Pedro Molina

Gral. Pedro Molina (1802-1842

 

Nació en la ciudad de Mendoza el 29 de junio de 1781, siendo sus padres Francisco Javier Molina y Josefa de Sotomayor, ambos descendientes de familias acomodadas y respetables.  Se educó en Chile, pero sus progenitores y quizás también sus propias inclinaciones, lo habían dedicado a las tareas rurales, atendiendo la industria agrícola de sus propiedades; funciones que lo apartaron de las aulas universitarias, por las que no se sentían particularmente inclinados los argentinos de aquellas épocas borrascosas, solicitados por la necesidad de la defensa personal y el afán de enriquecimiento.  “Persona honrada –dice Hudson refiriéndose a pedro Molina- de conocida integridad.

 

Como la mayoría de los jóvenes de entonces, con fervoroso entusiasmo abrazó la causa de la emancipación nacional.  El 15 de diciembre de 1812 empieza a actuar como capitán de la 2ª compañía de “Cívicos Blancos” de Mendoza, cargo que aún ejercía tres años después, cuando San Martín organizaba el Ejército de los Andes.

 

En 1813 fue miembro del Cabildo, distinguiéndose por sus ideas progresistas.  Fue uno de los decididos partidarios y cooperadores en la formación de aquel Ejército.  Molina fue uno de los firmantes del acta de protesta que el Cabildo de Mendoza, en sesión extraordinaria del 21 de febrero de 1815, labró contra el Director Supremo general Alvear, desacatando el decreto que expidiera destituyendo a San Martín del cargo de gobernador Intendente de Cuyo, y nombrando en su lugar al teniente coronel Gregorio Ignacio Perdriel.

 

Repuesto San Martín en la gobernación intendencia, prestó especial atención a la buena instrucción de la guardia cívica, desempeñando Molina las funciones de 2º jefe de su batallón, puesto en el cual prestó eficiente concurso a la tarea patriótica en que con tanto empeño se abocaron las provincias de Cuyo.  En 1815 formó parte de la Junta de Guerra.

 

Alcalde de 1er voto en 1817, ligó su nombre a la erección y organización del Colegio de la Santísima Trinidad de Mendoza, cuya apertura se verificó el 17 de noviembre de aquel año; instituto de ciencias, especialmente exactas y prácticas que fue un modelo en su género, tanto por el local en donde se estableció, como por la reglamentación de su plan de estudios y disciplina.

 

Al reorganizar el gobernador Luzuriaga las milicias provinciales, Pedro Molina fue designado sargento mayor del Batallón “Cívicos Blancos”, y en abril de 1820 ya era teniente coronel-comandante del cuerpo.  Por su cooperación en la empresa restauradora de Chile, el general San Martín lo condecoró con la medalla de oro de Chacabuco y el cordón de Maipú.

 

A fines de octubre de 1821 fue elegido gobernador de su provincia, nombramiento que se le comunica por la Honorable Junta el 21 de enero del año siguiente, y el día 23 del mismo mes Molina firmaba resoluciones en aquel carácter.

 

En su gestión gubernativa, que duró hasta el 29 de abril de 1824, el ya coronel Molina fue acompañado sucesivamente en el carácter de ministros secretarios por el licenciado Pedro Nolasco Videla y el presbítero José Andrés Pacheco de Melo.

 

Uno de sus primeros actos de gobierno fue el establecimiento de la “Sociedad Lancasteriana”, cuya misión principal era propagar los colegios de primeras letras para ambos sexos por el sistema de Lancaster, considerado el mejor de la época, en Europa y Estados Unidos.  Esa misma Sociedad tuvo a su cargo una imprenta por medio de la cual se editaban con esmero los textos para las escuelas.  Fomentó, igualmente, la biblioteca pública, creada mediante crecidas donaciones de libros y de sumas de dinero de los ciudadanos y como más de 200 volúmenes obsequiados por el general San Martín desde Lima.

 

Se dio el mayor impulso al Colegio de la Santísima Trinidad, colocando en la dirección al Dr. Juan Crisóstomo Lafinur, puntano, filósofo y poeta; creándose también una junta de literatos protectores de aquélla institución, compuesta por los licenciados Manuel Ignacio Molina, Manuel L. Calle y doctores pedro Nolasco de Ortiz y Francisco Delgado.

 

El 15 de junio de 1822 apareció el primer número del “Registro Ministerial”, periódico oficial semanal para la inserción y compilación de las leyes y decretos del Estado, siendo su director el mencionado Dr. Lafnur.  También se publicó “El Verdadero Amigo del País”, cuya aparición tuvo lugar el 23 de mayo de 1822, continuando su publicación hasta el 18 de enero de 1824; periódico que se ocupó de agricultura, comercio, industria, poesía, historia, leyes, policía, geografía, ciencias económicas, etc.; y en él aparecieron la mayor parte de los documentos interesantes relativos a la expedición libertadora al Perú; siendo también su redactor el Dr. Lafinur, con la colaboración del Dr. José María Salinas y los señores Nicolás Villanueva y Agustín Delgado.  Tanto este periódico, como el “Registro Ministerial” se editaron en la imprenta de la “Sociedad Lancasteriana”.

 

Se promovió la construcción de un teatro que dirigió el artista dramático Ambrosio Morante, llegado a Mendoza a fines de 1822, procedente de Buenos Aires y en el cual se daban funciones organizadas por aficionados, los días festivos.  Se fomentó el comercio y las industrias minera y agrícola; el sabio naturalista escocés Juan Guilles introdujo los primeros gusanos de seda que se cultivaron en Mendoza, los que no dieron, sin embargo, el ventajoso resultado que produjeron 25 años después, a impulso de Tomás Godoy Cruz, importándose la “morera multicaulis”.

 

Se aumentó el número de diputados a la Legislatura.  El 2 de agosto de 1823, el gobernador Molina promulgó la Ley sancionada el 5 de julio, sobre amonedación de oro y plata de cordón, en la Casa de Moneda de Mendoza, según el modelo de la nacional en su peso, ley, diámetro y signo; llevando las iniciales de “Mendoza”.  En esta forma se trató de calmar el mal existente en la provincia por la resolución tomada anteriormente por la Legislatura, extinguiendo la moneda provincial y mandándola cambiar por la nacional con la pérdida de un 12% para sus poseedores.  El 23 de noviembre de 1822 había sido inaugurado el cuño para amonedar pesetas y cuartos de plata cortada, sistema que permitió la fácil falsificación de la moneda de aquel cuño, por lo que debió ser reemplazado por el modelo nacional, como se expresa más arriba.

 

El gobernador Molina cooperó con hombres y los elementos de guerra que pudo proporcionar Mendoza dentro de su extraordinaria escasez de recursos, a la formación de la División Auxiliar del Perú que organizó en San Juan el general Pérez de Urdinenea, destinada a colaborar en la guerra emancipadora de aquel país; División de la que fue segundo jefe el entonces teniente coronel José María Paz.

 

Por decreto del 16 de marzo de 1822, Molina designó a Tomás Godoy Cruz, diputado cerca de la provincia de Buenos Aires, para representar al gobierno de la misma “la necesidad de formar un Congreso general de todos los pueblos de la Unión y propender a su verificativo”.  El representante mendocino tenía también que tratar otros asuntos de interés comercial para su provincia.  Pero la misión no dio resultado, y el 30 de julio de aquel año, Godoy Cruz daba cuenta de su fracaso y la inutilidad de su permanencia en Buenos Aires.

 

A instigación del gobierno de esta última provincia, Molina celebró el 22 de agosto de 1822, en el paraje llamado “San Miguel de las Lagunas”, una entrevista con los dos gobernadores y diputados representantes de San Luis y San Juan, para tratar sobre la reconstitución política de estas dos provincias y la de Mendoza en la antigua de Cuyo; tratado que no se cumplió, sin embargo, por las sugestiones de la facción opositora de la misma Mendoza al restablecimiento de la unión nacional, bajo el sistema al favor del cual trabajaba ya aquel mismo gobierno.

 

Bajo el gobierno de Molina, el 6 de agosto de 1822, la Legislatura en su sesión de aquella fecha, dio origen a la “Ilustrísima Cámara de Justicia”, de Mendoza, como Tribunal de Apelaciones, el poder judicial más alto de la Provincia.

