Hipólito Bouchard

Hipólito Bouchard (1783-1837)

Nació el 15 de enero de 1780 en la localidad de Bormes-les-Mimosas, cercana a Saint Tropez (Francia).  Era hijo de André Louis Bouchard y Thérese Brunet.  Prestó servicios en la marina mercante de su patria en sus años juveniles, y “decíase que durante el primer imperio francés había sido segundo capitán de un buque corsario, y se había señalado en muchos combates contra los cruceros ingleses”.  En uno de aquellos buques corsarios llegó a las playas de América, y en 1809 ya se encontraba en Buenos Aires.  El gobierno patriota aceptó sus servicios navales y con fecha 1º de febrero de 1811, lo nombró primer capitán del bergantín de guerra “25 de Mayo”, con el cual concurrió al combate de San Nicolás, el 2 de marzo de 1811.  Su comportamiento en esta emergencia ha merecido la crítica de muchos historiadores; la razón de su actuación en aquella jornada parece estar fundamentada en que Azopardo empecinado como era, había rechazado el plan de Bouchard, que quería atacar a los bergantines varados; los buques independientes quedaron en peligrosa situación en el canal formado por la isla San Pedro y la costa, perdiendo la ventaja del ataque.  Las tripulaciones, tentadas por la proximidad de la costa, desertaron, abandonando al atlético Bouchard, que fue impotente para contenerlas.  Azopardo tuvo que afrontar solo con su goleta “Invencible” el peso de la acción, pues también el balandro “América” que mandaba el francés Hubac, quedó sin tripulación.

 El consejo de guerra que, presidido por Cornelio Saavedra, juzgó el 20 de mayo de 1811 la actitud de ambos comandantes, le restituyó a Bouchard, conjuntamente con Hubac, su empleo “con la declaración de haber desempeñado su deber con valor, celo y actividad, no habiendo dejado sus buques sino en los últimos momentos, en que se vieron enteramente desamparados de su gente y por no caer prisioneros”.  El original del proceso seguido a Azopardo y a Bouchard se halla depositado en la Biblioteca Nacional.

El 15 de julio de 1811, comandando una lancha cañonera, Bouchard actuó con bizarría durante el bombardeo de Buenos Aires por la escuadra de Montevideo.  Con fecha 8 de agosto de 1811, la Junta designaba a aquél, primer Capitán de la zumaca “Santo Domingo”.  El 19 de este mismo mes volvió la escuadra de Michelena a bombardear esta ciudad, ocupando Bouchard con su buque y el “Hiena” y “Nuestra Señora del Carmen” su puesto para combatir, pero los realistas se mantuvieron fuera del alcance de los cañones. (1)

Pocos meses después llegaba a Buenos Aires el teniente coronel José de San Martín, que inmediatamente se dedicaba con afán a la tarea de organizar el cuerpo de Granaderos a Caballo, que debía después cosechar laureles inmarcesibles en los campos de batalla de América.  Bouchard fue aceptado en el mismo, con el grado de subteniente, el 24 de abril de 1812, designación que expresa en forma elocuente el concepto que gozaba este insigne marino en aquella época, ya que como es sabido, en el Regimiento de Granaderos a Caballo, no tenían entrada ni posible permanencia, los apocados de ánimo, los irresolutos, o aquellos que tuvieran antecedentes que no fueran sino muy honrosos.  El 4 de junio del mismo año, Bouchard era promovido a teniente de la 1ª compañía del 1er escuadrón del famoso cuerpo, y con este grado es que zahumó su uniforme de granadero con el fuego enemigo, en el glorioso combate de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813, donde su actuación fue singularmente distinguida, mereciendo el honor de conquistar la bandera realista, matando a su abanderado.  San Martín, en el parte de la acción dice: “…Dos cañones, 40 fusiles, 4 bayonetas y una bandera, que pongo en manos de V. S. y la arrancó con la vida del abanderado, el oficial don Hipólito Bouchard”.  Por su comportamiento valeroso en el combate que señaló el primer eslabón de la cadena de triunfos del famoso Regimiento de Granaderos a Caballo, Bouchard recibió el 29 de abril del mismo año de la Asamblea Nacional Constituyente la ciudadanía argentina y el grado de capitán de granaderos, con fecha 18 de junio de 1813.

