Los “historiadores” y escritores “amantes de la verdad histórica”, que sólo tienen lengua para condenar a Rosas con motivo del reparto de la tierra pública con que Rosas premiaba los servicios militares prestados a la Provincia y no a él, que era además Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, con la suma del poder por la Ley, guardan un sugestivo silencio cuando se trata de condenar los repartos de tierras y las malversaciones de fondos públicos con que los angelicales unitarios premiaban a sus secuaces.
Hemos de apelar –como siempre lo hacemos- al testimonio de enemigos de Rosas para que no se crea que la pasión nos guía o que inventamos algo. Veamos como procedían las legislativas de hombres libres y que no eran adulones ni serviles y en qué perdían el tiempo.
Dice el general Ferré en sus “Memorias”, refiriéndose al general Lavalle: “A fines de 1840 se reunió el congreso general de la provincia, porque cesaban entonces las facultades dadas al gobernador para la guerra. De los representantes que se reunieron en sus dos terceras partes, con arreglos a la Ley, la mayoría se componía de partidarios de Lavalle, extraños a la provincia, a quienes se agregaban otros que, por ignorancia y aspiraciones, se dejaban halagar por ese partido desorganizador (así llamaba Ferré al partido Unitario), contrariando sus propios sentimientos con exaltación en los momentos en que el indicado general cometió la felonía de que he hablado (Recalco al lector que está leyendo las memorias de un enemigo de Rosas). Sigue Ferré: “Empezaron por dictar leyes que denominaron constitucionales, pasándolas al Poder Ejecutivo para su promulgación. Me resistí a esto, porque no revestían la forma legal ni llenaban los requisitos necesarios. Todos estos hechos fueron publicados por la prensa, lo que me excusa su repetición; sin que pueda dejar de hacerlo respecto de la Ley de premios dictada en esa misma ocasión. Por ella quedaban asignados al general Lavalle, jefes y oficiales del ejército libertador cien leguas de terreno en las costas del río Bermejo, que debían ser distribuidas por el mismo general, reservándose diez leguas cuadradas para él”.
Sigue Ferré: “El mérito de Lavalle para Corrientes no era entonces otro que el que yo había hecho público en mi proclama del 5 de agosto, y ratificado en mi mensaje, de manera que en su verdadero punto de vista, era éste un general traidor sublevado; de ello empezó a dar muestras desde que pisó el Entre Ríos, principiando por suprimir la proclama del gobierno de Corrientes a los habitantes de aquella provincia, suplantándola con la de él. Después no hizo más que sacrificar a los correntinos, víctimas de sus locos desvaríos, regando con su sangre todos los ámbitos de los pueblos del Plata, salvándose el resto a través de las heladas cumbres de los Andes y de los peligrosos desiertos del Chaco. Igual área del mismo territorio me asignó la misma ley, a mí, al general Paz y a los jefes y oficiales del ejército de reserva”.
Como se ha visto, en lugar de luchar por la “libertad” perdían “lastimosamente el tiempo” en repartirse las tierras públicas con el único y deliberado objeto “de no acrecentar sus patrimonios”, porque ellos, los unitarios, no eran como los vulgares federales que acrecentaban los suyos.
En cuanto al reparto de las tierras públicas, creo que para muestra, les ha de bastar y sobrar a los calumniadores de Rosas, con este solo botón.
Malversación de los dineros públicos
En lo que se refiere a la malversación de los dineros públicos, es más que significativo el silencio que guardan siempre los “historiadores” y escritores “amantes de la verdad histórica”. La tinta nunca les alcanza para citarlas. Se les rompe la pluma o pierden la memoria como por arte de encantamiento cuando tropiezan con las malversaciones de fondos cometidas por el general Juan Lavalle.
