Podríamos imaginar la indiferencia que habrá causado la muerte del valeroso gaucho y general Martín Miguel de Güemes en la alta sociedad porteña, cuando La Gaceta de Buenos Aires publicó, el 19 de julio de 1821, que “murió el abominable Güemes al huir de la sorpresa que le hicieron los enemigos. Ya tenemos un cacique menos…”. Desgarradora y errada conclusión para quien en vida dio lo mejor de sí, su cristalina condición de gaucho noble y arrojado, desde que se inició en el riesgoso camino de las armas.
Si el final de una vida de servicios a la Patria tenía ese “reconocimiento”, nada podría esperarse del hallazgo de algunos hermosos datos que ayudarían a contrarrestar, sin lugar a dudas, las varias veces distorsionada biografía del gaucho paladín que la enseñanza de la escuela liberal nos impuso desde pequeños. De allí la hechura de este artículo, de allí la necesidad de devolverle a Güemes apenas un poco de lo mucho que él nos dio para asegurar el suelo que pisamos.
Güemes, cadete y subteniente en el Regimiento Fijo de Buenos Aires
Para grata sorpresa de muchos, Martín Miguel de Güemes revistó como cadete y subteniente del entonces denominado Regimiento Fijo de Infantería de Buenos Ayres, según consta en diversos documentos comprendidos entre 1808 y septiembre de 1809. Uno de ellos, que yace en la Sala IX-26-7-6, libro 8, foja 394 y siguientes del Archivo General de la Nación, contiene un listado de oficiales y cadetes del antiguo regimiento Fijo de Buenos Aires, que al referirse a nuestro gaucho salteño dice “Cadete don Martin Guemes”, ubicado en el puesto número 11 en la jerarquía del mencionado listado. Lo encabeza el Ayudante Mayor don Pedro Durán, seguido del Capitán José Piris.
Cabe recordar que tras la Segunda Invasión Inglesa al Plata, en 1807, Buenos Aires vivió momentos de relativa calma, de aparente tranquilidad, la cual se rompe en mayo de 1810, como se sabe. Durante ese trienio, y por las extraordinarias acciones llevadas a cabo por el joven Martín Güemes contra los ingleses, éste gozaba de un prestigio más que considerable. Lo demuestra el hecho de que aparte de ser cadete en el regimiento porteño, Güemes ostentaba el grado de Teniente del Cuerpo de Granaderos del Virrey de Buenos Aires, General Santiago de Liniers. Incluso fue su edecán.
Ya incorporado Martín Miguel de Güemes al Regimiento Fijo de Buenos Aires como cadete, el 10 de marzo de 1808 remite una carta al Virrey Liniers con la idea de gestionar un viaje de urgencia a Salta capital, con motivo del fallecimiento de su padre. Argumenta, entre otras cosas, que “me es preciso pasar a dicha ciudad por el termino que la bondad de Vuestra Excelencia tenga bien hasta evacuar inventarios, partidas y por ultimo dar cumplimiento a la ultima disposición de mi dicho finado padre”. Añadimos que el padre del insigne prócer, hablamos del señor Gabriel de Güemes Montero, había sido ministro de Real Hacienda de la ciudad de Salta. En dicha carta, también alega el gaucho Güemes estar algo enfermo, situación que aseguró su anhelado viaje al terruño natal.
Güemes parece sentir el rigor de una incipiente hemofilia que afecta de a poco su salud. Recién volverá a la ciudad portuaria los primeros días de septiembre de 1809, dado que su licencia por enfermedad tenía carácter de “ylimitada”. Tiempo atrás, más precisamente el 13 de enero de 1809, la Suprema Junta Gubernativa del Reino de España, ubicada en Sevilla, le expidió a Martín Miguel de Güemes el ascenso a subteniente efectivo del Regimiento Fijo de Buenos Aires.
Poco antes de que expire el poder virreinal de don Santiago de Liniers, Güemes le manda decir que como “para mi curación y subsistencia necesito tener los auxilios precisos de mi pequeño sueldo, se ha de servir el piadoso corazón de / Vuestra Excelencia mandar que en ésta Tesorería de Real Hacienda de Salta, se me asista con el precitado y correspondiente sueldo, que gozo según el cese que tuve del que percibí en mi Cuerpo”. Concretamente: Güemes, aquél héroe de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, percibía un magro sueldo que no le servía de mucho para paliar los problemas de salud que lo aquejaban desde hacía un tiempo, y que por ello pide se le reintegren los sueldos que durante su ausencia debió percibir, sea en el Regimiento Fijo de Buenos Aires como en el Cuerpo de Granaderos del Virrey Liniers. El justificativo era que Martín Güemes, si bien estuvo en Salta, seguía figurando en los listados de ambos cuerpos armados como oficial.
Sin embargo nuevos ecos revolucionarios regresaban a la cuenca del Río de la Plata, y al frente del Virreinato estaba ahora Baltasar Hidalgo de Cisneros, el cual desoirá el justo reclamo de Martín Miguel de Güemes. En oficio del 23 de septiembre de 1809, queda sentado el rechazo a la petición del gaucho patriota. Podría afirmarse, entonces, que en una etapa de la vida nacional en la que prevaleció la paz, sin grandes batallas a la vista, el paso de Güemes por el regimiento de Buenos Aires no estuvo signado por grandes episodios, pero justamente por tal motivo muy pocos conocen la huella dejada por el insigne salteño en el primer regimiento criollo del país. A partir de 1810 Güemes iniciará la Guerra Gaucha, épica gesta que merece todo nuestro respeto, reconocimiento y admiración.
El prócer sin retrato original
Pero si el olvido y el maltrato de la figura de Martín Miguel de Güemes no fueran aún suficiente, agregaremos que pesa sobre él la triste particularidad de que nunca fue retratado en vida. Resulta sorprendente y hasta lamentable que uno de nuestros mejores hombres, hacedor de innumerables patriadas, no haya quedado plasmado para la posteridad en alguna pintura u óleo que lo refleje.
Por ende, es acertado suponer que la fisonomía de Güemes está más bien idealizada, como la que popular y erradamente se tiene del soldado de Granaderos –jamás fue sargento- Juan Bautista Cabral, al cual se lo suele representar de tez blanca, cuando en verdad era moreno.
El retrato más cercano a la realidad que posiblemente exista sobre el general Güemes, es el confeccionado por el artista francés Ernest Charton a don Carlos Murúa Figueroa Güemes, sobrino nieto del patriota, de importante parecido con aquél. El retratista se instaló en la casa del doctor Juan Martín Leguizamón con todo su taller de pintura, y allí efectuó la obra utilizando el lápiz como técnica.
Dicho retrato, que data de 1876, fue el primero que se hizo en honor del ilustre salteño. Se destaca, asimismo, que en aquel momento el señor Murúa Figueroa Güemes tenía más edad que la que tuvo don Miguel Martín al momento de morir, por eso en la iconografía corriente aparece su rostro como si fuera más longevo. El general Güemes vivió hasta los 36 años, mientras que Carlos Murúa Figueroa Güemes andaría por los cuarenta o cincuenta años de edad cuando le propusieron posar.
El subtítulo de este apartado, por lo tanto, no cae en el error: Martín Güemes, el indomable gaucho del norte argentino que llegó a general tras el nombramiento concedido por José de San Martín, es un prócer sin retrato original. ¡Cuántos falsos próceres, sin merecerlo desde luego, fueron exaltados en vida por el arte!
Tenemos la súbita reacción de exaltar la figura de Güemes cada vez que intentamos buscar, con su ejemplo, el camino para afianzarnos en la auténtica reconstrucción y liberación que todavía nos debemos los argentinos. Y este acto reflejo, que nace del corazón, difícilmente pueda lograrse con aquellos logiados que el engaño y la confusión ensalzaron como “patriotas ejemplares” de nuestra historia.
Autor: Gabriel Oscar Turone
Bibliografía
Portal www.revisionistas.com.ar
Revista del Archivo General de la Nación, Año IV, N°4, Buenos Aires 1974.
Romero Sosa, Carlos María. “Güemes”, Diario “La Nación”, Agosto 2008.
Yaben, Capitán de Fragata (R), Jacinto R. “Biografía Argentinas y Sudamericanas”, Tomo II, 1938.
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