Del cometa del año 1843 muy poco se ha discurrido en Europa, no por culpa de los astrónomos, sino porque este fenómeno no se les presentó en toda su magnitud como a nosotros, y también porque el cielo, despejado y sereno en las noches estivas del mes de marzo en este hemisferio, por la inversión de las estaciones, suelen ser nublosas y opacas en el otro. Si son exactas las noticias que nos han sido transmitidas, el cometa en marzo fue apercibido en Niza la noche del 12, en Madrid, Lisboa, y Ancona, el 14, en París y Bruselas el 17, en Tolosa y Ginebra el 18. Parece que nadie ha visto el núcleo, aunque se pretenda que haya sido reconocido en Jena y Munich. Lo que nos induce a dudarlo es que Mr. Cooper, con un excelente telescopio, acompañado de un micrómetro, escribía el 17 desde Niza, que: “Solamente podía adivinar donde estaba el núcleo del cometa, cuyo movimiento geocéntrico era directo, y no retrógrado como lo había imaginado”.
Varias son las opiniones emitidas sobre las dimensiones de la cauda (1) de este cometa. Algunos la han reducido a 42 y 43 grados, mientras que otros la hacen subir hasta 80. Entre los primeros se distingue Mr. Arago, que le niega ser la más larga (como se ha pretendido), de las que se han visto en los dos últimos siglos; y fundándose en datos auténticos, sostiene que más caudados eran los cometas de 1769, 1780, 1811, y sobre todo el de 1818, que no ocupaba menos de 104 grados; de tal modo que cuando una de sus extremidades tocaba el cenit, la otra se ocultaba aún debajo del horizonte.
La cauda del cometa de este año fue apercibida tan distintamente en París el 17 de marzo, que se pudo determinar con exactitud su posición, su dirección, su extensión, y su marcha. Mr. Arago atribuye el descubrimiento tardío en París del cometa (o rastro luminoso, como él lo llama) al estado de la atmósfera en los días anteriores a su aparición: anublada el 14, toldada el 15, y tan iluminada el 16 por el plenilunio, que no era posible descernir la luz del cometa, mucho más débil que la del crepúsculo, aún sin ser eclipsada. En los días, en que no tenía que competir con los reflejos de la Luna, su luz muy poco se difería de la de la Vía Láctea.
Hemos entrado en estos pormenores para explicar las dificultades con que han tenido que luchar los astrónomos europeos, y para que se valore toda la importancia de las observaciones de los Sres. López y Senillosa, que nos complacemos en reproducir en nuestro relato. Ellas no han encontrado más obstáculo que en la falta de instrumentos más perfectos, a lo que ha suplido la exactitud de los observadores; pero todo lo demás les ha sido favorable.
El cometa, que apenas empezó a avistarse en Europa a mediados de marzo, fue visible entre nosotros al principio del mismo mes; el cielo era sereno, a la Luna en sus primeras fases, y su luz muy inferior a la del cometa; el núcleo, formado de una estrella de segunda grandeza, era perceptible a la vista, aún sin el auxilio de los instrumentos; la cauda se desplegaba majestuosamente de occidente a oriente, inclinándose ligeramente al norte; su luz sideral, y parecida a la reverberación de la Luna en las aguas del mar; igual en los bordes y en el centro, y tan diáfanas, que dejaba ver las estrellas sobre las cuales pasaba, como si un velo las encubriera.
No concluiremos este artículo sin deshacer una duda de los que, por no haber visto el núcleo del cometa, han creído que el “rastro luminoso” que tenían a la vista, fuese un fenómeno de refracción, producido por la luz zodiacal, que suele manifestarse con intensidad en las épocas de los equinoccios, según lo observa el célebre Cassini, autor de aquel descubrimiento. Todo concurría a acreditar este error; la luz zodiacal se anuncia también después de puesto el Sol, al principio de la primavera, o al fin del invierno; se extiende por cerca de 50 o 60 grados, y nada más fácil que confundirla con la cauda de un cometa, según opina el mismo Cassini, y Mairau (2), cuyas opiniones son de gran peso en esta materia. Pero estas dudas se disipan a presencia del núcleo, que todos hemos apercibido en este hemisferio, y que se ocultó a las observaciones de los astrónomos de Europa.
Una circunstancia muy extraordinaria de este cometa es su aproximación al Sol, a tal punto que hay quien cree que haya penetrado en la materia luminosa de aquel astro. Cierto es que la línea perihélica del cometa de 1680, que se ha tenido hasta ahora por la más corta, es mayor si se compara a la de este año. Los astrónomos de París se ocupaban de determinarla con precisión.
