Dedicarse a indagar un poco en el tipo de armas que emplearon y tuvieron nuestros próceres nacionales no es tarea sencilla, y menos aún cuando el que se empeña en esta pintoresca búsqueda no encuentra, a lo mejor, las fuentes exactas para recabar toda la información necesaria. Hemos sido domesticados, los hombres contemporáneos, a leer e interpretar la historia criolla observando y quedándonos con la estampa de sus protagonistas, mas dejando a un lado sus sables, fusiles, revólveres o puñales. Este pensamiento mutilador, le restó importancia al poder infinito de las armas que, sin lugar a dudas, fueron las que definieron las batallas o las guerras que moldearon la vida política y social de la Argentina.
No significa echar de menos el coraje y el altruismo de los hombres significativos, sino acordarnos también de devolverles su rol eminentemente militar. En todo caso, la patria se hizo con las armas en la mano, y el coraje y el sacrificio, características propias de los humanos de buen corazón, se encargaron de hacer el resto. Pero aquí deberíamos agregar que las armas también sirvieron para edificar actos honoríficos o meramente protocolares. Para citar un ejemplo, el general José Francisco de San Martín le legó su sable corvo libertador a don Juan Manuel de Rosas, en acto de sublime reconocimiento. He aquí lo que acabamos de expresar: armas gloriosas que van de la mano con los homenajes.
Sería largo y tedioso enumerar todas las armas personales de todos los hombres que hicieron a nuestra patria lo que hoy es, por eso el siguiente compendio se limitará a casos puntuales que despiertan con creces la curiosidad de muchos.
Armas de factoría inglesa del general Belgrano
Luego de los triunfos de Manuel Belgrano en Tucumán y Salta, en 1812 y 1813 respectivamente, el Congreso Constituyente de Buenos Aires le obsequió dos pistolas que fueron manufacturadas por la casa inglesa Henry Tatham & Joseph en 1814. Este juego de pistolas posee incrustaciones en oro y plata con el Escudo Nacional cincelado, y venían dentro de un estuche de madera en cuya cubierta aparece grabado el nombre del creador del pabellón nacional.
A su vez, cada una de las armas tiene una dedicatoria que el Congreso porteño mandó grabar en oro, y que dice lo siguiente: “La Ciudad de Buenos Ayres al General Belgrano, vencedor en Tucumán y Salta. La libertad de la Patria establecida”.
No obstante ello, en una de las pistolas yace grabada otra dedicatoria que reza así: “A Su amigo Jn Mn de Rozas. Jn N Terrero”. Estas dos armas también pertenecieron al Restaurador de las Leyes, dado que cuando muere Manuel Belgrano en 1820, las mismas quedaron en poder de su albacea Juan Nepomuceno Terrero, abogado que estableció, junto a Juan Manuel de Rosas, un negocio ganadero y otro saladeril. El hijo de Juan, Máximo Terrero, decidió dárselas a Rosas en el año 1835, seguramente como un reconocimiento a su flamante asunción como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Máximo Terrero se casaría, años más tarde, con Manuela Robustiana Rosas, hija del Restaurador de las Leyes.
El 22 de junio de 1873 Juan Manuel de Rosas formula algunas adiciones a su testamento original, corroborándolas con su firma recién el día 22 de abril de 1876 ante “los testigos dispuestos por la Ley” en Burguess Farm, cerca de Southampton. Justamente, la cláusula N°32 refiere que “las dos pistolas, fierro del Tucumán las dejo a Máximo [Terrero]”. Allí quedó signado el destino de tan valiosas armas históricas una vez que se apagó la vida de Rosas.
Revólver y puñales del Chacho Peñaloza
El general y caudillo Ángel Vicente Peñaloza llegó a tener en su poder un revólver sistema Lafaucheux, de seis tiros y calibre 12 mm. A lo largo del cañón tiene cincelada a mano, y con letra común, la leyenda: “Soy de mi Gral. Peñaloza”.
Esta extraordinaria pieza lleva en su parte inferior el número de serie 97585, además de grabados de prueba y el característico óvalo con las letras “ELG”, lo cual autentifica que el revólver proviene de la fábrica de armas Liège (Lieja), en Bélgica, cuyo distintivo es el ya nombrado óvalo con las tres iniciales sugeridas. En la parte superior del arma está grabado “A-2985”.
A comienzos de 1969, el gobierno de La Rioja logró adquirir el revólver del “Chacho” Peñaloza, y posee como antecedente documental una certificación manuscrita en papel con membrete de la Casa Pardo de antigüedades, de la calle Sarmiento 531, de Buenos Aires, que dice así: “Certifico que el revólver sistema Lafaucheux que lleva la numeración 97-585 en una de sus partes y en el cañón la leyenda: ‘Soy de mi Gral. Peñaloza’, perteneció al General Peñaloza (Chacho), nos consta por haber llegado por Sucesión a nuestro poder, procedente de la familia Aráoz. Bs. Aires, 18/3/1966. (Firmado) Amanda V. de Aráoz; Amanda Aráoz. Domicilio Pueyrredón 1280, 6° P.”.
