Con la toma de la ciudad de Corrientes por parte de las tropas del mariscal Solano López, el 14 de abril de 1865, se inició una de las conflagraciones más largas y sangrientas de la historia americana, donde se vieron prodigios de valor, inmenso espíritu de sacrificio y un acendrado amor por la Patria. A mediados de ese año, las fuerzas argentinas –unos 8.400 hombres de las tres armas- se encontraban distribuidos en la frontera interna en guardia contra las indiadas pampas. (1)
El Batallón 1º de Línea que se encontraba en 9 de Julio (Provincia de Buenos Aires) cumpliendo con la misión de proteger su sector, fue llamado a Buenos Aires. La lista de revista del batallón y su organización al momento de la declaración de la guerra era la siguiente (2):
Plana Mayor: teniente coronel Jefe Manuel Roseti, sargento mayor Benjamín Basavilbaso, ayudante mayor 1º Fortunato Benavente, ayudante mayor 2º Carlos Smith, subteniente de bandera Carlos Oromi.
1ª Compañía: capitán Fernando Echegaray, teniente 1º Vacante, teniente 2º Guillermo Schindler, subteniente Carlos Blanco.
2ª Compañía: capitán Ruperto Fuentes, teniente 2º Alejandro Aguirre, subteniente Eduardo Torres, subteniente Roque Morales Lezica.
3ª Compañía: capitán Otonel Peña, teniente 1º Crisólogo Rodríguez, teniente 2º Miguel Bereciarto, subteniente Felipe Durán.
Compañía de Cazadores: capitán Pedro Retolaza, teniente 1º Enrique López Parejo, teniente 2º Angel Echeverría, subteniente Carlos Santos.
El Batallón 1 de Infantería durante la guerra del Paraguay vistió en forma diferente a otros cuerpos de la misma arma.
Según referencia de varios Jefes que hicieron esa campaña, el 1 usaba el siguiente uniforme: quepi colorado con vivos verdes, bombacha de paño colorada, chaquetilla azul con vueltas coloradas, charreteras de lanilla verde, pantorrilleras de cuero amarillo, polainas blancas y zapatos negros, correaje blanco, mochila con capa enrollada en la misma cartuchera. La polaina blanca se hizo merecer el apelativo de “patas blancas”, nombre que también le fue aplicado a otros cuerpos de infantería.
El fusil en uso en ese tiempo era el de pistón con alza de corredera, graduada hasta 800 metros con su correspondiente bayoneta.
Según una planilla demostrativa del número de piezas de que se componían los vestuarios de la tropa en el año 1864, el soldado de infantería debía tener: un quepí con su funda, una chaquetilla y un blusa, una levita francesa para parada, una manta de paño, cinco camisas, tres calzoncillos, un capote inglés, un corbatín, dos pares de calzados, una mochila del país, una caramañola y una montura completa para el servicio de frontera.
El Batallón 1 de Línea fue puesto a las órdenes del general Paunero, quien comandaba la Primera División argentina. Esta unidad operativa fue embarcada en el puerto de Buenos Aires y remontó el Paraná.
El 25 de mayo, a las 15.30 horas, las fuerzas de Paunero desembarcaron en la ciudad de Corrientes donde chocaron con 1.600 paraguayos que la ocupaban. El comandante Charlone fue el primero que al frente de la Legión Militar hizo tierra, volviéndose de inmediato muy comprometido, por lo cual los otros batallones argentinos apoyaron al movimiento de Charlone. El general Paunero en su parte al general Gelly y Obes, dice que: “muy oportuna fue también la cooperación que prestó el teniente coronel Roseti con fracciones del Batallón 1, pues llegó al combate en momentos todavía críticos y se condujo con bravura”.
En su informe al general Rivas, el teniente coronel Roseti brinda más detalles del combate de Corrientes en lo que al 1 se refiere.
“Al Señor Coronel Jefe de la Infantería de la 1ª División de Operaciones Don Ignacio Rivas – Participo a V. E. que el 25 del actual habiendo recibido orden de desembarcar en el puerto de Corrientes, lo efectué con la 1ª y 2ª compañía de mi batallón inmediatamente después que lo hizo la Legión Militar, cuyo Cuerpo era conducido por el vapor nacional Pavón, que remolcaba la goleta a cuyo bordo iban las citadas, 1ª y 2ª compañías. Estas tropas eran conducidas a tierra por la lancha de la mencionada goleta y fueron entrando en combate gradualmente y a medida que desembarcaban; ya la dicha 1ª compañía era mandada por el sargento mayor graduado, capitán Don Fernando Echegaray y teniente 2º Don Guillermo Schindler y la 2ª por el capitán Don Ruperto Fuentes. Las mencionadas fuerzas fueron conducidas al combate por el que firma y el sargento mayor Don Joaquín Basavilbaso a quienes acompañaron en calidad de ayudantes los oficiales de la Plana Mayor, capitán Don Alfonso March, ayudantes mayores Don Fortunato Benavente y Don Carlos Smith, teniente 1º Don Félix Benavídez y el subteniente de banderas Don Carlos Oromi quien hizo brillar el estandarte del Batallón en lo más encarnizado del combate. Después de empezada la acción llegó a remolque la goleta que conducía la Compañía de Granaderos, cuyo capitán Don Ricardo Méndez desembarcó con 16 hombres tomando también parte de ella.