Otra investigación que pertenece a la ciencia, es averiguar si el cometa de marzo era conocido. La opinión general, a la que nos adherimos, es que no lo fuera; aunque en la historia de la astronomía se haga mención de algunos cometas que tienen cierta analogía con este último. El que fue observado en Roma en 1702, apareció también en marzo, y tenía la cola tan estrecha como el de que nos ocupamos; se creyó que fuese el mismo que Cassini había visto en Bologna en 1668, y que, a juicio de este astrónomo, procedía del que, según Aristóteles, apareció el año de 337 antes de la era cristiana, habiendo cumplido 60 revoluciones, de 34 años cada una. Pero estos cálculos no pasan de meras conjeturas, y tan difícil es determinar con acierto la periodicidad de estos cuerpos celestes, que de cerca de 460 cometas que se registran en la historia de la astronomía, sólo de 137 se ha podido fijar la órbita, y apenas hay tres, cuya reaparición ha sido calculada.
El que lleva el nombre de Halley, quien predijo su vuelta para el año 1759, lo que se verificó, quedando también confirmado el período de 76 años que el astrónomo inglés asignó a su revolución. Su última aparición tuvo lugar en 1835.
El de Encke, (astrónomo de Berlín) cuya revolución se cumple en 1207 días, o tres años y medio.
Y el de Biela, (astrónomo de Josephstadt) que emplea seis años y tres cuartos en su giro. Este cometa apareció la última vez en 1838, y sin embargo de ser uno de los más pequeños, es el más interesante para nosotros, porque su órbita se corta con el plano de la eclíptica, muy cerca de la órbita de la Tierra, y es de temer, según lo han declarado los señores Olbers, Arago, Damoiseau y John Herschell, que algún día se encuentre con una parte de nuestro planeta.
Observaciones de Felipe Senillosa
“Ya que usted se manifiesta deseoso de admitir en su diario las observaciones que el Sr. López y yo hicimos sobre el cometa que apareció en nuestro horizonte en el mes de marzo último, nos complacemos en transmitirle las que preferimos, por ser las más exactas relativamente al estado de la atmósfera; y aunque sean limitadas, bastarán sin embargo a determinar los elementos de la órbita por los métodos analíticos, o los trigonométricos de Legendre, Lagrange, Laplace, y Olbers; porque, una vez reconocida la marcha del cometa en un tiempo dado, nada falta para el cálculo de la órbita, y será muy fácil ejecutarlo en los observatorios, y en los departamentos de longitudes. Nos hubiéramos hecho cargo de este trabajo, si nuestras atenciones nos lo hubieran permitido; pero nos queda la esperanza de que nuestros datos serán de alguna utilidad para los que se ocupan de estos estudios, ayudándoles a establecer sus cálculos, y tal vez a rectificarlos”.
El cometa de marzo de 1843 “se mostró en Buenos Aires el primero de marzo del presente año; pero por hallarse muy inmediato al horizonte, tuvimos que diferir nuestras observaciones hasta el día cinco del mismo mes. No tardamos en apercibirnos que había pasado por su perihelio, y que se alejaba del Sol. Su posición era en la constelación llamada el Taller de Fidias, y se hallaba envuelto en una atmósfera densa que lo obscurecía. Se presentaba a la vista como una estrella del tamaño de Venus, o Júpiter, pero no era posible discernir bien el núcleo, sin el auxilio de los instrumentos, y carecíamos de un buen telescopio, o de un buen anteojo acromático. Para aprovechar el tiempo, y hacer lo mejor que podíamos en nuestras circunstancias, nos resolvimos a fijar cada día trigonométricamente la posición del cometa, relacionando su distancia con las estrellas de primera clase, las más oportunamente situadas. De este modo logramos determinar su longitud y latitud, o su ascensión y declinación, en la hora de nuestras observaciones en Buenos Aires, que era la de las siete y media de la tarde. Nos valíamos de un buen sextante de reflección. El cometa arrastraba una cola, que no ocupaba menos de 38 a 40 grados de la antigua división del círculo (360 grados)”.
Conocimientos actuales
Este cometa es uno de los más brillantes registrados en tiempos recientes. Para el 28 de febrero alcanzó la magnitud –17m,0, unas 60 veces más brillante que la Luna llena. Su cola cubrió unos 70º (del total de 180º) en la Esfera Celeste. Cálculos determinaron que el espacio la cola tuvo una extensión de 300 millones de kilómetros (el doble de la distancia Tierra-Sol), lo que viene a ser la cola más extensa de un cometa.
Al determinar su órbita se estableció que pasó a apenas 120.000 kilómetros del Sol. Un análisis más detallado de su órbita permitió determinar que este cometa pasó por las cercanías de la Tierra en el año 1106, siendo su período de 737 años. Se lo ha catalogado como cometa C/1843 D1 y 1843 I.
Referencia
(1) Si el cometa llega a pasar muy cerca del Sol, cuando se dice que está en el perihelio, se forma lo que se llama la cauda, comúnmente llamada cola. Los cometas han cautivado a tantas civilizaciones precisamente por su bella apariencia cuando es posible ver la cauda del cometa a simple vista.
(2) Traité de l’aurore boréale.
Fuente
De Angelis, Pedro – Archivo Americano (1843-1851).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
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