José Ignacio Garmendia

Gral. José Ignacio Garmendia (1841-1925)

 

Nació en Buenos Aires el 9 de marzo de 1841, siendo sus padres José Ignacio de Garmendia y Alurralde, y Manuela Suárez y Lastra.  Se educó en su ciudad natal, siguiendo los estudios superiores en el Colegio de San Carlos hasta el año 1859, en que con motivo del estallido de la guerra entre la Confederación y el Estado de Buenos Aires, se enroló como soldado en el 1er Batallón del 1er Regimiento de la Guardia Nacional de esta ciudad, con fecha 1º de junio de aquel año; marchando de inmediato (el 4 de julio) a la isla de Martín García, a formar parte de la compañía del capitán Héctor Varela.  Allí permaneció dos meses, al cabo de los cuales regresó a esta Capital, recibiendo los despachos de subteniente de bandera del Batallón 2º de Guardias Nacionales que mandaba el comandante Emilio Castro.

 

Pocos días después marchó a San Nicolás, donde permaneció hasta que se dio la batalla de Cepeda, tomando parte Garmendia en el último acto de la retirada por haber salido su batallón a proteger esta operación.  Asistió al combate naval librado el 25 de octubre de 1859 frente a San Nicolás, y también a la defensa de esta ciudad en el corto sitio a que la sometió el general Urquiza hasta el tratado del 11 de noviembre.

 

El 28 de julio de 1861 ascendió a teniente 2º, y poco después fue destacado de guarnición a un buque de la escuadra, a cargo del comandante Mazzini, con el cual se dirigió a San Nicolás de los Arroyos en observación de las fuerzas navales de la Confederación.  Tiempo después bajó a Buenos Aires y marchó  a incorporarse a su batallón que se hallaba en Villa Mercedes, con el cual se reunió en Rojas al ejército de operaciones, asistiendo a la batalla de Pavón, el 17 de setiembre de igual año, siempre a las órdenes de Emilio Castro.  En la noche de aquella jornada, el teniente Garmendia fue destacado con 6 hombres de avanzada sobre el flanco de la estancia de Palacios, donde tuvo lugar un tiroteo con un destacamento enemigo, tomando varios prisioneros.

 

Más tarde tomó parte en la retirada del ejército hacia San Nicolás, y en la operación que desde este punto inició a Pergamino, marcha que fue hostilizada por las fuerzas del general Urquiza.  Desde este punto marchó con el general Venancio Flores a incorporarse al grueso del ejército, que concentrado, marchó enseguida a Rosario.  Terminada la campaña, regresó a Buenos Aires en enero de 1862.

 

En 1864 fue nombrado oficial de la Legación Argentina en Montevideo y Río de Janeiro, con el ministro Mármol, y al año siguiente, al estallar la guerra con el Paraguay, renunció el puesto que desempeñaba que le aseguraba una hermosa carrera que se adaptaba a su temperamento social, para incorporarse como capitán de la 1ª compañía del 1er Batallón de la División “Buenos Aires”, el 14 de mayo de 1865.

 

En la campaña del Paraguay fue actor en las siguientes operaciones, combates y batallas:

 