“La fuerza total del Cuerpo que se halló en este hecho de armas ascendió a 2 jefes, 11 oficiales y 120 individuos de tropa, de los que hay además 7 muertos cuya relación nominal se adjunta a V. E. para mayor inteligencia.
“Me es satisfactorio recomendar muy particularmente a la consideración superior, al sargento mayor del Cuerpo Don Benjamín Basavilbaso, por su bravura y serenidad en el combate como también por iguales causas a los aspirantes: Don Hipólito Aguiar, Don Nicolás Solar, Don Francisco Sáenz y Don Nicanor Rodríguez y asimismo a los oficiales ya nombrados que de igual modo que la tropa que desembarcó, han cumplido dignamente con su deber.
“Creo también de mi deber poner en conocimiento de V. E. que el ayudante mayor Don Valentín Monterosa, no teniendo colocación por su calidad de Ayudante de un Jefe que aún no manda cuerpo, se incorporó a la primera guerrilla del Batallón de mi mando, armado de un rifle que tomó al primer soldado que cayó en tierra, batiéndose como simple soldado.
“Es cuanto tengo que comunicar a Vuestra Excelencia en cumplimiento de las órdenes recibidas.
“Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Firmado: Manuel Roseti.
A principios de 1866 el ejército argentino quedó constituido de la siguiente manera:
1-Primera División: Brigada de Infantería, Brigada de Caballería, Brigada de Artillería, Zapadores Balseros.
2-Segunda División: Brigada de Infantería, Brigada de Caballería, Brigada de Artillería, Zapadores Balseros.
3-Cuerpo Cazadores de Vanguardia: División1 y División 2.
4-Cuerpo Observadores Alto Paraná.
5-Varias unidades de Caballería
6-33 piezas de Artillería
En total 25.000 hombres, de los cuales 12.600 eran infantes, 700 artilleros y el resto caballería. (3)
La invasión al territorio paraguayo se llevó a cabo con el apoyo de los fuegos de la escuadra brasileña y las tropas de desembarco organizadas en dos escalones.
El primero de éstos fue precedido por zapadores que despejaron la zona de desembarco. No bien terminaron la tarea la infantería inició con éxito la formación de una cabecera de playa, la cual fue ampliada en el transcurso de combates posteriores. El Batallón 1º integraba el segundo escalón. Este hizo tierra en la segunda orilla recién a la noche, dado que un fuerte temporal azotó la zona retardando el desembarco. Excepto una agrupación que sí lo hizo, el resto de las fuerzas permaneció a bordo hasta la mañana, iniciando a las 15 la marcha hacia la línea de fuego. El 1 de Infantería ya pisaba el territorio paraguayo y ocupaba el 26 de abril el campamento que evacuaran los paraguayos en su retirada. (4)
El batallón 1º de Línea en el Cuadrilátero
El 2 de mayo de 1866 una agrupación de 5.500 paraguayos de las tres armas efectuó un reconocimiento ofensivo de las posiciones aliadas. El coronel Díaz responsable de su ejecución consiguió la sorpresa y varios éxitos iniciales. Esta causa decidió al Jefe paraguayo, embargado por el entusiasmo, a iniciar la persecución a fondo de las unidades batidas que tenía a su frente, para lo cual no estaba preparado y que, al final, lo llevó a un desastre, pues los aliados recuperados de la sorpresa de los primeros golpes se rehicieron rápidamente obligando a éstos a detenerse. La concurrencia de dos Batallones de Infantería –que Díaz tenía de reserva- en procura de la prosecución del movimiento, fue en vano, pues las unidades aliadas que ya habían reaccionado contraatacando, convirtieron el éxito de Díaz en una grave derrota. El Batallón 1º que participó de este último movimiento escribió otra página digna de su fama y el general Paunero, en el parte que elevó al Jefe del Estado Mayor asentaba que “el lugar de este hecho de armas hoy sembrado de cadáveres enemigos es un elocuente testimonio de la gloria conquistada por el Regimiento 1 de Línea”.
A mediados de mayo el mariscal Francisco Solano López tenía ante sí la masa del Ejército Aliado. Contando él con 25.000 hombres y 100 cañones en Estero Bellaco, se decidió a librar una batalla decisiva en ese mes. Esta acción se efectuaría por medio de un aferramiento frontal combinado con un doble envolvimiento.
El ejército paraguayo chocó así con 29.000 soldados aliados en la primera acción de Tuyutí, el día 24.
