En los años 1806-07 con motivo de las luchas contra los ingleses la música militar adquirió gran auge. Se formaron numerosas bandas militares a tal punto que en la revista general de enero de 1807 encabezaban la marcha del ejército “cien tambores, seguidos de brillantes bandas de música”. El 27 de junio de 1806 el general Beresford al frente de 1.641 hombres y seis cañones entró en Buenos Aires. Después de desembarcar en Quilmes y cruzar el Riachuelo esta tropa llegó a la altura del templo de Santo Domingo “sin más ruido que el de sus pasos y con todo el orden de una estricta disciplina, donde se detuvo”. Dando las tres de la tarde y bajo un grande aguacero y con mucho lodo se inició la marcha final; de las tres y media a las cuatro de la tarde, por la calle de la Residencia (actual Defensa), formados en columna de doce hombres de frente, con sus banderas desplegadas, sus gaiteros, 20 trompas y la banda militar al frente, marcharon hacia la Plaza y ocuparon el Fuerte.
Mariquita Sánchez de Thompson y Mendeville, que entonces tenía veinte años, presenció desde el balcón de su casa, junto con otras jóvenes, la entrada de los ingleses y así lo relata en sus recuerdos: “Entraba por la plaza con su música el Regimiento 71 de escoceses al mando del coronel Pack; las más lindas tropas que se podían ver, el uniforme más poético: botines con cinta punzó cruzadas, una parte de las piernas desnudas, una pollerita corta, las gorras de una tercia de alto adornadas con plumas negras y una cinta escocesa que formaba el cintillo; un chal escocés como banda sobre una casaquilla corta punzó”.
En el “Diario de un Soldado” encontramos valiosas referencias a las músicas militares de la época: “A las tres de la tarde entró el enemigo y se apoderó de la Fortaleza y de los cuarteles, a son de música ha sido su entrada. Su regimiento 71, tan afamado en Inglaterra, está formado por hombres escogidos de gran altura y sus oficiales pertenecen a las clases principales de Escocia. Su uniforme con la casaquilla dorada, la banda de sarga de lana tejida de colores con sus cuadritos y medias de la misma manera parece un traje de Arlequín. Su gorra es alta, de pelo negro y adornada con plumas negras”.
El autor de este Diario dice que la banda del Regimiento 71 constaba de 20 trompetas y 6 gaiteros, además de los músicos que formaban la banda propiamente dicha, agregando que “esta famosa banda ejecutaba las tocadas de llamadas con marchas a modo de contradanzas y cuando se sentía el estridente sonar de sus 20 trompetas mucha gente del pueblo se entristecía de ánimos… Los seis gaiteros tocaban a solo cuando paraba la demás música”. Todas las tardes de tres a seis tocaban la banda y las gaitas por las calles, pues en cada esquina había dos centinelas ingleses. Su música militar tocaba por las calles en las tardes para levantar el ánimo de su tropa y “ayudaba a que oficiales y tropa no se emborrachasen y estuvieran alertas”. Esta banda ofrecía conciertos en el paseo de la Alameda y a ellos concurrían familias porteñas y oficiales ingleses. Dice Gillespie que “tal era la pasión femenina por la música que el maestro de banda del Regimiento 71 fue invitado a dar lecciones; muchas discípulas acudieron a él y, como era un excelente compositor, sus pequeñas piezas se compraban inmediatamente. Hicieron todo lo posible para retenerlo después que nos enviaron al interior, sin lograrlo, pero amasó dinero suficiente para asegurarse comodidades mientras estuvo prisionero en aquel continente”. Este maestro, cuyo nombre ignoramos debe ser “el músico inglés que vive en la casa de don Antonio José de Escalada, frente a la Plaza Mayor”, según un documento de 1807. De los músicos ingleses que integraban la banda del 71, siete fueron confinados a Mendoza y allí animaron las tertulias de la ciudad, dejando varios discípulos.
El bastón del tambor mayor de la banda del 71 se conserva en el museo de Luján y su empuñadura es de plata con inscripciones alusivas. Este maestro inglés instruyó a los músicos que formaron las bandas de Patricios, Artillería y otros cuerpos, incorporando instrumentos que hasta entonces no se conocían en Buenos Aires, como el trombón, el bascorno y el serpentón, que era como una gran culebra negra y enroscada.
En el Diario de don Pedro A. Cerviño, en que se relatan los sucesos del 17 hasta el 30 de junio de 1806, encontramos una noticia que demuestra la importancia que tenían los distintos toques militares: “Casi puestos en formación de batalla cuando tratamos de alinearnos con las filas a que nos uníamos, por disposición del señor Arze y sin precedente aviso al Coronel, ni la menor instrucción de lo que debíamos ejecutar, se tocó por un tambor montado, retirada, toque que muchos no oímos, ni aún cuando lo oyéramos sin otro antecedente, conoceríamos su objeto, pués que la enseñanza de este Regimiento fue con trompeta que es lo que establece el Real reglamento del catorce de enero de mil ochocientos uno. En vista del toque, los Blandengues convirtieron con precipitación sobre el costado izquierdo y rompieron por nuestras filas con el mayor desorden, poniéndonos a todos en el mismo….. el sub-inspector dispuso la marcha con un tambor montado previniendo que siguiésemos una marcha pausada y que cuando él mandase tocar redoble al tambor hiciésemos alto…”.
En el artículo primero de las “capitulaciones” de los ingleses en 1806 se decía: “Saldrá la Tropa de esta Fortaleza con los honores de guerra, banderas desplegadas, armas al hombro y tambor batiente…”.
En las memorias de Francisco Seguí se hace referencia a los ejercicios continuos que se realizaban en las calles y plazas de Buenos Aires, bajo el mando del coronel César Balbiani en el período entre la primera y la segunda invasión inglesa. El 15 de enero de 1807 Liniers ordenó una revista general del ejército que se realizaría en Barracas: 7.000 soldados y 50 cañones formaron en ese campamento. A las dos y media de la mañana, cuenta Seguí, salieron del Fuerte 100 tambores, seguidos de brillantes bandas de música, y rompiendo la generala (aire marcial que figuraba entre los toques de ordenanza), marcharon las tropas en larga columna por la calle de Santo Domingo hacia el lugar del campamento a donde llegaron a las cuatro de la mañana. El pueblo, especialmente el bello sexo, alegre y jubiloso acompañaba a la tropa, a pie, a caballo o en carruajes de toda especie. A las diez se pasó la revista y después vivaqueó la tropa para lo cual el Cabildo había costeado pan y vino (un barril por compañía). El anónimo autor del “Diario de un Soldado” dice que ese día “se regaló con dos gallinas, una lengua y 2 botellitas del puerto”. A las tres de la tarde se concluyó el festejo y la tropa formada emprendió el regreso a la ciudad “a son de cajas y músicas de cada cuerpo que atronaban el aire con sus sonidos…”.
En 1807 se celebraron festejos en Buenos Aires al recibirse la lámina de oro y plata enviada por la ciudad de Oruro a raíz de los triunfos sobre los ingleses. Con tal motivo las bandas de los cuerpos de Patricios y de Vizcaínos ofrecieron conciertos en la Plaza Mayor y en las galerías del Cabildo. Ese mismo año, con motivo de la ascensión al trono de Fernando VII, la banda del cuerpo de Patricios instalada en un tablado “divirtió al público por espacio de seis horas con alegres sonatas”. La banda de Vizcaínos tocó en un tablado colocado enfrente del Real Consulado, manteniéndose tocando “hasta muy tarde de la noche”.
La banda de Patricios estaba integrada en 1807 por veinte músicos. La banda de Vizcaínos contaba con 10 músicos. El tercio de voluntarios de Galicia contaba también con 10 músicos, el 30 de junio de 1807.
En el Diario de Juan Manuel Beruti hay numerosas referencias a las bandas militares de la época. Al referirse a las honras fúnebres realizadas en la Catedral el 19 de julio de 1807 expresa que “la música del cuerpo de Patricios compuesta de más de veinte músicos de varios instrumentos tocaban una marcha primorosa la que alternaba con los once tambores y tres pífanos…”. Cuando el 24 de diciembre de 1807 se recibió en Buenos Aires la lámina de plata de Oruro, participaron en el cortejo las bandas de Patricios, Vizcaínos, Catalanes, Voluntarios, Artillería y otros cuerpos. La lámina de plata iba en un carruaje sobre unos cojines de terciopelo carmesí y por delante del mismo marchaba la banda del cuerpo de Vizcaínos y por detrás las otras bandas. En los balcones del Cabildo se expuso la lámina o tarja y en un tablado instalado frente al mismo las bandas tocaron hasta las once de la noche. El 21 de julio de 1808 en la iglesia de la Piedad se recordó a los muertos en la acción de los Corrales de Miserere (2 de julio de 1807) y la banda del cuerpo de Arribeños llevaba fajas negras de luto en los instrumentos, pitos y tambores. Dice Beruti en su diario, que “los tambores cubiertos de bayetas negras alternaban con una famosa música fúnebre, estando todos los instrumentos destemplados, como igualmente los tambores y pífanos”.
El 3 de julio de 1808 Liniers presidió una ceremonia en un tablado levantado frente al Cabildo donde se entregaron donaciones a las viudas y huérfanos de los caídos en la lucha contra los ingleses y “frente a dicho tablado una gran orquesta compuesta de todas las músicas de los cuerpos de la guarnición”. Por la noche estas bandas se colocaron en los cuatro ángulos del tablado y se alternaron en las ejecuciones hasta las nueve de la noche.
Durante los festejos en honor a Fernando VII, el 21, 22 y 23 de agosto de 1808, se iluminó el gran balcón del Cabildo con 73 hachas de cera y sobre el tablado mencionado volvieron a tocar las bandas citadas. El Real Consulado iluminó su frontis con hachas de cera y más de mil vasos de colores con aceite y en la vereda opuesta una banda tocó durante varias horas. Los Patricios iluminaron el frente de su cuartel con candelas, levantaron un arco de triunfo y un tablado donde tocó “su famosa música militar”. El cuerpo de Catalanes dio un convite al virrey Liniers y al Cabildo en su cuartel, amenizado por su banda de música. Al término se arrojaron por el balcón al público “mucho dinero y una porción de dulces”. Por la noche se colocaron cuatro pipas de vino en la Plaza Mayor, donde iban a tomar los que querían, pues se daba de gracia. En estas tres noches de festejos “el virrey Liniers acompañado por los miembros del Cabildo y escoltado por soldados y criados que llevaban antorchas y una gran banda de música, visitó todos los cuarteles donde eran recibidos con el correspondiente refresco”.
Cuando la asonada de los elementos españoles para deponer a Liniers, el 1º de enero de 1809, el cuerpo de Patricios que era adicto al virrey, salió del Fuerte formado en columna por su puerta principal, con su famosa música a la cabeza tocando aires marciales y atravesando la plaza se dirigió a su cuartel entre las aclamaciones del público allí reunido. Poco después regresó a la plaza acompañado por los cuerpos de Artilleros de la Unión y Montañeses, quienes también llevaban su banda al frente que tocaba marchas militares, ocupando el frente de la Recova frente al Cabildo donde se habían hecho fuertes los cuerpos de Catalanes, Gallegos y Vizcaínos. La banda de Patricios estaba formada por ocho clarinetes, dos octavines, dos trompas, dos fagotes, un serpentón, dos clarines, un combo, un triángulo, una pandereta, en total 21 músicos, además de once tambores y tres pífanos de la banda lisa.
Los músicos de las bandas lisas de la guarnición de Buenos Aires, en 1810, según el extracto de revista verificado el 12 de mayo de ese año eran 150 tambores y 15 pífanos.
Banda Tambor de Tacuarí
La música se cuela por entre las hilachas del ropaje gauchesco del soldado, y aunque medio muerto de hambre y con la incertidumbre de no saber de que lado aparecerá el indio, lo alienta en medio del desierto, desparramándosele por todo el cuerpo e inflamándolo de esperanzas y renovado coraje, esa música que lo llama de nuevo al fortín…
El clarín que llamó a la carga, es el mismo que indicó el comienzo de una marcha a través del monte, la llanura o la montaña. Es el mismo que con su silencio nos sobrecoge en la recordación emotiva; es el mismo que nos sensibiliza el alma con sus estridencias de Patria en el izamiento de la bandera…
Banda de Patricios: representás el espíritu vivo del Cuerpo. No te ha mellado ni el tiempo ni las rutinarias vicisitudes de la vida del Cuartel. Más, quizás, diríamos que el tiempo se ha detenido un poco en ese primer piso de vuestro local, inundando de tradición todos los ámbitos del Cuartel con tus sones.
Buenos Aires te necesita, por eso te quiere, te admira, te busca, te aplaude, se emociona con ella…. se llora con ella al verla pasar.
Es que Buenos Aires es la dueña de la Banda de Patricios, por herencia y por tradición….. tiene derecho a vibrar con su pertenencia….. No decaiga jamás ese espíritu, que a todos nos compromete a no dar el paso atrás; que siempre tengamos delante nuestro ese aliento de Patria que se llama Banda Tambor de Tacuarí, embriagándonos de “El Uno Grande”, de “Curupaytí”, de “Heroica Legión”…
Este es un homenaje sincero y sencillo, el del soldado, hacia quienes mitigan o alientan con música el fragor de la lucha.
La evocamos con emoción al recordar, por ejemplo, cómo se habrán sentido los Patricios del coronel Rodríguez, ese 20 de noviembre de 1845 cuando frente a las poderosas escuadras francesas e inglesas, en la Vuelta de Obligado, escucharon de su banda, el Himno Nacional para invitar a la batalla…
El tambor, el pífano, los platillos, el bombo, el bajo, la flauta, el clarín… todos juntos en un solo pedazo de espíritu patrio: esa es nuestra Banda Tambor de Tacuarí….. la mejor de todas.
Servicio de Bandas
(Letra y música Carlos Adamo Barbera)
I
Servicio de Bandas, apóstol sonoro,
que marchas al frente con paso marcial;
y junto a jinetes, infantes, artilleros,
a todos alienta, tu ritmo triunfal…
II
Fanfarrias y bandas, espejo de acero;
que estoicos maestros supieron forjar
tu estirpe gallarda, bizarra y sonoro;
es música senda que debes armar.
III
Los viejos tambores que hicieron marchar
tensados a soga, redoble y compás:
aquellos soldados que no volverán…
viriles pasaron por siempre jamás.
IV
Clarines de bronce, lejano tañir…
requintan al aire las dianas de ayer,
mensaje de historia, que dice en su voz…
aurora de bandas en nuevo amanecer.
Fuente:
Antook – Bandas Militares, Buenos Aires (2007).
Beruti, Juan Manuel – Memorias Curiosas.
Cerviño, Pedro A. – Diario.
Gesualdo, Vicente – Las Bandas Militares: El coraje a través del ritmo.
Gillespie, Alexander – Buenos Aires y el interior, Buenos Aires (1921).
Howell, Thomas – Journal of a soldier of the 71st or Glasgow Regiment, Highland Light Infantry from 1806 to 1815.
Segui, Juan Francisco – Memorias.
Todo es Historia – Año XI, Nº 133, Junio de 1978.
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