Abandonando el concepto de que el período de nuestra historia denominado “anarquía” fue de absoluta barbarie en las costumbres y de torcidas intenciones en los gobernantes, insostenible a la altura que hemos llegado en el conocimiento de nuestra evolución histórica, podemos abordar sin prejuicios la consideración de una época que había sido dañosamente oscurecida en la historiografía que precedió a la etapa de revisión total de la producción argentina, que estamos viviendo y elaborando.
Los institutos de investigación y los centros de estudios aparecidos recientemente en el país, están elaborando una nueva historiografía, al par que establecen las bases de un nuevo concepto de las épocas de nuestro pretérito y crean, por intermedio de sus publicaciones, congresos regionales y difusión de conocimientos, una nueva cultura histórica, carente hasta hace poco de abrevadero donde el espíritu no se expusiese a la fácil intoxicación de los pre-conceptos, que han informado gran parte de la producción historiográfica argentina.
Lógico resultará pues, que los investigadores, al someter las fuentes a nueva discriminación crítica y exhumar de los archivos la documentación inédita, desconocida muchas veces más por pereza intelectual que por dificultades en los hallazgos, choquen con los conceptos hechos clásicos acerca de los sucesos y de las personas. Quizá sea necesario derribar alguna estatua, pero, ¿qué importará si se levantan otras sobre sólidos pedestales? Quizá también se cometan algunos excesos, que suelen ser hijos del entusiasmo, pero la crítica pronto aventará la hojarasca y los retoños brillarán al sol de la verdad.
Dedicados desde hace tiempo a investigar el desarrollo de la enseñanza en el país, nos creemos en condiciones de poder afirmar que durante el período subsiguiente a la disolución de las autoridades nacionales la instrucción pública formó parte integrante de la organización institucional de las provincias y que cada uno trató, dentro de su particular estado político-social y económico, de solucionar el problema de la enseñanza.
La revolución en materia de educación popular, tuvo en Buenos Aires una orientación definida y trascendió a las provincias, pero la diversidad de ambientes y la desigual situación política, no permitió que en todas repercutiese con igual intensidad y hasta hubo algunas para las cuales el movimiento no pareció haberse producido. Por las mismas razones, el proceso de organización de la instrucción pública no admite sincronismo en las provincias, ni hubo tampoco continuidad en la manera de encarar y resolver los problemas.
La falta de unidad nacional, el aislamiento y los trastornos internos, unidos a la precaria situación económica, obligó a cada provincia a resolver el problema de la instrucción pública con recursos propios, pero el planteamiento de los problemas que la instrucción supone fue común para todas, de ahí que no fuesen pocos los conceptos que lograron abrirse paso y quedaron definitivamente incorporados en la conciencia pública, para hacer posible la reorganización después de Caseros. Señalamos por su trascendencia el concepto de que la instrucción pública era función de gobierno y el convencimiento de que exigía autonomía económica. Otro problema, el de la gratuidad de la enseñanza primaria, frente a la escasez de recursos fue encarado en la misma forma que lo habían encarado las autoridades escolares y universitarias de Buenos Aires: afirmando que la gratuidad debía ser únicamente para los pobres.
Estuvo, desde luego, librada la enseñanza a la atención que mereció de los gobiernos, ilustrados algunos o simplemente animados de sinceras intenciones otros, pero siempre dentro del marco político-social y económico que podía ofrecer cada provincia. En todas, lleva el sello personal de los que fueron sus propulsores, de cuyos nombres no pueden desligarse sus progresos, como es el caso, que nos proponemos destacar, de Estanislao López en la provincia de Santa Fe.
No pretendemos, en este artículo, aportar elementos de investigación originales, por que las fuentes de información no se encuentran a nuestros alcances, pero sí, señalar en base de lo hasta ahora conocido, la participación que Estanislao López ha tenido en el progreso cultural de Santa Fe, suponiendo que otros, mediante una compulsa de lo que puedan ofrecer los archivos, ampliarán esta contribución.
La provincia de Santa Fe ha tenido en Estanislao López un verdadero propulsor de la instrucción pública, sin que alcance a desmerecer este concepto el escaso aumento del número de escuelas realizado durante su gobierno, hecho por demás exacto, pero que en ninguna provincia fue posible sin arbitrar antes los recursos necesarios para sostenerlas.