La columna izquierda paraguaya (general Resquín) cayó sobre el sector argentino sorprendiendo al Batallón 5 de Línea que daba la seguridad. Lo impetuoso del ataque desarticuló a varias unidades, pero la reacción de un grupo de dispersos del 1 y 3 de Caballería obligaron a la caballería adversaria a retroceder pasando entonces la masa de las unidades empeñadas a un violento contraataque que hizo que la columna de Resquín fracasase en su misión de envolver por la izquierda el campo aliado. En el transcurso de la acción, el mayor Basavilbaso fue muerto al frente de las fracciones del 1 que conducía personalmente al ataque.
Tuyutí constituyó una aplastante derrota para López que perdió la mitad de sus efectivos. Si bien reestructuró sus fuerzas y el nuevo ejército mantuvo su espíritu de lucha, su calidad ya había desmejorado notablemente y no se recuperaría más.
El mariscal López estaba desde ahora condenado a sostener una guerra de posiciones manteniéndose en una defensiva estricta. Sus ataques no tendrían la magnitud del que ejecutara el 24 de mayo, pero para mantener alarmados a los aliados y foguear a sus reclutas, López realizó frecuentes acciones parciales contra las posiciones enemigas (5), acciones que continuaron hasta el 10 de julio de 1866.
El 11 de julio de 1866 comenzaron los combates de Yataity-Corá. Un testigo presencial los relató brillantemente y su lectura llena el alma argentina de noble emoción:
Encontrándose el ejército aliado acampando en Yuyucty, fueron designados para hacer el servicio de avanzada los batallones 1º de Infantería de Línea y 1º de Guardias Nacionales de Corrientes, a las órdenes del coronel Manuel Roseti, Jefe del 1º. En cumplimiento de tal disposición, los referidos cuerpos dejaron sus campos en la mañana del 11 de julio de 1866 y marcharon a ocupar las isletas de Yataytí-Corá, situadas sobre la margen derecha del Estero Bellaco, distante veinticinco cuadras más o menos del ángulo formado por la línea de fortificaciones ocupada por el Regimiento 1º de Artillería a caballo del primer cuerpo del ejército argentino. El Batallón primero de Guardias Nacionales de Corrientes al mando de su Jefe el teniente coronel Desiderio Sosa recibió órdenes para destacar un servicio de avanzada sobre el estero de Bellaco, en los puntos que le fueron determinados. El Batallón 1º se situó encolumna a 500 metros a retaguardia, cubierto por una de las referidas isletas y como reserva de aquél. Serían aproximadamente las 12 hs cuando se sintió un vivísimo fuego de fusilería sobre los destacamentos avanzados; los paraguayos, con dos batallones de infantería y varias coheteras a la Congreve los atacaron resueltos y impetuosamente, obligándolos a replegarse sobre sus reservas. Los atacantes pasaron al referido estero y continuaron hostilizándolos hasta encontrarse con el grueso del batallón que concurría en protección de aquéllos, trabándose así un reñido combate.
En el impetuoso ataque la superioridad numérica se impuso y obligó al Batallón a ponerse en retirada después de sufrir sensibles pérdidas. El enemigo aprovechando estas circunstancias, continuó asediándoles con tenacidad y hubo momentos en que se produjo desorden en la formación táctica.
El valor y la audacia del comandante Sosa y sus dignos oficiales evitaron el desastre, contribuyendo también la presencia del 1º que en esos difíciles momentos llegaba en columna a ocupar su puesto de honor en ese hecho de armas al que ligó su nombre de una manera tan digna como gloriosa. En tal situación, el 1º, que ocupaba una pequeña meseta, se desplegó en batalla y rompió el fuego sobre su adversario. Este hizo alto, organizó sus unidades y atacó apoyado en su movimiento ofensivo por el regimiento de caballería, que con aire de carga se aproximó, obligando a tomar la formación defensiva de “cuadro”.
Los fuegos de las coheteras causaron muchas bajas y hubo momentos en que más de la tercera parte de la cuarta cara, mandada por el capitán Adolfo Mores, cayeron a tierra, recibiendo éste una seria contusión. A su vez las granadas al explotar incendiaron en varios puntos los altos pajonales que circundaban el camino ocupado por el 1.
El enemigo atacaba con denuedo y mayor empeño y en esos momentos fue cuando se oyeron voces de los jefes y de los oficiales invocando a la Patria y a las gloriosas tradiciones del 1. Cuando era más comprometida la situación, cuando más inminente era el peligro, se vio al subteniente de bandera Pacual Uriarte subirse a un “tacurú” que estaba en el centro del “cuadro” y allí, levantando cuanto le fue posible la legendaria bandera la agitó en torno de los bravos que la defendían y con voz vibrante de vivas al batallón 1 hizo de ese cuadro triste y doloroso el recinto de honor y de la gloria donde deben cumplirse la fórmula jurada de salvarla o morir con ella!… Y allí estaba, cuando un cohete a la Congreve se enterró en el “tucurú”; el segundo Jefe del cuerpo Fernando Echegaray, intentó arrojarlo fuera del cuadro con el noble propósito de evitar la muerte de Uriarte; pero al tomarlo por el extremo del palo, estalló la granada destrozando el pecho de tan noble como valiente guerrero. Al caer dijo al ayudante mayor Carlos Amith: “recuerde que es oficial del 1 y que está amando al 1 como amó a la patria”, y expiró. El teniente 1º Miguel Bereciarte cayó atravesado por una bala de fusil y mientras tuvo un hálito de vida golpeaba el suelo con sus manos, exhortando a los soldados al combate.
