña al Desierto. ¿Hace falta aclarar, por lo tanto, el significado que tuvo para don Juan Manuel de Rosas las Invasiones Inglesas de principios del siglo XIX?
Fuente
Academia Nacional de la Historia. “Juan Manuel de Rosas y la Redención de Cautivos en su Campaña al Desierto”, Buenos Aires 1979.
Ibarguren, Carlos. “Juan Manuel de Rosas. Su Vida, su Drama, su Tiempo”, Ediciones Theoría, Buenos Aires 1972.
Raed, José. “Rosas. Cartas Confidenciales a su embajadora Josefa Gómez. 1853-1875”, Humus Editorial, 1972.
Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, N° 23, Enero-Diciembre 1963.
Turone. Gabriel O. – Evocación de la Defensa de Buenos Aires en 1833 – Buenos Aires (2008).
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