La Guerra del Guano

Almirante Luis Hernández Pinzón (1816-1891)

A raíz de la suspensión de pagos España, Francia e Inglaterra encontraron el pretexto idóneo para intervenir en los asuntos mexicanos.  El 31 de octubre de 1861, en Londres, las tres naciones suscribieron un convenio por el cual adoptaron las medidas necesarias para enviar a las costas de México fuerzas combinadas de mar y tierra.  La intervención tenía el objetivo de cobrar deudas acumuladas desde tiempo atrás y, si bien las demandas no resultaban extrañas, su cumplimiento era difícil en las circunstancias en que se hallaba México.  Sin embargo, el gobierno juarista se vio obligado a dar una respuesta.  Reconoció la situación ruinosa del erario y, al mismo tiempo, advirtió los esfuerzos que mantendría para enfrentar dignamente los reclamos.  A pesar de la buena voluntad mostrada, algunas tropas españolas arribaron, en diciembre, al puerto de Veracruz, y para enero de 1862 ejércitos de las tres potencias europeas desembarcaron en territorio mexicano.

También en España, como en Inglaterra y Francia, los Rothschild eran amos financieros.  Los herederos del viejo Amschel, contaban con testaferros en los países de su influencia.  En España tenían a José de Salamanca, socio de José Buschental, banquero de la Confederación Argentina, al igual que el Barón de Mauá.

Los Rothschild y Salamanca, habían formado la “Sociedad Española Mercantil e Industrial”, que controlaba la línea de ferrocarriles que iba de Madrid a Zaragoza y Alicante, con un capital de 456 millones de reales.  Los ferrocarriles les otorgaban el control del país.  Por depender financieramente de la Alta Banca, España pedirá a Londres, en el curso de la Guarra del Guano, un empréstito de 50 millones de libras, que se lanzará sobre Londres, París, Madrid, Hamburgo, Frankfurt, Bruselas, Amberes y Viena.  El enorme aumento de las inversiones externas británicas, que se advierte en el período 1862-1872, tiene por deudora principal a España.  Durante ese lapso, su deuda con Inglaterra alcanza la fabulosa suma de 220 millones de libras.

Hacia 1862, los Rothschild se afirman también en Francia, liquidando al “Crédito Mobiliario” de los portugueses Pereira, y a la “Unión General”, entidades financieras que habían intentado vanamente, hacerles frente.

El proceso de expansión capitalista es cada vez más acentuado, y con él, el factor individual en la historia va perdiendo importancia.  Ahora, los personajes visibles, encarnan clases sociales ligadas a las grandes metrópolis colonialistas, cuyos intereses monopolistas, cada vez más concentrados, deciden la política de los nuevos países americanos dependientes.

A la luz de esa interpretación, es que vemos a los Rothschild, a través de Salamanca, promover y financiar la expedición española del almirante Pinzón, que avanza hacia el Perú.

La flota llega a principios de 1864, a las costas peruanas, previo aprovisionamiento en puertos brasileños.  Pretextan estar realizando una expedición científica.  Al igual que contra México, se preparaba un ataque, por razones puramente económicas.  El Perú era, en esos momentos, el principal productor mundial de guano.  Este último había alcanzado en el mercado mundial una alta cotización, por ser el fertilizante indispensable para el desarrollo intensivo de la agricultura europea.  Mantendría esa importancia, hasta que las investigaciones del genial químico Liebig, tendientes a producir fertilizantes artificiales pasasen del campo experimental a la química industrial en gran escala.  Al lograrse tal industrialización, el salitre reemplazará al guano y se luchará en el Pacífico por los nitratos (1879).  La brutal lucha por el dominio de materias primas coloniales se desata con sin igual violencia.

“El nitrato de soda –se decía en 1860 por voz autorizada- está llamado a reemplazar algún día a los guanos en los mercados de Europa y cuando éstos se hallen exhaustos, el salitre durará todavía siglos y la Europa estará obligada a comprarlo para alimentar sus tierras empobrecidas por la agricultura”.

