Es sabido, que al igual que Felipe II, Juan Manuel de Rosas era un gobernante papelero. Amante de los expedientes explicativos, de minuciosas comunicaciones, se pasaba gran parte del día escribiendo cartas. Sus chasques galopaban constantemente llevando sus “visto bueno”, de su puño y letra a donde quiera que fuese.
Es por ello que no podemos dejar de imaginar al “Restaurador”, escribiendo cartas, órdenes y consejos para sus mayordomos de estancia (de los que se publicó un libro). Todo lo escribía, su escritorio y su candil eran imprescindibles para su vida de comunicación.
Rosas era serio en sus escritos, serio y tajante, pero había una persona con la que se comunicaba con cierto humor, y esto era mutuo. Se trataba del coronel Vicente González, apodado como “El Carancho del Monte”.
Había nacido en la ciudad de Montevideo en el último tercio del siglo XVIII, siendo hijo de Roque González, gallego, antiguo contador de las cajas reales de aquella región. Hizo sus primeras armas en las jornadas contra los ingleses en 1807, pero hasta después de la revolución emancipadora se dedicó al humilde oficio de sastre, que abandonó en 1811 para incorporarse al ejército sitiador de Montevideo.
Según José Luis Lanuza “debía tener en su aspecto, hasta algo de carnicero”, se dice que su humor era cercano a la locura y que interrumpía, de pronto, la seriedad de su trabajo y papeleo de La Guardia del Monte para escribirle a Don Juan Manuel: “que el rey nuestro señor, se ha servido hacerme marqués de la Calavera y majestad Caranchísima de la Guardia del Monte. Prevengo esto porque ignoro si V.E. ha hecho el debido reconocimiento en el ejército de su mando”.
Imaginemos si el chasque que galopó leguas y leguas, supiera que llevaba tamaña humorada a manos del jefe supremo. Pero los servicios que el Carancho le brindaba a la Federación, iban más allá de estas humoradas, Oribe escribía a Rosas desde Córdoba: “Acompaño una relación de los salvajes unitarios que he mandado traer con seguridad a esta ciudad para que luego que lleguen les de el competente pasaporte el coronel don Vicente González, a quien serán entregados”.
El 15 de julio de 1811 fue nombrado capitán de milicias y comandante de la compañía que formó el general en jefe y coronel del Regimiento de Dragones, José Rondeau, a quien acompañó en el ejército del Norte. En 1821 solicitó y obtuvo su baja del servicio militar y en setiembre de 1824 era juez de paz del partido de Monte.
Al poco tiempo se convirtió en el Pulpero de La Guardia del Monte, a partir de allí ése se convertiría en su feudo político. Allí ejerció “El Carancho”, bajo la protección de Rosas, la autoridad civil y militar, y haciendo gala de sus arranques insospechados, alguna vez se subió al púlpito de la Iglesia del Monte para hablar del misterio de la Santísima Trinidad. Su fervor religioso debió ser, seguramente, sincero. González era y se sentía, el propagandista de la Federación.
Posteriormente volvió al servicio y producido el derrocamiento del gobernador Dorrego hizo la campaña contra Lavalle a las órdenes de Juan Manuel de Rosas y de Estanislao López, con el grado de comandante de milicias de caballería, al frente del regimiento. Participó en los combates de las Vizcacheras y del Puente de Márquez.
Cuando se produjo el levantamiento en el Sur de la provincia de Buenos Aires, el coronel González era jefe del Regimiento 3 de Caballería, destacado en la Guardia del Monte. En la batalla de Quebracho Herrado, el 28 de noviembre de 1840, comandó la reserva del ejército federal.
El 6 de diciembre de 1942 se batió en Arroyo Grande, donde el general Oribe logró una sangrienta victoria sobre el Ejército Unido que comandaba el general Rivera. Después de esta batalla que termino con los ejércitos unitarios, González marchó a Santa Fe, donde el gobernador Echagüe lo nombró comandante de la campaña del Rosario.
Producido el pronunciamiento de Urquiza en 1851, el coronel González recibió el comando de una división rosista, compuesta por los regimientos 3 y 6 de caballería.
Luego de la batalla de Caseros se apartó de los asuntos públicos y el 23 de junio de 1861 fallecía en Buenos Aires, siendo depositados sus restos en el sepulcro de la familia Terrero.
Estaba casado con Angela Muñoz, que le sobrevivió muchos años.
El Dr. Adolfo Saldías, hablando del coronel González dice: “Franco, bondadoso y servidor de quien lo necesitase, se trajo la buena voluntad acariñada de los habitantes de la campaña donde residía. Esto no obstaba a que su propia autoridad practicase una limpieza policial en los vecindarios, engrosando el regimiento que mandaba, con los vagos y mal entretenidos que le temían, y quienes encontrando en el óvalo largo y descarnado, en la nariz encorvada y puntiaguda y en los ojos vivos y penetrantes de D. Vicente, los perfiles característicos del carancho, dieron en llamarle “Carancho del Monte”; apodo pintoresco que variaban algunos de sus íntimos llamándole familiarmente “Don Carancho”, sin que por esto ni por cosas mayores se alterase la habitual bonhomía de D. Vicente”.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Finucci, Raúl Oscar – Periódico “El Tradicional”.
Lanuza, José Luis – Un inglés en San Lorenzo – Buenos Aires (1964).
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Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina.
Turone, Gabriel O. – El Carancho del Monte (2007).
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