En sus memorias, dictadas muchos años más tarde de la revolución de Mayo, cuando vivía desterrado en Montevideo, Martín Rodríguez relata la entrevista que en compañía de Juan José Castelli mantuvo con el virrey Cisneros, el 20 de mayo de 1810, para pedirle la convocatoria a Cabildo Abierto y la cesación en el mando. Dice Rodríguez que él y Castelli llegaron al Fuerte, o casa de gobierno, subieron a la sala de recibo, y encontraron allí al virrey Cisneros que estaba jugando a los naipes con el brigadier Quintana, el fiscal Caspe y su edecán, que era un tal Goicolea. Entonces se acercaron a la mesa y Castelli tomó la palabra para decir: “Excelentísimo señor: tenemos el sentimiento de venir en comisión por el pueblo y el ejército que están en armas, a intimar a Vuestra Excelencia la cesación en el mando del Virreinato”.
Dice Rodríguez que el virrey se levantó furioso diciendo: “Qué atrevimiento era aquél, que cómo se atropellaba la persona del Rey que él representaba; que era el más grande atentado que allí se podía cometer contra la autoridad”. Pero ante otras exhortaciones de los visitantes y después de haber conferenciado en secreto con el fiscal Caspe, Cisneros se tranquilizó y dijo, ya en tono de resignación: “Señores… puesto que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran…”.
Esta entrevista histórica tuvo lugar, según la memoria de Rodríguez, el 20 de mayo de 1810. Ahora nosotros retenemos el detalle pintoresco de que el virrey entretuviera sus ratos de ocio jugando a las cartas. La malilla o el truquiflor (que era un antepasado del truco) fue una de las grandes distracciones de la época colonial. Otros juegos de naipes que se jugaban por entonces eran el Mus, la Baceta, el Faraón, el Paro, el Sacanete (o Lansquenete), el Cacho, las Bazas, el Comején, el Hombre, la Quinela, la Biscambra, el Burro, y el Revesillo.
Desde la casa de gobierno hasta las últimas pulperías, todo el Virreinato se dedicaba a despuntar el vicio de la baraja. Así, la escena solemne del pedido de abdicación tiene como fondo una mesa con un mazo desparramado mostrando sus oros y sus copas, sus bastos y sus espadas.
En la estatua de Castelli, obra del escultor alemán Gustavo Eberlein, se ve, sobre el pedestal, un bajo relieve que representa una paráfrasis de la escena descripta por Martín Rodríguez. Castelli de civil, y Rodríguez, de militar, se presentan ante el virrey, que está sentado a la mesa de juego. Un sirviente de gran uniforme trae una bandeja con licores. En la sala brilla una araña entre elegantes cortinados. Pero en la escultura el virrey no aparece jugando a las cartas sino al ajedrez. El escultor (o sus inspiradores) no se atrevieron a poner a Cisneros orejeando un mazo de barajas, y las sustituyeron por un juego, al parecer, más noble y más digno del encumbrado representante del rey de España. La obra escultórica fue inaugurada el 20 de mayo de 1910 y se halla en Plaza Constitución, Buenos Aires.
Fuente
Crónica Histórica Argentina – Buenos Aires (1968).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
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