José Gervasio de Artigas

General José Gervasio Artigas (1764-1850)

Nació en Montevideo el 19 de junio de 1764, siendo sus padres Martín José de Artigas y Francisca Antonia Arnal. Sin orientación definida, sin vocación por el comercio y las profesiones liberales, sin necesidades apremiantes por otra parte, hizo en su adolescencia vida fácil y ligera como los hijos de las familias acomodadas de la época. Sin embargo cuando se hizo hombre se dedicó a las tareas de campo, pero sin abandonar su ciudad natal, a la que se sentía atraído por el afecto y el recuerdo. Se hizo hábil en el manejo del caballo y acarreo de ganado. Aprende la topografía y accidentes geográficos del país, estrecha amistades que le serán útiles en lo sucesivo, y con ese caudal de experiencia se lanza a trabajar por cuenta propia, deteniéndose y negociando en Misiones, el Arapey, Queguay y sobre todo en Soriano.

En un período que los historiadores uruguayos lo consideran comprendido entre 1792 y principios de 1796, estuvo Artigas sometido a un proceso, amparándose al indulto que concedió Carlos IV el 22 de diciembre de 1795 celebrando el ajuste de paz con los franceses, y de los matrimonios de las Serenísimas Infantas María Aurelia y María Luisa, el que comprendió más tarde a las colonias. 

El 10 de marzo de 1797 Artigas entró como soldado en el Cuerpo Veterano de Blandengues de la frontera de Montevideo. Todo el curso de su primer año de carrera militar lo pasó en las dos zonas donde habitualmente maniobraban los contrabandistas en el Chuy y en Santa María ya con el grado de teniente que le fue acordado transitoriamente al poco tiempo de su incorporación a los blandengues, pero que recién se le otorgó efectivo al año siguiente. El 2 de marzo de 1798 obtiene el cargo de ayudante mayor gracias a la protección que le dispensan Olaguer Feliz y Sobremonte. 

En 1803 con una partida formada con tropas de la guarnición de Montevideo y Maldonado y una artillería, fue destacado para sorprender una fuerza portuguesa desprendida de San Nicolás; al mismo tiempo acosa a los indígenas hasta sus guaridas. A mediados de 1804 se hace cargo de la Comandancia General de Campaña el coronel Francisco Xavier de Viana, el que designa a Artigas su ayudante, que lo secunda bravamente en sus riñas con los charrúas. El 20 de marzo de 1805, desde su campamento de Tacuarembó Chico, reitera su pedido de licencia absoluta del ejército, que el Rey le concede. 

El 31 de diciembre de 1805 contrajo enlace con su prima Rafaela Rosalía Villagrán. Retirado del servicio activo Ruiz Huidobro lo nombra oficial del resguardo con jurisdicción desde el Cordón al Peñarol. En estas circunstancias se insinúan las primeras operaciones de los ingleses sobre el Río de la Plata y Artigas que había vuelto a incorporarse a los blandengues, solicita a Ruiz Huidobro, que ya que su cuerpo va a quedar en Montevideo en previsión de que la ciudad sea atacada, le de un pliego para presentarse a Santiago de Liniers y Bremond con el fin de ser Artigas portador de la noticia de la victoria o derrota que resultare de la empresa que prepara el marino francés para libertar Buenos Aires. Marcha al encuentro del ejército y lo alcanza en los Corrales de Miserere, peleando en el Retiro y en la Plaza de la Victoria. 

Después de la rendición de Beresford se embarca en un bote, naufraga, gana a nado la orilla con su parte en el brazo derecho, llega a Montevideo y entrega al gobernador la ansiada noticia. Después toma parte en las hostilidades que se llevan a cabo contra la división inglesa que se apodera de Maldonado, se opone a su desembarco en el Buceo, y en vez de huir al campo como huyó casi toda la caballería, se repliega a la plaza defendiéndola con tesón durante el sitio; participa también en el combate del Cardal. Entregada la plaza de Montevideo a raíz del asalto del 3 de febrero de 1807, Artigas no se entrega, se embarca para el Cerro y sigue hostilizando a los ingleses los seis meses que la ocupan. Evacuada Montevideo vuelve a su antigua tarea de blandengue, persiguiendo delincuentes, indios y portugueses. El 5 de setiembre de 1810 obtiene las presillas de capitán de la 3ª compañía de Blandengues. 