El guano, fertilizante codiciado, se extraía fundamentalmente, de la Isla de Chinchas, perteneciente al Perú.  Millares de “coolies” oriundos de China, serían llevados a ese país, entre 1859 y 1874, como mano de obra barata, para la explotación de algodón y guano.

Mediante contratos de “consignación” el guano se comercializaba en Europa, que eran en realidad administraciones, con amplias facultades.  Los consignatarios fueron siempre banqueros londinenses.  De 1842 a 1848, había distribuido el guano en Europa, la casa “Myers, Quirós y Cía.”; desde 1849 lo hacía la casa “Gibbs y Cía.”, en todo el continente, fundamentalmente en Inglaterra y España.

Al producirse el vencimiento del contrato de consignación del guano en Europa, la República del Perú decidió no renovarlo, administrándolo por sí misma.  La medida, surgida de un proteccionismo nacional, afectaba directamente a los intereses bancarios y agrícolas británicos.  Especialmente a estos últimos, ya que ante la crisis de algodón sobrevenida, los fertilizantes –indispensables para el plan intensivo de cultivos- se volvían más preciados que nunca.

Inglaterra movió entonces sus hilos diplomáticos, y éstos arrastraron a la escuadra del almirante Pinzón al Océano Pacífico.  El 14 de abril, la escuadra española tomó la Isla de Chinchas.  El 30, Sarmiento le escribía a Elizalde: “¡Moros en la costa!  Los godos han tomado a Chinchas, en el Perú, es decir, ¡la bolsa o la vida!  Pues el Perú vive por el huano”.

El Gobierno peruano, ante tal situación, firmó un tratado por el cual el guano garantizaba la deuda externa del Perú con la Alta Banca Británica, y las compañías explotadoras deberían rendir cuentas directamente al Gobierno de España.

Al quedar así asegurado que el guano no escaparía de las manos de su oculto mandante, Pareja, el otro jefe de la escuadra española, propone devolver las islas.  Pero el pueblo reacciona contra la maniobra oligárquica, y exige la declaración de guerra, produciéndose la revolución que derriba al gobierno peruano de Pezet.

La escuadra española, entre tanto, avanza hacia Chile, pues quiere asegurarse también la zona salitrera de este país.  Chile declara la guerra a España, el 19 de setiembre de 1865.  El 26 del mismo mes, en Coquimbo (Chile), el comandante chileno Robledo, con la corbeta “Esmeralda”, derrota a la cañonera española “Covadonga”, tomándola.  El anciano almirante chileno Blanco Encalada desafía a pelear a los españoles, con los pequeños y viejos barcos de su escuadra, fuera de la costa, para no dañar a los civiles.

Derrotados los españoles, el almirante Pareja, que ha sustituido a Pinzón, se suicida.  Asume entonces el mando de la escuadra el almirante Castro Méndez Núnez, junto a su segundo Pinzón.

El nuevo jefe invasor, en represalia y desesperado ante la derrota, bombardea el puerto comercial de Valparaíso, disparándole 5.000 bombas.  Las escuadras inglesas y norteamericanas, que estaban allí de estadía, nada hacen para impedir la destrucción de la ciudad.  Los diplomáticos extranjeros sólo piden al Sr. Almirante que no bombardee sus edificios.  Méndez Núñez los tranquiliza: únicamente destruirá las edificaciones chilenas.  La connivencia es total.

La intelectualidad chilena recuerda en esos días por boca de Arteaga Alemparte, que “Inglaterra se había aliado con Francia para atacar a México”, pero que a “último momento había dejado que Francia invadiera sola”.  América debe enterarse del infame ataque, que se vincula a la situación pasada anteriormente por México.  Los diplomáticos americanos se movilizan.

La cancillería peruana y la chilena solicitan el apoyo argentino, a raíz del ataque europeo.  Mitre, comprometido con el Brasil, lo niega.  Perú denunciará por ello a toda América, la existencia de una alianza secreta entre el Brasil y España, para agredir a las repúblicas americanas.  Alianza a la cual Mitre también está vinculado.