Pero Bouchard amaba el mar por instinto y así, una vez casado con Norberta Merlo, en 1812 fue designado para mandar la corbeta “Halcón” adquirida y armada por su pariente político, Anastasio V. Echevarría, formando parte esta corbeta de la expedición que condujo al Pacífico el insigne comodoro Guillermo Brown.  Cuando éste se dio a la vela de Montevideo, el 15 de octubre de 1815, con pocos días de intervalo le siguió Bouchard con la “Halcón” y el queche “Uribe”, con el carácter de segundo jefe de la expedición.  Brown por su parte, comandaba la fragata “Hércules” adquirida por donativo nacional.  Bouchard, después de una travesía cruenta en la que perdió la “Uribe”, se reunió a Brown en la isla de Mocha.  En este punto, el 31 de diciembre de 1815, Brown, que también llevaba bajo sus órdenes el bergantín “Trinidad”, se destacó con la “Hércules” a la isla Juan Fernández, con la misión de libertar a los patriotas chilenos encerrados en aquel presidio, continuando al mando de Bouchard el “Trinidad” y el “Halcón”, yendo rumbo al Norte, decidido a atacar las fortalezas del Callao.  Brown después de reconocer la punta de Nazca, lanzado muy al Norte por un temporal que no le permitió llegar a su destino, el 12 de enero capturó la fragata “Gobernadora” en el peñón de Las Hormigas, saliendo cerca del Callao y reuniéndose el 14 a Bouchard.  A la llegada a este puerto, la flotilla republicana apresó la fragata de la armada española la “Consecuencia”, conduciendo a su bordo al brigadier Mendiburu, gobernador de Guayaquil, que cayó en manos de aquellos audaces.  El bloqueo del Callao duró precisamente tres semanas, período de tiempo en el cual se hicieron algunas presas de importancia en los combates sostenidos contra los españoles.  Del Callao, Brown y Bouchard se dirigieron a Guayaquil, que atacaron el 8 de febrero, tomando por asalto el fuerte “Punta Piedras”, situado en la embocadura del río; y al siguiente día se apoderó Brown del mismo modo del Castillo, más cercano a la ciudad.  Brown se había propuesto apoderarse de Guayaquil, para lo cual tenía que remontar la ría, aprovechando la pleamar, pero tuvieron un altercado con Bouchard, el cual no participó en la empresa arriesgadísima, que significó un contraste para el audaz Almirante en su propósito de apoderarse de Guayaquil.  Bouchard, por su parte, se separó de su jefe, cediéndole el “Halcón” a cambio de la “Consecuencia” y 10.000 pesos que recibió en efectivo.  Bouchard sentía una inquieta emulación hacia Brown, cuya fama era muy superior a la suya, que por supuesto era muy justo fuese así, dadas las condiciones excepcionales de aquel insigne Almirante, como hombre de guerra.  Bouchard era ambicioso y se conceptuaba suficientemente capaz de afrontar cualquier empresa marítima por arriesgada que fuese, no queriendo compartir con otro ni el peligro, ni la victoria, ni el botín.  El historiador López dice que Bouchard era demasiado decente para ser un pirata, pero en verdad, tenía el espíritu de un corsario perfecto a la moda de su tiempo.  “Armado en guerra y pudiendo levantar una bandera legítima, se permitía todos los excesos que la guerra comporta, con un carácter duro y despiadado hasta los límites harto vagos en verdad, que separan el corso del latrocinio.  El no buscaba como Brown, el combate por las emociones del combate; ni servía la causa argentina como aquél, por amor a los argentinos, sino con aspiraciones egoístas a la opulencia más que a la gloria y midiendo el esfuerzo de la hazaña por el provecho pecuniario que podía producirle”.