Dentro del reducido espacio que encerraba el cuadro se producían hechos análogos que conmovían las fibras más íntimas del alma de los que quedaban en sus puestos de honor. El subteniente Francisco Sáenz recibió dos balas de fusil, una en la garganta y otra en el pecho. Al subteniente Nicanor Rodríguez una bala de fusil le destrozó la cabeza, y al subteniente José María Caraza lo atravesó el palo de un cohete.
“Murió dando vivas al batallón y dirigiendo sus últimas palabras a sus soldados. Estos tres jóvenes oficiales, pues no tenían veinte años en el ataque y toma de la Ciudad de Corrientes el 25 de mayo de 1865, señalaron su arrojo y su valor luchando como soldados distinguidos en las filas de la primera compañía y con ella se batieron en el Paso de la Patria, el 16, 17 y 18 de abril; el 2 de mayo; el 20 de mayo; el 24 de mayo en la histórica batalla de Tuyutí. Este día, rendían sus vidas a su frente y envolvían sus nombres en eso que se llama gloria. Serían las 13.30 horas y tal era el estado del combate bosquejado a grandes rasgos cuando se recibió la inesperada orden de que el batallón se retirase, lo que importaba abandonar el campo enemigo, y lo que era aún peor, dejar allí a los heridos y a los muertos”.
El coronel A. Roseti adujo estas y otras razones, agregando que consideraba del caso se le enviase protección para salvar aquéllos y también el honor del batallón; el teniente Féliz Benavídez, llevó ante su superior esta petición, regresando instantes después con la reiteración de la orden recibida.
Había llegado el momento más difícil, el 1 iba a dar la prueba más concluyente de su disciplina, de su espíritu militar, de su cariño al cuerpo y de sus ideales por la Patria. Los paraguayos se encontraban a 60 o 70 pasos de tres de las caras del cuadro y en el centro de éste había un jefe, cuatro oficiales muertos y tres heridos: Benavídez, Palacios y Solá; tres contusos y más de sesenta soldados entre muertos y heridos. El coronel Roseti dictó sus disposiciones y el batallón inició su retirada sin confusión ni apresuramientos. Sobre la marcha tomó como le fue posible la formación de batalla, dejando sobre el campo que habían ocupado a sus queridos compañeros caídos como leales y valientes soldados del 1 y muy dignos de la Patria. Como era natural, el movimiento retrógrado que se efectuaba alentó y dio al enemigo todo el brío y la audacia que produce la derrota del adversario, emprendiendo el avance y llegando que hubo al campo abandonado, los paraguayos cayeron con saña feroz a ultimar a bayonetazos a los heridos y a cobrar el botín de la victoria.
Momentos antes de estos hechos, no debo silenciar otros que quizás influyeron decisivamente para que el combate se restableciera en la forma que voy a narrar.
Entre los heridos que quedaban se encontraba el sargento 2º José María Abrego, que tenía una pierna fracturada por una bala a la altura del muslo (fue muerto a bayonetazos por los paraguayos). El suboficial se incorporó y levantando su fusil dijo con voz enérgica: “¿Es posible que se retiren y nos dejen tomar prisioneros? ¡Vengan compañeros!
El soldado Alejandro Sider, que tenía un balazo en un tobillo, gritó que no lo abandonasen, y así se dejaron oír otros llamamientos. El batallón se había alejado unos ochenta a cien pasos y marchaba en batalla haciendo fuegos en retiradas cuando estos hechos ocurrieron. El coronel Roseti, tan valiente como noble soldado, dirigiéndose al batallón le dijo: “Es la primera vez que el batallón 1º se retira del frente de sus enemigos”, y dejándose llevar por esta cruel idea, se arrancó una de las presillas y arrojándola al enemigo agregó: “No soy digno de ser su jefe”. Estas palabras produjeron en las destrozadas filas del 1 un efecto extraño. Se dejaron oír voces de “¡Viva el Batallón 1 de Línea!”.
Como obedeciendo a un mandato de la Historia, el 1 dio frente a retaguardia y contraatacó.