A comienzos de 1811 es destinado a la guarnición de Colonia del Sacramento; en aquellos momentos se declara la guerra entre Elío y las autoridades de Buenos Aires. El 15 de febrero de ese mismo año, conjuntamente con el teniente Rafael Hormiguera y el presbítero Enrique de la Peña, se fugaba a Buenos Aires presentándose enseguida a la Junta revolucionaria y ofreciéndole el concurso de su brazo para llevar para llevar la bandera de la insurrección hasta su ciudad natal. 

El derrotero hacia el largo y silencioso final de José Gervasio de Artigas prosigue con la brillante victoria de éste en la Batalla de Las Piedras, el 18 de mayo de 1811, contra las fuerzas realistas que defendían con tenacidad el último bastión de importancia que tenían: Montevideo. El Protector de los Pueblos Libres, entonces, puso sitio a la ciudad capital de la Banda Oriental a la espera de órdenes de la Junta de Buenos Aires, para actuar en consecuencia. Mientras esto sucedía, el virrey Francisco Javier Elío, con asiento en Montevideo, se armó para la defensa, y esperó. 

El general José Rondeau, en calidad de enviado por la Junta porteña, se hace cargo de los para supuestamente preparar el asalto final sobre Montevideo. Pero en Buenos Aires se oponían a la emancipación del interior de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y fue entonces que el Primer Triunvirato –que reemplazó a la Junta- firma con los realistas sitiados un tratado inverosímil, donde reconoce “la unidad indivisible de la monarquía española… que no tiene otro soberano que el señor Don Fernando VII”. Otro compromiso fue el de retirar las tropas patriotas de la Banda Oriental y el reconocimiento de jurisdicción que sobre ese territorio tenía el virrey Elío, al igual que en los pueblos entrerrianos situados sobre el río Uruguay. La mano invisible de don Manuel de Sarratea, miembro del Triunvirato de Buenos Aires, y de Lord Strangford, ministro británico en Río de Janeiro, mucho tuvieron que ver con este hecho. 

A fines de 1812, y vuelta la idea de poner sitio sobre Montevideo, Artigas se une a Rondeau para el postergado asalto final. La ahora constituida Asamblea del Año XIII se aprestaba, en enero de 1813, a elegir diputados de 23 pueblos, y a su autoridad se sujetó José Gervasio de Artigas antes de movilizar sus fuerzas. Tiempo después, en mayo del mismo año, cuando los diputados de la Banda Oriental iban a reincorporarse a la Asamblea, éste cuerpo rechaza sus diplomas. En Buenos Aires no entendían que el jefe oriental exigía solamente una razonable cuota de autonomía para su comarca, pues no era separatista, y cierta ayuda para acabar con los españoles en Montevideo y con los portugueses que estaban apostados en Misiones y el norte del territorio. 

Harto de tantos engaños y desatenciones, Artigas desiste momentáneamente de continuar con sus Blandengues en luchas tan nobles y, aprovechando este desarme voluntario, Gervasio de Posadas, jefe del Directorio de Buenos Aires –ya no existía más la Asamblea del Año XIII- pone precio a su cabeza: 6000 pesos, vivo o muerto, y lo declara “infame, traidor y enemigo de la Patria”… 

Pero el caudillo oriental con sus 3000 hombres organiza la defensa de la línea del río Uruguay y cruza a Entre Ríos para apoyar desde allí la guerra que sus jefes libran contra las fuerzas porteñas, a cuyo frente estaba el alemán Barón de Holmberg. Mientras, abandonado el sitio de Montevideo, el espacio dejado por Artigas fue tomado por Carlos de Alvear, hombre que respondía a Buenos Aires, y venciendo a los españoles entra triunfal a Montevideo. 

Las tropas federales del Protector de los Pueblos Libres vencen en Entre Ríos y, ante esta alarmante noticia, las tropas porteñas, que habían sido enviadas posteriormente a Fontezuelas, provincia de Buenos Aires, se sublevan. Artigas era un inapelable vencedor. 

Sin embargo, los centralistas porteños, con Juan Martín de Pueyrredón como Director Supremo, interceden ante Portugal para pedirle que ocupe la Banda Oriental. Esta traición provocará desde 1816 hasta 1820 una guerra vil, en la cual 15 mil portugueses se trenzan en combate contra las fuerzas federales de Artigas. Éste pedirá, no sin razón, que “el que conspire contra la Patria, sea fusilado inmediatamente”, y denuncia públicamente la alianza entre el gobierno de Buenos Aires y la Corte de Río de Janeiro. 

