Nació el doctor Díaz de Bedoya el 10 de marzo de 1831 en Salta, la provincia preclara que tantos hombres ilustres dio a la causa emancipadora. Fueron sus padres don Joaquín Díaz de Bedoya y doña María Antonieta Nouvelle Castro Arias Rengell.
Hogar austero y virtuoso era el suyo, en cuyo ambiente flotaba un conjunto de sentimientos espirituales, encaminados siempre en la moral y en las acciones nobles. Fue allí creciendo y modelando sus sentimientos este niño, quien después de cursar los primeros años de estudio en la ciudad natal, en el “Colegio de la Independencia”, fundado en la época de Rosas, por el jesuita Agustín Bailón, fue enviado por sus padres a París para seguir los estudios universitarios, donde, dedicándose a la medicina, en 1855, se recibe de doctor en medicina y cirugía, adquiriendo además una enjundiosa preparación sobre los problemas sociales, que ya alumbraban claramente en la nueva organización política de las naciones.
Regresó con ese título y con un envidiable caudal de conocimientos a su ciudad provinciana, donde inició entonces el ejercicio de su profesión. A poco de instalarse en Salta organizó una biblioteca, en cuyos anaqueles se albergaban los libros clásicos más famosos de filosofía, historia, sociología, derecho y ciencias médicas, los que puso a disposición de sus amigos y jóvenes estudiosos, entre ellos don Juan Martín Leguizamón, historiador, humanista y bibliófilo prestigioso.
Pero su pensamiento era más ambicioso; vio la necesidad de contar con un centro donde se disfrutaran instantes amables de sociedad y a su iniciativa y secundado por un grupo de caballeros salteños, dio nacimiento a un club en 1858, que con el correr de los años había de ser el lugar de reunión de los más distinguidos de la sociedad salteña: el “Club 20 de Febrero”, cuyo primer Presidente fue el doctor Díaz de Bedoya.
Fue siempre enemigo de la política y de ocupar puestos públicos. No obstante en 1862 durante la gobernación del Gral. Anselmo Rojo, fue Secretario General de Gobierno. Posteriormente lo designan Diputado al Congreso de la Nación, incorporándose a la Cámara el 16 de junio de 1862.
Al estallar la Guerra del Paraguay el Dr. Díaz de Bedoya ofrece sus servicios al Gobierno. Era la Patria que encontraba a todos sus hijos en la prueba cruenta, en su hora difícil.
Incluido en una lista de propuesta, es dado de alta en el Ejército en un decreto firmado por el Gral. Mitre y refrendado por su Ministro de Guerra Juan A. Gelly y Obes el 11 de mayo de 1865. Para que se pueda valorar el elevado concepto que ya tenía conquistado como médico y ciudadano, bastará decir que fue designado con el elevado rango de Cirujano Principal del Ejército, equiparado a Teniente Coronel, es decir, fue a ocupar la única vacante que se había producido al organizarse la Sanidad Militar en campaña.
Los primeros instantes los dedicó a los hospitales de sangre de Corrientes, Concordia y Paso de los Libres. Cuando el Gral. Mitre emprendió su marcha hacia Corrientes, después de organizar su ejército en Concordia, al llegar a las costas del río Batel dio una orden general el 15 de noviembre de 1865 y en ella nombra Cirujano Principal del Segundo Cuerpo del Ejército Argentino al Dr. Joaquín Díaz de Bedoya.
En Paso de la Patria, que es uno de los combates recios con que inicia su avance el Ejército aliado, está el Dr. Díaz de Bedoya confundido con los combatientes. Allí estaba en el mismo campo de batalla.
Los aliados habían invadido el Paraguay. Los interminables combates que se sucedían y que llenaban los hospitales de heridos, creaba a la Sanidad Argentina otro gravísimo problema para resolver: la atención de los innumerables soldados enfermos de disentería aguda y de fiebre intermitente que ya azotaban despiadadamente los campamentos.