 

Cumpliendo con los deseos del gobierno de Buenos Aires, manifestados por circular del 2 de febrero de 1823, enviada a todas las provincias, mandó seis jóvenes de conocidos talentos, a esta Capital, a cursar estudios eclesiásticos y de ciencias físicas y morales.

 

También efectuó gestiones tendientes a la realización de una campaña interprovincial de carácter nacional, contra los indios, y al efecto, se dirigió al gobierno de Buenos Aires, el 8 de enero de 1823, proponiéndole tal procedimiento por parte de todas las provincias que tenían fronteras limítrofes con los salvajes, para batirlos, destruirlos o desterrarlos definitivamente de sus inmediaciones y conquistar, por segunda vez, la libertad del país; proponiendo contribuir con mil hombres para tal campaña.  Buenos Aires contestó el 22 del mismo mes aceptando la propuesta, y comunicando, que como los indios habían asolado las fronteras de Santa Fe, se había convenido con esta provincia iniciar la expedición el 1º de marzo; que la División Buenos Aires, fuerte de 3.000 hombres, partiría de la Guardia del Monte; mientras que la de Santa Fe, formada por 1.000 soldados, saldría de la Guardia de Melincué el mismo día.  Pero el plazo angustioso concedido a Mendoza para participar de la campaña motivó al gobernador Molina su nota del 8 de febrero, en la cual expresaba su pesar de que San Luis y Córdoba no hubiesen sido invitadas a participar en la expedición, causa por la cual, Mendoza se vería completamente separada de las otras dos divisiones, y en este caso, las pocas fuerzas que marcharían a expedicionar contra un enemigo muy superior en número, se verían abocadas a una muerte segura, alejadas, como se encontrarían, por más de 200 leguas, de las fuerzas combinadas de Buenos Aires y Santa Fe.

 

Molina se contrajo a fortificar la frontera de Mendoza para defenderla de los estragos que causaban las incursiones de los salvajes de la Pampa.  Sometida por aquél a la Legislatura mendocina la convención preliminar de paz que el gobierno de Buenos Aires celebrara el 4 de julio de 1823 con los señores Antonio Luis Pereyra y Luis de la Robla, encargados por el Rey de España; Molina comunicó al gobierno porteño la aprobación de aquella Legislatura para que se nombrase un representante ante la Corte de Madrid, que ejecutase un tratado definitivo de paz, amistad y comercio entre estas provincias y España.

 

El 1º de marzo de 1824, con autorización de la Legislatura, contestó a la pregunta formulada por el gobierno de Buenos Aires al respecto, de que esta Capital debía ser la sede del futuro Congreso General Constituyente, como efectivamente sucedió.

 

A fines de enero de 1823 también se realizó un censo en la provincia, el que arrojó poco más de 20.000 habitantes y mil quinientas casas en aquélla.

 

No obstante su progresista administración, el malestar existente por la mencionada sustitución de la moneda provincial por la nacional motivó la presentación de varias denuncias por parte del gobernador Molina, hasta que el 29 de abril de 1824, el Cabildo, escuchando el pedido popular formulado por una junta encabezada por el Dr. Juan Agustín Maza que exigía la separación de aquél de su cargo, resuelve someter a la consideración de la Legislatura, la renuncia de Molina y la elección popular del Dr. Maza para gobernador.  Pero desconocido éste en sus funciones por aquella corporación, presentó su renuncia el día 30, por falta de apoyo de las fuerzas.  Hasta el 7 de mayo del mismo año ejerció el mando una comisión de cinco miembros del Cabildo, y en esta última fecha, Molina fue repuesto en el mando por la H. Sala de Representantes.

 

Se restablece así el orden.  “Molina gobierna de nuevo con la discreción y templanza que lo caracteriza –dice Silvestre Peña y Lillo en su magnífica biografía de “El gobernador Don Pedro Molina”, aparecida en 1937- y conseguido el desagravio que buscaba, por los desmanes de que fuera víctima, sin ejercer venganzas contra los que lo agraviaron, se prepara para retirarse nuevamente y en forma definitiva del cargo de gobernador, por su propia voluntad”.

