Nació en La Chaise (Francia), el 12 de mayo de 1825, hijo de Jean de Tounens y de Catherina Jardón. Hizo sus primeros estudios en Chourgnac, los continuó en Tourtoirac hasta ingresar al colegio real de Périgueux, donde obtuvo el título de bachiller en 1846. Ingresó en la escuela de derecho de Burdeos en la que pasó dos años, y luego se empleó como ayudante de notario en Périgueux. Su padre antes de morir, le compró un cargo de procurador en ese pueblo, en 1852. Lo desempeñaba ante el tribunal de primera instancia en lo civil y comercial, cuando impulsado por su temperamento aventurero, se le ocurrió coronarse rey de la Patagonia. Tanto se aferró a esa idea que había madurado desde tiempo atrás, que, a pesar de tener una buena situación económica, vendió su cargo por 18.500 francos y se decidió abordar esa hazaña.
En Francia trató de interesar de sus proyectos al Emperador Napoleón III. Tras visitar a diversos funcionarios públicos, no fue atendido por ninguno de ellos. Su hermano le proporcionó 25.000 francos obtenidos de un crédito hipotecario, y con ellos se embarcó en El Havre en el vapor “La Plata”, el 25 de junio de 1858, rumbo al istmo de Panamá. Allí debió trasbordar al “Acapulco” para desembarcar en el puerto de Coquimbo, el 28 de agosto.
Dos años pasó en correrías por el país trasandino, informándose de las costumbres indígenas y madurando su proyecto, a cuyo fin entró en contacto epistolar con los más influyentes caciques de la comarca.
En octubre de 1860, se internó en la Araucanía. A las tribus mapuches reunidas en un “parlamento” les declaró que era “enviado por el destino para ser vuestro rey. Vengo –les dijo- de parte del emperador Napoleón III de Francia para protegeros del enemigo, para daros un gobierno central que unifique todo el Arauco, convirtiendo vuestra nación en un pueblo poderoso y para libertaros de la tiranía de los chilenos”.
Aceptada su propuesta con grandes muestras de entusiasmo, el 17 de noviembre del mismo año, dictó el formal documento sobre la creación de su reino. En él, decía: “Considerando que la Araucanía no depende de ningún Estado, que está dividida en tribus y que un gobierno central es necesario para el interés particular, así como para el interés general… Decretamos: Artículo 1º – Queda fundada una monarquía constitucional y hereditaria en Araucanía, y el príncipe Orllie-Antoine de Tounens designado como rey. Artículo 2º – En el caso de que el rey no tenga descendencia, sus herederos serán designados de otras ramas de su familia, etc. Artículo 3º – Mientras no se hayan constituido los grandes cuerpos del Estado, las Ordenanzas Reales tendrán fuerza de ley…” No sólo eso, sino que considerando que su soberanía es muy limitada, tres días después, el 20 de noviembre con idéntico ceremonial, incorporó la Patagonia al reino de Araucanía.
El rey procedió a dictar una constitución –monumento de sabiduría y previsión jurídica- con nueve títulos (65 artículos) en la que se consagra un buen elenco de libertades, entre éstas, la de culto y de propiedad privada, y a comunicar a los “demás” estados del mundo la aparición de la nueva monarquía, comenzando por la vecina república de Chile. No desconocía por cierto a la Argentina, ni el gobierno de Urquiza, como tampoco al sucesor Mitre.
La voluntad del príncipe de Tounens y su consideración hacia los “derechos e intereses” de los araucanos produjeron la súbita aparición de un dudoso reino en el sur de América.
Los periódicos de la época, entre ellos “El Nacional” (Buenos Aires, 5 de enero de 1861) describen al monarca que contaba entre sus proyectos, la creación de una gran Confederación de naciones sudamericanas.
Creó asimismo los símbolos de la nacionalidad, la bandera verde, azul y blanco con franjas horizontales; un escudo futurista, notable en sus significados: dividido en cuatro cuarteles, las figuras superiores que encarnan la libertad y la justicia, y las inferiores, la agricultura, comercio e industria. En cuanto al himno patrio el rey desistió por la imposibilidad de enseñar el canto al araucano, porque éstos tienen la costumbre arraigada del grito o alarido. Por falta de recursos, dejó para más adelante la creación de la moneda, función inherente a la soberanía.
Terminado tan ímprobo trabajo, trató de congraciarse con los indígenas, y encargó al poderoso cacique Quilapán de mantener el orden en el reino. El insólito soberano tuvo algunos roces con sus “súbditos”, y el autor chileno Victor D. Silva recogiendo los relatos del indio Quetrupil, comenta la redención de una cautiva blanca en la toldería; recuerda además, la intervención personal del rey en una acción de guerra contra los indígenas rebeldes a su autoridad.