Llegaron los meses lluviosos del invierno de 1866, y con él un enconado deseo de triunfo de nuestras tropas. Se sucedieron una serie de ataques que, iniciados el 2 de mayo, culminarían con la batalla de Tuyutí y los combates de Yataití-Corá, Boquerón y El Sauce, heroicas acciones de guerra en las cuales el Dr. Díaz Bedoya era citado nuevamente y en forma muy conceptuosa en el parte del Comandante del 2º Cuerpo del Ejército Argentino.
Su personalidad se acrecentaba notablemente y muchos debieron ser los merecimientos conquistados en esos cuatro años de luchas y la alta consideración que se le dispensaba, para que a mediados de julio de 1868 el Gral. Bartolomé Mitre diera a conocer su anhelo de ascender a ese abnegado médico al más alto grado en la Sanidad Argentina. En consecuencia fue nombrado Director del Cuerpo Médico en campaña, con el sueldo de Cirujano Mayor.
Con ese rango asiste a todos los combates que reseñan las postrimerías de la lucha, siendo además, después de la toma de Angostura el 30 de diciembre de 1868, uno de los componentes del Ejército Aliado que entraron en Asunción el 5 de enero de 1869.
Su espíritu dinámico sólo lo había de detener en esa ciudad el tiempo necesario para establecer el Hospital de Sangre, que había sido trasladado desde Corrientes; saliendo poco tiempo después con las tropas argentinas que aún quedaban en el Paraguay a las órdenes del Gral. Emilio Mitre, para operar en las sierras, último refugio del Mcal. Francisco Solano López, donde alcanzado por las tropas brasileñas, es vencido y muerto el 1º de marzo de 1870.
Finaliza el año 1869. La Guerra del Paraguay terminaba para las fuerzas argentinas y el gobierno dispuso el regreso de los batallones de Guardia Nacional. El 21 de diciembre arribaron a Buenos Aires los heridos y enfermos argentinos que se asistían en el Hospital de Sangre de Asunción; ventanal cuidado del Dr. Díaz de Bedoya.
Pronto al finalizar diciembre de aquel año, se acercaban también en marcha los batallones con su Comandante en Jefe, el Gral. Emilio Mitre. El pueblo de Buenos Aires se aprestaba a recibirles; y cuando desembarcaron y con marcialidad pasaban por frente a la Casa Municipal en la noche del 31 de diciembre, una lluvia de flores, de aplausos y de lágrimas los recibieron; emociones que, por mucho tiempo, conservó íntimamente la ciudad de Buenos Aires.
Entre los que desfilaba estaba el Dr. Díaz de Bedoya, ocupando un sitio de honor al lado del Gral. Mitre, distinción especial que le había conferido el gobierno.
Los miasmas de los esteros paraguayos, los desvelos al lado de los enfermos, su actividad incansable, habían minado su recia naturaleza.
A los pocos días de su estada en Buenos Aires, el 9 de enero de 1870, emprende el regreso a su ciudad querida: Salta, llevando como saldo de su obra, la conciencia de haber cumplido en todo momento con su deber y como patrimonio conquistado, pendiendo en su pecho los cordones de Tuyutí, el escudo de Curupaytí y todas las condecoraciones otorgadas por los gobiernos aliados a los que intervinieron en las batallas y combates que se sucedieron en la Guerra del Paraguay.
Ya en su provincia natal, en lugar de reposo y tranquilidad que tanto necesitaba, sin preocuparse de la salud, llevaba una vida activísima dedicándose a la atención de los innumerables enfermos, especialmente de los pobres. Comprendiendo que había necesidad de un establecimiento donde éstos encontrasen albergue y cuidado médico, fundó la primer casa de salud en Salta, de la cual fue Director, ocupándose también en sus últimos años de la enseñanza como, Profesor del Colegio Nacional.
El día 18 de diciembre de 1880 fue de duelo para la República y especialmente para Salta; a las 08:00hs había fallecido el doctor Joaquín Díaz de Bedoya. Durante su funeral, las últimas palabras de despedida de un ilustre salteño fueron: “Mientras sea grandioso y sublime el aspecto de la naturaleza, mientras haya gratitud en la tierra, su memoria será venerada y su nombre colmado de bendiciones”.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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Ramírez Juárez, Tte. Cnl. Evaristo – Próceres Olvidados – Buenos Aires (1845).
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