 

El 3 de junio presenta a la Legislatura para su aprobación, los sueldos que ha fijado como gratificación para los comandantes del 1º y 2º Tercio de Infantería y al interino de Artillería; y al día siguiente presenta su renuncia fundada en la necesidad de atender sus intereses particulares y en que persiste el estado de convulsión, “como lo demuestran los pasquines y diarios, dice “Peña y Lillo, llenos de desvergüenzas contra las autoridades, y las reuniones seretas de que se encuentra informado”.  Pide a la Sala acepte su renuncia, pues en caso contrario la reiterará cada día y cada hora.  En consecuencia, es elegido por aquella corporación, el general Albino Gutiérrez, el vencedor de Carrera en “Punta del Médano”.  Molina se retira de las actividades políticas para dedicarse a las tareas rurales, después de haber enajenado su estancia de Uspallata, con las minas que explotaba en aquellos momentos.

 

Producida en Mendoza, el 10 de agosto de 1829, la revolución que encabezó el coronel Juan Cornelio Moyano que derrocó al gobernador Juan Reje Corvalán colocando en su lugar al general Alvarado, el coronel Aldao, que convalecía de una grave herida en San Luis, se puso en marcha inmediatamente sobre su provincia natal operando en combinación con los generales Quiroga y José Benito Villafañe; siendo además poderosamente auxiliado por sus hermanos los coroneles José y Francisco Aldao que,  depuestos y presos por Moyano habían sido dejados en libertad por el general Alvarado.  Del 20 al 21 de agosto llegó José Félix Aldao a Corocorto (hoy Villa de la Paz) y el día 24 tuvo una entrevista con el general Alvarado en la posta de Las Catitas, en la que logró el primero infiltrar una peligrosa confianza en el último, sirviendo esto solamente para permitir a Aldao robustecer sus tropas.

 

Las fuerzas de Aldao se encontraron con los rebeldes en el Pilar, lugar distante 5 millas de Mendoza, combatiéndose las jornadas del 21 y del 22 de setiembre de 1829.

 

Aldao sabía que las municiones de sus adversarios debían agotarse después de un consumo tan elevado, y sus propios soldados se parapetaban detrás de murallas y tapias.  Finalmente una comisión de sacerdotes se aproximó al lugar del combate, logrando una suspensión de hostilidades.  Estando en vigor el armisticio, el coronel Francisco Aldao se trasladó al campo enemigo para parlamentar, pero inexplicablemente recibió un pistoletazo en pleno rostro que le cortó la palabra y el aliento, desplomándose sin vida. 

 

De hecho, la misión pacificadora había fracasado de la peor manera.  Ahora, la artillería del ejército agredido respondía el aleve ataque con fuego a granel. El combate se generalizó desatando un pandemonio de disparos a diestra y a siniestra, de jinetes topándose lanza en ristre, de soldados luchando cuerpo a cuerpo y, por cierto, de muertos, de muchos muertos.  Las huestes de los Aldao, finalmente se impusieron por superioridad numérica y por bravura, derrotando de modo contundente a un adversario que no pudo superar el desconcierto que produjo el artero ataque sorpresivo.  Pocas horas después, la ciudad de Mendoza caía en manos de los vencedores, completándose una etapa más de la prolongada guerra civil argentina.

 

Al enterarse el general Aldao de la muerte de su hermano, esta circunstancia lo acicateó para ejecutar a varios enemigos.  De resultas de ella perdieron la vida: Francisco Narciso Laprida (1), el Presidente del Congreso de Tucumán; el doctor José María Salinas; el mayor Plácido Sosa; José María y Joaquín Villanueva; Luis Infante; 12 sargentos y cabos y 200 soldados.  Moyano se refugió en casa de su primo Cornelio, pero éste tuvo miedo de protegerlo y lo entregó a Aldao.  Fue sometido a consejo de guerra y condenado a muerte.  Murió fusilado en Mendoza el 13 de octubre de 1829.

Jorge A. Calle, testigo y actor de esos mismos hechos, cuenta que Domingo Faustino Sarmiento, con el grado de teniente unitario, huye del combate y en su huida lo toma prisionero un negro de San Juan y lo entrega a un oficial.

 

La provincia de Mendoza quedó en manos de Facundo Quiroga y de José Félix Aldao. 

