Combate de Choique Mahuida


Cacique Namuncurá, con uniforme del Ejército junto a su familia

 

El 26 de junio de 1879 en Choique Mahuida (Sierra del Avestruz), departamento de Añelo, al norte de la localidad homónima, en el camino viejo a Chos-Malal, se enfrentaron las tropas al mando del comandante Adrián Illescas; integradas por la 2ª Compañía del Regimiento 7º de Caballería de Línea, al mando del capitán Gualberto Torena y 5 soldados de la 1ª Compañía de Voluntarios (Guardias Nacionales), que comandaba el propio Illescas (se les llamaba choiqueros), con los indios del capitanejo Luciano, de la tribu de Namuncurá.

 

El Parte Oficial dice lo siguiente: “El jefe de la vanguardia – Campamento El Mangrullo, junio 28 de 1879 – Al señor Comandante en jefe de la 4ª División del Ejército, teniente coronel don Napoleón Uriburu – Tengo el honor de dirigirme a usted comunicándole que en cumplimiento de las órdenes que me diera el 25 del corriente, de seguir unos indios que se habían dejado sentir por la vanguardia cortándoles rastro, marché sobre su huella con la 2ª Compañía del Regimiento 7º de Caballería de Línea, al mando del capitán don Gualberto Torena, y cinco hombres de Guardias Nacionales de la 1ª Compañía de Voluntarios.

 

Después de una marcha forzada de todo el día y toda la noche, di con ellos a la madrugada del 26; estaban acampados entre la sierra, al noroeste de Choique Mahuida, pero con los caballos prontos, de manera que saltaron tan luego de sentirnos.

 

Nuestra carga fue eficaz, y mediante la actividad desplegada por el oficial que me secundaba, capitán Torena, no tuvieron tiempo de formar los indios y fueron deshechos, quedando 9 de lanza muertos en el campo, 6 de lanza prisioneros y 53 de chusma, logrando sólo escapar los indios mejor montados, que según declaraciones, no pasan de ocho, quedando también en nuestro poder 65 caballos, 20 monturas y algunas armas.  De la chusma no se escapó nadie; los caballos eran el total de animales que tenían.

 

Estos indios emigraban de La Pampa y eran mandados por el cacique o capitanejo Luciano, que murió en la pelea; pertenecían a la tribu de Namuncurá.

 

Antes de terminar con este parte, cumplo con el deber de hacer una mención especial de la conducta observada durante el combate por el capitán don Gualberto Torena, que con la actividad y buenas disposiciones que le distinguen en estos casos, ha contribuido eficazmente al éxito alcanzado; los individuos de tropa han cumplido con su deber.  Dios guarde a V. S. – Adrián Illescas”.

 

Hay un detalle que reviste capital importancia, pues ello da muestra del valor de esos hombres de color moreno que luchaban por su libertad –como ellos la comprendían- con el coraje que da ese hermoso sentimiento congénito en los hombres bien nacidos, y que este parte omite.  Por eso no podemos menos que transcribir fracción del telegrama por el cual el comandante de la división hace llegar la noticia del combate a su superior, el comandante e inspector de armas.  Dicho telegrama fue cursado desde su campamento en El Mangrullo, el día 1º de junio de 1879 (y enviado por chasque hasta Mendoza, desde donde era transmitido) y expresaba, luego de los informes de rigor ya descriptos: “Los indios en su desesperada derrota se lanzaron de un peñasco a pico, donde quedaron completamente destrozados”.

 

¡Heroico gesto, digno de los más ilustres mártires de la libertad!  Ellos supieron también, como los vencidos en Chancay y los indios curacas, preferir la muerte a la ignominia de la derrota.  Este suceso que hoy recordamos se podría traducir con las palabras de Nice Lotus:

 

¡Página de oro y sangre

de la epopeya de la patria mía!

¡Triste memoria de un ayer lejano

que en los sones del canto resucita!…

La noche torna,

la luz no brilla,

ruedan los siglos y es más triste y honda

la eterna ausencia del divino día.

 

Comentarios

 

La tribu de Namuncurá se alejaba de sus antiguos aduares pampeanos, tratando de evitar el encuentro y caer en el cerco que le tendían las tropas de las tres divisiones que allí operaban (2ª, 3ª y 5ª)

 

Su destino era llegar hasta las tolderías de Reuquecurá, tío de Namuncurá, donde esperaban reorganizar sus huestes.

 

Pero con el fin de cortar la retirada india, el general Roca había dispuesto que las divisiones 1ª y 4ª actuaran como pinzas de una gran tenaza, que cerraría en su interior el territorio pampeano que batían otras tres divisiones, impidiendo con ello que las indiadas que no habían querido someterse pacíficamente, pudieran trasladarse fuera de la nueva frontera que debía instalarse por imperio de la Ley Nº 215.

 

No hacerlo así significaba tener a espaldas de los fortines que se erigían a orillas del Neuquén y Negro, indios levantiscos que podrían actuar casi impunemente en todas direcciones.  Así se había previsto al sancionarse dicha ley, por lo que se autorizaba al gobierno a enviar una expedición punitiva.

 

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Portal www.revisionistas.com.ar

Raone, Juan Mario – Fortines del desierto – Biblioteca del Suboficial Nº 143

 

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