No hay ni puede haber motivos más poderosos de desaliento en un ejército que el hambre y la miseria máxime cuando en el caso de los paraguayos no se columbraba en el horizonte señal alguna que indique un término más o menos próximo de tan dura campaña. El mariscal López empleaba todos los medios a su alcance para fortalecer el espíritu y mejorar en lo posible la moral del ejército. A este fin, a más del “Semanario”, que no sólo registraba en sus columnas los sucesos de la guerra, sino que hacía una propaganda tenaz contra los aliados en el sentido de desacreditar su causa ante la opinión, mandó fundar un periodiquín llamado “El Centinela”, cuyo director y redactor en jefe era el boliviano Dr. Roca, y otro llamado “Lambaré”, que se redactaba en guaraní, bajo la dirección del Padre Espinosa. Estos dos periódicos veían la luz en la capital y se distribuían profusamente en la campaña y en el ejército. En Paso Pucú se estableció una imprenta, y por indicación del Mariscal se fundó un periódico satírico de caricaturas. El que escribe estas memorias fue encargado de la dirección y redacción del mismo, contando con la poderosa colaboración de varias personas de reconocida competencia (1). Durante dos o tres días fue vivamente discutido el título que debía llevar dicho periodiquín, así como el dibujo que debía servirle de frontispicio o portada. Por fin, fue aceptada la idea mía de que fuese llamado “Cabichuí”, nombre de una avispita negra muy brava, que construye su colmena en los árboles y en los aleros de las casas; igualmente fue aprobado el dibujo de la portada, consistente en un negro acosado por una multitud de avispas.
El “Cabichuí” era redactado en español, y no puramente en guaraní, como equivocadamente aseguran, en sus respectivas obras, Thompson y Schneider.
D. Benigno López, hermano menor del Mariscal, no estaba conforme con la idea de la aparición de un periódico satírico, manifestando que una publicación de este género difícilmente podía sostenerse, no contando para su desenvolvimiento con más campo que el estrechísimo del ejército aliado, y que, por consiguiente, tendría vida corta.
Pero esta observación, por más fundada que fuese, no podía prevalecer ante las miras que tenía el Mariscal para sugerir su fundación; y así, a pesar de todo, se llevó adelante la idea, y salió el primer número el lunes 13 de mayo de 1867.
Thompson, hablando de esta publicación, dice que sus chistes eran “groseros y estúpidos”.
Efectivamente, su estilo estaba calculado para entretener a los soldados de un campamento frente al enemigo, y ya se sabe que los gustos de los soldados nunca pueden compararse con los de una sociedad culta y civilizada. Por esa razón, el estilo de la redacción tuvo que adaptarse a esa circunstancia especial, a fin de llenar el objeto que se tenía en vista; y a fe que a este respecto su triunfo fue completo. Se leía con avidez en todo el país, y su fama se extendió hasta el campamento enemigo, donde se mandaban echar algunos ejemplares de cada número, produciendo allá, como entre nosotros, la risa y la carcajada.
El dibujante era un sargento Godoy, vecino de la capital, y los grabadores eran los soldados J. Aquino, B. Acosta, G. Cáceres, F. Bargas y Francisco Velazco de oficio carpinteros, que ejecutaban sus trabajos en pedacitos de madera bien cepillados y con puntas de cuchillitos viejos que afilaban y preparaban en piedras de amolar. Con tales escasos e imperfectos instrumentos, no era de esperar que los grabados fuesen hechos con la perfección que exigen el arte y el buen gusto.
Además de los ya mencionados colaboradores, tenía también sus corresponsales en la vanguardia y en todas las divisiones de nuestra extensa posición, bajo los nombres de “cabytá”, “cahú”, “mamangá” y “caba-aguará”, nombres guaraníes de avispas muy bravas.
Estos corresponsales hincaban sus propios aguijones terriblemente en los aliados, y daban noticias de las ocurrencias diarias entre los nuestros y el enemigo, llegando a servir al “Cabichuí” de tema esos hechos para escribir sus artículos.
Tanto el Cabichuí como los otros periodiquines no habían dejado de ejercer una gran influencia sobre las tropas y el pueblo, que comprendían que dichas publicaciones se hacían bajo las inmediatas inspiraciones o censuras del Mariscal, y de esta manera se consiguió lograr el mejoramiento del elemento moral del ejército, conservando la disciplina en medio de tantas privaciones y miserias.
No deja de llamar la atención el hecho que la desaparición del Cabichuí coincida, aproximadamente, con los luctuosos sucesos de San Fernando, ocasión en que López ordena el fusilamiento de varios de sus propios parientes, por “traición a la patria”. Tal vez los grabadores fueron víctimas de las tragedias desatadas al interior del bando paraguayo antes del derrumbe final o, tal vez, el periódico dejó de aparecer porque ya era materialmente imposible que lo hiciese. Tal vez estos grabadores-soldados murieron en combate o, en la post-guerra, se retiraron a la vida privada y no volvieron a empuñar el fusil ni el punzón. Nunca lo sabremos. Sólo nos queda el testimonio de su arte, muestra de que el más vigoroso talento florece aún en medio de la más profunda desesperación.
Referencias
(1) Los Padres D. Fidel Maiz, D. Gerónimo Becchi, D. Víctor Silvero, etc. etc.
Fuente
Centurión, Juan Crisóstomo – Memorias o reminiscencias históricas de la Guerra del Paraguay – Tomo II
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Goiriz, Roberto – Historia del humor gráfico en Paraguay
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Enlaces externos
• Cabichuí – El arte de la Guerra del Paraguay (video)
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