Marcha concéntrica de Concordia al Paso de la Patria; pasaje del río Paraná el 16 y 17 de abril de 1866; en un reconocimiento con su compañía a las órdenes del coronel Miguel Martínez de Hoz, sobre el frente de nuestro campamento en Itapirú, el día 20 del mismo mes; batalla de Tuyutí, el 24 de igual mes; demostración a la derecha del Palmar, el 18 de julio del mismo año; movimiento envolvente sobre Tuyú-Cué, en julio de 1867; combate de avanzadas en este punto, frente al Angulo, a las órdenes del coronel Azcona, en el mismo mes y año; en una sorpresa, en la avanzada de Tuyú-Cué, que tuvo lugar en el momento de la descubierta que efectuaba el comandante Acosta; en un encuentro de avanzadas en el mismo punto, a las órdenes del comandante Gaspar Campos, que se hallaba de jefe de día; en el sitio, bombardeo y reconocimiento de Humaitá; y en un combate de avanzada frente a esta fortaleza, a las órdenes del coronel Donato Alvarez.  Refiriéndose a este hecho de armas, este Jefe,  en un informe sobre los servicios del en aquella época coronel Garmendia, dice: “El Sr. Coronel D. José Ignacio Garmendia se encontró en el combate parcial que tuvo lugar frente a Humaitá el 14 de julio de 1868; el Regimiento General San Martín a mis órdenes, contra las fuerzas que guarnecían las fortificaciones de Humaitá.  El teniente coronel entonces –prosigue Alvarez- D. José Ignacio Garmendia fue mencionado en el parte oficial que elevé al General en Jefe del Ejército, por su brillante comportación en aquel sangriento combate, y aparte de esto, fue saludado por los S. S. oficiales del Regimiento mencionado por la serenidad del comandante Garmendia en lo más recio de la pelea.  Es cuanto tengo que informar a V. S. al respecto. – Buenos Aires, noviembre 18 de 1867 – Donato Alvarez”.

 

Por su valerosa comportación en tan rudo batallar, Garmendia fue ascendido a sargento mayor el 10 de junio de 1867, con antigüedad de 1º de abril del mismo; y a teniente coronel, el 1º de febrero de 1868.

 

Se halló en la batalla de las Lomas Valentinas, el 27 de diciembre de este último año, siendo mencionado en el parte oficial por el coronel Olmedo.  En esta acción de guerra se distinguió cargando valientemente a la bayoneta con su batallón, el del coronel José María Morales y el del comandante Piñero, y poniendo en precipitada fuga al enemigo que había rodeado y tenía en situación crítica las fuerzas del coronel Olmedo.

 

En el sitio y rendición de la Angostura, el 30 del mismo mes de diciembre, siempre al mando de su batallón, cargo que ejercía desde el asalto de Curupaytí, fue nombrado comisario argentino para el reparto de los trofeos allí conquistados.  El teniente general Luis María Campos en una certificación de servicios fechada el 2 de diciembre de 1887, refiriéndose a esta comisión de Garmendia, dice “…Recuerdo que yo mismo fui a visitarlo, estando aún herido a consecuencia de la batalla de las Lomas Valentinas, cuando Garmendia trataba de convencer al comisario brasilero que a los argentinos le tocaba el gran cañón “El criollo”, que está en nuestro parque; así como a los brasileños ya se le había adjudicado “El Cristiano”, otro gran cañón que tomamos en Humaitá”.

 

Fue entonces atacado gravemente por el cólera, y como se resistiese Garmendia por delicadeza militar, bajar a la Capital, el Gobierno dispuso cumpliese de inmediato este requisito indispensable para su pronta cura, como lo acredita el siguiente documento:

 

“Guazú Virá, Julio 3 de 1869 – Al señor teniente coronel D. José Ignacio Garmendia.  En nota de fecha 10 de junio ppdo., dirigida a S. E. el señor General en Jefe, dice el Ministerio lo siguiente: Teniendo conocimiento este Ministerio que el teniente coronel D. José Ignacio Garmendia se halla enfermo en la Asunción, sin querer bajar a ésta por motivos de delicadeza, tengo el honor de dirigirme a V. S. a fin de que disponga lo conveniente para que este jefe sea conducido a esta Capital, a seguir su curación.  Dios guarde a V. E. – M. de Gainza”.

 

“Cumplida la orden de transmitir a Ud. esta nota del Excmo. señor Ministro, réstame sólo agregar que consultando su pronto restablecimiento, y en el interés de que se encuentra Ud. en aptitud de volver pronto a prestar al Ejército el valioso contingente de sus servicios, aconsejo a Ud. se traslade a Buenos Aires.  Dios guarde a Ud. – Julio de Vedia”.

 

Después de cumplimentar aquella orden, bajó a esta Capital y apenas mejorado, regresó a la zona de guerra, a pesar de su salud quebrantada, a continuar la campaña y asistir a ésta hasta su total terminación.  Regresó a Buenos Aires a comienzos de 1870 y con fecha 25 de abril de este mismo año le fueron extendidos despachos de teniente coronel de infantería de línea, siendo nombrado jefe del Batallón Provincial.

 

A principios del mes de referencia, fue enviado por el presidente Sarmiento a las islas del río Uruguay, donde apresó 100 ciudadanos orientales, que a las órdenes del coronel Ferrer intentaban invadir el Estado Oriental.  A fines del mismo mes de abril, con motivo de le rebelión jordanista, marchó con el batallón de su mando y desembarcó en Gualeguaychú, donde se incorporó al ejército que organizaba el general Emilio Mitre, el que debía abrir las operaciones desde aquel punto, siendo actor de casi todos los hechos en que intervinieron aquellas fuerzas.  Desde la estancia de Comas fue enviado Garmendia a la ciudad de Paraná, donde se hallaba sitiado por los revolucionarios el coronel Francisco Borges, entre cuyas fuerzas se contaba el Batallón “Goya”, a las órdenes del coronel Plácido Martínez.

 

Después de algunas marchas forzadas, penetró en aquella ciudad, donde asistió a varias salidas; una hasta los corrales de Abasto, donde tuvo lugar una escaramuza contra fuerzas enemigas; siendo en todas rechazado el enemigo.  Una de estas salidas fue mandada por Borges y otra por el comandante Julio A. Roca.  Posteriormente, Garmendia fue enviado a reforzar la guarnición de Gualeguaychú.  Era jefe de esta plaza, el teniente coronel Reinaldo Villar, quien en informe fechado el 8 de diciembre de 1886, dice:

 

“Durante el tiempo que el comandante Garmendia permaneció en Gualeguaychú, este jefe fue objeto de las mayores distinciones, tanto del pueblo como de sus compañeros de armas, pues su conducta, como la disciplina de su tropa, fueron dignas de la fama que precedía a tan distinguido Jefe”.

 

Terminada la campaña con la destrucción de las montoneras de López Jordán, Garmendia regresó a Buenos Aires, desempeñando siempre las funciones de jefe del “Batallón Provincial”; ejerciendo por dos veces consecutivas el cargo de diputado por la provincia de referencia.

 

En mayo de 1872 marchó a la frontera del Oeste, donde permaneció hasta el mes de junio del año siguiente.  Durante este tiempo hizo una expedición con el coronel Hilario Lagos hasta “Las Tunas”; como prueba de la estimación que Garmendia tenía entre el vecindario del 9 de Julio, los vecinos le facilitaron los caballos con que realizó la operación.

 

Cuando tuvo lugar en octubre de 1872 la gran invasión a la “Tapera de Díaz”, marchó desde el partido 9 de Julio con 40 hombres de su batallón, y después de 24 horas de marcha, sin descanso, logró incorporarse en el campo de batalla a las fuerzas del coronel Borges, quien batió a los indios en el lugar denominado “Bayanca”, siendo recomendado en el parte de este Jefe por su llegada oportuna al lugar de la lucha.

 

En enero de 1873, poco después de aquel hecho de armas, Garmendia quedó encargado de la Frontera del Oeste, cuando el titular, coronel Hilario Lagos, realizó su expedición a los toldos de Pincén.  Más tarde fue enviado a los toldos de Coliqueo, donde permaneció hasta junio del mismo año, construyendo allí un campo atrincherado para defenderse de los salvajes.  En la última fecha citada bajó a Buenos Aires, dejando en la frontera la mitad del Batallón Provincial.  Remontó de nuevo este cuerpo y marchó con él a la segunda guerra civil que acababa de estallar en la provincia de Entre Ríos, nuevamente encabezada por López Jordán.

 

En junio de 1873 marchó al pueblo de Concepción del Uruguay, cuya guarnición estaba a las órdenes del coronel Luciano González, siendo nombrado Garmendia 2º jefe de la plaza, cuya defensa organizó, según consta de las órdenes generales impartidas y otros documentos.  El 15 de octubre del mismo año, el comandante militar de aquel punto comunicaba a la Autoridad Superior, que al emprender una expedición a Gualeguaychú, dejaba el mando de la guarnición del Uruguay al teniente coronel Garmendia.  Con el batallón a sus órdenes, este Jefe se embarcó el 29 de diciembre de igual año, en aquel puerto, de regreso a Buenos Aires, realizando el viaje en el vapor de guerra “Coronel Espora”; por habérselo así ordenado el gobernador de la última provincia nombrada en virtud de órdenes superiores recibidas al efecto.

 

Cuando estalló la revolución del 24 de setiembre de 1874, el comandante Garmendia actuó en la campaña realizada para dominarla, en clase de Jefe del Estado Mayor del Ejército del Sud, al mando del coronel Julio Campos; habiendo sido organizadas aquellas fuerzas sobre la base del aguerrido Batallón Provincial, cuya brillante comportación en las distintas campañas a que asistió está perfectamente señalada por la documentación existente.  El 11 de setiembre del mismo año, Garmendia solicitó permiso al Gobierno Nacional para aceptar el empleo de coronel de las milicias bonaerenses, lo que le fue concedido el día 16 del mismo mes.  Por decreto del 18 de diciembre de igual año, el coronel Garmendia fue nombrado Fiscal del Consejo de Guerra encargado de juzgar al general Mitre y demás jefes revolucionarios en la provincia de Buenos Aires.

 

En julio de 1875, durante el amago de una invasión a la Frontera del Oeste, fue designado por el Ministro de la Guerra, Dr. Alsina, comandante en jefe de las fuerzas de reserva que se encontraban en 9 de Julio, compuestas del Batallón Provincial y milicias de este punto, Bragado y otros partidos; recibiendo del expresado Ministro instrucciones al respecto, quien otorgó tal nombramiento al coronel Garmendia por despacho telegráfico.  En diciembre del mismo año, cuando la sublevación de la tribu de Catriel, marchó desde la Verde con su cuerpo hasta San Carlos y estableció más tarde su campamento en la Verde.

 

El 5 de abril de 1876 dispuso el Ministro de la Guerra que pasase a revistar en la P. M. D. mientras sirviese a órdenes del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires.  El 11 de marzo del año anterior había sido nombrado para integrar la Comisión encargada de proyectar el Colegio Militar.  Desde el 9 de setiembre de 1875 volvió a quedar a disposición del gobierno bonaerense, por haber quedado sin efecto la movilización ordenada por el Poder Ejecutivo Nacional.  El 30 de abril del mismo año había sido nombrado para la Comisión distribuidora de los premios de la guerra del Paraguay.

 

El 19 de febrero de 1876 fue nombrado Jefe de la Frontera del Oeste de la provincia de Buenos Aires.  En octubre del mismo año, marchó desde Chivilcoy a 9 de Julio, a consecuencia del anuncio de una invasión, y por telegrama del Ministro Dr. Alsina, fue designado con fecha 6 de aquel mes, comandante en jefe de las fuerzas de operaciones al Oeste.

 

El coronel Garmendia llegó a 9 de Julio el 8 de octubre, en momentos en que tenía lugar la invasión; como tuviera pocos caballos, apenas pudo hacer montar a una compañía, con la que batió a los salvajes que habían entrado en 9 de Julio; haciendo igual cosa el comandante Díaz, que con el resto del Batallón salió un poco más tarde.

 

Al anochecer, después de haber marchado más de 15 leguas persiguiendo a la indiada y quitándoles los arreos, se unieron las dos fuerzas del “Provincial” y penetraron en el Fuerte General Paz, que estaba sitiado por los indios.  No dando ya más los caballos, se dio descanso marchando al otro día con 150 hombres del Provincial y 50 vecinos y soldados del Fuerte, sobre los salvajes, que fueron alcanzados en la Laguna del Cardón, donde rodearon la columna y la hostilizaron con sus tiradores fuertemente, quemando el campo y atacándola ocultos por el humo, pero fueron rechazados, batidos y perseguidos durante todo el día hasta dos leguas más allá de Quemú-Quemú, punto en el cual fueron nuevamente alcanzados y dispersados completamente a las 8 de la noche.

 

Al regresar la columna el día 11 a la altura de la Laguna del Cardón, batió de nuevo a otro malón, que encabezado por el cacique Pincén, había penetrado hasta la Tapera de Díaz, y que salía cargado con el botín que habían robado.

 

Durante estos tres días de penosas marchas le fueron quitados a los indios todo el arreo que llevaban y salvando el pueblo de 9 de Julio de una ruina completa.  Esta invasión fue dirigida por Alvarito Rumay y Pincén; Rumay penetró en 9 de Julio y Pincén en la Tapera de Díaz.

 

Por su brillante comportamiento en esta campaña, el coronel Garmendia recibió honrosas felicitaciones del presidente Avellaneda, del ministro Dr. Alsina, y del coronel Luis María Campos, Inspector y Comandante General de Armas en aquella época; así como también le fue regalada una espada de honor por el Poder Ejecutivo de la provincia de Buenos Aires.

 

En los partes de aquellas operaciones se detallan todos los acaecimientos que por sí son demasiado notorios, y puede calificarse de distinguidísima la rapidez de las marchas y la audacia de la acción que empleó el coronel Garmendia en estas brillantes jornadas, donde con un puñado de hombres derrotó una formidable invasión.

 

En 1877 estuvo algún tiempo en las fronteras del Oeste y Norte; habiendo desempeñado también este prestigioso Jefe otras comisiones de poca importancia, tales como miembro examinador del Colegio Militar.

 

El 1º de diciembre de 1877 pasó a revistar en la P. M. P.  El 6 de setiembre de de 1879 solicitó su baja y absoluta separación del servicio, pero un decreto del presidente Avellaneda del 14 de octubre de igual año no le concedió lo solicitado, en términos honrosos para el coronel Garmendia.  Como siempre sucede, este distinguido Jefe había sido víctima entonces de una injusticia en los ascensos, habiendo sido postergado sin causa justificada; por esta causa, el Dr. Avellaneda le pidió a su amigo Carlos Casares y más tarde, al Dr. Carlos Pellegrini, que fueran a darle una explicación, prometiendo para más tarde el ascenso.  El 8 de marzo de 1880 se le concedió la baja del ejército.

 

Desde el 29 de enero de 1879 desempeñó la jefatura de Policía de la Provincia de Buenos Aires, cargo que ejercía cuando estalló la revolución de junio de 1880, movimiento en el cual el coronel Garmendia acompañó al Dr. Tejedor; causa por la cual se halló en los sangrientos combates que tuvieron lugar en el Puente de Barracas, en el Puente Alsina y en los Corrales.  Garmendia jugó un rol distinguido en la defensa de la ciudad en aquellas memorables jornadas, habiendo sido citado en el parte del coronel Morales por el combate de Barracas.  Restablecida la tranquilidad, continuó desempeñando las funciones de Jefe de Policía hasta el 30 de agosto del mismo año, en que presentó su renuncia al sucesor de Tejedor en términos enérgicos, condenando los sucesos del domingo 29 de agosto contra vigilantes desarmados, en los que no intervino Garmendia por hallarse ausente del lugar de los hechos.

 

Reincorporado al ejército el 8 de julio de 1882, pasó a revistar en la P. M. D., designándosele para integrar la Comisión de Leyes de Organización de aquel.  Mientras estuvo de baja escribió la “Escuela práctica de la infantería en campaña” y los “Recuerdos de la guerra del Paraguay”, que fue uno de los libros más populares de la República Argentina.  La 2da edición de la primer obra citada la cedió al Gobierno por nota del 10 de abril de 1883.

 

El 12 de enero de 1883 pasó a la P. M. A., pasando el 1º de enero del año siguiente al E. M. G.  Desempeñando sus funciones en esta repartición, el 21 de agosto de 1886, recién le fue reconocida su jerarquía de coronel en el ejército de línea.  El día 12 de este mismo mes fue nombrado miembro de la Comisión Superior Inspectora del Colegio Militar, puesto que dejó en el mes de noviembre de igual año.  También había formado parte de la misma Comisión en 1882.

 

Acompañó al Ministro de Guerra y Marina, general Benjamín Victorica, en la expedición al Chaco, desde fines de setiembre hasta diciembre de 1884, siendo Garmendia el encargado de redactar el diario de la campaña.

 

El 21 de setiembre de 1885 fue designado presidente de la Comisión reformadora del manejo del arma de infantería.  Por decreto del 31 de enero de 1886 fue nombrado miembro de la Comisión Inspectora de la construcción del cuartel de caballería.  El 5 de julio del mismo año fue designado primer Comisario y Jefe de la Comisión Argentina de límites con el Brasil.

 

Por encargo de la comisión redactora del Código Militar escribió la ordenanza sobre el servicio de campaña; delitos y penas; servicio de guarnición y plazas de guerra y ley de organización de la Guardia Nacional.

 

El 14 de marzo de 1887 fue nombrado jefe del Regimiento 8º de Infantería de Línea, marchando en el mismo mes a campaña, para el reconocimiento de los ríos del territorio en litigio con el Brasil, regresando a Buenos Aires en abril de 1888.

 

Como jefe de la Comisión Argentina de límites con el Brasil, el coronel Garmendia organizó ésta con tal competencia, que fue un modelo en su carácter tanto en administración como en el orden financiero, pues demostró ser la más económica de las de límites hasta entonces y sus trabajos llevados a cabo con tal regularidad y competencia por sus miembros en medio de grandes peligros y contrariedades.

 

Fue campaña ruda, en que la inteligencia y la labor constante estaban siempre expuestos al peligro, ya con los tigres que se devoraban los hombres, o las serpientes que mataban traidoramente, o las fiebres y mil acechanzas de esa naturaleza salvaje que se llamaba territorio en litigio.

 

Por decreto del 13 de setiembre de 1886 fue aprobada por el presidente Roca el acta labrada en Montevideo por la Comisión Mixta de Límites, en cuanto a la forma en que se debían practicar los reconocimientos y tiempo designado para efectuarlos.

 

El triunfo más completo coronó la obra y Garmendia fue recibido por sus admiradores, que constituían legión, con banquetes y fiestas, pero el Gobierno a pesar de que le dedicó notas honrosísimas, no lo ascendió al generalato como le correspondía por sus honrosos servicios.

 

En esta comisión, Garmendia se distinguió litigando el verdadero límite del territorio en disputa, que un error del tratado lo posponía a los intereses argentinos.

 

El 20 de octubre de 1888 fue designado vicepresidente de la Comisión clasificadora de los Expedicionarios del Chaco.  El 2 de mayo del año siguiente fue nombrado Director interino del Arsenal de Guerra, y el 14 de febrero de 1890, Director del Colegio Militar.

 

Desempeñaba este cargo cuando tuvieron lugar los sucesos de julio de aquel año realizando en tal oportunidad una verdadera idea de guerra con un puñado de soldados: consistió la perforación de dos manzanas para sin pérdida llegar hasta el enemigo, acción que fue calificada de distinguida por amigos y adversarios.  Por su comportación en aquella emergencia ascendió a general de brigada sobre el campo de batalla, con fecha 27 de julio de 1890.

 

El 2 de setiembre de este mismo año volvió a ser nombrado Director del Arsenal de Guerra, revistando en “Lista de Oficiales Superiores”.  En noviembre del mismo año fue designado Inspector de Infantería, dando un impulso al arma, auxiliado por el entonces coronel Alejandro Montes de Oca y otros jefes; el servicio de campaña razonado y el tiro al blanco fue la base esencial de la instrucción.

 

En el mismo mes fue nombrado miembro de la comisión que debía distribuir las medallas brasileñas por la guerra del Paraguay.  El 20 de julio de 1891 le fue aceptada la renuncia de la Dirección del Arsenal, reemplazándolo el general Domingo Viejobueno.  En noviembre de este mismo año formaba parte aún de la Comisión de Límites con el Brasil y también perito de la de Chile.

 

El 12 de diciembre de 1891, siendo inspector de infantería, se dispuso formase parte de la Comisión para proyectar el Reglamento del Cuerpo de Sanidad Militar y Hospital de la Capital.

 

El 22 de febrero de 1892 se dispuso organizase la División de Zárate, que formó con los adelantos más recientes en lo relativo al estudio de la guerra sobre el terreno y la iniciativa del subalterno, siendo aquel un período de trabajo que hizo época y que reveló su resultado con el triunfo obtenido en las maniobras, en el Talar de Pacheco.  Para el entrenamiento de la división, el general Garmendia construyó un gran polígono a eclipse y puso en vigencia la nueva táctica de infantería, precursora de la que estuvo en uso durante varias décadas.  Mientras estuvo al mando de la División, Garmendia fue reemplazado en la Inspección por Montes de Oca.

 

El 11 de abril de 1892 se declaró terminada la exploración que se mandó practicar a la Comisión de Límites con el Brasil, por decreto de Relaciones Exteriores de aquella fecha, comunicándose al Ministerio de Guerra la importancia de los servicios prestados en aquella Comisión por el general Garmendia.

 

El 15 de octubre del mismo año le fue aceptada la renuncia de Inspector de Infantería que formuló el día 8 de aquel mes; y el 17 del mismo octubre fue nombrado Director del Parque y Talleres Militares.  El 9 de enero de 1893 fue designado jefe de las fuerzas de línea y de Guardias Nacionales que se encontraban en la provincia de Corrientes; marchando a esta última en momentos en que el ejército del gobierno y el revolucionario estaban por irse a las manos.  El general Garmendia se dirigió a San Roque y consiguió el desarme de las fuerzas rebeldes, que se dispersaron para reanudar sus componentes su vida ciudadana, con el mayor orden; pacificando completamente la provincia, que ocupó estratégicamente, evitando la revolución y siendo al mismo tiempo la salvaguardia de los vencidos.  Por su actuación recibió honrosas cartas, telegramas y notas del presidente Sáenz Peña y Ministro de Guerra, aprobándola completamente.

 

Con el coronel Ernesto Rodríguez presidió los actos que tuvieron lugar en Yapeyú con motivo de la inauguración del monumento al general San Martín, pronunciando en tal ocasión una brillante pieza oratoria.

 

Terminada su comisión en Corrientes, regresó a Buenos Aires para reanudar sus funciones en el Arsenal, donde su labor fue intensa a causa del movimiento revolucionario del 93.  En esta época fue nombrado jefe de la circunscripción del Sud, y al efecto hizo levantar los planos de las posiciones que rodeaban al Arsenal, distribuyendo las fuerzas a sus órdenes para que pudiesen defender este establecimiento; planos que se hallan archivados en el E. M. G.

 

El 15 de febrero de 1895 pasó a revistar en “Lista de Oficiales Generales” y el 1º de mayo del mismo año fue destinado al Consejo Supremo de Guerra y Marina.  En los comienzos de este año el presidente Sáenz Peña ofreció la cartera de Guerra al general Garmendia, que aceptó, pero razones de orden político y también la terrible desgracia que el último veía cernirse sobre su hogar: la pérdida de una hija buena y cariñoso como lo era su progenitor, hicieron desistir este nombramiento; soportando el héroe de Lomas Valentinas grandes tribulaciones en aquellos momentos crueles de su vida.

 

El 1º de octubre de 1895 pasó a comandar la 2ª Brigada de la Guardia Nacional de la Capital.  En la movilización de Cura Malal, en el año siguiente, se le ofreció un comando que no aceptó por hallarse enfermo.  En aquella época intervino en la traslación de los restos del general Lamadrid a Tucumán, habiendo formado, igualmente, en la comisión que recibió los de Rodríguez Peña.  En 1899 fue nombrado jefe de las fuerzas nacionales y jefe de la intervención de Avellaneda.

 

En la concentración de Tandil, en 1898, mandó una división de Guardias Nacionales, y el 28 de octubre de 1901 fue nombrado jefe del Estado Mayor General del Ejército; en el desempeño de este cargo, en marzo de 1902, realizó un viaje de ocho leguas en FF.CC.; 14 en coche; y 106 a lomo de mula, en la zona de la Cordillera, con fines de estudio operativo.