Abandonando a Brown en su empresa frente a las costas ecuatorianas, con su nuevo buque, Bouchard marcha hacia el Cabo de Hornos, penetra en el Atlántico y el 18 de junio de 1816 llega a Buenos Aires, donde el 9 de setiembre del mismo año el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata discierne a Bouchard el grado de Sargento Mayor de marina.  El 18 de noviembre del mismo año se decreta el corso oficial y Bouchard cambia el nombre de su fragata “Consecuencia” por el de la “Argentina”, que arma nuevamente su pariente político, el doctor Echevarría, transformando aquel buque en un formidable crucero de 38 cañones y 250 hombres de tripulación, y entre éstos se encontraba el aspirante Tomás Espora (toda la artillería que monta la fragata es de ocho y doce, poderoso armamento para un buque de 700 toneladas de porte); y el 27 de junio del año siguiente enarbola en él la bandera de la Patria.

El 9 de julio de 1817 zarpa Bouchard de la ensenada de Barragán, al grito de “¡Viva la Patria!”, llevando como segundo a Nataniel Sommers.  Marcha con rumbo a Madagascar, en busca de los buques realistas que espera encontrar allí, prometiéndose cazar las naves españolas que seguían el camino para las Filipinas.  El 4 de setiembre la “Argentina” recala en Tamatava, puerto principal de Madagascar, a la entrada del Océano Indico, llegando a tiempo para impedir a 4 buques negreros realizar su infame comercio, glorificando así la bandera de la Patria que tremola en el palo mesana de su fragata.  Atraviesa el Océano Indico y llega a las costas occidentales de la India, dirigiéndose de allí al Archipiélago de la Sonda, tocando sucesivamente en Java, Macassar, Célebes, Borneo y Mindanao.  En estos mares fue que el atrevido corsario empezó a sentir las primeras dificultades de su traviesa empresa.  En Java el escorbuto diezmó su tripulación, fondeando en el mar más de 40 cadáveres; en el estrecho de Macassar se ve repentinamente atacado por cinco buques piratas, quedando victorioso después de un rudo combate de hora y media, en el cual pierde 7 hombres, pero logra capturar un buque pirata con todos sus tripulantes, escapando los otros cuatro buques.  De los capturados, toma los veinte más jóvenes, y los restantes los hunde a cañonazos.  El 31 de enero de 1818 Bouchard establecía vigoroso bloqueo en la isla de Luzón, la más grande del Archipiélago de las Filipinas, base y centro del poder de la metrópoli española, teniendo los realistas una escuadrilla en Manila capital del archipiélago.  “Hallándose los enemigos –dice el propio Bouchard- con fuerzas muy superiores, yo esperaba un ataque.  Vivía con precauciones pero sin temor.  La resolución de los argentinos era decidida por el triunfo o la muerte, a pesar de la poca gente que me había quedado”.  

