Cesáreo Domínguez

General Cesáreo Domínguez (1808-1867)

 

Nació en la ciudad de San Juan, en el año 1808, siendo sus padres Mateo Antonio Domínguez y María Josefa Jofré.  Ingresó a la carrera militar en las milicias, a los 14 años de edad, hallándose en las campañas y combates que tuvieron lugar en el interior de la Nación durante las luchas civiles.  En 1832 se encontraba en San Miguel del Monte, provincia de Buenos Aires.  Se hallaba prestando servicios en la Frontera Oeste de ésta, cuando se produjo en 1839 la revolución del Sur, concurriendo con las fuerzas rosistas a batir a los rebeldes en la batalla de Chascomús, el 7 de noviembre.  Al año siguiente se incorporó al ejército del general Manuel Oribe, y en clase de sargento mayor comandó el Batallón de “Patricios” Nº 3 “de la Guardia del Monte”, en la famosa batalla del Quebracho Herrado o Quebrachitos (en San Justo, provincia de Córdoba), el 28 de noviembre de 1840 formando parte de la División del Centro, a órdenes del coronel Jerónimo Costa.

 

Se encontró en el asalto y toma de la ciudad de Córdoba, el 19 de diciembre del mismo año.  Acompañó al general Oribe cuando éste partió de aquella capital, el 30 de abril de 1841, formando parte de una columna mandada por el general Angel Pacheco.

 

A las órdenes de este último asistió a la batalla del Rodeo del Medio, el 24 de setiembre de aquel año, siempre como sargento mayor del Batallón de Patricios Nº 3.  Posteriormente marchó a la provincia de Entre Ríos a incorporarse a las fuerzas mandadas por Oribe, llegando a la ciudad de Paraná en el mes de mayo de 1842.

 

En la batalla del Arroyo Grande, el 6 de diciembre de este último año, se batió con bizarría, al frente de su cuerpo y formando parte del centro federal que estaba a las órdenes del general Pacheco.  Durante el curso de la acción, la actuación del Batallón de Patricios Nº 3 de la Guardia del Monte fue singularmente bizarra, según se desprende del parte elevado por el comandante en jefe, general Oribe.

 

Continuó mandando el batallón de referencia durante el sitio que estableció este último a la ciudad de Montevideo, el 16 de febrero de 1843, y cuando el ejército fue dividido en tres grandes columnas a las órdenes de los generales Justo José de Urquiza, Ignacio Oribe y Servando Gómez para operar contra las fuerzas riveristas, el ya teniente coronel Cesáreo Domínguez formó parte de la última con el batallón de su mando.

 

Batalla de San Antonio

 

En diciembre de 1845 asistió a la toma de la ciudad de Salto. 

Batalla de San Antonio, 8 de Febrero de 1846

En el combate de San Antonio librado contra Giuseppe Garibaldi por la columna del general Gómez, tuvo Domínguez una actuación tan valerosa, que la registramos aquí, transcribiendo un informe del coronel Antonio Díaz, actuante en la acción, el que lleva fecha 27 de agosto de 1896, y en el que dice:

 

“En este desastre militar, el más inútil y vergonzoso, y por fortuna de la gloria de las armas argentinas, el único que sufrió nuestro ejército en los nueve años de aquella guerra, el bravo comandante Domínguez, verdadero protagonista de aquel combate, dejó una vez más sentada la brillante y justa reputación que gozaba en nuestro ejército, y por ser de este lugar, supuesto que se trata de su foja de servicios, reseñaré lo que tuve ocasión de presenciar, y fue del modo siguiente: el día 8 de febrero de 1846, estando acampado el general Gómez con su cuerpo de ejército en el Arroyo Negro, tuvo conocimiento que el coronel José Garibaldi, perteneciente a las fuerzas enemigas, con la Legión Italiana, compuesta de 300 y más infantes, y un escuadrón de tiradores al mando del coronel Bernardino Báez, salía del pueblo del Salto con el fin de apoyar el movimiento del general Medina, que con una fuerza de 3 a 400 hombres iba buscando su incorporación, con algún arreo de ganado vacuno; temiendo ser cortado por nuestras fuerzas casi interpuestas.  Inmediatamente se aprestó una división, compuesta de tres escuadrones de la División Sur, al mando del mayor Ramón Bustos; el Batallón Patricios de Buenos Aires, a las órdenes del teniente coronel Cesáreo Domínguez; dos escuadrones de tiradores a las órdenes del coronel Isidro Quesada; y una División Oriental de 500 hombres, a las órdenes del valiente teniente coronel Gregorio Vergara.  Total 1.250 hombres, bien aguerridos.”

 

“A la cabeza de éstos se puso en marcha el mismo general Gómez, saliendo a las 8 de la mañana, y como a las 12 del mimo día alcanzamos a Garibaldi y Báez, que viéndose interceptados, no tuvieron otro recurso que ocupar apresuradamente una tapera, edificio derruido, de material, con corral de palo a pique, situado en una altura en la barra del Arroyito de San Antonio con el río Uruguay, a poco menos de una legua del citado pueblo del Salto.  El general Gómez hizo circundar la tapera, dando lugar a que Garibaldi no solo arpillase las paredes de las dos piezas y cocina de que se componía el edificio, sino también a que repusiese la empalizada del cerco de la casa, con las maderas del corral que estaba a 50 pasos al Norte del edificio, operación que todos presenciamos sin poder darnos cuenta del hecho; de manera que cuando estrechamos la línea de circunvalación, y nos pusimos a tiro para romper el fuego, todo lo que tardó cerca de una hora, la fuerza atrincherada podía ya defenderse de nuestros 1.250 hombres con ventaja, como sucedió.  Como a la una y media de la tarde empezó el fuego sostenido por dos compañías del Batallón de Patricios, dos de tiradores desmontados, apoyando la izquierda del comandante Domínguez, en las que formaba el que suscribe, y sucesivamente, y en aquel orden, como doscientos tiradores más, apoyando sus flancos en la misma costa del río Uruguay, pero todas las fuerzas a cuchilla limpia, soportando un fuego muy certero y bien sostenido, lo que causó sensibles claros en nuestras filas.  Antes de una hora, el comandante Domínguez, viendo que el general Gómez nada disponía y que le habían volteado como 18 o 20 hombres, entre ellos, el capitán Valentín Flores, herido; también el graduado Juan F. Santo Domingo, el ayudante mayor José Benito Argerich, muerto; así como el teniente 2º Pantaleón Pacheco, y el subteniente José M. Pacheco; se dirigió al General en Jefe y le dijo que le permitiese atacar la posición enemiga nada más que con su batallón y las dos compañías de tiradores que apoyaban su izquierda; que les respondía del éxito.  El General contestó que no había necesidad porque estaban acorralados y que se rendirían antes de la noche.  El comandante Domínguez permaneció como otra hora tocando todos los recursos que le permitía la desventajosa posición que ocupaba, para evitar la completa destrucción de su fuerza, que tenía ya cerca de cien bajas entre muertos y heridos.  Entonces, viendo que en ninguna parte de la línea de circunvalación se hacía otra cosa que sostener el fuego a pie firme, se acercó corriendo a nosotros, que teníamos ya cuarenta y tantas bajas, y nos estábamos numerando, y le dijo a nuestro Jefe: “Mayor Neyra, le ordeno a Ud. que apoye mi movimiento, y me siga hasta dentro de la trinchera enemiga”.  “¿Por orden de quién?”, preguntó Neyra.  “Por mi orden, como superior y bajo mi responsabilidad”.  “Muy bien –contestó el mayor Neyra- obedezco al superior y marcho”.  Con esto avanzó el comandante Domínguez con su diezmado batallón y nosotros a su flanco.  Se dieron tres ataques consecutivos, con los intervalos necesarios para formar y numerar, porque en los tres fuimos rechazados, habiendo muerto en el segundo nuestro jefe Marcos Neyra.  En el último, el comandante Domínguez llegó hasta tocar la trinchera con la espada, sin sombrero,  y gritando “adelante”.  El sargento Rosario Echavarría, y los soldados Isidro Borda, Juan José Córdoba y Raimundo Portella, saltaron la trinchera, pero fueron muertos a garrotazos con los fusiles, ya en el patio.  El comandante Domínguez con todos nosotros casi dispersos, se retiró a su puesto, mesándose los cabellos.  Nadie se movió en protección nuestra y precisamente en los momentos en que las fuerzas enemigas se apagaban por falta de municiones.  Esto duró hasta cerca de la noche, llegada la cual, Garibaldi con 180 hombres menos, se refugió apresuradamente en los zanjones que forman el Arroyo Viejo, paralelo al San Antonio, y por ellos se corrió hasta el Salto, donde llegó; a la vez que el general Medina, entrando por nuestra retaguardia, nos arrebató parte de la caballada, y llegó también al Salto con todo su arreo”.

 

“Es de prevenir, que el campamento del Arroyo Negro estaba a 12 leguas del sitio del combate, y allí había como 40 piezas de artillería de toda clase, perfectamente dotadas, del gran parque que se sacó del desalojo de Paysandú, y al general Gómez no se le ocurrió enviar por la necesaria, para destruir en el acto la posición atrincherada.  Al día siguiente llegamos al campamento con 500 bajas, entre muertos y heridos, y la vergüenza de un desastre tan inmerecido.  En conclusión, el general Gómez había sufrido poco antes del combate, una perturbación completa, producida por el alcohol, de que hacía uso frecuente, y que concluyó al fin con todas sus facultades físicas e intelectuales, habiendo sido un brillante oficial de primera fila”.

 

“En el parte oficial que pasó el general Gómez sobre este sangriento hecho de armas, dice lo siguiente: “En justicia, Sr. Presidente, debo recomendar muy particularmente a la alta consideración de V. E., al Sr. Comandante D. Cesáreo Domínguez y el batallón de su mando, cuyo valor rivaliza, sin duda, con el de los mejores soldados del mundo”.

 

Por lo valeroso que hay en este hecho de armas por parte del comandante Domínguez, el informe se ha transcripto “in extenso”.  Este último acompañó al general Servando Gómez, cuando volvió a tomar el Salto, el 8 de enero de 1847, defendido por las tropas riveristas que mandaba el coronel Luciano Blanco, que murió en la acción.  El teniente coronel Domínguez permaneció de guarnición en aquel punto.

 

Producido el pronunciamiento de Urquiza el 1º de mayo de 1851, el general Oribe incluyó a Domínguez en la capitulación del 8 de octubre de aquel año; pero poco después fugó de aquel ejército, en un lanchón, junto con los coroneles Sosa y Julián Martínez, trasladándose desde Montevideo a Buenos Aires, donde Domínguez se presentó a Juan Manuel de Rosas, quien le dio el mando de un batallón improvisado, a cuyo frente se halló en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, resultando vencedor Urquiza, que había puesto a precio la cabeza de Domínguez.  Este, después de permanecer escondido en los bosques de la Chacarita por espacio de tres días, se asiló en el consulado inglés; de donde pasó a bordo de un buque de guerra español.  El 11 de febrero de aquel año fue puesto fuera de al ley por decreto general del gobernador López.

 

A pesar de esto, al saber Urquiza que iba a abandonar el país, lo mandó llamar garantiéndole su vida y en prueba de su antigua estimación, le otorgó un puesto en sus filas; el 13 de julio de 1852 era reconocido como teniente coronel del ejército con anterioridad al 8 de octubre del año anterior.  El 5 de mayo de aquel año ya desempeñaba tales funciones en el Regimiento 9º de Guardias Nacionales de Caballería en Monte, provincia de Buenos Aires.

 

Ascendido a coronel graduado el 27 de noviembre de 1852, se halló en el sitio de Buenos Aires desde su comienzo, como jefe del Regimiento Nº 9 de Infantería de Línea y bajo el mando superior del coronel Hilario Lagos.  En tal carácter firmó en San José de Flores, el 12 de diciembre de 1852, las bases para un arreglo, propuesto por los jefes sitiadores a la Legislatura de Buenos Aires y que no fueron aceptadas.  Igualmente, el 24 del mismo mes firmó el acta levantada en la chacra de Olivera en San José de Flores, por intermedio de la cual numerosos jefes desconocieron la autoridad del gobernador Alsina y acataron la del coronel Lagos.

 

Se halló en a batalla de San Gregorio, el 22 de enero de 1853, a órdenes del general Gregorio Paz, contra las fuerzas levantadas por el coronel Pedro Rosas y Belgrano.  Tomó parte en los combates parciales habidos durante el sitio, en Barracas, la Convalecencia y Puente Alsina.  A la terminación del asedio, permaneció alejado del ejército hasta 1854, en que siendo perseguido por el gobierno de Alsina, por creérsele complicado en la invasión de aquel año, pasó a Entre Ríos, entrando a formar parte del ejército de la Confederación, en cuyas listas había revistado en la P. M. I.