La reacción popular en todas las Repúblicas es inmediata.  El julio de 1864, la Sociedad “Unión Americana” de Buenos Aires, envía al Congreso de la República un documento protestando contra el ataque español.  Entre otros firman el mismo, Lucio Mansilla (padre), Tomás Guido, Tomás Iriarte, José María Zapiola, Manuel Olazábal, Isidro Quesada y Angel Pacheco.

Miguel Navarro Viola pronuncia un vibrante discurso en el Teatro Colón, también como consecuencia del ataque.  De Navarro Viola diría en su sepelio Aurelio Palacios –padre del absurdo Alfredo-: “… bregó por la democracia americana contra Napoleón, en Méjico, contra Pinzón en el Pacífico; contra Mitre, Flores y Don Pedro II a favor de las Repúblicas Argentina y Uruguay.  Combatió la Triple Alianza y el cobarde bombardeo de Paysandú por la escuadra del Imperio….”.

Se denuncia la actitud de la cancillería argentina, que no es por cierto novedosa.  El 10 de noviembre de 1862, Elizalde había contestado a la nota de 18 de julio de 1862 del canciller del Perú, que invitaba a la Argentina a adherirse al “Tratado Continental” celebrado en Chile el 15 de setiembre de 1856, con esta vergonzosa, para su autor y la clase a la que pertenecía, ilevantable carta:

“Buenos Aires, Noviembre 10 de 1862 – Señor Ministro: Comprendiendo S. E. el Sr. Presidente de la República la importancia de la nota de V. E. de 18 de julio pasado, pidiendo la adhesión al Tratado Continental celebrado en Chile, en 15 de setiembre de 1856 y la adopción de medidas que su ejecución requiere (…) el Gobierno Argentino ha formado el juicio que el abajo firmado tiene el honor de transmitir a V. E. por orden del Sr. Presidente.

“En la nota y tratado, encuentra el Gobierno Argentino un pensamiento político y la iniciación de medios para realizarlo, que le es sensible no poder prestarles su asentimiento.

“Se cree la existencia de una amenaza general a la América independiente a presencia de los sucesos de Santo Domingo y Méjico, y se juzga que una de las primeras medidas que se debieran tomar para alejar o conjurar el peligro, es la de uniformar en las Repúblicas del Continente, ciertos principios que debiesen hacer parte de su derecho internacional, y estrechar los vínculos de amistad y buena inteligencia entre los pueblos y gobiernos, para evitar en lo sucesivo todo género de guerras.

“El Gobierno Argentino no tiene motivos para admitir la existencia de esta amenaza, ni cree que serían suficientes los medios que se proporcionen para conjurar ese peligro si realmente existiese.

“La América independiente es una entidad política que no existe ni es posible constituir por combinaciones diplomáticas.  La América, conteniendo naciones independientes, con necesidades y medio de Gobiernos propios, no puede nunca formar una sola entidad política.

“La naturaleza y los hechos la han dividido, y los esfuerzos de la diplomacia son estériles para contrariar la existencia de esas nacionalidades, con todas las consecuencias forzosas  que se derivan de ellas.

“No es, pues, posible una amenaza a todas esas Naciones que están esparcidas en un vasto territorio, y que no habría poder bastante en ninguna nación para hacer efectiva.

“Sólo podría existir esa amenaza en el caso de una liga europea contra América, y esto no es posible, ni tendría medios de llevar a fin su propósito.

“Esa liga no podría hacerse a nombre de los intereses materiales y comerciales de la Europa, porque esos intereses están en armonía con los de las Naciones Americanas y no habría poder humano que pudiera crear un antagonismo que no tendría razón de ser ….”.

“… Por lo que hace a la República Argentina, jamás ha temido por ninguna amenaza de la Europa en conjunto, ni de ninguna de las naciones que la forman.

“Durante la guerra de la Independencia contó con la simpatía y cooperación de las más poderosas Naciones.  Cuando se encontró en guerra con sus vecinos, fue por la mediación de una potencia Europea que ajustó la paz.

“En la larga época de la dictadura de los elementos bárbaros que tenía en su seno, como consecuencia de la colonia y de la guerra civil, las potencias europeas le prestaron servicios muy señalados.

“La acción de la Europa en la República Argentina ha sido siempre protectora y civilizadora y si alguna vez hemos tenido desinteligencia con algunos Gobiernos europeos, no siempre ha podido decirse, que los abusos de los poderes irregulares que han surgido de nuestras revoluciones no hayan sido la causa.

“Ligados a la Europa por los vínculos de sangre de millares de personas que se ligan con nuestras familias y cuyos hijos son nacionales, fomentándose la inmigración de modo que cada vez se mezcla y confunde con la población del país robusteciendo por ella nuestra nacionalidad, recibiendo de Europa los capitales que nuestra industria requiere; existiendo un cambio mutuo de productos: puede decirse que la República está identificada con la Europa hasta lo más que es posible.  La población extranjera siempre ha sido un elemento poderoso con que ha contado la causa de la civilización en la República Argentina…  – Rufino de Elizalde”.

Esta contestación se haría famosa en toda América.  Por su infamia.  Era la confesión más notable del servilismo mitrista, de su falta de solidaridad americana, de su dependencia para con la Europa colonizadora.

Si bien el verdadero autor del ataque a Perú y Chile, aparecía sutilmente oculto a los ojos de los agredidos, éstos entreveían algo.  Por ejemplo, Justo Arosemena, miembro peruano del Congreso Americano de 1864, sostenía: “No tememos pues, nada en el sentido de la reconquista; pero tememos mucho en el de la monarquización violenta de los Estados Hispano-Americanos, si éstos no aúnan y centuplican sus esfuerzos mientras no sea ya demasiado tarde.  Chincha puede venir a ser la introducción de un drama destinado a tomar grandes proporciones, y un desarrollo muy distinto de lo que hoy parece pretenderse por los detentadores de las islas.  España no sería la autora de ese plan.  Sería sólo el instrumento de que algún poder, con miras más elevadas, se valiese para poner en Sud América otra columna, que armonizando con la de Méjico, sirviese en esta región de sustentáculo al gran edificio de una política universal”.

Cuando los barcos de la escuadra española amenazaban las costas del Pacífico, el Gobierno de Mitre reconocía los créditos de los súbditos españoles.  La diplomacia de Inglaterra exigía una sumisión total, que la clase ganadera porteña, estaba dispuesta a aceptar plenamente, aún en los más mínimos detalles.

Sarmiento mismo le escribía el 29 de enero de 1866 al canciller argentino: “Si ningún vínculo liga a las repúblicas americanas entre sí, dos facciones correspondientes a las causas indicadas le son comunes sin embargo.  La primera es la de estar en terreno mal poblado, y en estado de colonización.  La segunda es hallarse todas ellas en condiciones de fuerza naval relativamente débiles a las grandes potencias marítimas (…).  Las repúblicas americanas no tienen estas garantías, y si las recientes complicaciones de la España en el Pacífico y la resistencia en México a la imposición de un gobierno, no escarmientan a los poderes europeos, la situación de aquéllas será siempre azarosa, forzadas a contemporizar con exigencias que menoscaben su dignidad como Estados soberanos.  Las cuestiones suscitadas a México, la intentada reincorporación de Santo Domingo o la anunciada reivindicación de las islas de Chincha, han partido de una tentativa hecha por las potencias europeas para recolonizar la América del Sur…”.

Desde Asunción, el joven e inteligente Francisco Solano López, le escribía al diplomático guaraní Félix Eguisquiza, el 6 de julio de 1864: “El suceso de la isla de Chincha no debe considerarse sino como una circunstancia venida a propósito para el desarrollo ostensible de planes previamente combinados según las noticias que allí se tenían….”.

