Proclama de Varela y la oligarquía

Bartolomé Mitre (1821-1906)

El 2 de enero de 1867, Marcos Paz, vicepresidente de la Nación, le había hecho llegar a Mitre la copia de la proclama de Varela, explicándole en la carta adjunta: “…que aquel coronel Felipe Varela, que estaba en Chile, debía invadir la frontera de San Juan y La Rioja, haciéndose preceder por una célebre proclama impresa que se la mandaré en copia si hay tiempo para sacarla, por no haber venido más que un ejemplar, el cual está destinado para mandarlo a Chile (…)  Varela en la proclama se declara abiertamente contra el Gobierno Nacional, tomando el nombre del general Urquiza”.  El Gobierno no había sido, sin embargo, sorprendido.  El 15 de diciembre de 1866, Paunero le había avisado a Marcos Paz, que Varela se había embarcado en Valparaíso con destino a Copiapó; para caer sobre San Juan y La Rioja, noticia que había confirmado Sarratea, en carta enviada desde Valparaíso mismo, el 15 de diciembre de 1866, en la que comunica que “Varela, y varios jefes blancos llegados de Montevideo han pasado de Valparaíso a Copiapó”.

La proclama había sido impresa en Chile.  El Gobernador San Román, de La Rioja, manda un ejemplar llegado con los invasores, y advierte que la misma ha sido distribuida en Guandacol y Jáchal.  La chispa montonera va encendiendo Los Llanos.  San Román escribe angustiado: “La reacción viene, la reacción es indudable, la reacción está sobre nosotros”.

El historiador Carlos Heras sostiene acertadamente: “la proclama daba al movimiento un carácter nacional y un contenido concreto; era sin duda el programa del levantamiento”.

El 11 de enero, Antonio Taboada, al mando de sus tropas, penetra en tierra catamarqueña.  Pero simultáneamente, el valiente Juan de Dios Videla envía una comunicación a Ramón Flores, con el objeto de coordinar la acción montonera y tomar el gobierno de La Rioja.  Sin embargo, al día siguiente, Vera derrota a Flores en Pozo Cercado, dispersándole sus hombres.

Pese al pasajero contraste, la montonera va creciendo en el noroeste argentino.  Paunero dirá que “el Gobierno revolucionario de Mendoza”, “tiene el tinte de la más subida mazorca”, y ya se sabe, concretamente, que la invasión de Varela está ligada totalmente a la revolución montonera de Mendoza.

El mitrismo analiza la situación.  No se trata de una simple cuestión localista, como se ha creído o se ha simulado creer inicialmente.  El 30 de noviembre de 1866 Justo Daract le escribe a Wenceslao Paunero desde San Luis, opinando que Carlos J. Rodríguez quiere “hacer creer que la revolución es un hecho local”.

Y si eso no fuera suficiente, bastaría con leer la carta que Marcos Paz tiene sobre su escritorio, que le ha enviado Sarratea, con fecha 23 de diciembre de 1866, y en la que le advierte que “la prensa chilena y peruana se han hecho eco de la revolución, cuyo objetivo –dice esa prensa- es derrocar al gobierno nacional, romper la alianza con el Brasil y proclamarla con las repúblicas del Pacífico contra España”.

Por eso, el 16 de enero de 1867, Marcos Paz le escribe a Mitre: “… creo (Dios quiera que me equivoque) que ha llegado el momento de desbordarse la anarquía y abarcar todo el país, si no viene usted a tomar la dirección de la cosa perdida….”.  Desde Mendoza hasta Tucumán no hay quien retenga el poder que se han tomado las revoluciones, después de la derrota de Campos”.

Confirmando los temores del vicepresidente, el 22 Juan de Dios Videla, asume el gobierno de San Juan, y el 24 el general Carlos J. Rodríguez marcha sobre San Luis.  El 27, Wenceslao Paunero, el asesino y estanciero mitrista, huye de San Luis ante la presencia de la vanguardia de Rodríguez encabezada por Francisco Alvarez, quien con 150 hombres toma la ciudad.  El 31 de enero de 1867 los montoneros derrotan a Wenceslao Paunero en la Pampa del Portezuelo, aniquilándole la caballería, que era su orgullo.

