Estatua de San Martín en Boulogne

Monumento al general San Martín en Boulogne-sur-Mer

El pequeño grupo de argentinos que el 17 de agosto de 1947 se encontraba en Boulogne-sur-Mer, vio el monumento que en esa ciudad se levanta a nuestro Libertador, luego de haberse cumplido la primera parte del programa, consistente en una misa en intención del general San Martín, oficiada por el obispo de Boulogne, monseñor Sauvage, en la catedral donde sus restos reposaron por casi doce años, y de descubrirse la placa que testimonia la gratitud del pueblo argentino para ese templo y para quienes recogieron con cristiana caridad e inteligente comprensión, los restos gloriosos del Padre de la Patria.

No es posible referir lo que bien puede llamarse “el milagro de la estatua de San Martín”, sin antes destacar que Boulogne resulta un lugar grato al sentimiento argentino, pues en él se mantiene vivo el recuerdo y hasta podríamos decir sin exageración alguna, el culto de San Martín.

Ni la experiencia terrible de la guerra y la ocupación enemiga, han hecho olvidar a los boloñeses que su antigua ciudad fue elegida por tan extraordinario libertador de pueblos, como refugio final de su exilio.

Aparte de al estatua y de la casa donde murió el Libertador, que algún día será el gran museo que la Argentina y San Martín merecen, existe en Boulogne una serie de organizaciones que, o bien se denominan San Martín, o bien hacen del culto del Libertador el fin de su existencia.

Así, por ejemplo, existe una brigada de boy-scouts que se denomina “General San Martín”; la asociación “France-Argentine”, nacida por la voluntad de un grupo de personas que estudiaron con cariño su vida y que formaban una Asociación San Martín; la entrega de premios del concurso anual de la Fundación San Martín da lugar a actos públicos de excepcional resonancia; los escritores boloñeses que hacen la historia de su ciudad, dedican varias páginas al Libertador y a su biografía, en base, principalmente, a los datos aportados por M. A. Gerard, abogado de Boulogne, que fue uno de los íntimos de San Martín, y lo mismo ocurre con los escritores religiosos que cuentan la historia de la catedral de Nuestra Señora de Boulogne, que nunca olvidan referir, con abundancia de datos, que en esa catedral fueron inhumados los restos del Libertador.

No es extraño a esa vocación sanmartiniana, el señor Charles Marchand, un admirable anciano de ochenta y dos años, que desde hace mucho más de veinte, ha hecho del culto de San Martín el objeto final de los últimos días de su vida. (1)

Lo interrumpió sólo para servir a su Patria en la última guerra, en la que fue encarcelado y perdió su fortuna.

Liberada Francia, volvió a su permanente actividad sanmartiniana, convirtiéndose en el agente natural de todo lo argentino, a punto tal, que los funcionarios de nuestra Embajada se dirigen directamente a Monsieur Marchand encomendándole todo lo que es menester, cada vez que se piensa realizar en Boulogne un acto de exaltación sanmartiniana.

Los argentinos no debemos olvidar el nombre de este anciano que, sin ser argentino, no olvidó el nombre de San Martín.

No es de extrañar pues, que en tal ambiente, los actos preparados para recordar el 17 de agosto, resultaran solemnísimos.

En una de las columnas de la catedral que da sobre la cripta donde estuvieron inhumados los restos del Libertador, estaba colocada y cubierta por una bandera argentina, la hermosa placa de granito remitida por el Instituto Nacional Sanmartiniano, realizada por la Escuela Superior de Bellas Artes, que encomendó su ejecución al alumno egresado señor Nicasio Fernández Mar, sobre bocetos del director de la misma, señor Alfredo Guido.

En la entrada provisoria del templo, pues está casi derruido por los bombardeos, formaban un a calle de banderas, los representantes de asociaciones patrióticas y de ex combatientes.

Con sus pechos cubiertos de condecoraciones y medallas, sus cuerpos y rostros con mutilaciones y cicatrices, esos abanderados gloriosos formaban calle para que por ella pasaran las delegaciones argentinas, en homenaje a nuestra Patria y a su Gran Capitán.

Por las puertas y las callejas de la ciudad amurallada, columnas de peregrinos y cofradías religiosas, dirigíanse al templo entonando el “Ave María”, mientras el sol, el radiante sol de agosto de las campiñas francesas, ponía su nota de oro y de luz en las varias veces seculares paredes de los edificios y en la policromía de la multitud, que a la puerta del templo esperaba la entrada de las autoridades y la iniciación de los oficios religiosos.

Terminada la misa rezada por monseñor Sauvage, los abanderados y la concurrencia pasaron a rodear la bandera argentina que cubría la placa. Homenaje del Instituto Nacional Sanmartiniano y que fue descubierta por el embajador de la Argentina en Francia.

