Se hallaba en el solar comprendido por las actuales calles Tte. Gral. J. D. Perón, Carlos Pellegrini, Sarmiento y Carabelas, donde hoy se alza el edificio que fuera el Mercado del Plata. Nació en un “hueco” que se hallaba frente a ella, el “Hueco del Curro” o “Hueco del Curro Moreno”. En el plano de Buenos Aires de 1769 ya aparece. Pero lo cierto es que en 1733 Pedro Ochón de Amarita y otros vecinos, manifiestan al Cabildo que han comprado unos terrenos que completaban casi media manzana y deseaban ofrecerlos como Plaza; pero como el dueño de uno de ellos, Juan Pérez, se oponía ya que deseaba erigir allí su vivienda, invitaban al Cabildo a que se lo expropiara para completar el cuadrilátero. El Cabildo, acepta la donación y recolecta el dinero para adquirir la fracción faltante; toma un préstamo de $ 1.000 a Vicente de Azcuénaga, y compra así la parte de Juan Pérez, Benito Gainza y Fernando Caviedes, lográndose una superficie de 154 varas por 54 ½.
Pronto, las carretas de la Plazuela de San Nicolás comenzaron a llegar hasta allá pues era más grande, y –sobre todo- más céntrica. Así se convierte en Mercado de los frutos del país, que venían de los Montes Grandes y Las Conchas. Pero como era muy chica, las carretas se guardaban detrás de la iglesia de San Nicolás (actual Obelisco) junto con las de la Plaza Nueva.
Entre ambas Plazas, la guardería detrás de la iglesia y lo solitario y poco edificado del barrio, la zona no era muy buena. Estaba llena de animales y de sus suciedades, por lo que, a poco, el barrio recibió el nombre de “Barrio del Taco Verde”, nombre que no era muy del agrado de los pocos vecinos.
Como a fines del siglo XVIII la Plazuela de San Nicolás no se llamaba más “Nueva”, heredó de aquélla este nombre. El hecho causa a veces confusiones pues a pocos años de diferencia la Plaza Nueva fue la de San Nicolás o la Amarita.
En 1809 se la denomina Plaza de la Unión, y en 1820 Plaza de las Artes.
Algunas de las carretas se estacionaban en la Plaza y vendían al menudeo; por la noche colocaban un farol, y cuando hacía frío no faltaban una que otra hoguera. Algunas carretas, las más pequeñas, vendían a domicilio.
Entre todas estas carretas, una de las que traía frutos de Las Conchas (actual Tigre) era la de las “Tres Marías”, madre, hija y nieta, así llamadas y que eran también propietarias de la Pulpería “La Roldanita” situada en la esquina sureste de Santa Fe y Río Bamba. La nieta era conocida como “María Segunda” la del Canal –pues allí tenía su asiento; la hija, “María Primera” y la abuela “Martinica”. Antes del año diez, nos cuenta Pastor Obligado, la abuela viajaba dos veces al mes, más tarde, la hija y la nieta una vez a la semana.
Un día, allá por el año 40, María Limariño, la nieta de doña María Sayés de Bengochea, venía del canal de San Fernando con la carreta cargada hasta el tope. A poco de pasar el “Callejón de Ibáñez” (actual avenida San Isidro), llegando al arroyo Medrano (Cabildo y Republiquetas), se empantanó. Comenzó María a maldecir al gobierno que no componía los caminos, cuando de pronto aparece un paisano joven, rubio, muy bien parecido y con rico apero que desenrollando su lazo y tirando de aquí y de allá, la ayuda a salir. María mezclaba sus voces para azuzar los bueyes, con sus maldiciones al gobierno.
- Gracias por su ayuda, señor –dijo María
- Cómo no había de ayudarla señora, si la culpa la tiene el gobernador ¡Ese don Juan Manuel! –saludándole cortésmente siguió su camino.
La Limariño llegó a la Plaza de las Artes, descargó su carreta, la guardó detrás de San Nicolás y se fue a “La Roldanita”. Al día siguiente apareció un soldado en la pulpería trayendo una invitación de don Juan Manuel de Rosas para que María Limariño se presentara en Palermo. Extrañada, se preguntaba la buena mujer, que querría con ella el gobernador, a quien ni siquiera conocía. Grande fue su sorpresa, cuando llegó, al ser recibida por el “paisano” joven y rubio que la había ayudado a salir del pantano. Rosas la favoreció con el licenciamiento de uno de sus hijos y destinando el otro al canal de San Fernando, para que pudiera ayudarle. La anécdota es más jugosa, pero extendernos más nos aparta de nuestra Plaza.
Como en la Plaza Montserrat, hubo problemas con los frentistas; se trató de edificar una recova, pero no prosperó. Finalmente en octubre 1856 la Sociedad formada y presidida por Esteban Adrogué, inauguró el edificio que subsistió por más de 90 años en la Plaza de las Artes. Se lo llamó Mercado Nuevo y en 1859 pasó a ser Mercado del Plata.
El proyecto y dirección pertenecía al ingeniero Carlos Enrique Pellegrini, colaborando con él Pedro Benoit (h) para el diseño y Enrique Hunt para la construcción, en un terreno de 120 m. por su calle principal y 50 m. por su fondo.
Ofreció “…..un partido compacto totalmente techado por un sistema de falsas bóvedas semicilíndricas de acero y vidrio que permitían la iluminación central…..”.
La propuesta de reforma dispuesta por Juan Buschiazzo en 1882, cuando el mercado pasaba a manos municipales, está detallada en una memoria descriptiva en los anales de la Sociedad Científica Argentina, que explica una de las modificaciones a realizarse, “……hánse demolido todos los muros que impedían la circulación del aire, sustituyéndolos por vigas de fierro…..”.
Con posterioridad se pensó en reemplazarlo en 1912 por uno de catorce pisos y unirlo con la red de subterráneos. Nada de eso prosperó y bastantes años después, cuando todo el entorno que acompañó al mercado había desaparecido, se procedió a su demolición, ocurrida en 1947. Desde 1966 se levanta en ese mismo solar el Edificio Del Plata.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Lagleyze Luqui, Julio – Las Plazas de Buenos Aires.
Obligado, Pastor – Tradiciones Argentinas – Buenos Aires (1955).
Todo es Historia – Año VIII, Nº 90, Noviembre de 1974.
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