Combate de Fraile Muerto

Combate de Fraile Muerto - 8 de Noviembre de 1818

El comienzo del año 1815 fue señal de una profunda división entre las distintas tendencias políticas, que agitaban la opinión pública en Buenos Aires y en el interior.  Santa Fe, tenencia de la provincia de Buenos Aires, que no se avenía con el sistema de gobierno centralizado adoptado por las autoridades nacionales, proclamó su autonomía, en circunstancias en que igual actitud asumían Entre Ríos y Corrientes, acaudilladas por Artigas.  Este movimiento de las provincias litorales provocó la intervención armada del gobierno nacional, la que se manifestó en una serie de campañas militares emprendidas contra Entre Ríos y Santa Fe.

 

Las dos primeras operaciones de guerra realizadas contra la última de las provincias nombradas, en 1815 y 1816, al mando de los generales Juan José Viamonte y Eustaquio Díaz Vélez, respectivamente, fracasaron, tanto desde el punto de vista político como militar.

 

La capacidad de Santa Fe para defender su autonomía, puesta en evidencia en estas circunstancias, inclinó a la misma, definitivamente, hacia las formas federativas de gobierno, sin apartarse, empero, del organismo social argentino, en oposición a las tendencias artiguistas basadas en una confederación de las provincias del litoral, inclusive la Banda Oriental.

 

Persistiendo en su decisión de someter a estas provincias, el gobierno de Buenos Aires, a cuya cabeza se hallaba ya Pueyrredón como Director Supremo, decidió emprender simultáneamente dos nuevas campañas: una contra Entre Ríos, que a la sazón se hallaba acaudillada por Francisco Ramírez, y otra contra Santa Fe, gobernada desde julio de 1818 por Estanislao López.

 

Esta última fue encomendada al general Juan Ramón Balcarce, que en esa época desempeñaba el cargo de Comandante de la Primera Sección de Campaña de Buenos Aires, zona limítrofe con Santa Fe.

 

Campaña de 1818

 

En el mes de setiembre de 1818 se concentraron en San Nicolás las fuerzas que constituirían el ejército expedicionario, el que recibió la denominación de Ejército de Observación.  Se componía de 3.000 hombres de infantería y caballería, con 8 piezas de artillería y debía operar armónicamente con una división de Córdoba, de 600 hombres, al mando del coronel Juan Bautista Bustos.  Además cooperaría por el río Paraná una escuadrilla fluvial, formada por dos bergantines, una goleta y varios lanchones armados de guerra, a cuyo bordo iban unos 300 entrerrianos comandados por el coronel Hereñú.  Dicha escuadrilla, a órdenes del sargento mayor Angel Hubac, debía bloquear a Santa Fe.

 

El total de fuerzas que convergería así sobre esta provincia ascendía a unos 4.000 hombres.  La campaña se abrió recién a principios de noviembre.  Balcarce situó su ejército sobre el Arroyo del Medio, cubriendo la izquierda de su línea con un destacamento de milicias de caballería que emplazó en Pergamino.

 

Al mismo tiempo, Bustos, avanzando desde Córdoba, se situó en Fraile Muerto, amenazando la frontera de Santa Fe, hasta tanto llegase el momento de combinar sus movimientos con las operaciones del Ejército de Observación.

 

El gobernador de Santa Fe no disponía, en realidad, de ejército organizado alguno.  Apenas contaba con el Cuerpo de Dragones, de unas 300 plazas, que el mismo había creado algunos años antes, y de algunas partidas de paisanos carentes de instrucción militar y sin otras armas que las que cada uno de ellos podía procurarse.

 

Las fuerzas que pudo reunir así López en esta emergencia no alcanzaban a 1.000 hombres.  ¿Qué podía hacer con éstos, frente a ejércitos organizados, constituidos por las tres armas (infantería, caballería y artillería) y perfectamente pertrechados?  La situación estratégica le ofrecía el siguiente cuadro:

 

En el sur, Balcarce con 3.000 hombres se aprestaba a invadir la provincia, acompañando su movimiento con la escuadrilla del Paraná.

 

En el oeste, Bustos con una división de 600 hombres amenazaba llevar una ofensiva directa sobre Santa Fe.

 

Una convergencia simultánea de ambos núcleos enemigos sobre López no podía ofrecer dudas sobre el resultado de la campaña.  Las tropas santafecinas tendrían que ser fatalmente aniquiladas.

 

Desde el punto de vista técnico, el problema que López tenía ante sí podía ser resuelto con un solo procedimiento, que implicaba una solución audaz y temeraria al mismo tiempo.  Ella consistía en no esperar la reunión ni la convergencia simultánea de los dos núcleos adversarios, sino anticiparse a los movimientos de éstos y lanzarse rápidamente sobre uno de ellos, batirlo y volverse luego contra el otro.  Las enormes distancias a recorrer aseguraban el espacio para esta maniobra; pero no podía decirse lo mismo del tiempo, puesto que, mientras se efectuase el primer movimiento, podría ocurrir que el segundo enemigo avanzara con mayor rapidez de la cuenta.  Ello podría subsanarse si contra este último se dejaran algunas fuerzas que lo contuvieran o retardasen en su movimiento.