Al efectuar aquel movimiento, el abanderado Pascual Uriarte, por indicación del ayudante Smith, fue rodeado por el sargento Juan Gutiérrez, el cabo Manuel Acevedo y los soldados Policarpo Rocha, Pedro Videla, Lorenzo Malaver, Basilio Belliza, Martiniano Correa, Daniel Molina, Agapito Ríos, Laureano Chors y otros y se lanzaron al encuentro del enemigo en medio de la lucha y la confusión, no descuidando la bandera que en esa ocasión, como en otras, marcó del derrotero de la victoria.
El batallón sufrió una desmembración, no hubo orden, y se veían en distintas direcciones destacarse grupos de soldados acaudillados por los capitanes Ricardo Méndez, Roberto Fuentes, Adolfo Moral, Fortunato Benaventes, teniente Miguel Sagistra, Alejandro Aguirre, Felipe Durán, Félix Benavídez, subtenientes Nicanor Solá, Daniel de Solier, Agustín Polucú, Isaac Sempi, Hipólito Aguilar, corriendo al encuentro del enemigo, el cual jamás esperó esta reacción súbita, impetuosa y temeraria. El contraataque produjo la sorpresa y el desbande de los paraguayos, obteniéndose ventajas hasta llegar al acampo donde estaban nuestros muertos y nuestros heridos.
Describir los episodios que se produjeron es casi imposible. Sin embargo, para que pueda formarse un concepto de ellos referiré el siguiente: El sargento 1º de la compañías de cazadores Manuel Fernández, que seguía en las filas aunque tenía una herida de bala en la cabeza, había perdido el quepís, con la cara y la ropa llena de sangre, se irguió, levantó el rifle y con vos de trueno y ademán terrible, se dirigió a sus compañeros profiriendo palabras dignas de un héroe y acompañado de ellos se lanzó hasta encontrar a sus enemigos victoriosos. Allí en el campo del honor y de la gloria, entre el humo, el estruendo de los tiros y el choque sordo de las armas, los bravos del 1 arrojaron al otro lado del Estero Bellaco a sus enemigos, sin que intentasen volver al combate. El movimiento cesó, sobre el campo reconquistado, donde estaban los muertos y los heridos. El batallón recogió a unos y a otros. Los paraguayos no llevaron ninguno. Después de cumplir este sagrado y tristísimo deber, el Batallón formó encolumna y marchó a su campo y aunque en el rostro de todos se veía claramente la profunda pena que embargaba sus espíritus por la pérdida de tantos compañeros, llevaban en sus corazones la convicción de haber cumplido la palabra empeñada por el Jefe del Cuerpo, coronel Manuel A. Roseti, para con el teniente general Bartolomé Mitre, presidente de la República, al contestar la alocución que éste dirigió al batallón al marchar a la campaña del Paraguay y que concluyó diciendo: “Sois el 1º en número, el 1º en glorias y el 1º en presentarse al campo de batalla a hacer flamear esa bandera que tantas veces habéis cubierto de glorias”, contestando el jefe del cuerpo: “Excelentísimo señor: Podéis estar seguro de que el batallón de mi mando sabrá cumplir con su deber en el puesto que se le designe”. (6)
El general Garmendia en sus “Recuerdos de la Guerra del Paraguay” dice con verdad que en los penosos combates de Yataytí-Corá las unidades que más lidiaron y sufrieron, fueron entre otras el 1 de Línea.
Curupaytí
Meses después de la acción ya descrita, las tropas aliadas, entre las que figuraban 9.500 soldados argentinos, eran reestructuradas en cuatro agrupaciones para el ataque a Curupaytí.
El sitio elegido por López para detener el avance enemigo era una formidable posición con sus flancos apoyados por el río Paraguay y la laguna López. Contaba con magníficas trincheras y casamatas, amplio campo de tiro y varias filas de abatíes complementaban muy eficazmente las obras de la defensa. A las 7 de la mañana del 22 de setiembre de 1866, la escuadra brasileña inició un fuego de preparación que duró hasta después del mediodía. A las 7.30 hs, las cuatro columnas de ataque (las dos de la izquierda eran imperiales y las dos de la derecha argentinas) ocuparon la zona de apresto escalonándose en líneas sucesivas. La columna al mando del coronel Sussini estaba constituida por dos escalones.
El segundo de éstos consistía en la División 1 argentina (Legión militar, 3º de línea, San Nicolás y 1º de Línea). (7)
Los batallones iniciaron la marcha hacia la muerte con paso lento y el alma henchida de coraje. A las 12.30 hs el almirante Tamandaré dio por terminada la preparación de artillería en el momento en que la infantería cruzaba la línea de ataque y comenzó la batalla, la horrorosa batalla de Curupaytí.
Un enorme y certero volumen de fuego paraguayo comenzó a cercenar vidas. “¡No es nada, cierren los claros, adelante!” se decía. “¡Adelante!” repetían los soldados mientras saltaban sobre los muertos y los moribundos que caían despedazados por la metralla.
A los vítores del asalto respondía el cañón, con nuevas descargas que hacían clarear las filas aliadas, pero lo mismo el ataque continuó pese a la muerte, al fuego, al malezal, al bañado, a las fatigas y al horror.
