Combate de la Quebrada de Salta

Combate de la Quebrada de Salta - 21 de Enero de 1814

Luego de la derrota de Ayohuma, acaecida el 14 de noviembre de 1813, el general Manuel Belgrano, después de una peregrinación con mil penurias por entre sierras y montañas, encerrado en un largo mutismo, llegó a Potosí con 700 hombres; pidió enseguida se le trajeran a marchas forzadas los cañones que había en Jujuy, tal vez con mira de fortificarse; pero noticiado a los dos días que el enemigo, esta vez perseguidor implacable, estaba próximo, continuó la retirada, llevando la infantería a sus inmediatas órdenes y la caballería a las de su mayor general, que marchó a retaguardia.

Alvear renunció a su candidatura de jefe del Ejército del Norte cuando supo que de éste no quedaban sino reliquias, por cuyo motivo se pensó en el coronel José de San Martín, que se había distinguido en la Capital como organizador del regimiento de Granaderos a Caballo con que diera la bizarra sableada de San Lorenzo, hoy famosa como las grandes batallas, a causa de la nombradía conquistada en el Pacífico por el jefe vencedor.  San Martín se trasladó al norte con refuerzos para Belgrano, pero suspendiendo su aceptación del nombramiento de general en jefe, lo cual creía necesario para trazar un plan de campaña, aunque él fuese sólo defensivo.  Suceder a Belgrano era dejarse ceñir una verdadera corona de espinas.

El nombre de Manuel Dorrego no estaba olvidado en la Capital, por más que no es imaginable se supiera allí toda la importancia del papel que había desempeñado en Tucumán y Salta, quien lo llevaba.  El doctor Alvarez Jonte, conocedor de las glorias que aquél había conquistado en Chile, y amigo consecuente, pertenecía al partido dominante, había formado parte del gobierno anterior y conservaba prestigios en las esferas oficiales; el mismo Gervasio Antonio Posadas, el más caracterizado de los personajes que formaban el Triunvirato de entonces, tenía relación con el jefe titular de los “Cazadores”, según resulta de sus cartas a San Martín: ello explica que mientras salían los auxilios de Buenos Aires, Dorrego fuese encargado por el Gobierno General de reunir en la provincia de Salta los dispersos que llegaron del Alto Perú, reclutar nuevos soldados y acumular todos los artículos de guerra que pudiese, enviándosele pliegos reservados cuyo contenido no se han podido conocer. (1)  Tratábase, como se ve, de una misión de alta confianza que pudo darse al coronel Chiclana, y que revela no se le consideraba moralmente deprimido a Dorrego por el sumario que le instruían y del que Belgrano había dado cuenta en su oportunidad. (2)

Dorrego se desenvolvió con buen éxito.  En quince días solamente reunió 250 dispersos, alistó 500 soldados nuevos con los cuales organizó un nuevo regimiento que llamó de “Partidarios”, plantel de las heroicas huestes que había de realizar una de las resistencias más célebres y fructíferas de América, requisó 1.000 caballos y algún ganado vacuno; hizo fabricar lanzas, fornituras y municiones. (3)  ¡Jefe extraordinariamente laborioso y pueblo extremadamente patriota!  Chiclana facilitó en los primeros momentos la acción de Dorrego, y luego (el 8 de diciembre) se trasladó a Humahuaca para apreciar mejor la situación desde allí, transfiriendo el mando político de la provincia de Salta al Cabildo de su Capital, y el militar a Dorrego. (4)

Chiclana debió conferenciar con Belgrano en cada ocasión, preparando la vuelta de Dorrego al ejército con el relato de lo que hacía éste por orden del Gobierno General, reforzado por un consejo amistoso; pues coincidió con el viaje del gobernador de Salta el envío hecho por el general en jefe a su coronel suspendido, de una justiciera y reparadora carta, en la cual le pedía se le incorporase, diciéndole que atribuía a su ausencia los dos grandes descalabros sufridos. (5)  Cualesquiera sean los antecedentes del llamamiento a Dorrego, aún cuando entre ellos deba contarse alguna indicación directa hecha desde la Capital, que estaría en la lógica de las cosas, nada desmerece la nobleza del acto de Belgrano, realizado en tal forma que era un sacrificio de vanidades de que ningún hombre está exento, y una hermosa expansión del alma.