 

El 29 de diciembre de 1855 fue nombrado Inspector General interino del Ejército y el 5 de marzo del año siguiente fue designado jefe del 2º batallón del 1er Regimiento de Infantería de Guardias Nacionales de Paraná; y al día siguiente se le extendieron despachos reconociéndosele en la clase de coronel de infantería de línea, con antigüedad de 1º de noviembre de 1852.

 

El 12 de octubre de 1856 Urquiza lo designó Comisionado Interventor en la provincia de San Juan, pero este nombramiento quedó sin efecto dos días después.  Por decreto Nº 4332, del 12 de diciembre de 1857, Domínguez, en su carácter de Inspector General interino del Ejército, fue encargado de la cartera de guerra, mientras el titular, general Galán, se dirigió a las costas del río Uruguay por asuntos del servicio; desempeñando el puesto hasta el 15 de marzo del año siguiente, en que por decreto Nº 4424, reanudó sus funciones en la Inspección.  Por decreto Nº 4644, el 14 de octubre de 1858, el coronel Domínguez nuevamente fue puesto en posesión de la cartera de Guerra, en virtud de haber sido nombrado el general Galán, conjuntamente con el Dr. Baldomero García, Vocal de la Suprema Corte de Justicia, comisionados especiales para el arreglo de las dificultades políticas surgidas en San Juan.  Ejerció este segundo interinato hasta el 29 de marzo de 1859, en que por decreto Nº 4724, volvió a sus funciones de la Inspección.

 

El 23 de abril de este último año volvió a encargarse de la cartera de Guerra y Marina por decreto Nº 4748, por hallarse nuevamente enfermo el general Galán, desempeñando el puesto hasta el 6 de agosto, en que por decreto Nº 4820, reanudó sus funciones el titular.  El 22 de diciembre del mismo año 1859, por decreto Nº 4935, por ausencia del general Galán, fue por cuarta vez encargado del despacho de Guerra, que ejerció hasta el 7 de febrero de 1860, en que por decreto 4964, volvió a su puesto en la Inspección General.  En 1859 Urquiza le encomendó secretamente la toma de Martín García, la que no ejecutó por haber recibido contra-orden en las costas del Paraná, donde preparaba sus fuerzas.

 

Por decreto 5002, el presidente Derqui designó al coronel Domínguez Comandante General del Parque Nacional, con fecha 9 de marzo de 1860; y por el otro del 7 de abril del mismo año, fue nombrado para formar parte de una Comisión integrada por los Brigadieres Generales Juan Esteban Pedernera y Pascual Echagüe, coronel mayor José María Francia y coronel Joaquín María Ramiro, encargada de proponer al Gobierno un reglamento y modelos de uniformes, insignias y distintivos del Ejército y Armada.

 

El 27 de diciembre de 1860 fue separado de la Comandancia General del Parque Nacional a “su solicitud” y el 2 de enero del año siguiente fue autorizado para aceptar el cargo de Jefe Político del Departamento de Concordia, en la provincia de Entre Ríos.  Revistó por el Estado Mayor de la plaza de Paraná.

 

Retuvo la jefatura de Concordia hasta el 20 de abril de 1863, siendo designado el día 28 de este mismo mes, Jefe de Estado Mayor de las fuerzas nacionales destacadas en la provincia de Córdoba y su frontera, y encargado del Depósito de sus reclutas.  El 10 de junio de aquel año se hallaba en la capital de aquella provincia cuando estalló la rebelión encabezada por el sargento Simón Luengo y José Pío Achával, siendo puesto preso el coronel Domínguez y luego condenado a muerte por instigación de los cabecillas revolucionarios Felipe Varela, Puebla y Calixto González; lo que no se llevó a cabo, pues mientras los generales Paunero y Arredondo, enviados por Mitre en su socorro, vencían la revolución en la batalla de Las Playas, el 28 de junio; el coronel Sandes entraba en la ciudad de Córdoba, y con un grupo de estudiantes y de pueblo, lo libertaba, quitándole los grillos con que había sido cargado.

 

Por orden del Ministerio de Guerra, el 24 de mayo de 1864 inició una minuciosa inspección de la frontera de Córdoba, de su comando, pasando el 30 de junio, desde Villanueva, un prolijo parte del resultado del recorrido de los fortines de: “Mar Chiquita”, “Tacurales” y “Los Morteros”, sugiriendo en aquél numerosas mejoras para lograr un servicio de protección más eficiente.