El bravío empuje del soldado argentino lo llevó a pocos metros de la trinchera blasonada con una gran bandera paraguaya y aunque la voluntad de llegar se incrementaba a cada paso, al fin las fuerzas se agotaron.
Revolcándose en la propia sangre entremezclada con sudor, los hombres llegaron exhaustos hasta el parapeto donde el ataque se quebró.
El moribundo con crispados dedos oprimía el abatí que lo detenía desgarrándole… ¡escena grandiosa! –dice Garmendia- tres horas recibiendo la muerte a quemarropa e iluminando aquellos rostros estremecidos por las contracciones del furor sublime. En horas de la tarde, se recibió la orden de retirada.
Las reservas intervinieron para recibir a las unidades que se replegaban desangradas. El 1 de Línea que marchaba de cara a la muerte comandado por Roseti había perdido muchísimos hombres afrontando el fuego con toda intrepidez.
En el asalto a las trincheras de Curupaytí, el mismo Roseti encontró la muerte de los héroes. Ofrendó su vida a la Patria al frente de su batallón de titanes, exhalando el último aliento para alentar a sus soldados al combate. Junto a éstos, está en la historia como arquetipo sublime de lo que son los infantes de la Patria Argentina.
La retirada, si bien ordenada, tuvo las mismas características penosas del ataque, pero pese a todo no vaciló el ánimo de uno solo.
Y para corroborarlo tomaremos una vez más la obra de Garmendia: “Vi un soldado cubierto de lodo; venía solo, agobiado de fatiga, su paso era pesado y vacilante, caminaba demostrando el cansancio angustioso del día, conducía una enseña despedazada, sucia, ennegrecida con una borla cortada por un balazo. En su rostro sudoroso velado por una expresión sombría indescriptible, se escondían dos ojos enérgicos y refulgentes inyectados de sangre, cejijunto el seño, revelaba algo de feroz aquella cara africana.
“Cuando estuvo próximo se echó el quepís hacia atrás y haciendo ondear el estandarte con gallardía lanzó una mirada altiva y exclamó, como si fuera el vencedor del infortunio: “¡Yo soy el soldado Carranza, del 1 de Línea y esta es su bandera!”
“Aquella mirada, aquella actitud, aquella frase, fue la síntesis de toda la sublimidad de la escena” (8)
Así fue Curupaytí.
En setiembre de 1866 el Batallón 1 fue retirado de primera línea pasando al campamento argentino de Tuyú-Cué para ser reestructurado.
A principios de 1867 revistaba en la unidad el siguiente personal superior:
Plana Mayor: sargento mayor Pedro Retolaza, ayudante mayor 1º Félix Benavídez, teniente 1º agregado Francisco P. Sáenz.
1ª Compañía: capitán Carlos Smith, teniente 2º agregado Diego Saborido, subteniente Isaac Sempol.
2ª Compañía: capitán Ruperto Fuentes, teniente 2º Augusto Palacios, subteniente Enrique Espind.
3ª Compañía: capitán Crisólogo Rodríguez, teniente 1º Felipe Durand, teniente 2º Pascual Uriarte, subteniente Hugo Drucker.
4ª Compañía: capitán Rodolfo Morel, teniente 1º Segundo Bonaora, teniente 2º Daniel Doler.
Compañía de Granaderos: sargento mayor – grado de capitán Félix Fernández, teniente 1º Manuel Sagrista, teniente 2º Diego Savoredo, subteniente Pacual Beascochea.
El 20 de setiembre del año anterior había sido promovido a Sargento Mayor el capitán Pedro Retolaza, quien a la muerte de Roseti se hizo cargo del batallón. El 26 de octubre de 1867 asumió este comando el teniente coronel Juan Ayala, pasando Retolaza a continuar prestando servicio en otro destino.
