Al producirse la muerte de Francisco Solano López, y con ella, el exterminio del Estado paraguayo, fue una de las primeras preocupaciones del gabinete de Saint James, someter en forma definitiva las finanzas y economía paraguayas a la voluntad colonizadora del capital financiero británico.
El Paraguay “contrató” como consecuencia de aquella decisión, dos empréstitos en Inglaterra. El trámite irregular de los mismos está documentado en una publicación titulada: “Las Imposturas de Juan Bautista Gill y el Informe del Comité del Parlamento de Inglaterra en la Cuestión Empréstitos del Paraguay”, publicada por Gregorio Benítez en Montevideo en 1876.
Se señala allí que los empréstitos fueron contratados con la firma Robinson Fleming and Co. de Londres, a través de la London Banking Association, con la coparticipación de Baring Brothers.
A raíz de las acusaciones de que fuera víctima Gregorio Benítez, en la gestión de los empréstitos, se vio obligado a publicar la precedente obra. En ella se defiende de la acusación que se le formulara, e imputa, en cambio, la responsabilidad en el trámite de los mismos, a Juan Bautista Gill, quien había llegado a ser presidente del Paraguay.
En esa obra, Benítez transcribe un fragmento de la carta que le dirigiera Alberdi desde Londres, el 21 de febrero de 1876: “Así es como el Parlamento británico ha vuelto a ser la válvula de salvación del Paraguay, dejando exhalar los secretos de sus empréstitos ruinosos, como reveló el secreto de la alianza que desgraciadamente dejó hasta ahora en problema su independencia”.
Alberdi nunca advirtió la presencia británica en la guerra con el Paraguay. Ingenuamente –o tal vez no tan ingenuamente, porque tenía sus vinculaciones con los intereses británicos- creyó por el contrario, que la misma tenía su origen en las maniobras de la diplomacia brasileña y en el sometimiento mitrista a esas maniobras. Aunque la posición pudiera ser de “buena fe”, es evidente que no indicó aquella presencia imperialista. Pero, de cualquier manera, dejando de lado los intereses que él creía servir, lo cierto es que la denuncia sobre la intervención del Imperio del Brasil y de Buenos Aires, bajo la conducción del Gral. Mitre en la Guerra, fue objetivamente de gran valor. Hoy no es posible, sin embargo, reducir el horizonte de la verdad histórica a la crítica alberdiana y no debemos omitir que en aquel momento, descubrir los hilos de la diplomacia británica en la instigación de la Guerra, de la Triple Alianza no era tarea fácil.
La publicación de los entretelones reales del negociado de los empréstitos del Paraguay, a través del “Informe del Comité del Parlamento de Inglaterra sobre Empréstitos del Paraguay”, se debió a la presión ejercida por la banca Rothschild, y por el desplazamiento que a último momento sufriera Baring Brothers en dichos negociados.
En 1871 se contrató un empréstito de un millón de libras. El 21 de noviembre de ese año, se suscribió el bono respectivo. Máximo Terrero participó en representación del Paraguay, e hizo las primeras gestiones con Baring Brothers. La firma “Victoria Chambers”, de Wesminster, ejecutaría obras públicas. Waring Bros. otra banca, entregaría la emisión del empréstito a Robinson, Fleming and Co. al 80% con un 8% de interés anual y 2% de provisión para amortización.
En el prospecto referente al del empréstito se hacía referencia a que el mismo se contrataba a los efectos de: a) pagar la deuda flotante, que era en esos momentos de 213.000 libras (esa deuda flotante tenía por origen la guerra y como acreedores al Brasil y a la Argentina), b) Terminación del ferrocarril Asunción-Villarica (que no se terminaría), c) reparación de edificios públicos, caminos, y movilización de los recursos del país.
Por Baring Brothers intervenía Mr. Samuel Laring y Mr. Albert Grant. Serían corredores del empréstito Mullers, Marshall and Co.
De la suma “prestada”, 1.000.000 de libras, se retuvo por “interés” y “amortización” de 2 años, la siguiente suma: Interés, 160.000 libras; Amortización, 40.000 libras; Total: 200.000 libras.
Teóricamente debían haberse enviado al Paraguay 800.000 libras, sin embargo no llegó una sola libra a Asunción. La cotización de este empréstito siguió, sobre un valor 100, esta escala: en julio del año 1873, 45%, y en junio de 1874 se cotizaban a sólo 12%.
Ese desastre calculado con premeditación, llevó a la necesidad de contratar para el Paraguay un segundo empréstito, en 1872. El 27 de mayo de ese año se firmaba un nuevo contrato, por el cual se solicitaban 2.000.000 de libras. Al firmarse el bono, se realizó también un inventario de las tierras disponibles en el Paraguay, destinadas a garantizar el empréstito. El inventario dio un total de 20.000 leguas cuadradas, 14.000 de ellas de bosques de excelentes maderas, y 6.000 aptas para la explotación agropecuaria.
Poco tiempo después, la enorme y ruinosa deuda externa contraída sin que llegara libra alguna, se “redujo” ligeramente: los acreedores extranjeros recibieron a cambio de la reducción, 300.000 hectáreas de fértil tierra paraguaya.
Carlos Pereyra, el gran historiador mexicano, diría: “El primer paso civilizador que dio el Paraguay después de la guerra fue copiar una constitución liberal. Había que tener un código angloyanquiguaraní; con todas las apariencias del sistema representativo (…) Esto iba a la par con un empréstito. Los capitalistas ingleses mostraron su desinteresada cooperación en dos ocasiones. El conquistador brasileño era el titular legítimo de los despojos del vencido, pero D. Pedro encontró que un imperio entrampado no es un imperio, que el dinero gobierna y que la prensa no era suya sino de sus propios acreedores. Hizo una guerra para los ingleses. Había arruinado al Brasil y había arruinado al Paraguay. ¿Para quién sino para los ingleses? Entregó, pues, la prenda a los verdaderos amos del Brasil. Consistieron estos en que el Paraguay libertado y liberalizado se reconociese deudor de ellos por la suma de 1.438.500 libras”. (…) “El Paraguay ha progresado –termina Pereyra-. A mayor progreso, mayor deuda. En 1908 había conseguido deber 7.500.000 libras esterlinas”.
Era la civilización británica, loada por Domingo Faustino Sarmiento, la que se abría paso en América Hispánica.
Fuente
Peña, R. O. y Duhalde. E. – Felipe Varela – Schapire editor – Buenos Aires (1975).
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