Durante los dos meses que duró el bloqueo, la “Argentina” capturó 16 buques mercantes que echó a pique frente a las baterías de Manila.  Aborda otros buques más poderosos que el suyo, y captura 400 tripulantes; entre ellos, un bergantín español que apresó en el puerto de Santa Cruz (más al Norte) después de un ligero cañoneo, buque que armó más tarde con una pequeña dotación argentina y el resto de los prisioneros, y el cual se perdió poco después.  El 21 de mayo abandonó las costas filipinas para dirigirse a las de China, pero ante las penalidades que le presentó la navegación, desistió y se dirigió a Oceanía, llegando a Hawai, la mayor de las islas Sándwich.  Al llegar a este puerto (17 de agosto), Bouchard se enteró de que una corbeta que había en la playa era la “Chacabuco”, cuya tripulación habiéndose sublevado al almirante Brown y después de cometer toda clase de piraterías, se la habían vendido al rey de aquella isla, Kameha-Meha, en el precio de 600 quintales de sándalo y dos pipas de ron.  Decidido Bouchard a rescatar la “Chacabuco”, se hizo conducir a presencia del rey y obtuvo de él, a fuerza de largos razonamientos, la entrega de la corbeta y de su tripulación, mediante una módica indemnización.  Firmó, además, con el soberano, un tratado de unión y comercio con las Provincias Unidas del Río de la Plata, cuya independencia reconoció solemnemente.  “El capitán Bouchard, dice Mitre, congratulando al Rey, le regaló una rica espada, sus propias charreteras de comandante y un sombrero, presentándole a nombre de las Provincias Unidas del Río de la Plata, un despacho de Teniente Coronel con uniforme completo de su clase.  Así, pues, el Rey de Sándwich, fue la primera potencia que reconoció la independencia del pueblo argentino.  Este triunfo diplomático del corsario es una de las singularidades del memorable crucero de la “Argentina” en que su comandante en el espacio de dos años desempeñó tan diversos roles, libertando esclavos,  castigando piratas, estableciendo bloqueos, dirigiendo combates, negociando tratados, asaltando fortificaciones, dominando ciudades, forzando puertos para ir a terminar su odisea en una prisión”.

Bouchard, después de armar convenientemente la “Chacabuco”, y hacer fusilar a dos sublevados, el 23 de octubre de 1817, hizo rumbo a las costas de California, fondeando en San Carlos de Monterrey, donde imprudentemente envía la “Chacabuco”, de menor calado, a bombardear el fuerte, cuyos fuegos bien dirigidos, acribillaron al buque argentino, viéndose su tripulación obligada a retirarse, sin que Bouchard, con la “Argentina” (cuyo calado no le permitía aproximarse más a las baterías del fuerte) pudiese prestarle auxilio de ninguna especie.  Pero al día siguiente la marea crece y la “Argentina” se lanza al combate, desembarcando Bouchard 200 hombres, con los cuales derrota las fuerzas de caballería e infantería que se oponen a su paso y después de una porfiada y sangrienta lucha, toma por asalto la fortaleza y la ciudad, enarbolando en el más alto torreón, el pabellón azul y blanco.  Se apodera de abundantes municiones y armamento, entre el que cuentan veinte y tantos cañones y una gran cantidad de barras de plata.  Pone en libertad a los prisioneros y se apodera de la “Chacabuco”, haciendo reparar inmediatamente sus averías; manda demoler todas las baterías e inutilizar los cañones que no puede llevar a bordo de sus buques.  Incendia los almacenes del Rey, los presidios y las casas, con excepción de las pertenecientes a americanos, los templos, y después de permanecer allí por espacio de seis días, enarbola la bandera azul y blanca, en el lugar más elevados de los escombros del fuerte, corre vuela, sobre las costas de México en demanda de nuevas y más arriesgadas aventuras.  Pasa como una tromba sobre los puertos de San Blas, Acapulco, Santa Bárbara, San Juan, en cada uno de los cuales repite las proezas de San Carlos de Monterrey, llevando a bordo cuanto tenía valor, incendiando campos, echando abajo murallas y derrumbando fuertes.  El 2 de abril se hallaba a la vista de Realejo, en la costa de Nicaragua, aumentando su escuadrilla con un bergantín que ha logrado rendir, y tres días después hace sentir su presencia, rindiendo a cuatro buques españoles tras sangriento y desigual combate, dos de los cuales incendió a la vista de la población consternada, obteniendo además de la victoria en la que pierde muchos de sus bravos, un valiosísimo cargamento de oro y plata.  Esta debía ser su última proeza, aunque no su último combate; habiéndose desprendido la “Argentina” de su fondeadero, con el fin de dar caza a una embarcación enemiga, la “Chacabuco” fue inopinadamente atacada por una goleta con bandera española que sostuvo un reñidísimo fuego, ocasionándole numerosas bajas.

La embarcación atacante resultó ser un corsario chileno, pues en medio del combate enarboló el pabellón de este país, y después corrió a ocultar su cobardía en las procelosas aguas del Pacífico.  No fue esta la única contrariedad que le estaba reservada al intrépido Bouchard; a los dos años justos de su partida de la ensenada de Barragán, llegaba al Puerto de Valparaíso, donde el almirante Cochrane, movido por una emulación indigna de su rango y nombre, le arrebató arbitrariamente la “Argentina” y la “Chacabuco” y su rico botín de guerra, poniendo en prisión al Jefe de la expedición y a su audaz tripulación.  Bouchard, ante aquella inicua como inesperada arbitrariedad, no se resiste, como pudo haberlo hecho, después de las magníficas hazañas que acababa de acometer y prefiere esperar los resultados de ese atropello, los que no tardan en producirse.  Surgen violentas reclamaciones del Gobierno de las Provincias Unidas y el bravo coronel Mariano Necochea, que se entera que la bandera de su Patria ha sido arriada de la “Argentina” y de la “Chacabuco”, manda un piquete de granaderos a bordo de estos buques con la orden terminante al oficial que lo comanda, de volverla a colocar en el tope de los mástiles, de buen grado o por la fuerza; orden que se cumple.  Se puso en libertad al intrépido Bouchard, y al antiguo teniente de aquellos Granaderos antes de cumplirse los 5 meses de prisión.  

Bouchard regresó a Buenos Aires a fines de 1819.  Desarmado el crucero la “Argentina”, en él se embarcó para la expedición al Perú, el 20 de agosto de 1820, rebautizado con el antiguo nombre: “Consecuencia”.  En este buque se embarcó el Regimiento de Granaderos a Caballo, compuesto de 3 jefes, 17 oficiales y 271 de tropa; y también el de Cazadores a Caballo, que sumaba 3 jefes, 19 oficiales y 261 de tropa.  La “Santa Rosa”, una de las presas que había hecho en su campaña de corso, embarcó dos compañías del Batallón 8º de los Andes y el batallón de Artillería; yendo en ella, el joven Tomás Espora.

En noviembre del mismo año se hallaba en la rada de Ancón, a siete leguas de Lima, y Bouchard con su acostumbrado patriotismo hablaba de las operaciones en que toma parte en carta a su pariente Vicente Anastasio Echevarría: “Lo único que puedo decirle es que nunca la causa de la América ha presentado mejor aspecto que en el día”; y unas líneas más abajo, sin manifestar rencor alguno al almirante Cochrane, relata el audaz apresamiento de la famosa fragata “Esmeralda”, bajo los fuegos de las fortificaciones del Callao.

En diciembre de aquel año se presentó el general San Martín, manifestándole deseos de regresar a Chile, pero éste le exigió se mantuviera en aquellas aguas por 5 meses más.  El 11 de julio de 1821 escribe Bouchard haber recibido orden del General en Jefe de trasladarse al Callao a ponerse bajo el mando de Cochrane “para pasar con todos los buques que nos hallamos armados y batir las fortalezas –escribe- en el mismo tiempo que por tierra el señor General piensa tomar al asalto.  Yo no diré cuál será el resultado, más lo que le puedo  decir a Vd. Es que por mi parte tengo ganas de batirme y ver si se puede concluir estos trabajos, pues protesto que me hallo cansado”.

A mediados de 1822 Bouchard rompe sus relaciones con Echevarría, armador de la “Argentina”, el cual no le había entregado a aquél la parte que le correspondía en los apresamientos del “Halcón”, 7 años antes y le reprochaba de “haber dejado pasar hambre a su familia y no haber hecho callar a los que lo deshonran”.