El 2 de octubre de 1867 y el 3 de noviembre del mismo año se libraron las acciones de Humaitá y Tuyutí respectivamente. Los partes oficiales no mencionan al batallón 1 de Línea, pero es evidente que combatió en ambas oportunidades, dado que la unidad operativa a que pertenecía actuó al completo en las dos oportunidades. Luego de estas acciones regresó a sus campamentos en Tuyú-Cué hasta abril del año siguiente. En esa fecha la 1ª, 2ª, 3ª y 4ª compañía y la compañía de Granaderos marcharon a Paso Pacú hasta junio; continuaron luego al Chaco quedando allí hasta fines de agosto. Tuvo lugar el 1º de ese mes un combate que el parte de la acción relata así:
“Campamento en el Chaco, agosto 2 de 1868 – Al Señor Comandante interino de las fuerzas argentinas en el Chaco, teniente coronel D Luis María Campos: Pongo en conocimiento de Usted que anoche, después de establecido el servicio en la laguna, con diez y ocho canoas tripuladas con la fuerza del batallón de mi mando, más la dotación de una pieza a las órdenes del teniente 2º del Regimiento de Artillería ligera, D. M. Rivarola, apoyando nuestra línea en la izquierda de la línea de canoas que mandaba el mayor Bueno, apareció el enemigo en número de nueve o diez canoas, a las once de la noche. Los paraguayos con esa audacia que tanto los distingue en la guerra que sostienen, atacaron la parte que guarnecía el mayor Bueno; la parte atacada cedió al ataque, dando paso al enemigo, pero habiendo el que suscribe dado la señal de ataque a la línea que formaba el batallón, atacaron al enemigo cinco canoas, que eran las únicas que se podían mover mandadas, la 1ª por el teniente Don Diego Saborido; la 2ª por el teniente D. Leopoldo Junio; la 3ª por el subteniente D. Fermín Riso, la 4ª por el ayudante mayor D. Manuel Sagrista y la 5ª por el teniente D. Manuel Rivarola. El ataque fue llevado al enemigo por nuestros oficiales y soldados con una decisión y valor dignos de todo elogio. El teniente D. Leopoldo Junio abordó una chata enemiga, haciéndole muchos muertos y heridos. El teniente D. Manuel Rivarola, contribuyó eficazmente dando al enemigo un buen tiro de metralla, echando una canoa a pique y matando toda una tripulación. Las lanchas que tomaron las fuerzas de mi mando, fueron dos, una a pique y otra llena de muertos y heridos, quedando todo en poder del mayor Bueno.
“El sargento mayor graduado D. Nicanor Pico, encargado de la mayoría del Cuerpo, concurrió inmediatamente a organizar la línea de canoas, que con motivo del ataque quedó en desorden y de paso tomó los siguientes datos de los prisioneros: que el jefe de la expedición era el coronel Ermosa, que fue muerto por uno de nuestros soldados; que las canoas eran nueve; que la fuerza sitiada en el monte no tiene mantención y que su número pasaba de mil hombres.
“Las pérdidas que hemos tenido son: dos soldados heridos y dos contusos del 1º de Línea, uno del 6º y otro de la Legión Militar, estos dos últimos de granada.
“La pieza de artillería que mandaba el citado teniente Rivarola, hizo diez y siete tiros a metralla, y la fuerza de infantería consumió 900 paquetes.
“Me permito recomendar a todos los señores oficiales y tropa que se hallaron bajo mis órdenes, por su buena comportación – Dios guarde a Ud. – Firmado: Ruperto Fuentes”.
En el mes de setiembre, se realizó una nueva marcha; el Batallón Nº 1 de Infantería de Línea, llegó al campamento de Humaitá.
El teniente coronel Juan Ayala, jefe del Batallón 1º de Infantería de Línea, es ascendido por S. R. al grado de coronel y el sargento mayor Ruperto Fuentes a teniente coronel, por medio de sendos decretos.
En el mes de octubre el Batallón llegó a su Campamento en las Salinas.
El 27 de diciembre, el jefe accidental del Batallón 1º de Línea, en campamento en Yucuty, que operaba al mando del general Juan Andrés Gelly y Obes, envió el siguiente parte:
“Al Señor Jefe de la 1ª División del 1er Cuerpo de Ejército coronel graduado Don Juan Ayala – Campamento en Yucuty 27 de diciembre de 1868 – En cumplimiento de las órdenes de Vuestra Señoría cargó el Batallón el día 27 las trincheras enemigas, cabiéndole la gloria de ser el primero en pasarlas y como en ese momento fuese puesto fuera de combate el mayor Pico, según la Orden de Vuestra Señoría me hice cargo del batallón, el cual arrolló al enemigo por esa parte persiguiéndole hasta la orden de regresar. Pérdidas sufridas: muertos: 1 subteniente, 1 mayor graduado; heridos: 1 capitán, 42 soldados.
“Al felicitar a V. S. por el gran triunfo obtenido este día me es satisfactorio el encomendar la digna y brava comportación de todos los oficiales e individuos de tropa – Dios guarde a V. S. – Firmado: Félix Benavídez.
El 27 de diciembre de 1868 tuvo lugar la segunda batalla de Itá-Ivaté más conocida por Lomas Valentinas. Los aliados atacaron a los paraguayos divididos en tres columnas. La columna de la derecha llevó el envolvimiento a la posición enemiga y estaba constituida por el 1 Cuerpo de Ejército Argentino, el cual efectuaría el asalto. Constaba de:
Primera División: 1ª Brigada (3º de Línea, Legión Militar), 2ª Brigada (1º de Línea, Batallón San Nicolás, Batallón 1º de Corrientes).
Segunda División: 3ª Brigada (4º de Línea, 5º de Línea), 4ª Brigada (6º de Línea, Batallón La Rioja, Batallón Catamarca).
A continuación avanzaba el Segundo Cuerpo brasileño como reserva.