Dorrego se unió con las fuerzas que tenía, a sus antiguos compañeros en Jujuy, y Belgrano lo recibió afectuosamente “colmándolo de distinciones”, según un testigo presencial (6); no tuvo reparo alguno para repetir a presencia de jefes y oficiales el juicio que había consignado en su carta y dando públicas satisfacciones a su talentoso amigo, recordó que las discrepancias en materia religiosa lo arrastraron a escandalizarse demasiado por un duelo, y dijo repetidas veces: “Más me valiera tener al lado mío a Dorrego que al Papa”. (7)

El general oyó con la mayor deferencia a Dorrego, que le expresó sus puntos de vista para contener al enemigo ensoberbecido, y accedió a la reorganización del batallón de “Cazadores” realizada con los mejores soldados que quedaban.  Al saber la proximidad de San Martín, Belgrano entabló correspondencia con él, acogiéndolo como a un maestro, con olvido de su papel de rival desairado. (8)  En una de sus cartas al jefe que, ya debía colegir, venía a sucederle, fechada el 25 de diciembre en Jujuy, el infortunado general se expresaba de esta manera: “Estoy meditando montar los “Cazadores” y sacar cuantos sean buenos de los cuerpos para aumentarlos y ponerlos al mando del coronel Dorrego, único jefe con quien puedo contar por su espíritu, resolución, advertencia, talentos y conocimientos militares, para que en caso de una retirada me cubra la retaguardia y acaso pueda sostenerse en esta parte del Pasaje o río Juramento, a fin de que el paso, en caso de creciente, nos sea más fácil conseguirlo sin pérdida o la menor posible”. (9)

Con los salvados de Ayohuma y el contingente aportado por Dorrego, Belgrano veíase al frente de 1.800 hombres, pero ellos en gran parte estaban vencidos ya por la fatiga, y sin espíritu.

Deseaba el Triunvirato que San Martín aceptara el nombramiento de mayor general para ascenderlo a general en jefe después que Belgrano, obedeciendo a un llamado, se pusiera en viaje a la Capital, donde debía explicar sus derrotas; pero San Martín se resistía, pretextando ser aquello desagradable a las tropas que volvían del Alto Perú, por cuyo motivo Posadas le escribió confidencialmente el 27 de diciembre: “Tenemos el mayor disgusto por el empeño de usted en no tomar el mando en jefe, y crea que nos compromete mucho la conservación de Belgrano.  El ha perdido hasta la cabeza, y en las últimas comunicaciones ataca de un modo atroz a todos sus subalternos, incluso a Díaz Vélez, de quien dice que para cuidar de la recomposición de armas será bastante activo, y a eso lo ha destinado”. (10)  Le adjuntaba una carta de Tomás Guido, diciéndole contener la explicación más circunstanciada, sobre el desastre de Ayohuma, que se había podido lograr, previniéndole que este patriota lo vería pronto y estaba encargado de convencerlo de que no debía insistir en sus renuncias.

Del campo de Ayohuma los realistas salieron muy poco dañados, y por eso la persecución que hicieron fue tan activa que Belgrano tuvo que designarse a evacuar el Alto Perú, dando por terminada la campaña, aun cuando allí quedaban muchos amigos dispuestos a resistirse.

Pezuela lanzó tras los argentinos que se replegaban –con instrucciones  de invadir la provincia de Salta, dominarla y establecerse en la ciudad de Tucumán, donde combinaría operaciones con la plaza de Montevideo- una división de 1.500 hombres mandada por el general Juan Ramírez, que traía de jefe de vanguardia al coronel Saturnino Castro.

Al acercarse esta fuerza a Jujuy, Belgrano desalojó la población confiriendo el mando de su retaguardia a Dorrego, que con 300 hombres mal armados, compuestos por una compañía de infantería y un cuerpo de caballería, disputó el terreno “palmo a palmo”, según la expresión del honorable cronista. (11)

El mismo día del desalojo de Jujuy, la retaguardia patriota sostuvo un fuerte tiroteo y después hubo otros choques; el más importante y que ha merecido grato recuerdo, fue el de Quebrada de Salta.  Desgraciadamente, aquí tenemos que dejar una laguna que no hemos podido llenar, por el resultado negativo de muchas diligencias en procura de la documentación necesaria; ésta debe haberse destruido o estar en poder de algunos de esos coleccionistas que creen consiste el mérito de sus papeles en que no los conozca nadie más que ellos y la polilla, que poco a poco se los va engullendo. (12)

El combate

Dorrego contuvo el paso de la fuerza que avanzaba, pero cediéndolo; y en enero de 1814, Belgrano no había hecho el pasaje del río Juramento, y Castro se aproximaba a la ciudad donde hallaría la novia adorable que se mantenía fiel al traidor y perjuro, porque nada hay más indulgente que un corazón de mujer ilusionado.

