Soldado Carranza del 1º de Línea

Soldado Carranza del 1º de Línea (Patricios)


 

Tras la retirada de Curupaytí era interminable aquella procesión de harapos sangrientos, de moribundos, de héroes inquebrantables, de armones destrozados, de piezas sin artilleros, de caballos sin atalayes; los viejos y los jóvenes batallones en fragmentos, los vivos mezclados a los muertos, los muertos balanceando los brazos al son del paso de los conductores o mostrando horribles heridas, y de cuando en cuando el último adiós de la muerte, una que otra bala embravecida que cruzaba sobre nuestras cabezas desgajando árboles ya que no podía matar más argentinos.

 

En ese momento el sol de Curupaytí iba ocultando su disco sangriento, detrás de ese hacinamiento de hombres despedazados, e iluminaba con una luz vaga y triste aquel cuadro de desolación.

 

Vi un soldado cubierto de lodo; venía solo, agobiado de fatiga, su paso era pesado y vacilante; caminaba demostrando el cansancio angustioso del día; conducía una enseña despedazada, sucia, ennegrecida, con una borla cortada por un balazo; en su rostro sudoroso velado por una expresión sombría indescriptible, se escondían dos ojos enérgicos y refulgentes, inyectados de sangre; cejijunto el ceño, revelaba algo de feroz aquella cara africana.  Cuando estuvo próximo, se echó el kepi hacia atrás y haciendo vibrar el estandarte con gallardía nos lanzó una altiva mirada y gritó, como si fuera el vencedor del infortunio:

 

“¡Yo soy el soldado Carranza del 1º de Línea y esta es su bandera!”

 

Aquella mirada, aquella actitud, aquella frase, tenía toda la sublimidad de la escena.

 

¡Ah! En ese momento en que todos los corazones estaban oprimidos, aquel rudo veterano no sospechaba que un modesto capitán de guardia nacional salvaría del olvido al héroe ignorado.

 

Habiendo sido herido el teniente Uriarte abanderado del 1º de Línea, el soldado Carranza le tomó la bandera; ésta le fue exigida por el capitán Fuentes del mismo cuerpo; Carranza pidió entonces al comandante Manuel Roseti que le permitiera el honor de conducirla en esa jornada, Roseti accedió al ruego patriótico del bravo soldado, dando origen esta escena al hecho que hemos narrado.

 

Sobrevino la noche… aquella noche inolvidable, de torturante recuerdo; aquella negra noche envuelta en el silencio de los muertos, y el lejano y amargo rumor de la victoria festejando crueldades de bárbaros.

 

Una luz rojiza clareando débilmente el horizonte allá a lo lejos nos anunciaba un incendio de carne humana… el campo donde yacían nuestros heridos chisporroteaba entre las llamas y los ayes de los moribundos.

 

Aquel supremo horror fue digno del genio del Dante.

 

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

Garmendia, José Ignacio – Recuerdos de la guerra del Paraguay – Buenos Aires (1890).

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