La política de su majestad

Mariscal Francisco Solano López (1826-1870)

En 1867, al cesar la crisis del algodón, Inglaterra abandona su interés por el Paraguay como emporio algodonero.  Le preocupa en cambio, eliminar a Francisco Solano López.  El Foreign Office da instrucciones, a tal efecto, al secretario de la embajada de Buenos Aires, Mr. Gould, para que realice una mediación y logre la paz.  Mr. Gould se comunica con los aliados, quienes se manifiestan totalmente dispuestos a hacer la paz, y en consecuencia se traslada al campamento de López.

Al llegar al frente paraguayo, Mr. Gould se entrevista con Luis Caminos, Ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay.

La entrevista fracasa totalmente, Mr. Gould es prácticamente expulsado del Paraguay.  A pesar del deseo de S. M. Británica de lograr la paz, ésta no es aceptada por el caudillo paraguayo.  Las “bases” dadas por el F. O. exigía, esencialmente, que el gobernante se fuera a Europa, abandonando al Paraguay.  Inglaterra le garantizaba una vida económica fastuosa, en ciudades europeas, pese a lo cual el Mariscal prefirió correr la suerte de su pueblo, antes que dejarlo librado a la voracidad imperialista.

Pero resulta fundamental señalar otro hecho que determinó la falta de interés de parte de López, en la continuación de las negociaciones.  La misión Gould se inició hacia fines de agosto de 1867.  La entrevista Gould-Caminos se llevó a cabo en setiembre del mismo año.  El Mariscal López había coordinado totalmente sus planes con el de los movimientos dirigidos por Felipe Varela.  En su “Historia de la Guerra del Paraguay”, Thompson (1) aporta el dato.  Pero acorde con el espíritu general de la obra, trata de desacreditar el proceder del estadista paraguayo.  Intenta hacerlo aparecer, en actitud especulativa, entre vacilante y temeroso, con las dificultades que la montonera pudiera crearle a Mitre.  Gregorio Benítez que conocía tantos e importantes pormenores, por su participación directa en los sucesos, atrapado por la feroz trituración historiográfica posterior a Aquidaban, es decir, a la muerte de López, negó lo afirmado por Thompson.  Centurión, en sus “Memorias”, a su vez, sostiene que López se enteró “por una carta” del pronunciamiento montonero.

De ese modo, se ha pretendido presentar las relaciones, entre López y Varela, como casuales, silenciando que el 30 de agosto de 1866, Melgarejo y Juan Saá, le habían ofrecido al Presidente paraguayo 12.000 hombres y que el 14 de diciembre de 1867, los enviados de “Lanza Seca” Saá, y de Felipe Varela, llegarían a Asunción, vía Corrientes.

La resistencia de López y la amenaza de Varela, unidas al apoyo del pueblo chileno-boliviano y al fracaso de la misión Gould, atemorizaron y encolerizaron a la diplomacia del Foreign Office.

Gregorio Benítez, en carta reservadísima dirigida al mariscal López –que nunca llegaría a poder de éste- escrita desde Londres el 21 de febrero de 1868, revela que los ingleses habían publicado, por medio del Parlamento, los documentos de la Misión Gould.  Con esa edición se lograba el objetivo propuesto: crear, a través de la prensa, una desfavorable opinión “pública” en torno al Paraguay.  En todo Londres se hablaría, a partir de esa publicación, de una invasión inglesa al Paraguay, “una nueva Abisinia”, según algunos miembros del Parlamento que interpelaron al Gobierno el 30 de marzo de 1868.  Acorde con tal rumor, el Almirantazgo impartía órdenes a “H. M. S. Dotterel”, una moderna cañonera, para que interviniera en aguas guaraníes.  “Casualmente” era el mismo navío que había custodiado la colocación del cable submarino entre Buenos Aires y Montevideo, empresa dirigida por el Barón de Mauá.

A las preocupaciones que el Paraguay y la montonera varelista habían originado en el F. O., se añadiría una nueva de peso.  EE.UU. de Norteamérica, unificado y resurgente en todo su poderío expansionista, se lanzaba nuevamente sobre el joven continente sudamericano.  Ya en el curso de la Guerra de Secesión EE.UU. había intentado sin éxito, que el Imperio del Brasil mediara a favor de la diplomacia yanqui, contra el Sur, para enemistar al Brasil con Inglaterra.  Ahora, la misión Washburn era precisamente el signo evidente de una nueva ofensiva norteamericana que se aprovechaba de la disputa paraguaya.

En cumplimiento de instrucciones del Mariscal, Benítez se entrevista con el principal Secretario de Estado de Relaciones Exteriores de S. M. Británica, en Londres.  Lord Stanley recibe al diplomático paraguayo con su mejor sonrisa.  El alto y avezado funcionario de S. M., no desea “sino estrechar relaciones con el Paraguay”.  “No hay diferencias”, le dice, “salvo el pequeño incidente originado por la permanencia forzada en el Paraguay de algunos ingleses a quienes no se les ha permitido la salida del país”.  Al explicarle Benítez que “esos ingleses estaban contratados”, y que “eran bien tratados y pagados”, Lord Stanley le solicita que converse y discuta la cuestión, esa misma tarde,  con Mr. Hammond el “eterno” subsecretario del departamento.  La entrevista se efectúa.  Y se produce entonces, la misma operación de pinzas, que un autor francés, Poucel, designa como “realización de la diplomacia comercial” y que Inglaterra ha efectuado años atrás contra Juan Manuel de Rosas, y más recientemente, con similar habilidad, a través de Mr. Lettson, Mathew, Hutchinson, Gould y Burton.

Lord Stanley ha mostrado la cara más acogedora y amable.  Mr. Hammond, en cambio, se planta seco e intolerante frente a Benítez.  Es que, en realidad, Inglaterra está decidida a destruir al Paraguay.  Pero su tradicional habilidad diplomática, y el nuevo tipo de política imperialista que está poniendo en práctica, tornan innecesario amenazar al Paraguay, exponiéndolo sus propósitos destructivos explícitamente.

Al concretarse la ampliación de los empréstitos de Baring Brothers al gobierno de Mitre, y autorizarse las emisiones respaldadas por Rothschild en Brasil, no hacía falta montar una expedición inglesa para invadir al Paraguay.  Los servidores de las oligarquías locales se encargarían de ello.

En el momento en que Norberto de la Riestra suscribía el nuevo bono del empréstito, se aseguraba la destrucción del Paraguay proteccionista y de la montonera varelista.  Era el fin de la “Unión Americana” y el triunfo del Imperio Británico en el Continente.

Referencia

(1) Thompson llegó al Paraguay en 1858 y sirvió al gobierno hasta el 30 de diciembre de 1868 en que fue tomado prisionero por los aliados en Angostura, después de la batalla de Itá Ybaté, en que quedó destruido el ejército paraguayo.  En 1871 regresó al Paraguay y el presidente Jovellanos le encomendó la dirección de los ferrocarriles hasta 1876, en que falleciera.

Fuente

Centurión, Juan Crisóstomo – Memorias o Reminiscencias Históricas sobre la Guerra del Paraguay – Ed. El lector, Asunción (1987).

Peña, R. O. y Duhalde. E. – Felipe Varela – Schapire editor – Buenos Aires (1975).

Thompson, George – Historia de la Guerra del Paraguay – Buenos Aires (1869)

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