La proclama de Varela sintetizaba todas las aspiraciones de estos pronunciamientos, al mismo tiempo que contribuía a unificarlos.

Felipe Varela, “Defensor de la Unión Americana”, y “representante de Sud América”, denunciaría en ella “el monopolio y la absorción de las rentas nacionales por Buenos Aires”.  Sostenía, en efecto que: “La Nación Argentina goza de una renta de diez millones de duros, que producen las provincias con el sudor de su frente.  Y sin embargo, desde la época en que el Gobierno libre se organizó en el país, Buenos Aires, a título de Capital, es la provincia única que ha gozado del enorme producto del país entero, mientras en los demás pueblos, pobres y arruinados, se hacía imposible el buen quicio de las administraciones provinciales, por la falta de recursos y por la pequeñez de sus entradas municipales para subvenir los gastos indispensables del gobierno local”.

El mitrismo no podía aceptar con calma el programa político de las masas comandadas por Varela.  Con más razón, ante el hecho de que la montonera se extendía cada vez más por todo el país.  El 16 de febrero de 1867, las calles de Córdoba escuchan a su pueblo gritar “¡Vivan los generales Varela, y Saá!  ¡Muera Mitre!  ¡Viva el Paraguay!”.

Félix Frías, diría en el Senado, ante los aterrorizados “padres de la Patria”: “Echemos una mirada por toda la República.  Empecemos por Mendoza, vamos hasta Salta.  ¿Dónde encontraremos una sola provincia que haya respetado la autoridad?  En ninguna parte a excepción de Jujuy”.

Con la verdad como consigna política, Varela había planteado en su proclama inicial, la cuestión de las rentas de Buenos Aires.  Y en forma totalmente conexa con aquella, la de la Constitución jurada.  No se trataba de una creencia ingenua del jefe montonero en la constitución liberal.

Era un punto esencial de su programa político.  Varela sabía que esa Constitución, por haber sido pensada y creada para el litoral mesopotámico, era inaceptable para el mitrismo porteñista.  Atacaba expresamente, por ende, las reformas realizadas en 1860 en Buenos Aires, a aquel texto constitucional.  Pero con su aceptación de la Constitución jurada, Felipe Varela incitaba al litoral mesopotámico a coparticipar en la revolución, a la par que daba a los hombres del interior provinciano, un punto programático de cohesión.  No era el texto constitucional en si, lo que interesaba.  Era la puesta en acción de la efectiva organización federal lo que importaba.

Se llevaba a cabo la parte final del programa político de Juan Manuel de Rosas, enunciado en la “Carta de la Hacienda de Figueroa”.  Los hombres que pedían la realización del programa constitucional, republicano y federal, recibieron como respuesta de la oligarquía, la ley del 19 de enero de 1867, que establecía: “Resultando que uno de los objetos de ese plan es el de distraer la atención y los recursos de la Nación que deben consagrarse totalmente al triunfo de nuestra bandera, en la justa guerra que el país sostiene contra el Gobierno del Paraguay y prestar por este medio, eficaz ayuda y socorro a los enemigos exteriores de la Patria, declara: 1º) Todos los individuos que hayan tomado o tomaran parte en la ejecución de los atentados cometidos por los revolucionarios de Mendoza, desde el 9 de enero de 1866 en adelante, los que acompañen en su invasión a Felipe Varela o se plegasen después a ellos, los autores o sostenedores de la montonera de La Rioja, y todos los que en cualquier punto del territorio sujeto a la jurisdicción nacional, contribuyan con actos deliberados a estimular, fomentar, o mantener aquel estado de anarquía, serán considerados como rebeldes y traidores a la Nación, y sometidos por la fuerza a la Justicia Nacional para ser juzgados como tales con toda la severidad de las leyes”.

La oligarquía aplicaba su propia “legalidad”.  Consistía ésta en someter por la fuerza a las tendencias nacionales, calificándolas previamente de “anárquicas”, en tanto éstas pasaban de la mera forma de lo posible, a la concreta realidad de los movimientos de masas.

Fuente

Peña, R. O. y Duhalde. E. – Felipe Varela – Schapire editor – Buenos Aires (1975).

portal www.revisionistas.com.ar

Artículos relacionados

Carta de la Hacienda de Figueroa

Proclama de Felipe Varela

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar