Todos sabían que el Imperio del Brasil había dispuesto 30.000 libras esterlinas (equivalente a 63.600.000 euros a octubre de 2019) para sobornar a Urquiza. Esta es la información que proporciona a su gobierno Williams Gore, el diplomático inglés acreditado ante el Imperio, quien agrega que si fuera necesario, el Brasil estaba dispuesto a adelantar el doble. (1) El gobernador de Entre Ríos sólo esperaba la ocasión para pronunciarse contra Juan Manuel de Rosas. Herrera y Obes escribía a Lamas para anunciarle que habría “una estrepitosa ruptura entre Urquiza y Rosas”. Y agregaba que Rosas tenía cierta desconfianza respecto de la actitud del entrerriano, “al que atribuye un plan para la formación de un Estado independiente y poderoso, compuesto de Entre Ríos, Corrientes y el Paraguay”. (2) Rosas se había enterado de una conferencia secreta celebrada entre Virasoro, gobernador de Corrientes, y Urquiza en la cual se habría tratado el retiro de los poderes delegados en Rosas para la conducción de las relaciones exteriores de la Confederación y la no participación en una eventual guerra contra el Brasil, que se consideraba inminente. En esa época ya se habían interrumpido las relaciones diplomáticas entre el Imperio y el gobierno argentino.
En los contactos y gestiones que hemos referido figuraba el hábil e inquieto comerciante catalán Antonio Cuyás y Sampere, socio y amigo de Urquiza, en cuyo nombre trabó contacto con Herrera (el ministro de gobierno de Montevideo), con Herrera y Obes y con el representante brasileño en la capital oriental, Rodrigo de Souza da Silva Pontes. Con éstos acordó las bases de un convenio secreto ajustado a las Instrucciones que el canciller Soares de Souza envió a su representante Silva Pontes. A través de sus cláusulas se advierte la extraordinaria destreza y pulso del Ministro de Relaciones Exteriores brasileño para concebir y desplegar el plan de la coalición internacional que derribaría a Rosas. (3)
El tratado entre Urquiza y el Imperio
El pacto que acababa de acordarse fue firmado el 29 de mayo de 1851. Estipulaba una alianza ofensiva y defensiva, cuyos firmantes –llamados “los aliados”- se obligaban a mantener la independencia y pacificar el territorio oriental obligando a salir al general Manuel Oribe y a las fuerzas argentinas que lo secundaban (artículo 1º). Pero el objetivo principal era combatir a la Confederación Argentina, pues en el artículo 15 se decía: “Si por causa de esta misma alianza el gobierno de Buenos Aires declarase la guerra a los aliados, individual o colectivamente, la alianza actual se tornará en alianza común contra dicho gobierno”. Aunque este acuerdo sostenía la integridad y soberanía de los territorios, aclaraba que era sin perjuicio “de los derechos adquiridos” (artículo 17), fórmula que le permitía a Brasil mantener la posesión de las Misiones Orientales. El Imperio también garantizaba en su beneficio la navegación del río Paraná (artículo 18). Pero en el artículo 2 se impuso a Urquiza realizar un “acto público y consumado que importe indudable y decidido rompimiento de relaciones políticas con el gobernador de Buenos Aires”. Esa misma condición se aplicó a Corrientes para que pudiese ser incluida en la alianza (artículo 3). Frente al contenido de estos últimos artículos, el emperador manifestó sus reservas para ratificar el pacto. Deseaba que esas cláusulas fuesen suprimidas porque expresan “que Urquiza obró por instigación nuestra –trasmitía Soarea de Souza a Silva Pontes- y que su declaración fue una condición que le impusimos. Aunque sea así, que no aparezca en el convenio (…). Hecho el edificio se tiran los andamios”.
Firmó este convenio Cuyas y Sampere en el carácter de “Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Estado Libre de Entre Ríos”. Urquiza, quien veintiocho días antes se había pronunciado contra Rosas, ratificó el convenio dos veces con los artículos 2 y 3, y después sin ellos porque el emperador había dispuesto que se suprimieran. También lo hizo el titular del Imperio. (4) El pronunciamiento de Urquiza del 1º de mayo de 1851 significaba no sólo aceptar la renuncia ofrecida por Rosas, sino también que la provincia de Entre Ríos retomaba el “ejercicio de las facultades inherentes a su territorial soberanía” y “quedaba (…) en aptitud de entenderse con los demás gobiernos del mundo”. Tal decisión implicaba separarse de la Confederación Argentina.
Como Urquiza era uno de los hombres más conocedores de los negocios públicos de la Confederación y de las provincias, era difícil conciliar sus declaraciones y propósitos “con el hecho deprimente –como dice Adolfo Saldías- de que el Imperio concurriese a realizarlos (esos propósitos) con sus armas, en circunstancias en que la Confederación se preparaba a desagraviar hasta con sus armas las ofensas que el Imperio le había inferido”. (5) Las implicancias nacionales e internacionales de la actitud de Urquiza están correctamente planteadas en el mensaje dirigido a la Legislatura de Mendoza por su gobernador Alejo Mallea. (6) Como se consideraba que Urquiza había perdido la razón, se le aplicaron los más duros calificativos en los documentos oficiales, tanto de Buenos Aires como del interior de la Confederación.
Declaración de guerra al Imperio del Brasil
Rosas tuvo conocimiento de ese tratado y cuando había transcurrido un mes desde que Urquiza penetrara en la Banda Oriental, declaró la guerra al Brasil (18 de agosto de 1851). Esta declaración fue comunicada a Gran Bretaña porque en su condición de potencia mediadora del tratado de 1828, debía tener conocimiento con seis meses de anticipación del comienzo de hostilidades entre Argentina y el Imperio. Pero desde unos meses atrás los barcos brasileños circulaban por el río Paraná y ya se habían intercambiado cañonazos con las baterías argentinas de tierra. Esas circunstancias y la provocación del ejército comandado por el barón de Caxias, fueron invocados por el gobierno argentino como motivos para la declaración de guerra. (7)
Paraguay había sido invitado a integrar la alianza del 29 de mayo firmada por Urquiza, pero Francisco Solano López puso como condición el reconocimiento de la independencia de su país y la seguridad de que en forma efectiva se respetaría la del Uruguay. El presidente paraguayo envió a José Berges como representante ante el gobierno del Uruguay para negociar esas exigencias. Cuando Berges llegó a su destino, el tratado ya había sido sustituido por el del 21 de noviembre, al cual nos referiremos en seguida.
En síntesis: Brasil había logrado formalizar alianzas con todos los gobiernos que rodeaban a la Argentina, excepto Bolivia. (8) Se aseguró pues, la cadena para atenacear a la Confederación. El diplomático francés Devoize, acreditado en Montevideo, pensaba que Rosas no podía llevar a cabo una ofensiva contra esta liga que era apoyada con los recursos del Brasil. (9) En fin, la contratación de tropas extranjeras, la compra de modernos equipos y armamentos militar y naval, así como el asedio diplomático contra Rosas, fueron los elementos que utilizó el Imperio para hacer frente a la guerra que había preparado para estrangular a la Confederación. (10)
Los tratados del 12 de octubre y 21 de noviembre de 1851
El triunfo de Urquiza en el Uruguay quedó sellado con la capitulación del Pantanoso, firmada el 8 de octubre de 1851. A los pocos días se suscribieron los cinco “Tratados de Río de Janeiro” o de Lamas (12 de octubre de 1851), que comprendían: límites, alianza, subsidios, comercio y navegación y extradición. Su artífice principal fue Lamas, que representaba al gobierno de Montevideo en Río de Janeiro. Estos tratados convertían al Uruguay en la condición de protectorado brasileño “desafiando el orgullo de los orientales y sus intereses como país independiente”, afirma Pivel Devoto, quien responsabiliza a lamas por haber traído “la ingerencia brasileña en el Río de la Plata”. (11)
Fórmula análoga se aplicó con Entre Ríos. Diógenes, el hijo de Urquiza, solicitó un empréstito de 100.000 patacones mensuales al Imperio con el objeto de mantener los gastos que demandara la campaña contra Rosas y sin cargo de rendir cuentas. Esta gestión fue realizada ante el representante en Montevideo, Honorio Carneiro Leao. Los brasileños pensaron que de negarse a esta solicitud de Urquiza se corría el riesgo de malograr el triunfo sobre la Confederación. Sin embargo, como Brasil recelaba del gobernador entrerriano, le impuso previamente un acuerdo que se llamó: Convención para establecer el modo de satisfacer los deberes de la alianza celebrada, en Entre Ríos y Corrientes con el Brasil y la República Oriental del Uruguay. Este acuerdo fue firmado en Montevideo el 21 de noviembre de 1851, conviniéndose que se mantendría “secreto hasta que se consiga su objeto” (artículo 21). En esta convención intervinieron Entre Ríos y Corrientes en calidad de Estados, por lo tanto, separados de la Confederación Argentina. Brasil concedió a Urquiza el préstamo que le había solicitado, pero con condiciones especiales, como veremos a continuación.
Los firmantes de ese acuerdo declaraban que “no pretenden hacer la guerra a la Confederación Argentina, ni coartar de cualquier modo que sea la plena libertad de su pueblo (…) o la independencia perfecta de su nación. Por el contrario, el objeto único a que los aliados se dirigen es libertar al pueblo argentino de la opresión que sufre bajo la dominación tiránica del gobernador don Juan Manuel de Rosas” (…) (artículo 1). El compromiso obligaba al general Urquiza cruzar el río Paraná a la brevedad para operar militarmente contra Rosas; se señalaba el número de soldados y elementos de guerra con que cooperaría Brasil y Uruguay (artículo 5). Para afrontar los gastos que demandara la movilización militar, el emperador otorgaba un préstamo de 100.000 patacones a los Estados de Entre Ríos y Corrientes por un período de cuatro meses o hasta el derrocamiento de Rosas si ello se producía antes de ese lapso (artículo 6).
Pero la cláusula de más graves consecuencias para nuestro país era la 7ª porque en ella se establecía que cuando Rosas fuera desalojado del poder, Urquiza se obligaba a conseguir “el reconocimiento de aquel empréstito como deuda de la Confederación Argentina”. Si la campaña militar convenida no alcanzara los objetivos establecidos, aquella “deuda quedará a cargo de los Estados de Entre Ríos y Corrientes, y para garantía de su pago con los intereses estipulados”, los mandatarios de las citadas provincias “hipotecan (…) las rentas y los derechos de propiedad pública de los referidos Estados”. Por ese motivo, una vez que Urquiza asumió el poder, fue investido como encargado de las Relaciones Exteriores (6 de abril de 1851) antes del cargo de Director Provisorio de la Confederación. De esa manera transfería a la órbita nacional la deuda que habían contraído aquellas dos provincias por el empréstito brasileño. Más aún, el encargo de las Relaciones Exteriores lo asumió retroactivamente a a851 con el objeto de disipar “todo motivo de duda y ansiedad” y dar “garantías a los poderes extranjeros” en el sentido de que los compromisos y estipulaciones convenidos tenían ahora un carácter obligatorio para toda la Confederación. Para remarcar el compromiso, en esta cláusula séptima se mencionan expresamente los pactos de mayo firmados en Montevideo en 1851. (12)
La convención de noviembre que analizamos, también permitía al ejército brasileño acudir al teatro de las operaciones, es decir, penetrar en el territorio argentino, si así lo demandase el desarrollo de la guerra (artículo 8). En otra cláusula se indicaba que las tropas orientales y brasileñas “reunidas deberán guardar y defender los Estados de Entre Ríos y Corrientes, si ese auxilio fuese pedido” (artículo 17). Tales concesiones del tratado de noviembre, al igual que el de mayo, indicaban al Imperio del Brasil como entidad principal, “con cuyos recursos y en cuyo beneficio se haría la guerra. Urquiza no era, ni aun en territorio argentino, el General en Jefe de los ejércitos aliados, pues el artículo 8 del tratado establecía que el ejército imperial conservaría el mando de todas las fuerzas brasileñas, poniéndose de acuerdo siempre que fuese posible con el general Urquiza. (13)
Esta sujeción al Imperio se refuerza por la cláusula 16, en la cual queda estipulado en el caso de verse obligado Urquiza a abandonar el territorio argentino, todas las fuerzas quedarían bajo el jefe que tuviese los mayores contingentes, es decir bajo las órdenes del jefe imperial. Urquiza no disponía de facultades para hacer la paz, porque “las condiciones (…) serán ajustadas entre los jefes de las fuerzas aliadas” (artículo 18). Por otra parte, Urquiza estaba obligado a contribuir con su influjo para que la Confederación Argentina concediera “la libre navegación del Paraná y de los demás afluentes del Río de la Plata”. Si la Confederación no lo consintiera, “Entre Ríos y Corrientes la mantendrán a favor de los Estados aliados” (artículo 14). Señala Sierra la contradicción en que incurrió Urquiza, pues él, que iba a organizar el país, se comprometía “ a romper toda organización nacional si no se concedía el privilegio que el Brasil ambicionaba conquistar”. (14) Por el artículo 20 se acordaba invitar al Paraguay para entrar en la alianza. En fin, con este tratado queda sellada la tercera coalición contra la Confederación Argentina. (15)