Un interesante documento, nota dirigida a su ministro Seguí el 22 de octubre de 1822, parece revelar el origen de las becas que se concedieron en el Colegio de Ciencias Morales de Buenos Aires para estudiantes de las provincias. En ese oficio, López felicitó a sus ministros por “haber conseguido sostenga Buenos Aires diez o doce jóvenes” de Santa Fe “Y algunos de las provincias amigas, en sus colegios”, (1)
El documento de referencia, constituye el único antecedente conocido acerca del origen de las becas, pero no es suficiente para poder afirmar de quién partió la iniciativa, si de López o de su ministro, pero aquél tiene otros antecedentes, que lo colocan en el lugar destacado que le asignamos.
El movimiento revolucionario de 1810, sorprendió a la provincia en un estado de completo abandono de la educación. La juventud, a decir de algunas crónicas, se distinguía por su irrespetuosidad a la autoridad paterna, que impuso la necesidad de dictar medidas severas de policía por el teniente Juan Francisco Tarragona, reiterada en 1816 por Mariano Vega. (2) No fue ésa una característica de la juventud santafecina; quizá en peor estado se encontraba en otros lugares. También en Buenos Aires se encomendó a la policía que redujese a los jóvenes en edad escolar, que se encontrasen entretenidos en las calles, y que impidiese la frecuentación de tabernas y casas de juegos.
Llegado el año 1813, Santa Fe no había resuelto todavía su problema, para lo cual se proponía la creación de impuestos especiales. Las esperanzas, lo mismo que en otras provincias, se volvieron a la pasada época de la Compañía de Jesús, proyectándose la reapertura del extinguido colegio de los jesuitas, pero recién en 1817 se realizó la fundación de las dos primeras escuelas, una en Villa del Rosario y otra en la Capital, ésta última dirigida por Simón de Vera, a quien en 1820 reemplazó Pascual Echagüe. (3)
Desde entonces, hasta la administración de Estanislao López, no se registró manifestación favorable al desarrollo de la enseñanza.
Las diversas manifestaciones de Estanislao López, en que enalteció la función social de la educación, considerándola como base fundamental de la prosperidad de la provincia, no fueron simples declamaciones de gobernantes, pues que tuvieron expresión concreta.
En 1821, entre los artículos que dictó para observación del Cabildo, consignó los siguientes, que se refieren a la administración escolar: el Cabildo tendría funciones de superintendencia y el jefe de policía de inspector debiendo dar cuanta al Cabildo, sin perjuicio de las facultades del Alcalde de primer voto; los sueldos de los maestros serían abonados de fondos públicos y a los niños pobres se les daría gratis útiles y libros. (4)
El suministro de libros y útiles a los niños pobres, consecuencia de la gratuidad de la enseñanza y de haberse hecho obligatoria la asistencia a las escuelas de primeras letras, y la dotación de éstas con los fondos públicos, colocó a la provincia en la corriente de ideas que comenzó a manifestarse desde mediados del siglo XVIII y que la Revolución hizo suyas, difundiéndolas en toda la extensión del extinguido virreinato. En lo que respecta a la función inspectora encomendada al jefe de policía, era una consecuencia de la misión que esta institución tenía, mantenida y ampliada en sus esferas durante la administración de Rivadavia, de compeler a los padres para que enviasen sus hijos a las escuelas y de reducir a los niños que en horas de clase se encontrasen entretenidos por las calles.
Hasta 1830, no parece que el número de las escuelas existentes hubiese variado. Funcionaban las de los franciscanos y dominicos, y las provinciales de San Lorenzo, Central de Santa Fe, San Antonio, Villa del Rosario y Coronda. La del Rincón, fundada en 1823 por el P. Francisco de Paula Castañeda, quedó clausurada en 1827.
Los mejores títulos de Estanislao López emanan de la fundación del “Instituto Literario de San Jerónimo” y del “Gimnasio Santafesino”.
El “Instituto Literario de San Jerónimo”, fue fundado el 16 de julio de 1832, bajo la dirección del doctor José Amenábar. Aunque era de enseñanza primaria, tenía una cátedra de filosofía y otra de latinidad, materias a las que Estanislao López asignaba trascendental importancia en la educación literaria de la juventud. Era catedrático de filosofía el doctor Francisco Solano Cabrera, director de la enseñanza.