 

En enero de 1865 fue comisionado por el presidente Mitre para autorizar la formación de una “Colonia Militar Agrícola” en “Las Tunas” y expedir los certificados.

 

El 2 de mayo del mismo año, con motivo del estallido de la guerra del Paraguay, se le encomendó la organización de los contingentes cordobeses para el ejército de operaciones.

 

Con estos contingentes formó las Brigadas 5ª y 6ª que constituyeron la 3ª División del Interior, con la cual marchó a incorporarse en San Ambrosio (Corrientes), en el mes de diciembre, al 2º Cuerpo del Ejército mandado por el general Emilio Mitre; reteniendo Domínguez el mando del Batallón “Córdoba” Nº 1.

 

Se batió en el Paso de la Patria y en la toma de la fortificación de Itapirú, el 16 de abril de 1866; combate del Estero Bellaco, el 2 de mayo; y en la sangrienta batalla de Tuyutí, el 24 del mismo mes y año, mereciendo el coronel Domínguez ser citado en el parte pasado por el general Emilio Mitre.  Se halló también en las acciones del 11 de junio, y en las del 16, 17 y 18 de julio, en el Sauce o Boquerón de Piris, por cuyo glorioso comportamiento mereció la siguiente citación en el parte:

 

“El ataque de la 3ra División del Interior y la conducta de sus Jefes, casi todos heridos, conquistando las trincheras, es un hecho que hace alto honor a los cuerpos que la componen, algunos de los cuales entraban por primera vez al fuego, y el bravo coronel Domínguez, que los comandaba” (Parte del general Emilio Mitre, que comandaba el 2º Cuerpo).  En el parte del coronel Pablo Díaz, Jefe de Estado Mayor del mismo Cuerpo, se lee:

 

“El parte del Sr coronel D. Cesáreo Domínguez, Jefe de la mencionada 3ª División está bastante explícito y detallado y nada tengo que agregar a él, sino recomendar muy encarecidamente la comportación del mencionado coronel Domínguez, que habiendo perdido dos caballos, siguió a pie llenando sus deberes con acierto y con la energía que le es conocida”.

 

El ilustre general José Ignacio Garmendia, en un informe del 3 de setiembre de 1896, refiriéndose a los servicios de Domínguez en aquella campaña, dice: “En el combate de Potrero Sauce (Boquerón) se cubrió de gloria combatiendo al frente de la referida División, con la cual tomó la trinchera del Potrero Sauce y de haber sido sostenido por el general Polidoro, que ignoraba esta operación, la guerra no hubiera durado tanto tiempo; porque tomada esa posición, estaba salvado el Estero Bellaco, que constituía el inmenso obstáculo para nuestro avance.  En ese combate memorable perdió dos caballos y si comportación fue heroica”.

 

Asistió al rudo asalto de Curupaytí, el 22 de setiembre y por su comportamiento glorioso en la campaña, el 18 de julio de 1867 recibió las palmas de Coronel Mayor y al mes siguiente, fue nombrado comandante en jefe del 1er Cuerpo del Ejército.  Tomó parte en el movimiento envolvente de Tuyú-Cué hasta el momento en que el viejo soldado rindió el tributo de su vida en este último punto, el 9 de octubre de 1867, víctima del cólera.  Ostentó sobre su pecho varonil las medallas del Quebracho Herrado y el Arroyo Grande y fue acreedor a las condecoraciones por las acciones de la guerra del Paraguay en que tomó parte.

 

El general Domínguez contrajo enlace en San Miguel del Monte (Parroquia de la Divina Pastora), el 17 de agosto de 1832, con Antonia Maestre, porteña, nacida en 1811; hija de Manuel Maestre y Sebastiana Bujula; la cual sobrevivió a su glorioso esposo sólo hasta el 14 de febrero de 1868, fecha en que falleció en el Cuartel 4º de San Lorenzo de Navarro, en la provincia de Buenos Aires.  Fue hijo de este matrimonio, el malogrado sargento mayor Cesáreo Domínguez.

 

“El general Domínguez –dice Garmendia- era un distinguido caballero, que lo hacía simpático por su trato militar, descollando en él un ilustrado criterio y una sangre fría a toda prueba que ponía con bizarría su bravura de realce.  El general Domínguez fue una honra del ejército argentino de la guerra del Paraguay”.

 

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obhligado

Portal www.revisionistas.com.ar

Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938)

 

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