Además del revólver ya mencionado, pertenecieron al caudillo Peñaloza dos puñales muy significativos, uno de ellos regalo del ambiguo Justo José de Urquiza. Se hace necesario recordar que el entrerriano fue quien le dio al “Chacho” el ascenso a “Coronel Mayor [generalato] de los Ejércitos de la Confederación”, según consta en el despacho original del 7 de junio de 1855. Por tal motivo, Peñaloza imaginó ingenuamente que Urquiza se iba a poner al frente de la revuelta federal que las montoneras del noroeste argentino comenzarían ni bien el orden liberal amenazara con imponer su voluntad a sangre y fuego en el interior. Por otra parte, Urquiza no le devolvió o respondió ninguna de las cartas que Peñaloza le hizo llegar al Palacio San José, de allí que cuando se habla de la supuesta amistad entre Urquiza y el “Chacho”, hay que sopesar todas las circunstancias de la época que ambos vivieron para sacar a relucir una opinión justificada y razonable.
De todas maneras, Urquiza le obsequió un “puñal de engastadura de oro, única prenda que [Peñaloza] llevaba consigo”, dice el escritor Eduardo Gutiérrez en su novela “El Chacho” de 1886. Y sigue expresando: “Este puñal tenía una inscripción en su puño que le había hecho grabar el mismo Chacho, y que decía así:
“El que desgraciado nace.
Entre los remedios muere”.
Rara inscripción que se presta á tantas interpretaciones y que prueba el horror que tenía Peñaloza á la ciencia médica”. Más adelante, Gutiérrez agrega que este simbólico puñal lo tenía colocado en su cintura Peñaloza el mismo día de su cruel asesinato.
Otra versión, señala que dicha arma blanca estaba hecha con otro metal y tenía una inscripción diferente a la anterior. Esto se desprende del análisis que se hizo de la figura del Chacho en 1913, por el escritor Marcelino Reyes, de acuerdo a un “testigo ocular” que lo vio al caudillo en un baile dado en su honor en casa de Ángel Mariano Colina. En esa oportunidad, Peñaloza “calzaba botas de campaña, pantalón de barragán dentro de las botas; ceñía la cintura un tirador ó “culero” de suela bordada de veinte centímetros de alto, adornada con abotonadura de plata, el que sostenía un puñal de cabo y vaina del mismo metal, en cuya hoja de acero toledano, se leía, en el anverso, esta inscripción:
“No me vendo ni me doy
Sólo de mi dueño soy- A.V.P.” (1)
Y en el reverso:
“El que a su patria traiciona
Al golpe de un puñal muere.”
Para terminar tan original vestimenta, en una persona tan de campanillas como el general Peñaloza, colgaba del hombro izquierdo un poncho ó “puyo” de lana tejido”, refiere el testigo en la obra de Reyes.
El otro puñal de Peñaloza, tal vez no tenga tantos misterios como el que se acaba de detallar. Se halla en el Museo Histórico Nacional y catalogado como objeto N° 2258. Su hoja, que tiene 35 cm. de largo, es de acero, recta con dos filos con vaceos en ambas mesas o caras. No lleva ninguna inscripción grabada, y su empuñadura es de marfil labrado con guarniciones de metal plateado y tiene un aire oriental, arábigo.
Existe, para ilustrar dicho puñal, un grabado del Chacho que apareció en la obra “Facundo” de Domingo Faustino Sarmiento en una rara versión editada en Nueva Cork en 1868, cinco años después de la muerte del riojano. Allí se lo muestra con un puñal de tipo oriental, aunque en dicho retrato, con mucho de maledicencia, se le agregó una pistola al lado, para darle al Chacho un aspecto más feroz.
Rosas y su “Bowie Knife”
El Restaurador de las Leyes fue propietario de un cuchillo que presentaba una hoja y empuñadura de guarnición y pomo. La hoja y la empuñadora, por otra parte, tenían plata labrada y con forma de “shell”, las cuales consisten en piezas similares ubicadas en forma opuesta, separadas entre sí por el puño y atravesadas en su interior por la espiga, la que remata en una voluminosa perilla en la parte superior del pomo.
Posee, asimismo, su recazo con la inscripción de la marca y la localidad geográfica de su fabricante: “Moss & Gambles, Sheffield”. Es decir, el “bowie knife” de don Juan Manuel es de fabricación inglesa. Un estudio acerca más datos sobre el importante objeto en cuestión, aportando, incluso, detalles de la historia de la cuchillería inglesa. Al parecer, a partir de 1830 la fábrica de cuchillos de Sheffield exportó enormes cantidades de sus productos hacia los Estados Unidos, el cual los demandaba. El esplendor del tipo de cuchillos “bowie” se habría expandido aproximadamente hasta 1870.