Cuando Cochrane abandonó a San Martín, apoderándose violentamente de los caudales de Lima depositados en los buques de su escuadra, el Protector creó una nueva fuerza naval, cuya base principal fue la fragata española “Prueba”, que se había entregado en el Callao al gobierno peruano.  San Martín nombró a Bouchard comandante de aquel buque, que montaba 50 cañones.  Cuando el después famoso almirante inglés renovó sus reclamos pecuniarios y sus pleitos, el ministro general Tomás Guido, respaldado esta vez por la nueva escuadra peruana y sobre todo, la fragata “Prueba” mandada por Bouchard, contestó con firmeza negándose a discutir con Cochrane y refiriéndose al Gobierno de Chile; y en previsión de algún golpe de mano, ordenó al buque de Bouchard de estar listo para hacerse a la vela en protección de los demás barcos.  Finalmente Lord Cochrane decidió retirarse ante la firmeza del gobierno peruano, y al pasar frente a la fragata “Prueba”, las portas de ésta se abrieron a un tiempo, enseñando toda la batería en zafarrancho de combate, con la gente en su puesto.

En la toldilla de la “Prueba”, dice el capitán de fragata Teodoro Caillet-Bois describiendo este episodio en el “Boletín del Centro Naval”, “la luz del bombillo en el compás deja entrever una alta silueta junto a la rueda del timón.  Sonrisa burlona ilumina el rostro varonil, mientras el negro velamen furtivo se diluye en las tinieblas”.

En 1825 el general Alvarez Thomas intentó, aunque en vano, reconciliar a Echevarría con Bouchard, “pero el carácter caviloso y altanero” de éste impidió tal propósito.  En 1828 se le ve al último actuar en la expedición del almirante Guise a Guayaquil, y a la muerte de éste, el 19 de enero de 1829, Bouchard se hizo cargo del mando en jefe de la escuadra del Perú.

Dos meses después de la toma de la plaza, la fragata “Presidente” –ex “Prueba”- donde izaba el último su insignia, voló como consecuencia de un incendio en la santabárbara y por esta causa fue separado del servicio naval.

En 1831 recibió del gobierno peruano la hacienda de San Javier de Nazca, lindante con Palpa.  Dedicó una parte de su fortuna a la fundación de un establecimiento para la elaboración de la caña de azúcar en el Perú.  Allí pereció asesinado a manos de un mulato, el 4 de noviembre de 1837, en la Hacienda de “La Buena Suerte”.  Sus restos estuvieron perdidos por más de 120 años, hasta que en junio de 1962 fueron encontrados en una cripta olvidada de una parroquia en Nazca, Perú.  El 6 de julio de ese año fueron exhumados y repatriados a Buenos Aires por una comisión formada por la Armada Argentina y la Armada de Perú.  Sus restos arribaron a bordo del crucero “La Argentina” y hoy descansan en el Panteón Naval de Buenos Aires.

Como se ha referido más arriba, Hipólito Bouchard contrajo enlace en Buenos Aires en 1812, con Norberta Merlo, autorizando el matrimonio el capellán del Regimiento de Granaderos a Caballo, José Gabriel Pena y apadrinándolo el 2º Jefe del mismo, sargento mayor Carlos de Alvear y su esposa, Carmen de la Quintanilla.  El 16 de octubre de 1813 nació su hija Carmen, apadrinada por Alvear y su esposa; y el 17 de julio de 1817, ocho días después de su partida al crucero alrededor del mundo, su hija Fermina, que apadrinó el Dr. Vicente Anastasio Echevarría.  Norberta Merlo de Bouchard falleció en Montevideo el 15 de marzo de 1869.

Referencia

(1) El 24 de octubre, a consecuencia del tratado ajustado con Elío, fueron desarmados los buques en el Riachuelo y licenciadas sus tripulaciones.

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Instituto Nacional Browniano

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Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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