“Nunca hubo hombre tan traicionado”
Con una notable claridad, y para darnos una pincelada de la psicología de los hombres y de lo que ocurría en el fondo de ese drama. Gore afirma en ese documento: “Casi todos los jefes en quienes Rosas confió se encuentran ahora al servicio de Urquiza”. Y agrega: “Nunca hubo hombre tan traicionado”. Esta situación debe de haber sido tan considerable, sensacional y conocida, que Gore vuelve a decir: “Nunca fue tan amplia la traición”. Una obra de nuestro tiempo basada en importante documentación inglesa, como es la de Ferns, permite sostener: “los beneficiarios directos de la política de Rosas, al final lo abandonaron. El mismo Oribe aceptó un compromiso con sus enemigos a espaldas de Rosas. Cuando se produjo la crisis en 1852, se descubrió que muchos de los hombres más allegados a Rosas habían hecho arreglos privados con sus enemigos”. (16) Los arreglos secretos que, a escondidas de Rosas, efectuaban Oribe y sus hombres de confianza con Urquiza, le hacían decir a éste que las operaciones en el Uruguay serían “un paseo militar”.
El servicio secreto inglés tuvo conocimiento de las gestiones realizadas por el Brasil y del abundante dinero que hizo circular para destruir el poder de Rosas. (17) Por analogía con la controvertida rendición de cuentas que Fernando el Católico exigió a Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, con motivo de las guerras en Italia (a principios el siglo XVI), Sarmiento aplicó el caso a Urquiza y sus allegados, en el comentario que publicó bajo el título: Las cuentas del Gran Capitán. En la carta de Yungay (13 de octubre de 1852) también señala a Urquiza que, por haber “permanecido dos meses en la corte del Brasil (…) conozco todos los detalles (…) y los pactos y transacciones por las cuales entró S. E. en la liga contra Rosas”. Allí refiere cómo consiguió los elementos y pertrechos militares el gobernador entrerriano, así como el dinero que le proporcionó el Imperio. Consigna que el diplomático brasileño Carneiro Leao le ha trasmitido las expresiones recriminatorias de Urquiza contra el Brasil, a las que ese representante respondió: “¡Sí, los millones con que hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar a Buenos Aires quería que le diesen los cien mil ducados mensuales mientras oscurecía el brillo de nuestras armas en Monte Caseros, para atribuirle sólo los honores de la victoria”. Comentaba Sarmiento: “Se me caía la cara de vergüenza al oírle a aquel enviado referir la irritante escena (…)”. (18)
En consecuencia, Rosas no fue derrotado por sus enemigos políticos ni por la prédica que éstos realizaron dentro y fuera del país, ni por la falta de un equipo militar adecuado. Rosas fue vencido por la gravitación de diversas circunstancias, cuya reunión era esencial en la nueva guerra. Ellas pueden resumirse en los siguientes puntos: 1º) El pronunciamiento de Urquiza y la rendición de Manuel Oribe, que privaron a la Confederación de sus dos mejores ejércitos, sin el apoyo de los cuales ya no era posible ganar la guerra; 2º) El asedio diplomático urdido y desplegado por el Brasil alrededor de la Confederación; 3º) La carencia o la falta de una marina de guerra que permitiera enfrentar al enemigo; 4º) El desánimo personal e interior del propio jefe supremo de la Confederación, quien ya se consideraba derrotado; 5º) La deslealtad de importantes servidores, tanto civiles como militares, que pertenecían a la privanza de Rosas. En fin, la derrota militar, el deterioro espiritual, las deslealtades, todos se reunieron en aquella fecha aciaga para terminar con Rosas.
Referencias
(1) Sierra, Vicente D. – Historia de la Argentina – Ed. Científica Argentina – Buenos Aires (1972), Tomo IX, páginas 524 y 625.
(2) 10 de setiembre de 1850. Cit. Por Sierra, V. D., Ob. Cit., páginas 525 y 526.
(3) Estas Instrucciones pueden leerse en: José María Rosa, La caída de Rosas. Instituto de Estudios Políticos, Madrid (1958), páginas 384-388, nota 7 (en portugués) y Sierra Ob. cit., páginas 538-540 (en castellano).