El 14 de enero de 1866, Perú, Chile, Ecuador y Bolivia están en guerra contra esta España dirigida por Inglaterra.  La solidaridad de las Repúblicas del Pacífico, es total.

Luego de ser rechazados de la costa chilena, los españoles esperan refuerzos, los que llegan previo paso y aprovisionamiento por los puertos de Montevideo y Buenos Aires.  “El Inválido Argentino”, de 1º de enero de 1867, informaba que el almirante Méndez Núñez se encontraba en el Puerto de Buenos Aires.  La indignación continental aumenta momento a momento.  Están cercanos los días del ataque español a Santo Domingo, de la agresión española a Haití, y de la organización colonial que Inglaterra ha dado a la usurpada isla de Bélice, y esto enardece a las masas populares.

Los americanos están preparados para seguir peleando.

La guerra origina algunas consecuencias económicas sorprendentes, pero reveladoras para Chile.  Se nota una disminución de las importaciones de origen europeo, y un aumento de las importaciones de origen americano, especialmente de la Argentina ($196.697), Bolivia ($169.279) y Perú ($116.697).  La restricción forzada de las importaciones europeas, permite hacia 1867, una recuperación de la economía chilena, no buscada ni prevista por los ingleses.

Inglaterra aprieta con el guante blanco de su diplomacia al gobierno español.  La “operación guano” debe concretarse.  La escuadra española avanza hacia El Callao, a fin de bombardear el puerto.

Juan Bautista Alberdi denuncia la agresión, pero sin comprenderla en toda su gravedad, y por supuesto, sin señalar al verdadero promotor de la misma: “Veía en estos sucesos el juego de una pinza, española y lusitana, que amenazaba estrangular a la América del Sur, por el Atlántico y por el Pacífico, cerrándole las comunicaciones y cortando su comercio, hasta reducirla otra vez a la obediencia”.

Felipe Varela, que había contemplado la insólita y despiadada actuación de la escuadra española en Valparaíso, escribirá años después al analizar las etapas de su pronunciamiento: “Así andaban las cosas en la República Argentina, cuando otro traidor vendía por un pacto infame la República Peruana a las aspiraciones mezquinas de la corona Española, después de la piratería famosa de las islas de Chinchas.

“A pesar de los males profundos que acongojaban a mi patria, los ojos del patriotismo argentino tendieron su vista al Perú, y maldijeron a su gran traidor el criminal Pezet.

“No tardaron los nobles hijos de ese suelo en arrojarlo a balazos, rompiendo de un solo golpe sus perversos tratados y prefiriendo todos los horrores de la guerra, antes que pasar por la más vil de las infamias.  Fue entonces que se formó el Gran Congreso Americano, se hizo un hecho real la Unión iniciada por el general Melgarejo siendo invitada especialmente a tomar parte en ella la República del Plata.

“La asombrosa negativa del general Mitre, en nombre de la Nación, burlando así todas las esperanzas del país, exasperó hasta el infinito el patriotismo de los ciudadanos que vestían luto a la presencia de la horrible carnicería que tenía lugar al pie de los eternos muros de Humaitá…”.

“Entonces llevado del amor a mi Patria y a los grandes intereses de la América, amenazada por la corona de España, creí un deber mío, como soldado de la libertad, unir mis esfuerzos a los de mis compatriotas, invitándolos a empuñar la espada para combatir al tirano que así jugaba con nuestros derechos y nuestras instituciones, desertando sus deberes de hombre honrado y burlando la voluntad de la Nación”.

La agresión a Perú y Chile, ratificó y exaltó la solidaridad americana.  Varela sería uno de los principales propulsores históricos de la misma.

Pero esta solidaridad se pondría a prueba, aún más duramente, con motivo de la guerra al Paraguay.  Las causas que generaron esa guerra demuestran claramente la maniobra británica, y simultáneamente, explica la reacción multitudinaria americana ante el atropello continental.

Fuente

Intervenciones de Francia en México – Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Peña, R. O. y Duhalde. E. – Felipe Varela – Schapire editor – Buenos Aires (1975).

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