Invasión de Felipe Varela

Gral. Felipe Varela (1821-1870)

Diciembre de 1866.  Felipe Varela viene cruzando con la baquía propia de un gran jefe montonero, a través de los boquetes de la cordillera.  Nadie como él conoce los pasos de los Andes.

¿Qué plan motivaba su marcha?  ¿Era acaso el simple avance romántico contra el cínico déspota de Buenos Aires?  Ningún testimonio más elocuente que el de un inglés testigo de los sucesos.  Al conocerse en la ciudad-puerto el pronunciamiento de Varela, Mr. Mathew –el “entrometido”- escribió a su jefe del Foreign Office: “En todo lugar donde hayan penetrado los ferrocarriles a través de la República, la civilización y los negocios los han seguido, y los disturbios políticos y los pronunciamientos han cesado allí, pero es fácil todavía para los viejos líderes, provocarlos, junto con un cuerpo de partidarios, en las provincias más distantes, sobre la base de cualquier causa de descontento.  Para ello, la cuestión de la Guerra del Paraguay, en manos inteligentes, ha constituido una oportunidad plena, pues mientras el gaucho holgazán está siempre listo para una correría de saqueo, la disciplina del servicio militar es aborrecida por él, y gran parte de aquellos que están obligados a servir  han desertado”.  Mr. Geoffrey Budkley Mathew mentía conscientemente.  Sabía perfectamente que los “disturbios políticos”, surgían, precisamente, en las provincias donde la “civilización” (es decir el Crédito Público, los Bancos, los Empréstitos y los Ferrocarriles) habían penetrado.  Pero revelaba, sin embargo, una verdad incontrovertible: el pueblo estaba totalmente contra la Guerra del Paraguay.  Las clases oprimidas, no querían pelear contra sus hermanos americanos.  Jóvenes y viejos, abandonaban sus hogares, montaban sus caballos, recogían la tacuara y se lanzaban en montonera, para no participar en la lucha fratricida.

El pronunciamiento no era, sin embargo, la simple reacción romántica ante una situación económica desesperante.  Es cierto que el avance del ferrocarril, con su política de fletes, imponía el monocultivo provincial, creaba “industrias” complementarias de las necesidades inglesas y mundiales, y liquidaba todo el sistema de economía diferenciada y semi-industrial restaurado y protegido sobre la base del precavido sistema virreinal, desde 1835.  Pero la respuesta a esta sanguinaria política económica no era ciega.  Felipe Varela, al responder a las necesidades de las masas del noroeste argentino, comprendía que resultaba forzoso preparar y ejecutar un programa político.  Por eso, cuando Paunero sostenía que los revolucionarios de Mendoza, antes de avanzar esperaban el resultado de la invasión de Varela, llamaba a éste, despectivamente, “nuevo Mesías”.

El programa no era un esquema surgido de la cabeza de ideólogos nostálgicos.  Era la comprensión clara de la situación, y de la solución exigida por la misma, condensadas en una formulación revolucionaria.  Era esa formulación, unida a su voluntad de lucha, la que le valdría la fidelidad y entusiasmo del gauchaje.  Los mitristas de aquella época, recurrían como los de ahora, a explicaciones carismáticas.  Así por ejemplo, Dávila diría: “Este caudillo tan ignorante como funesto, había logrado fanatizar a las masas imbéciles, predispuestas por lo mismo a la rebelión contra el fantasma de los terroríficos contingentes”.

En carta escrita desde Copiapó, entre el duro trajinar de las mal pagadas jornadas, en las minas de Naranjo y Wheelright, Varela le había escrito a Urquiza el 23 de enero de 1864: “Hay que lamentar la pérdida de nuestro Gral. Peñaloza aun cuando el mismo tiene la mayor parte de culpa; por más que he trabajado en arreglar sus gentes para librarlo del peligro y aun librarnos todos, no se conseguía cosa de valor, y para que se desengañe mejor le recordaré una circunstancia muy necesaria, pues S. E. habrá visto que tuvimos una campaña algo larga y sin ningún programa, pues el Señor General dijo que no era preciso: que él peleaba por no cumplir las órdenes de Mitre y que no tenía más que respetar la orden de S. E. que no tenía otro jefe, y bajo esa inteligencia no firmaba ningún programa; razón que se ha perdido todo trabajo, y sólo, males se han visto en las provincias porque los porteñistas se han hecho peor que tigres y la humanidad perdida”.