 

El 23 de enero de 1904 ascendió a general de división, pasando a retiro militar el 22 de setiembre del mismo año, con 51 años, 2 meses y 1 día de servicios.  Siguió prestando servicios en el Consejo Supremo de Guerra y Marina siendo elegido para un nuevo período el 1º de julio de 1910, que no terminó por haber renunciado el 5 de octubre de 1912.

 

El general José Ignacio Garmendia falleció en esta Capital, a las 3 horas p.m. del 11 de junio de 1925, de “angina al pecho”.  Había contraído enlace en esta ciudad, el 14 de noviembre de 1868 con María Rufina Reynolds, porteña, de 18 años, hija de Francisco Reynolds Sherman, inglés, y de Manuela Lastra Casal, argentina.  La viuda de Garmendia falleció en Buenos Aires, el 17 de marzo de 1931, a la edad de 81 años.

 

Ostentó las condecoraciones siguientes: cordones de plata por la batalla de Tuyutí, escudo del mismo metal por el asalto de Curupaytí; medalla de oro acordada por Ley del 28 de setiembre de 1966, por la campaña del Paraguay; otra medalla del mismo metal acordada a los que formaron parte de la Guardia Nacional de la provincia de Buenos Aires en aquella campaña, otorgada por la Legislatura bonaerense; medalla de oro con un pasador por la campaña del Chaco; las de canje del Brasil y Uruguay por la guerra de la Triple Alianza; y en 1910 la condecoración “Al Mérito”, otorgada por el gobierno de Chile.

 

Su labor literaria ha sido extraordinaria y fuera de los “Recuerdos de la guerra del Paraguay” ya mencionados, escribió los siguientes libros, todos de notable valor histórico y profesional: “Campaña de Humaitá”, “Pasaje del río Paraná”, “Batalla del Estero Bellaco”, “Batalla de Tuyutí”, “Campaña de Corrientes y de Río Grande”, “Batalla del Sauce”, “Combate de Yataytí-Corá”, “Curupaytí”, “Campaña del Pikiciry” y “La cartera de un soldado”.  Posteriormente publicó un “Estudio crítico de la campaña del Transvaal”, y una traducción sobre la Batalla de Plewna, “Estudios sobre las campañas de Aníbal·, “Viajes y exploraciones sobre la Comisión Argentina de límites con el Brasil”; y multitud de artículos y otros trabajos debidos a su pluma inagotable en la producción instructiva e interesante.

 

La República Argentina debe servicios eminentes a este bravo soldado.  Su actuación en Lomas Valentinas fue por demás honrosa, como queda dicho y como lo comprueba la siguiente carta:

 

“Campamento de Cumbarity, Diciembre 30 de 1868 – Señor teniente coronel D. José I. Garmendia.  Mi estimado Comandante y amigo: Acabo de consignar en mi parte oficial su intrépida comportación en la batalla en que acabamos de tomar parte.  No olvidaré nunca que cuando los cuerpos de mi mando rodeados de enemigos se encontraban en una situación tan difícil, acudí a Ud., y a no haber cargado Ud. a la bayoneta y los demás cuerpos de su división, no se lo que hubiera sucedido.  Reciba mi estimado compañero estas líneas como un recuerdo inolvidable.  Su affmo. Amigo – Agustín Olmedo”.

 

El teniente general Emilio Mitre, en informe que produjo en 1888, dice como sigue:

 

“Señor Jefe de la 3ª Sección del Estado Mayor General. No es para certificar la verdad de los servicios prestados por el coronel Garmendia, que son bien notorios, que mi informe pueda tener algún valor, pero sí lo es para mí que se me presente la ocasión de expresar la mucha estimación que siempre tuve por este Jefe en toda su carrera militar; bravo en el combate, constante en el servicio, conservando las fuerzas a sus órdenes en excelente disciplina; digno caballero en su porte y relaciones sociales, son prendas que lo han distinguido siempre y lo han hecho acreedor a sus jefes y de todos sus compañeros de armas.  Dios guarde a V. S. – Emilio Mitre”.

 

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

Portal www.revisionistas.com.ar

Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

 

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