Iniciado el ataque, resultó exitoso en todos los sectores, retirándose los paraguayos sin poder detener a sus adversarios. Hubo empero un momento en que se produjo un violento contraataque enemigo que hizo retroceder un batallón argentino. Intervino de inmediato el 1 el cual, seguido por el 3 y la Legión, restableció la situación haciendo continuar el movimiento hacia delante, el cual terminó con una resonante victoria.
Las pérdidas del Ejército de López fueron enormes y él mismo, que huía por una picada, fue perseguido aunque sin resultado. (9)
En 1869 la lucha continuó en forma esporádica, dado que el agotamiento paraguayo hizo que la guerra fuese una guerra de partidas y no de ejércitos. El 1 participó en 2 combates más, Batuy y Potrero de Recalde, donde se dieron muestras de valor y audacia, como ser la narrada por el siguiente trozo de documento:
“… Capitán Don José Domínguez Jerez del Batallón 1º de Línea, ayudante del Sr. Coronel Don Juan Ayala, se distinguió en mucho, por ser uno de los primeros que con espada en mano se lanzó sobre el enemigo peleando cuerpo a cuerpo de cuyo arrojo hubiera sido víctima a no ser defendido por los soldados, quedando así mismo contuso…” (10)
Este combate fue para el 1 el último en la campaña del Paraguay, dado que la guerra terminó poco después y la Unidad no volvió a ser empeñada.
En el año 1869 el Batallón 1 de Línea fue utilizado como fuerza de ocupación, teniendo los siguientes destinos:
Enero, Curumbarity; febrero-abril, Trinidad; Mayo, Luque; Junio, Yuquerí; Julio, Cuazú-Virá
En setiembre la Plana Mayor, Granaderos, 1ra, 2da, 4ta. Compañía y la Compañía de Cazadores tuvieron su asiento en Garaguatay, mientras que la 3ra Compañía la tuvo en Caa-Guapey. En octubre se operó la reunión de toda la Unidad en el Campamento de Patiño-Cué.
A principios de 1870 la lista de revista del Batallón era la siguiente:
Plana Mayor: coronel Juan Ayala, teniente coronel Ruperto Fuentes, sargento mayor graduado Angel Zavalía, capitán Domingo López, ayudante mayor Diego Saborido, subteniente de bandera Vicente López, subteniente de guerra Ramón Sánchez.
1ª Compañía: capitán Mucario González, subteniente José Molina, subteniente Ignacio Rodríguez.
2ª Compañía: capitán Segundo Bonahora, teniente 2º Carlos Palacios, subteniente José Astorga.
3ª Compañía: teniente 1º Manuel Algañaras, subteniente Manuel Córdoba.
4ª Compañía: capitán Nicanor Puo, teniente 2º Joaquín Beracochea, subteniente Pedro Benítez, subteniente Pedro Farías.
Compañía de Granaderos: subteniente Miguel Gutiérrez, subteniente José Manuel Saborido.
Compañía de Cazadores: teniente 1º Pascual Beracochea, subteniente Pedro Lafflor.
De enero a marzo estuvo en Villa del Rosario, en abril en Villa Buges y en marzo en Goya.
En junio guarneció Paraná, pasando julio a ocupar Punta del Sauce. De agosto a setiembre volvió a Paraná. Al mes siguiente el Batallón concurrió a Puntas del Obispo, menos la Compañía de Granaderos que acampó en el Quebracho.
En noviembre la Unidad se reunió en Nogoyá volviéndose a fraccionar en seguida entre Concepción del Uruguay y Arry-Gena.
En enero de 1871 ocupó Concepción del Uruguay donde participaría en la represión de la Revolución del general Ricardo López Jordán.
Referencias
(1) Coronel Félix Best – Historia de las Guerras Argentinas – Tomo II, página 234. Peuser, 1960.
(2) Libro Histórico del Regimiento de Infantería 1 “Patricios”, Tomo I, folio 202.
(3) Coronel Félix Best – Historia de las Guerras Argentinas – Tomo II, página 251, Peuser (1960).
(4) Coronel Félix Best – Historia de las Guerras Argentinas – Tomo II, página 258, Peuser (1960).
(5) Coronel Félix Best – Historia de las Guerras Argentinas – Tomo II, página 256, Peuser (1960)
(6) General Smith – Yataytí-Corá y el Batallón 1 de Línea – Artículo aparecido en La Nación del 1º de febrero de 1918.
(7) General José Ignacio Garmendia – Recuerdos de la Guerra del Paraguay – Edición 1890, página 175, Buenos Aires.
(8) Extractado de la obra “Recuerdos de la Guerra el Paraguay”, del autor antes citado.
(9) Coronel Félix Best – Historia de las Guerras Argentinas –Tomo II, página 305, Peuser, Buenos Aires (1960).
(10) Memorias de Guerra del Estado Mayor del Ejército – Libro 19-1-1-7, páginas 91 a 100.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Portal www.revisionistas.com.ar
Scunio, Alberto D. H. – Patricios – Círculo Militar – Buenos Aires (1967).
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