(4) Los pormenores sobre la negociación y firma de este convenio, puede verse en Sierra, V. D., Ob. cit., páginas 643-556; Rosa, J. M., Ob. cit., páginas 418-429; Saldías, Adolfo, Historia de la Confederación Argentina, Ed. Americana, Buenos Aires (1945), páginas 34-38.
(5) Saldías, Adolfo, Ob. cit., página 38.
(6) Vid. “Mensaje del Gobernador Alejo Mallea a la Legislatura de Mendoza”. En: Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza. Segunda Epoca, Nº 6, T. II, Mendoza, 1970, p. 719-745. Vid. Pronunciamientos semejantes en el trabajo: “El gobierno de Catamarca ante Caseros según documentos del Archivo Histórico de Mendoza”. En: Actas del 1er Congreso de Historia de Catamarca. Catamarca, 9-12 de octubre de 1958. T. I. Buenos Aires, 1961, p. 263-277; Galarza, Pedro Ignacio, “Catamarca y el pronunciamiento de Urquiza”. En: Boletín de la Junta de Estudios Históricos de Catamarca. Año VIII, Nº 1 y 2. Catamarca, 1959, p.70-94.
(7) Cfr. Rosa, José M., Ob. cit., p. 472-474.
(8) Saldías, Adolfo, Ob. cit., Apéndice, p.193-195.
(9) Montevideo, 26 de junio de 1881. Desp. Nº 123. AAEP, loc. cit. Uruguay, v. 18 (1851), fs. 172-175.
(10) Vid. Los testimonios diplomáticos consignados en el trabajo: “Caseros, las tropas extranjeras y la política internacional rioplatense”. Boletín de la Academia Nacional de la Historia, v. XLVII, Buenos Aires, 1974, p. 119, nota 64.
(11) ”Uruguay independiente”. En: Historia de América y de los pueblos americanos, dirigida por Antonio Ballesteros Beretta, T. XX, Barcelona. Salvat, 1949, p. 115; Sierra, V. D., Ob. cit., p. 589-590; Rosa, J. M., Ob. cit., Cap. 13; Molinari, Diego Luis. Prolegómenos de Caseros. Buenos Aires, Ed. Devenir, 1962, p. 148-164.
(12) Rosa, J. M., Ob. cit., p. 582-683.
(13) Saldías, Adolfo, Ob. cit., p. 72.
(14) Sierra, V. D., Ob. cit., p. 595.
(15) La primera fue la de Francia (1838-1849). La segunda la franco-inglesa (1845-1848).
(16) Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX, Solar/Hachette, Buenos Aires (1968), p. 37.
(17) Sierra, V. D., Op. cit., p. 626.
(18) Carta de Yungay, 13 de octubre de 1852. Dice también en este documento: “Yo he permanecido dos meses en la corte del Brasil, en el comercio casi íntimo de los hombres de Estado de aquella nación, y conozco todos los detalles, general, y los pactos y transacciones por los cuales entró S. E. en la liga contra Rosas. Todo esto, no conocido hoy del público, es ya del dominio de la historia, y está archivado en los ministerios de relaciones exteriores del Brasil y del Uruguay. Tenía, pues, el señor general, en marzo de 1851, inteligencias entabladas con la plaza de Montevideo, asegurada ya irrevocablemente contra Oribe por las armas, vestuarios, pertrechos y subsidios que se había procurado; tenía, además, por tratados con el Brasil, asegurados cien milpesos fuertes mensuales para gastos de guerra, la cooperación de su ejército de dieciséis mil hombre de línea, que con S. E., sin S. E., contra S. E., debían entrar en el territorio oriental. ¿Se acuerda, general, de esas palabras? En algún rincón de sus oficinas debe estar la nota que las contiene. Tenía, además, a su disposición ocho vapores, transportes a discreción y cuanto jamás pudo reunirse para asegurar el éxito” (p. 26). En otro lugar señala que, desde Montevideo “le suscitaron (a Rosas) al Brasil, le sedujeron al general Urquiza (…) le quitaron el ejército, y se lo echaron encima”. (p. 27). En una oportunidad Urquiza destacó a Carneiro Leao el favor que con su intervención le había hecho al emperador “conservándole esa corona que lleva en la cabeza”.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Martínez, Pedro Santos – La coalición internacional que derrocó a Rosas – Nuestra Historia N° 35-36, Buenos Aires (1990).
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