Varela no cometería el error de Peñaloza.  Las masas populares quizás no conocían, en profundidad, el alcance de este programa.  Tal vez la proclama del 6 de diciembre contribuyó a hacerlo comprender; pero el Pueblo de interior provinciano, sabía que ese caudillo que cruzaba la cordillera, era uno de los suyos y estaba a su servicio.

Por ello el canto popular brotó de las bocas resecas, para ser legado a nuestra historia, e imponerse con la fuerza de la tradición revolucionaria.  Cuyo recibió a las triunfadoras huestes gauchas del movimiento de Varela con este cantar:

Dicen que Varela viene

con su infantería riflera

a cortarle la otra oreja

a ese pilón de Paunero.

……………………….

Dicen que Varela viene

levantando polvareda

y don Juan viene detrás

como flor de primavera.

Dicen que Don Juan se viene

con toda la chilenada

empezaron los salvajes

a ganarse en la Rinconada.

Con ese cantar, surgido de las entrañas del pueblo oprimido, que veía su liberación en las montoneras, se inicia lo que los modernos investigadores del folklore nacional, como Olga Fernández Latour, denominan el “ciclo Varela”.

Sublevación en Mendoza

Es que el 9 de noviembre de 1866, se había sublevado en Mendoza, el contingente que debía ir al Paraguay, al mando del coronel Manuel Arias.  No sólo se le habían plegado los gendarmes, sino fundamentalmente los presos políticos, encabezados por el coronel Carlos Juan Rodríguez y Pedro Viñas, arrestados días antes por participar en los planes revolucionarios, a los cuales se unen inmediatamente, los ciudadanos del “bajo pueblo”; no así los federales de primera clase, salvo los militares.

El Gobernador Melitón Arroyo, huyó ante el pronunciamiento, previa delegación del mando en el Comandante Irrazábal, que se encontraba en San Rafael, a quien encomienda su reposición.

Los “reaccionarios”, es decir los revolucionarios varelistas, encabezados por el coronel Juan de Dios Videla, nombran gobernador a uno de los suyos: Carlos Juan Rodríguez.  La lucha organizada ha comenzado.  Los jóvenes federales mendocinos, piden armas para “defender la Patria”.

Las calles de Mendoza ven cruzar con alegría a estos criollos que usan emblema punzó, se autodenominan federales y desconocen a la “autoridad” mitrista.  “Usan la divisa de Rosas, la de la federación de Derqui”, dice un enemigo.  Se ha producido la “revolución de los colorados”.

Revolución en San Juan y La Rioja

Varela que ha cruzado la cordillera por Coquimbo, venciendo el 2 de enero en Nacimientos a Linares, penetra en la Villa de Jáchal, San Juan, lugar en donde derrota a los mitristas de Coria.  Las casas de barro coloniales, espaciadas entre sí, construidas sobre terreno ondulado, vibran ante los gritos de “Viva la Federación” que clamorean los montoneros.  El 2 de febrero Varela manda al norte a su segundo Medina, y ese mismo día estalla la revolución en La Rioja.

El 5 de febrero de 1867 desde el Cuartel General en Marcha, de Punilla, los jefes de la revolución de las provincias de Cuyo, Carlos Juan Rodríguez y Felipe Saá, le escriben a Urquiza: “V. E. estará impuesto de los sucesos desarrollados en la Provincia de Mendoza desde la noche del 9 de noviembre del año próximo pasado y en virtud de los cuales fue derrocado el gobierno que allí regía, y el que desconociendo completamente las reglas republicanas democráticas, que garante la carta federal a todos los pueblos de la República, había convertido aquel localismo en un centro absolutista de exclusivismo y tiranía, atropellando la ley y ultrapasando todos los límites que le son permitidos a un gobierno que teniendo por regla la Constitución, obra tan solo bajo las inspiraciones del derecho y la justicia.

“El pueblo de Mendoza, Excmo. señor, comprendió de un modo maravilloso, que en ese movimiento se jugaban una vez más, no sólo sus derechos provinciales sino también los derechos todos de la República y plegándose a la idea del movimiento espontánea y generosamente, ayudó a la revolución en todo lo que era posible ayudarla poniéndose en armas y rechazando la intervención violenta e inautorizada que el Coronel de Olazábal traía a sus puertas….

“Encargados de transmitir a V. E. la voluntad de las masas y el grito unánime del Ejército, sólo esperamos que V. E. se digne impartirnos las órdenes (…)”.

Pero Urquiza no respondería a la revolución popular.  Se encontraba ya totalmente entregado al sistema de dominación británico.  Ya no era federal.  Mucho menos sería montonero.

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Peña, R. O. y Duhalde. E. – Felipe Varela – Schapire editor – Buenos Aires (1975).

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