 

Y bien; esa es la solución que López da al mencionado problema.  Sabiendo que el más débil de sus adversarios era Bustos y comprendiendo que una victoria inicial sobre éste le proporcionaría una apreciable superioridad moral contra Balcarce, al volverse luego contra este último, decidió operar primeramente sobre Córdoba.  A tal fin, constituyó una división ligera de caballería de unos 400 hombres y algunos indios.  Esta tropa estaba armada indistintamente de sable, lanza, fusil o carabina.

 

Balcarce favorecía indirectamente la intención de López, puesto que, a pesar de haberse abierto la campaña en el mes de setiembre, perdió casi un mes y medio en preparativos y recién el 13 de noviembre alcanzó el Arroyo del Medio.  El 15 adelantó una vanguardia de 700 hombres, al mando del coronel Domingo Saenz, sobre Rosario.

 

Consecuente con su idea, el general santafecino,  dejó frente a Balcarce algunas partidas de montoneros para que lo retardasen en su avance, apelando al sistema de guerra de recursos que con tanto éxito aplicaba Güemes en el norte, y a fines de octubre inició su avance contra Bustos.  Este último se había situado en Fraile Muerto (hoy Bell Ville) con el grueso de sus fuerzas (400 hombres) después de haber destacado una avanzada de 100 hombres a Cruz Alta y otra de iguales efectivos a Litín, a unas cinco leguas al norte de Fraile Muerto.

 

Batalla de Fraile Muerto

 

López marchó sigilosamente por el norte del Carcarañá, eludiendo la avanzada de Cruz Alta, que no advirtió así la presencia de las fuerzas enemigas, y el 4 de noviembre su vanguardia atacó a la avanzada de Litín, derrotándola y poniéndola en fuga.

 

Enterado, finalmente, Bustos de la aparición de López, destacó una columna a su encuentro.  

 

La vanguardia santafecina, en inferioridad de condiciones, se replegó sin aceptar combate.  El 8, López franqueó por sorpresa el río Tercero, después de rechazar una guardia enemiga y cargó sobre el campamento de Bustos.  Este, acorralado, no tuvo otro remedio que atrincherarse entre sus carretas, haciendo frente con el fuego de su infantería y logrando así repeler el ataque; pero no pudo evitar que su adversario se apoderase del ganado y de sus cabalgaduras.

 

López carecía de elementos adecuados para atacar en forma decisiva a un enemigo atrincherado, razón por la cual sitió a Bustos, intentando varias veces mediante retiradas simuladas atraerlo a campo abierto, sin conseguirlo.

 

Entre tanto desde Córdoba acudía un refuerzo de 300 hombres en auxilio de Bustos y, por otra parte, Balcarce, aunque retardado por las montoneras que obstaculizaban su marcha, progresaba en su avance hacia Santa Fe.

 

No había, pues, tiempo que perder.  Aun cuando López no pudo aniquilar a Bustos, como fue su propósito, lo dejaba en cambio imposibilitado de cooperar oportunamente con Balcarce, ya que lo había despojado de su movilidad al quitarle las cabalgaduras y las subsistencias.  El objetivo estratégico había sido en su primera parte alcanzado, al desbaratar los planes de sus adversarios, anulando la concurrencia de uno de ellos.

 

Faltaba ahora la segunda fase de la maniobra.  Ante la gravedad de la situación que se creaba a su provincia, López abandonó a Bustos y se lanzó resueltamente hacia Santa Fe.

 

Como se expresó anteriormente, el 15 de noviembre Balcarce había adelantado una vanguardia hacia Rosario.  El 17 todo su ejército llegaba a San Lorenzo.  Este avance fue incesantemente perturbado por la acción de las montoneras dejadas por López, las que explotando hábilmente las sinuosidades del terreno aparecían sorpresivamente por lugares inesperados, abrían el fuego sobre las tropas porteñas y desaparecían tan pronto como éstas últimas reaccionaban en busca del combate.  Esta táctica especial de los montoneros obtuvo resultados insospechados, pues al alcanzar el Ejército de Observación el Carcarañá el día 20 de noviembre, éste se hallaba casi agotado y con las caballadas exhaustas.

 

El mismo día 20 la vanguardia de Saenz llegó a Coronda; pero en esas circunstancias Balcarce tuvo noticias de la aproximación de López y, alarmado, hizo retroceder a su vanguardia para reunirla al grueso.

 

Al hallarse nuevamente en Santa Fe, el general López comprendió que no contaba con fuerzas suficientes ni con medios adecuados para decidir la campaña empeñándose en una batalla contra las tropas de Buenos Aires y se propuso intensificar el procedimiento de lucha empleado por sus montoneros.  A tal efecto, efectuó un rodeo dirigiéndose hacia el norte por el flanco oeste de las fuerzas de Balcarce y dividió sus efectivos, constituyendo numerosas guerrillas que debían hostilizar al adversario en toda forma.

 

El, por su parte, se puso a la cabeza de una fuerte partida y se dirigió hacia el Salado, para disputar a Balcarce el franqueo de dicho obstáculo.  Para ello fortificó el Paso de Aguirre, pero debió replegarse ante un inesperado avance de una columna enemiga, mandada por el coronel Hortiguera, la que guiada por un baqueano vadeó el río por un paraje próximo y apareció sobre el flanco de López, en el preciso instante en que otras fuerzas de Balcarce lo atacaban frontalmente.

 

Alentado por este éxito, el coronel Hortiguera se aventuró adelantándose imprudentemente para apoderarse de una caballada de los montoneros.  Una fuerte partida santafecina lo sorprendió en esas circunstancias y el vencedor de Paso de Aguirre tuvo que retirarse derrotado y acompañado sólo de unos cuantos prófugos.

 

A partir de ese instante, las partidas de López desaparecieron de las vistas del Ejército de Observación.  Pero su acción se la sentía en todas partes.  Diariamente las tropas de Buenos Aires sentían los efectos de la guerra de recursos que desarrollaban sus adversarios.  La ciudad de Santa Fe, fue además, evacuada casi totalmente por sus pobladores, de manera que muy pronto Balcarce se sintió completamente aislado y sin recursos, a pesar de haber alcanzado en parte su objetivo y de tener ya a la escuadrilla cerrando las bocas del Colastiné.

 

Retirada de Balcarce

 

En esas condiciones y sin poder mantener sus comunicaciones con Buenos Aires, pues, los montoneros lo impedían en toda forma, Balcarce decidió retirarse.  El 2 de diciembre inició el retroceso y se dirigió a Rosario, hostigado durante todo el trayecto por una verdadera nube de montoneros que lo atacaban desde todas direcciones, sin aceptar en ningún momento un combate formal.  En un estado lamentable, el Ejército de Observación llegó a Rosario, donde fue sitiado por las partidas de López.

 

Simultáneamente, fracasaba la expedición de las fuerzas nacionales sobre Entre Ríos, lo que en adelante permitía a López y Ramírez auxiliarse mutuamente.

 

Aprovechando esta circunstancia, Entre Ríos envió un refuerzo de 2.000 hombres y Corrientes otro de 500, acompañado este último por una escuadrilla de río.

 

La llegada de estos auxilios permitió a López retomar la ofensiva y, en una pequeña acción, obligó a la escuadrilla de Buenos Aires a levantar el bloqueo y replegarse sobre San Nicolás.

 

A continuación el caudillo santafecino avanzó contra Balcarce, estrechando el sitio de Rosario.  Acosado y no obstante las órdenes del gobierno nacional, que lo instaban a no abandonar Rosario, Balcarce retrocedió a San Nicolás.

 

La campaña de 1818 había terminado con un rotundo fracaso para el gobierno de Buenos Aires y López evidenciaba en ella, por primera vez, sus extraordinarias cualidades guerreras.  Sin elementos adecuados y en inferioridad de condiciones hizo frente a ejércitos más numerosos y mejor organizados.  Ejecuta la única maniobra que puede permitirle salvar la angustiosa situación planteada por sus enemigos, operando en la línea interna de los dos núcleos adversarios.  Pero, la falta de tropas organizadas y de material de guerra lo inhabilitan para presentar combates formales.  A pesar de su hábil estrategia, no puede hacer táctica.  Tal circunstancia no le hace abandonar la lucha.  A la táctica rígida y metódica de los ejércitos organizados de aquella época, opone la táctica elástica de guerra de guerrillas, adaptando inteligentemente al terreno y al medio los elementos de que dispone.  A la lentitud de sus adversarios responde con la rapidez de sus movimientos y con la sorpresa de sus acciones.

 

Todo esto, sumado al mayor dominio que posee sobre el terreno y al golpe de vista certero que demuestra para descubrir los errores de su enemigo, le permite asestar a éste golpes eficaces, cada vez que lo encuentra dividido y le proporciona finalmente el triunfo.

 

Este primer triunfo consagra a López como un soldado de talla, contra el cual habrá que destinar, en lo sucesivo fuerzas importantes, que no obstante caerán derrotadas nuevamente frente a este extraordinario caudillo.

 

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

Ornstein, Cnl. Leopoldo R. – López Militar – Jornadas de Est. Históricos – Santa Fe (1938).

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