En enero de 1817 las experimentadas tropas portuguesas entran a Montevideo, y Artigas sufrirá impiadosas derrotas llenas de arrojo y altruismo: Santa Ana, Corumbé, India Muerta, Arapey, etc., etc. Todos estos años de guerra desigual contra los portugueses, generan múltiples sobornos que recibirá el federal oriental para defeccionar su moral. “El jefe de los orientales –responde- ha manifestado en todos los tiempos que ama demasiado a su Patria para sacrificar este rico patrimonio al bajo precio de la necesidad”. En medio de sus apabullantes derrotas, exclama que peleará “con los perros cimarrones” si se le acabaran los soldados en los campos de batalla. 

Hacia 1819, ya ni su aliado de Entre Ríos, Francisco “Pancho” Ramírez, parece dispuesto a ayudarle. Así y todo, a mediados del mismo año, Artigas logra enviar 600 hombres mal vestidos al Congreso del Directorio Supremo que debía sancionar en Buenos Aires la Constitución monarquista, a la cual estaba sujeta por jugar a dos puntas. Pero todavía en este mismo año de 1819, el caudillo oriental partirá solitario hacia Entre Ríos para pedirles a Ramírez y al santafecino Estanislao López que se subleven contra el Directorio, pero los tiempos apremian. De sus 6.000 federales y gauchos prestos para la guerra contra los portugueses, solamente le quedarán 800 de ellos en los primeros días de 1820. El Protector de los Pueblos Libres le recrimina a Manuel Belgrano el estar sirviendo a la causa de los directoriales porteños, mientras que a San Martín le manda decir que “la resolución del problema” está en sus manos. 

El 22 de enero de 1820 es el principio del fin. Las fuerzas portuguesas sorprenden en Tacuarembó a los poco más de 400 hombres con que contaba Artigas. Es una masacre. Junto a un puñado de oficiales, previo rompimiento de las filas, el caudillo logra cruzar en un bote el río Uruguay, dirigiéndose a Mandisoví, Entre Ríos. Allí recibirá un parte de Francisco Ramírez donde le indicaba que el Directorio de Buenos Aires había caído por la Batalla de Cepeda que se acababa de terminar. Y cuando parecía que José Gervasio de Artigas volvía a la lucha, el caudillo entrerriano ya está negociando con los dirigentes porteños, más sin condenar a los invasores portugueses. Habiendo vencido, Ramírez ya estaba comprado. El bien ganado prestigio de Artigas lo lleva a granjearse la amistad de los delegados de Corrientes y Misiones, provincias denominadas como pueblos libres por el patriota, quienes aportan de la nada 3.000 hombres de a caballo para librar la última guerra, esta vez contra Francisco “Pancho” Ramírez. 

Cuando el 24 de junio de 1820 Artigas es derrotado por estar peor posicionado en el campo de batalla y diezmado seriamente por anteriores fuegos, es perseguido con furia. Y escapa hacia el noreste, recibiendo a su paso los saludos de caciques chaqueños y de gauchos que lo veían como un patriota. Desalineado y sin dinero, pues los últimos cobres que poseía en sus bolsillos los destinó a los patriotas cautivos en la Banda Oriental, el caudillo entrega su glorioso sable y se hace tomar prisionero, permaneciendo luego exiliado en Paraguay. 

En agosto de 1828 se firmó una Convención Preliminar por la cual la antigua “Provincia Cisplatina” se convertía en un Estado libre e independiente. Con la independencia del Uruguay se completó la balcanización del antiguo Virreinato del Río de la Plata: Bolivia, con la anuencia del Congreso, se había declarado independiente y Paraguay se mantenía en estado de encerramiento y neutralidad. 

José Gervasio de Artigas es considerado el padre de la independencia del Uruguay. Empero,
estando a la sazón exiliado en Paraguay y virtualmente prisionero del dictador vitalicio José Gaspar Rodríguez de Francia, al enterarse del infamante tratado exclamó “Ya no tengo más patria”. 

Los ideales artiguistas eran ajenos al concepto de independencia nacional de la Banda Oriental, ya que aspiraba a la reconstrucción del antiguo Virreinato del Río de la Plata bajo la forma de una república federal. 

Con 87 años de edad, aislado en una chacra inhóspita donde oficiaba de labriego y con un zaino viejo de sus épocas doradas, el Protector de los Pueblo Libres muere lleno de hastío, pobreza y dignidad. Era el 23 de setiembre de 1850. 

Fuente 

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado. 

Luna, Félix – Los Caudillos. 

Portal www.revisionistas.com.ar

Rodriguez, Cap. Edison A. – Artigas, Aspectos Militares del Héroe. 

Turone, Gabriel O. – El Protector de los Pueblos Libres. 

Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938). 

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