En 1831, el maestro Antonio Quiróz Guzmán (o Antonio Ruíz Guzmán, como algunos le llaman), se ofreció para fundar un “Gimnasio”, sobre la base del colegio privado que dirigía y que contaba a esa fecha con 41 alumnos. Admitida la solicitud, se le nombró director, con obligación de admitir gratis 15 o 20 niños pobres. El “Gimnasio Santafecino” comenzó a funcionar en 1832, con dos clases de enseñanza: una primaria de leer, escribir y las cuatro reglas de la aritmética, que a eso se reducía la enseñanza en el país, y otra media de geografía, historia americana, aritmética, urbanidad y buena educación.
El reglamento prescribía la manera de presentarse a la escuela, con la cara y manos limpias y bien peinados, de portarse dentro y fuera de la escuela y del respeto que se debían los alumnos, estándoles prohibida toda clase de familiaridad en el trato. El artículo 13 dice: “Los alumnos respetarán, y distinguirán en todas partes a las autoridades del país, Sacerdotes, Señores Mayores, y demás personas que merezcan la menor consideración. La urbanidad, y buena educación se acredita en la calle, cediendo la acera, y quitándose el sombrero hasta que pase el sujeto; en la iglesia, ofreciendo el asiento o escaño, y en casas particulares con igual ofrecimiento, manteniéndose en pie, hasta que todos estén sentados”.
Este reglamento se coloca dentro de la serie de los que fueron dictados bajo la influencia del nuevo espíritu que la Revolución imprimió a la escuela de primeras letras. Se trataba de que la escuela educase antes de instruir, de ahí las prescripciones de urbanidad y aseo, que fueron olvidadas cuando, por influencias extrañas, el influjo de la revolución se debilitó en las escuelas.
Muestra también la influencia que comenzaba a infiltrarse con el régimen disciplinario del sistema lancasteriano, pues se creaba un Juri compuesto por un alumno de cada clase y dos de los estudios superiores, presididos por el Ayudante, que se encargaba de juzgar y aplicar las penas. Estas, contrariando la tradición de Mayo, consistían según ese reglamento, en rebajar de clase, cumplir actos vergonzosos, calabozo y expulsión.
Bajo la administración del general Echagüe, que adoptó oficialmente el sistema lancasteriano, el “Gimnasio” llegó a contar hasta 64 alumnos.
De los jóvenes que en él se educaron, el historiador Manuel M. Cervera ha recogido los nombres de Camilo Aldao, José y Patricio Cullen, Carlos Zavalla, Bernardo y Demetrio Iturraspe, Juan Roth, Marcelino Freire, José T. Gálvez y Daniel Torre, que fueron jefes de respetables hogares y desempeñaron importantes cargos públicos.
La fundación de los institutos mencionado suplió en la provincia la falta que significó la clausura del “Colegio de la Provincia de Buenos Aires”, sucesor del de “Ciencias Morales”. El “Gimnasio”, representó en el orden provincial lo que el de “Ciencias Morales” en el nacional. Tenía un régimen análogo y en él se admitían también alumnos pensionados. Debe pues, verse en esa fundación, la reacción operada en una provincia para atender por sus propios medios a la instrucción media, cuando desaparecía el pensionado que hasta entonces había mantenido la provincia de Buenos Aires.
El mérito de esta fundación corresponde a la administración del gobernador Estanislao López, iniciador de la enseñanza media en su provincia, debiéndose agregar, en orden a las materias de enseñanza, el que corresponde a la creación de las cátedras de geografía y de historia americana, que en su época significaba promover una transformación en la enseñanza, que no lograba todavía desprenderse de las ligaduras que la mantenían enquistada en el molde clásico.
Referencias
(1) Alvarez Comas, M. – Santa Fe, el federalismo argentino y el patriarca de la federación – Página 250, Buenos Aires (1929).
(2) Ramos, Juan P. – Historia de la instrucción primaria en la República Argentina, 1810-1910 – Tomo II, página 69 – Buenos Aires (1910).
(3) Cervera, Manuel M. – Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe, 1573-1853 – Tomo II, página 958 – Buenos Aires (1907); Ramos, Juan P. – Historia de la instrucción primaria en la República Argentina, 1810-1910 – Tomo II, página 72.
(4) Ramos, Juan P. – Historia de la instrucción primaria en la República Argentina, 1810-1910 – Buenos Aires (1910).
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Salvadores, Antonio – Estanislao López y la instrucción pública – La instrucción primaria desde 1810 hasta la sanción de la ley 1420.
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