Como exordio y también para que no se crea que tratamos de inventar algo contra el glorioso guerrero de la Independencia y héroe de Río Bamba, general Lavalle, transcribiremos un juicio de un escritor extranjero que se destacó en vida por su hidrofobia antirrosista. Se trata de Paul Groussac. Este, refiriéndose a la breve dictadura ejercida por el general Lavalle, después del famoso motín de diciembre de 1828, dice lo siguiente: “A la víctima ilustre de Navarro siguieron muchas otras y la sentencia “legal” que precedió a las ejecuciones de Mesa, Manrique, Cano y otros prisioneros de guerra, no borra su iniquidad…. Delaciones, adulaciones, destierros, fusilamientos de adversarios, conatos de despojo, distribución de los dineros públicos entre los amigos de la causa: se ve que Lavalle en materia de abusos –y aparte de su número y tamaño- poco dejaba que innovar al sucesor. Sin comparar, pues, la inconsciencia de uno a la perversidad del otro, ni una dictadura de seis meses a una tiranía de veinte años, queda explicado el doble fenómeno del despotismo creciente, por desarrollo natural, al par que el de su impresión decreciente en las almas pasivas, de muy antes desmoralizadas por la semejanza de los actos, fuera cual fuera la diferencia de las personas”. (Ver: “Estudios de Historia Argentina”, página 204).
Con mucho acierto, don Alberto Ezcurra Medrano, tomando nota de las últimas palabras de don Paul Groussac, ha dicho: “Dejando a un lado las sutiles diferenciaciones entre inconsciencia y perversidad, dictadura y tiranía, según se trate de Lavalle o de Rosas, nos parece ridículo pretender que en veinte años se hubiesen cometido menos atrocidades que en seis meses. Sería preciso ver lo que habría hecho Lavalle si hubiera tenido que gobernar veinte años en las circunstancias en que gobernó Rosas. Y si nos atenemos estrictamente a comparar los seis meses que gobernó Lavalle con seis meses tomados al azar en el gobierno de Rosas, no creemos que el primero salga muy favorecido. El año de su gobierno (el de Lavalle) ha sido el único de esa época terrible en que, en la ciudad de Buenos Aires, las defunciones fueron superiores a los nacimientos” (1) y tan sólo en las elecciones del 26 de julio hubo 76 víctimas entre muertos y heridos. Uniendo a esto las numerosas deportaciones, resulta que ese año disminuyó la población de Buenos Aires, hecho que no se registró durante la época de Rosas ni en el famoso año 40”. (2).
Y volvemos al punto de partida: la malversación de los dineros públicos. Después del “bochornoso botín”, como lo calificara el general José de San martín, al movimiento revolucionario de diciembre de 1828 encabezado por el general Juan Lavalle, éste no trepida un solo instante en apoderarse de los dineros públicos, y el 19 de agosto de 1829 dicta el edificante decreto por el cual mandó entregar a sus compañeros de causa, los coroneles Suárez, Olavaria, Vega, Martínez, Vilela, Medina, Quesada, Díaz, Thompson, Acha y Maciel, la cantidad de 25.000 pesos a cada uno, “por la parte que han tenido en las disensiones civiles” y “teniendo en cuenta las necesidades de ponerlos a cubierto de los sucesos venideros”. Eran en total $275.000, que el general Lavalle tomó del exhausto tesoro de la provincia de Buenos Aires.
En esta forma el general Lavalle repartió y despilfarró un dinero que no era suyo entre sus compañeros de causa o sus secuaces, dádiva que recibieron los nombrados militares sin objeción alguna, colocándose así a la altura de los jefes de bandas mercenarias.
Para estos edificantes hechos, los “historiadores” y escritores “amantes de la verdad histórica” no tienen una sola palabra de censura y si por casualidad llegan a ocuparse del asunto, lo califican como “pequeños errores” del general Lavalle.
Como se ha visto, el general Lavalle no era hombre que perdiera el tiempo en pequeñas minucias. Iba a lo grande, pues para eso luchaba por la “libertad”.
Referencias
(1) Eliseo F. Lestrade – Rosas estudio sobre la demografía de su época – La Prensa, noviembre 15 de 1919.
(2 Alberto Ezcurra Medrano – “Las otras tablas de sangre”, ensayo sobre el terror unitario, página 17.
Fuente
Corvalán Posse, E. T. – Rosas, las confiscaciones y lo que ocultan los detractores.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar