¿Eran hombres o superhombres? Es la pregunta que uno se formula con respecto a los jesuitas, después de un viaje de varias horas en automóvil a través de agrestes caminos serranos que, si bien lo hacen disfrutar de la belleza del paisaje, también lo anonadan por la imponente soledad que se aprecia al poder oír silbar al viento sin escuchar ningún otro ruido que rompa su monotonía.
Aquella pregunta nos hacemos al querer imaginarnos cómo hicieron para llegar al mismo corazón de las sierras y levantar uno de los grandes establecimientos agrícola-ganaderos que la pujanza de la Compañía de Jesús haya instalado en la provincia de Córdoba, cuya producción se destinaba a abastecer al Colegio Máximo de la ciudad y a otros centros religiosos.
Se encuentra ubicada en el departamento de Cruz del Eje, en una hondonada entre las sierras Chicas y Grandes, en un sitio llamado antiguamente Rincón de Ocampis, donde comienza la sierra de este nombre. Por allí pasa el río de la Candelaria que vierte sus aguas en el lago del Embalse Cruz del Eje.
Los terrenos de esta estancia fueron donados a los jesuitas, según consta en un documento del año 1673, por don Francisco Javier de Vera y Mujica, cuyo padre, el encomendero español don García de Vera y Mujica, los había obtenido por merced real a comienzos del siglo XVII.
Luego de la expulsión de la Compañía, por real disposición de Carlos III, la estancia fue adquirida el 20 de octubre de 1774 por el teniente coronel don Francisco Antonio Díaz, a la sazón alcalde de primer voto de la ciudad de Córdoba. Actualmente, lo que queda de ella es de propiedad particular y es administrada por los padres de la Compañía de San Ignacio de Loyola.
Aparte del carácter religioso que le daba la capilla, el casco de la estancia, pegado a ella, era una verdadera fortaleza pues los sacerdotes temían los ataques de los indios de la región, que solían ser frecuentes, pues se había forjado una leyenda en torno a fabulosas riquezas allí guardadas.
Al poco tiempo de tomar posesión de la propiedad los jesuitas comenzaron las obras destinadas a levantar una capilla, con su correspondiente sacristía, y algunas habitaciones contiguas para vivienda. Se supone que el año 1693 fue el de la construcción, pues esa fecha aparece grabada a cuchillo en un dintel de algarrobo. El techo de este conjunto es de paja a dos aguas y los muros están hechos de piedra irregular o quebrada con intercalaciones de ladrillos, demostrando todo esto la mayor antigüedad de esta parte. En cambio el frontis de la capilla, las salas laterales y el claustro en arquerías, pertenecen a un período posterior, en las construcciones más recientes predomina el ladrillo, y las habitaciones tienen techos de azotea o de tejas. La parte a la derecha de la capilla, con un patio cuadrado rodeado de los claustros en arquería a los que daban las habitaciones de gruesos muros y techos de tejas, hoy muy deteriorados por el tiempo y el casi completo abandono, semejaba un fuerte y allí tenían sus habitaciones los sacerdotes.
Alrededor del segundo patio se encontraban los talleres de trabajo y los depósitos. Las demás dependencias estaban formadas por corrales de pircas, las cuadras y la huerta. Cercano a este conjunto se encontraba el pequeño cementerio que hasta hoy se conserva. También en los contrafuertes de la capilla se pueden observar una serie de nichos. Hacia la parte norte se levantaban los rancheríos habitados por los peones indígenas de la estancia y que en la actualidad mantienen enhiestas sus paredes de piedra y ladrillos.
Es evidente que la edificación era muy buena y resistente, como lo demuestran los gruesos muros de piedra, las pocas aberturas al exterior para ser más invulnerables, las pesadas puertas de algarrobo reforzadas con enormes trancas y las torneras que se observan en algunas habitaciones y en la misma capilla. El altar mayor construido de mampostería servía perfectamente para esconder rápidamente los ornamentos religiosos y objetos de valor poniéndolos a salvo de un incendio de la capilla en caso de ataque de los indios.
Como tantas iglesias y capillas de aquella época ésta contuvo muchas obras de arte las que, con el transcurso del tiempo fueron desapareciendo o deteriorándose por el cada vez más poco cuidado. Entre lo poco que queda de valor están el magnífico sagrario, la virgen de la Candelaria, patrona de la estancia, tallada en algarrobo, dos relicarios de jacarandá y una miniatura del fundador de la Orden, San Ignacio de Loyola, pintada al óleo y encuadrada en un bello marco, que se encuentra en la sacristía. También hay otras imágenes, una central de la virgen de la Candelaria y otras de San José, San Benito y de la Dolorosa.
Esta estancia fue declarada Monumento Histórico Nacional por decreto Nº 106.845 del 28 de noviembre de 1941 siendo presidente de la República el Dr. Ramón S. Castillo, y fue adquirida por el gobierno provincial recién en 1982.
Las tareas de restauración permiten visitar algunas habitaciones donde se reconstruyeron los techos, como las del Padre encargado principal y su ayudante. El patio principal en ruinas y la ranchería de los esclavos, construida por simple apilamiento de piedras con techo de paja, aún resisten el avance de la maleza. Completan el complejo los corrales, el resto del tajamar, molinos y acequias.
Sobre este paisaje de pampa de altura en el macizo serrano, la Estancia de La Candelaria conserva rasgos de sus tiempos originarios, del proyecto evangelizador de sus mentores en la desolación de sus tierras. Todo sumido en una profunda y cautivante soledad.
¿Cómo llegar?
Yendo por Tanti son aproximadamente 130 kilómetros de la ciudad de Córdoba, pero casi la mitad del recorrido es camino de tierra y suele deteriorarse por las lluvias principalmente en verano; además, hay que trepar las sierras, por lo que el viaje por esta vía implica unas tres horas en automóvil. Otros caminos parten del Valle de Punilla, desde Molinari y La Falda, pasando por Characato. Si la elección es ir por Traslasierra, hay que tomar, desde la localidad de La Higuera, el camino hacia Cruz de Caña, se cruza el río San Guillermo, y se prosigue hasta arribar a La Candelaria. También se puede tomar el llamado Camino del Medio, que vincula Villa de Soto con la estancia, debiendo traspasarse varias tranqueras. Horarios: Lunes a domingos de 9:00 a 18:00 hs. La celebración en honor a la Patrona de la Estancia, Nuestra Señora de la Candelaria, es el día 2 de febrero de cada año.
Fuente
Castello, Antonio Emilio – Estancia La Candelaria.
Todo es Historia – Año XI, Nº 127, Diciembre de 1977.
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