Cerca de la ciudad existen cuatro lomas que se extienden en líneas paralelas “en forma de anfiteatro” y que a Dorrego parecieron trincheras que le brindaba la naturaleza para realizar hazaña digna de Leónidas; el paraje se llama “Quebrada de Salta”, y allí el 21 de enero de 1814, se situó la retaguardia patriota reforzada con un escuadrón de Granaderos a Caballo, para impedir el avance de castro, mientras Belgrano atravesaba el río Juramento.

Dorrego, que tenía como segundo al mayor Máximo Zamudio, que se distinguió muy señaladamente en la retirada de Ayohuma, y como oficiales a Manuel Rojas y Rudecindo Alvarado, dividió sus tropas en piquetes de cincuenta hombres que escalonó tras las lomas, ingeniosamente diseminados, y al aproximarse al enemigo hizo sonar incesantemente los clarines para engañarlo y atraer destacamentos a distintos sitios, a fin de hacerlos pedazos.  Pero Castro, que se presentó con toda su división a las 11 de la mañana, atemorizado, creyendo que todas las fuerzas patriotas se le oponían, no separó ni un hombre de su línea, y a vivo fuego atacó en masa las posiciones de su hábil adversario, quien, haciendo aparecer en una altura cincuenta tiradores que inmediatamente se ocultaban, apareciendo otros tantos en otra, según los movimientos de los realistas, sostuvo el combate durante todo el día, fusilando por todos los flancos a la vanguardia enemiga, hasta que al morir el crepúsculo, agotadas sus municiones y conseguido lo que se había propuesto –pues Belgrano ya estaba en la otra margen del Juramento- después de replegarse de loma en loma muy lentamente, desalojó la última de éstas y muy luego se ocultó a los ojos de sus contrarios en una serranía.  Los “Granaderos a Caballo” no dispararon un tiro en este combate, -después del cual, según la frase de Paz, “el enemigo se hizo más circunspecto”-, por haber servido de reserva.  No existe cálculo, ni aún aproximado, de las bajas sufridas por los realistas en la acción; pero Dorrego afirma haberles causado “un gran daño”, no teniendo él, en cambio, más que 3 muertos y 2 heridos.

Esa misma noche la retaguardia patriota vadeó el río Arias para establecerse en Guachipas, desde donde, según estaba convenido anticipadamente con el general, comenzó a hacer la guerra de recursos por medio de partidas sueltas, sólidamente apoyadas por el vecindario.  El audaz guerrillero había sido nombrado gobernador de Salta, y tenía instrucciones escritas de Belgrano, en que éste le transfería sus facultades, al norte del Juramento.

Castro entró, después de la acción de la Quebrada, a su ciudad nativa; pero la encontró casi desierta, porque una gran cantidad de vecinos había emigrado, llevándose casi todo aquello que podía serle útil.

Referencias

(1) Se ignora qué se hayan hecho los papeles de Dorrego.  En documentos originales del Archivo General de la Nación, consta que los pliegos fueron recibidos, pero nada más.

(2) Manuel Dorrego – Cartas apologéticas.

(3) Manuel Dorrego – Cartas apologéticas.

(4) Así lo dice Chiclana en nota al Gobierno General que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.

(5) Manuel Dorrego – Cartas apologéticas.

(6) José María Paz – Memorias.

(7) Cornet – Memoria

(8) “Empéñese usted en valorar si es posible –escribía Belgrano a San Martín- y en venir no sólo como amigo sino como maestro mío, mi compañero y mi jefe si quiere, persuadido de que le hablo con mi corazón, como lo comprobará la experiencia”.

(9) Original en el Museo Mitre.

(10) Original en el Museo Mitre.

(11) José maría Paz – Memorias.

(12) Las operaciones de la retaguardia mandada por Dorrego, constan de las vagas referencias del general Paz, de las poco más explícitas en esa parte, contenidas en las “Cartas apologéticas” y de algunas cartas de Belgrano a San Martín, cuyos originales están en el Museo Mitre.  Hasta el parte del combate de la Quebrada de Salta no aparece; en el Museo Mitre se halló la carta con que Belgrano lo envió a San martín, pero nada más.

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

Paz, José María – Memorias póstumas.

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Uteda, Saturnino – Vida Militar de Dorrego – La Plata (1917).

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