Con ello terminaba la primera parte de los actos de la mañana, y la concurrencia se dirigió a la calle costanera Saint-Beuve, donde se levanta el monumento al Libertador, con el objeto de cumplir con el homenaje floral dispuesto.

Colocarían palmas, el embajador de la República Argentina, doctor Victorica Roca; el alcalde de Boulogne-sur-Mer, en nombre de la ciudad; el Instituto Nacional Sanmartiniano y el agregado militar argentino, coronel Bergallo, acompañado de los capitanes Gómez, del Ejército, y Olano, de Aeronáutica, en representación de las fuerzas armadas.

Al llegar al paseo de la calle Saint-Beuve, donde está erigida la estatua del general San Martín, se ofreció a los circunstantes, un espectáculo desolador y asombroso a la vez.

La estatua, como se ha dicho, está emplazada en un paseo costero, a la salida del puerto, sobre cuya otra margen y a una distancia no mayor de doscientos metros, la marina alemana construyó una sólida y espectacular base de submarinos, protegida por gruesas y sucesivas capas de cemento de, al parecer, tres o cuatro metros de espesor.

Era la base enemiga más próxima a Inglaterra, por lo que, como es de imaginar, fue una preocupación constante del mando aliado, que procuró hostigarla permanentemente y anularla en la medida que le fuera posible.

Puede asegurarse que esa base fue casi el objetivo único de Boulogne-sur-Mer, y la causa de las horribles heridas que muestra, que la han convertido en una de las ciudades más castigadas de Francia.

Boulogne-sur-Mer soportó 487 bombardeos aéreos y gran cantidad de ataques navales; desaparecieron barrios enteros, como los de Capécure, Ave María y Saint- Piérre, el más castigado indudablemente, y próximo a la estatua del Libertador.  Durante la noche del 15 de junio de 1944, 300 aviones arrojaron mil doscientas toneladas de proyectiles sobre Boulogne.

Todos esos bombardeos buscaban herir la base de submarinos, instalada a alrededor de doscientos metros de la estatua del Libertador.

Es sabido que por encontrarse semejantes objetivos fuertemente defendidos, el ataque se efectúa desde gran altura, lo que explica que alrededor de dicha base, a una y otra margen del río, la destrucción resultara completa.

El barrio de Saint-Piérre, como se ha dicho, no existe; los hoteles y construcciones de la calle Saint-Beuve, han desaparecido, y los jardines del paseo de la misma, parece que hubieran sido arados.

A varios años de la liberación de Boulogne, aún el escenario es desolador y triste.

Todo ha sido destruido o cuando menos seriamente lesionado por la furia de la guerra, en ese gran sector del puerto.  Todo, menos algo: la estatua de San Martín.

Boulogne-sur-Mer - Fiesta de la inauguración de la estatua del general San Martín el 24 de octubre de 1909

Es imposible intentar una explicación del milagro: los bombardeos fuero totales, despiadadamente perfectos, todo el sector fue arrasado.  Las bombas estallaron a uno y otro costado del monumento, sólo ligeras esquirlas tocaron la base.

En cada ataque caían centenares de casas y edificios, se destruían jardines y calles; pero del remolino dantesco del polvo, el fuego y el humo, sólo una cosa surgía serenamente enhiesta, magníficamente segura y como indiferente a tanta locura de destrucción y de muerte: la estatua del General San Martín.

La razón no puede explicar el fenómeno, que tampoco es atribuible a la casualidad, por la intensidad de los bombardeos y lo numerosamente repetidos.

Para el pueblo boloñés –y ya se conoce el antiguo buen sentido del pueblo de campo francés-, se trata de un milagro, y así lo llaman: el milagro de la estatua de San Martín.

Nosotros creemos también en la explicación que da la gente sencilla de la ciudad de Boulogne.  Creemos que hubo una mano superior y ultraterrena que desvió la bomba destructora.

Creemos que ha habido una voluntad que quiso revelarse por el signo cierto de un amparo a todas luces imposible.

Y creemos, en fin, que la elección de su estatua es un mensaje decisivo y elocuente a los pueblos y a los hombres.

Tenemos que creerlo así, del mismo modo que la gente sencilla de Boulogne, que encontró la explicación del milagro de la estatua del general San Martín.

Referencia

(1) Tener en cuenta que la publicación de la cual se extractó este artículo fue editada en el año 1947.

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

Portal www.revisionistas.com.ar

Sorcaburu, Aníbal E, – El milagro de la estatua de San Martín – Rev. Del Inst. Nac. Sanmartiniano – Nº 17, Sept-Oct. 1947

 

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Juan Rabuffi

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