Ahora bien, esto da la pauta de que la empresa funcionó durante largos años, y que Rosas pudo haberlo adquirido, o bien cuando era gobernador de Buenos Aires, o sino cuando tuvo que exiliarse en Inglaterra. El 5 de diciembre de 1914, el señor Adolfo P. Carranza dona el cuchillo de Rosas al Museo Nacional de la Historia, aunque en medio del trámite aquél muere, finalizándolo Juan A. Pradére, experto estudioso de la figura del Restaurador. En ese mismo año de 1914, Pradére había publicado una Iconografía de Rosas, por lo que la procedencia y legitimidad de la pieza no ofrecerían dudas.
Cabe señalar que el cuchillo “bowie knife” a que hacemos referencia tiene, por encima del nombre del fabricante grabado en el recazo, las marcas reales inglesas consistentes en las letras “V” y “R”, abreviatura de “Victoria Rex”, separadas por una pequeña corona. Esto da la pauta de que el cuchillo fue fabricado durante el reinado de la Reina Victoria, que duró de 1837 a 1901. Por otra parte, la palabra “Sheffield”, no acompañada de “England”, obliga a datar el producto antes de 1891, por lo que su fabricación queda comprendida en el período 1837-1890.
Como conclusión, pues, Juan Manuel de Rosas utilizó el “bowie-knife” a partir de 1839, año en que se muda a la Residencia Palermo de San Benito durante los carnavales de aquél año, o sino durante su exilio en Southampton. Ésta última opción, sin embargo, languidece si prestamos atención al testamento político del Restaurador de las Leyes. Allí figuran otras armas gloriosas que pertenecieron a él, como la espada con puño de oro que le obsequió la Junta de Representantes por la Campaña al Desierto de 1833, el sable corvo del Libertador General José de San Martín, una escopeta de dos tiros y las anteriormente nombradas pistolas “fierro del Tucumán”, pero ni rastros hay de su cuchillo inglés.
La espada cordobesa de Artigas
Al Protector de los Pueblos Libres –de Artigas hablamos-, la provincia de Córdoba le regaló una espada honorífica luego de aclamarlo como Protector de su territorio promediando marzo y abril de 1815. Esto tiene lugar cuando el general Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, gobernador cordobés ligado al centralismo porteño, renuncia a su cargo por haberse puesto en su contra a dirigentes federales como José Javier Díaz y Juan Pablo Bulnes. Fue entonces, cuando Díaz y Bulnes piden la “Protección” de Artigas para su provincia, previa declaración de su independencia, es decir, luego de declarada su autonomía del poder sofocante de Buenos Aires.
Finalmente, en mérito a este claro pedido de libertad, en el Congreso Oriental o del Arroyo de la China (junio de 1815), Artigas proclama oficialmente la libertad de Córdoba y la introducción de ella a la Liga Federal de los Pueblos Libres, que estaba formada por Misiones, Corrientes, Entre Ríos, la Banda Oriental y Santa Fe.
En ese mismo año de 1815, la provincia de Córdoba le obsequió a José Gervasio Artigas una espada que llevaba dos inscripciones. La que estaba en el reverso decía:
“GENERAL D. JOSE ARTIGAS. Año 1815”.
Y en su anverso, podía leerse:
“Córdoba independiente a su Protector”.
Este ejemplar posee una empuñadura de bronce, y el interior es de color negro, bordado con hilo de oro, según las fuentes consultadas. En la actualidad, la espada de origen cordobés que perteneció al Protector de los Pueblos Libres yace en el Museo Histórico Nacional de Montevideo, República Oriental del Uruguay.
Referencia
(1) En una plaza del pueblo de Chilecito, provincia de La Rioja, yace un busto del Chacho Peñaloza, y al pie del mismo, en la base, se reproducía la siguiente sentencia: “No me vendo ni me doy/ de Ángel Vicente Peñaloza soy”, y enseguida se leía: “Frase grabada en el puñal del general Ángel Vicente Peñaloza”. Como vemos, la frase del anverso del puñal del Chacho es diferente de la que citó Marcelino Reyes en su obra de 1913.
Autor
Gabriel Oscar Turone
Bibliografía
Alonso Rodríguez, Capitán Edison. “Artigas. Aspectos Militares del Héroe”, Centro Militar, República Oriental del Uruguay, Montevideo, Julio de 1954.
Comisión Central de Homenaje Ángel Vicente Peñaloza, Librería Hachette S.A., Buenos Aires 1969.
Crónica Histórica Argentina N°20, “Rendición de Montevideo”, Editorial Codex S.A., Buenos Aires 1968.
Gaffoglio, Loreley. “Rematarán en Nueva York dos armas de Manuel Belgrano”, Diario “La Nación”, 14 de octubre de 2006.
Mignelli, José L. “El “bowie knife” de don Juan Manuel”, Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas N°30, Buenos Aires, Enero-Marzo 1993.
Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo Luis. “San Martín y Rosas. Política nacionalista en América”, Editorial Sudestada, Agosto 1968.
Portal www.revisionistas.com.ar
Reyes Abadie, Washington; Bruschera, Oscar H. y Melogno, Tabaré. “Artigas. Su significación en la revolución y en el proceso institucional Iberoamericano”, Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social, Montevideo 1966.
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