 

En el mes de setiembre de 1830 ocupó la silla del gobierno mendocino Pedro Molina, y el 22 de aquel mes y año designaba éste a Aldao, comandante general de armas de la Provincia.

 

Pedro Molina dio probadas muestras de lealtad al general Facundo Quiroga, organizando en noviembre de 1833 comisiones para solicitarle no abandonara la provincia de Mendoza.  El 7 de enero de 1834 rubrica la ley de esa fecha, por la que el Poder Ejecutivo, en la necesidad de organizar la antigua provincia de Cuyo, debe presentar a la sanción de las legislaturas de las tres provincias, el “Código fundamental que ha de regirlas”, y para que eso se cumpla, “La H. Sala pone bajo la protección del Excmo. General Libertador D. Juan Facundo Quiroga, la grande obra de la organización política”.

 

Le acompañó en su gestión gubernativa el licenciado Pedro José Pelliza, y después, Juan de Rosas.  Dictó una ley en beneficio de la instrucción pública, estableciendo un impuesto sobre los bienes de los que fallecen, en una escala progresiva, según los casos; creó una comisión protectora de escuelas, bajo el título de “Comisión de beneficencia en la educación de la juventud”.  Dictó el Reglamento de Estancias”, prohibiendo a los hacendados introducirse en las propiedades ajenas.

 

Aumentó el número de escuelas, siguiendo el plan de su primer periodo gubernamental; organizó el Departamento de Policía; la administración de justicia, con excelentes leyes y reglamentos que logró fuesen sancionados por la Legislatura.  Dejó en muchas otras instituciones del orden civil y político, inconmovibles jalones para el aumento y mejora de la futura prosperidad del país.  Prestó cálido apoyo a los agricultores e industriales, logrando un bien marcado progreso en toda la provincia.  Mejoró también en mucho, los departamentos de la campaña, cuyas secciones visitaba con especial detenimiento cada uno o dos años.  Se preocupó intensamente del progreso edilicio de Mendoza; una de sus mejores obras fue la reedificación del Mercado, que a su terminación, se inauguró con tres noches de hermosas fiestas; la otra, fue la construcción de un magnífico puente de pasaje de la ciudad, en el ángulo SE de la plaza principal Independencia, sobre el arroyo “Las Flores”, el que fue destruido, como el mercado, por el terremoto de 1861.

 

“Así, el gobernador Molina –dice Hudson en sus “Recuerdos Históricos sobre la provincia de Cuyo”- en este último período de sus tres administraciones mostróse más laborioso, más empeñoso que en las anteriores para dejar a su patria una perdurable memoria de su civismo, desempeñando la primera magistratura”.  Organizó en forma regular la defensa fronteriza contra las incursiones de los salvajes, en forma que se dio una verdadera sensación de seguridad a los habitantes de la provincia, que se pudieron así entregar al acrecentamiento de su riqueza pastoril y agrícola.  “Así –dice Hudson- no se vio jamás durante los dos continuados períodos  gubernativos del general Molina, seis años, ni por mucho tiempo después, una sola invasión a la frontera de Mendoza, mientras se siguió y observó con estrictez esa táctica para su seguridad y defensa”.

 

Tocaba a su término el período de gobierno de Molina, el cual, el 10 de febrero de 1835 presentó a la Legislatura el mensaje dando cuenta de su gestión administrativa, en la cual había reparado el Erario público, cancelando numerosas cuentas, sufragando los gastos de la guerra contra los salvajes, y los ocasionados por la creación de un hospital y dos escuelas primarias, una en la ciudad y otra en San Vicente; no obstante lo cual dejaba en las arcas fiscales un superávit de 617 pesos con 4 reales.

 

El 8 de marzo de 1835 fue reelegido, continuando como ministro el Sr. Pelliza.  Poco después, el 23 de mayo, el teniente coronel Ignacio Correa de Sáa se presenta al gobernador Molina, denunciando a Alejo Cuitiño de haberlo invitado a conspirar contra las autoridades.  El gobernador ordena a Correa regrese al Cuartel de Infantería, donde cumplía un arresto, con la orden de informarle sobre el resultado de la conferencia que debía sostener con Cuitiño, a que Correa había sido citado en la misma tarde del 23, en el Cuartel mencionado.

 

Molina adopta las medidas preventivas y de seguridad de inmediato; en cambio, el teniente coronel Correa no cumple su palabra y deja transcurrir los días en silencio hasta el 25 de mayo.  Al día siguiente debía estallar el movimiento, del cual le anotician al gobernador varias personas, entre ellas el teniente Murúa.

 

El gobernador resuelve procesar a los comprometidos según las denuncias, y nombra al teniente coronel José Santos Ramírez, a la sazón Presidente de la Legislatura, para levantar el sumario.  Presos, el teniente coronel Correa, Alejo Cuitiño, Andrés Cornejo, Francisco Sánchez, Domingo Barrera y otros; el Auditor de Guerra aconsejó la pena de muerte para el teniente coronel Ignacio Correa, el que fue fusilado el 10 de junio de 1835.  Otros complicados sufrieron penas de destierro y uno de ellos apareció asesinado en el Valle de Uco.

 

Pocos días después, el 4 de julio, Juan Montero hace entrega a Molina una carta dirigida por el moreno Lorenzo Barcala al capitán José María Molina, liberto del gobernador.  Este pide a su colega de San Juan la detención de Barcala acusado de conspirar, y su envío a Mendoza.  Conducido a esta ciudad, el proceso complica a Domingo de Oro, ministro del gobierno en San Juan.  Condenado a muerte el 30 de julio, el coronel Barcala fue fusilado a las 11 de la mañana del 1º de agosto de 1835, una hora después de haber sido ejecutado Alejo Cuitiño, el cómplice de Correa.  Ambos fueron ejecutados en el Cuartel de Infantería, lo mismo que Correa.  El día 7 del mismo mes de agosto, Molina dicta un decreto disponiendo que en adelante toda ejecución se efectuará en la plaza principal, o en el Cabildo, para que el público pueda dar fe de las mismas.

 

El 13 de julio de 1836 la Legislatura otorgó el grado de coronel mayor de ejército al gobernador Molina, y otro de 19 de agosto de 1837, le obsequió al mismo, en gratitud a sus servicios, tierras de seis leguas de frente, en el paraje de la provincia que eligiese el interesado.  La misma ley le acordó una medalla de oro.

 

José Félix Aldao, Comandante General de Armas de Mendoza, había fijado su residencia en el Fuerte de San Carlos, desde donde mantuvo en jaque a los indios invasores, permitiendo esta circunstancia que los mendocinos gozasen de una tranquilidad de que no disfrutaban las demás provincias fronterizas con los salvajes.

 

En marzo de 1838 terminaba el período de gobierno del general pedro Molina, y aunque algunos amigos trabajaban por su reelección, él se opone terminantemente y así se lo significa al general Aldao.

 

Entre sus últimos actos de gobierno se encuentra el de dotar de una escuela primaria al Departamento de Las Lagunas, por decreto de 17 de enero de 1838, disponiendo el mismo que los impuestos que debían sufragar los comercios establecidos en el Distrito y los de las haciendas que se extraigan del lugar, debían ser íntegramente destinados al sostenimiento de dicha escuela.

 

Molina entregó el mando a su sucesor, Justo Correa, y cuando estalló en la noche del 4 de noviembre de 1840 el movimiento revolucionario encabezado por el teniente coronel Casimiro Recuero y Juan de Rosas, contra la administración de Correa, el general Molina fue proclamado gobernador, pero no aceptó el cargo sino condicionalmente; ejerciéndolo hasta el 12 de noviembre, ante la aproximación de las fuerzas de Aldao, quien ocupó el día 15 la ciudad de Mendoza.

 

El general Pedro Molina falleció repentinamente el 16 de marzo de 1842, fecha en que Aldao recibió el mando de la provincia de Mendoza.

 

Fuente

Bataller, Juan Carlos – Laprida, ese ilustre ignorado.

Bruno, Cayetano – Creo en la vida eterna – Buenos Aires (1988).

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

Mircovich, Guillermo – Sarmiento: la novela de un prócer de cartón.

Montiel Belmonte, Jorge – Documentación de su archivo personal.

Portal www.revisionistas.com.ar

Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

 

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