Después de una breve estada en Santiago de Chile se decidió a recorrer sus vastos dominios, a fin de que le rindiesen homenaje los innumerables jefes de tribus. Las fiestas duraron por espacio de un año, y cada ceremonia de reconocimiento de Orllie Iº dio motivo a torneos, ejercicios militares, y festines en los cuales no se escatimaba el alcohol que él pagaba.
El éxito fue inusitado, cada día aumentaba su Estado Mayor, pues aparte de Quilapán hizo duques y condes a los caciques Levin, Leucon, Levio, Meliú, Millavil, Guantacol, etc. A todo esto, en respuesta a su acción, el presidente Manuel Montt decidió tomar carta en el asunto y le envió un grupo armado para capturar al rey. La traición de su guía Rosales, permitió que los chilenos alcanzasen su objetivo. Orllie-Antoine Iº nos dice en sus “Memorias” que descansaba bajo un manzano cuando el 5 de enero de 1862 fue capturado y llevado prisionero a Nacimiento, de donde fue trasladado a Los Angeles.
Sometido a juicio fue puesto en prisión. Orllie asumió su propia defensa y adujo que España en 1773 por el tratado de Negrete reconoció la independencia de los araucanos. El fiscal pidió que fuese condenado a muerte por perturbador del orden público, pero el cónsul francés intercedió a su favor. Pensando que iba a ser ejecutado, Orllie redactó su testamento el 25 de enero de 1862.
Los médicos lo visitaron en la prisión para constatar su insanía, y el 19 de julio de ese año, el juez Matus dictó sentencia sobreseyendo la causa por considerar que el procesado no estaba en su sano juicio, ordenando que se lo recluyera a la Casa de Orates en Santiago de donde podían sacarlo, si así lo desearen, cualquier persona de su familia o el Encargado de Negocios de Francia a efecto de su repatriación. Reclamado por éste para su cuidado fue embarcado en octubre en el buque de guerra “Duguay Trouin”, con destino a su patria, donde ya era conocido por artículos de revista que lo ridiculizaban o alababan.
Instalado en París, por no desmerecer de Napoleón Iº publicó una relación de sus aventuras, en 1863. Reafirma sus imprescriptibles derechos a la corona de Araucanía y Patagonia, consagrada dice por el libre sufragio de ambos países. En la creencia de que alguien pudiera objetarle la soberanía por la circunstancia accidental de su prisión y actos subsiguientes del juez, buscó antecedentes en el historial monárquico y escribió esta defensa al final de su extenso alegato: “¿Luis XI, después de Perona, y Francisco I, después de Pavía, dejaron de ser por esos hechos monarcas de Francia?”.
Sus desventuras no terminan, pues el 22 de octubre de 1864, debió comparecer ante la policía correccional de París, por haber girado en descubierto un cheque de 2.500 francos que extendió a favor de su hotelero, y firmó: “Príncipe Orllie-Antoine 1er.”. Cancelado a tiempo el documento, el tribunal habida cuenta de la buena fe del ex-rey desconoció el delito que se le imputaba, y creyó que debía respetarse en el acuerdo a la majestad caída. En la cárcel de París, fue visitado por el pintor Monvoisin quien lo recuerda en sus “Cartas íntimas”.
Una vez liberado siguió considerándose monarca en el exilio. Emprendió pacientes gestiones para recuperar su reino mediante una suscripción que abrió en las oficinas de la “Gazette des Etrangers”, pero sin éxito, hasta que logró superarlas con la ayuda de un capitalista, y el 8 de febrero de 1869, se embarcó para Buenos Aires, de donde, después de visitar Azul partió hacia el sud. Desembarcado en la ensenada patagónica de San Antonio por el navío de guerra “D’Entrescateux” pasó al Río Negro, y a la altura de Choele-Choel estuvo a punto de morir a mano de cierta indiada que se hallaba reunida en esa isla, debiendo su vida a la declaración que hizo que venía llamado por Quilipán, el jefe indiscutido de las tribus Molluces o Arribanas levantadas en armas contra el gobierno chileno.
Después de largo y heroico recorrido, lleno de peripecias, desde los valles del Río Negro y Lonquimay, se encontró en las rucas del Mapú con el leal amigo. Tomó parte activa y diligente en la insurrección, pero desgraciadamente para él, los triunfos del general Pinto, o el conocimiento que tuvo de que el coronel Cornelio Saavedra Rodríguez (1), su enemigo de la primera hora había puesto precio a su cabeza, lo decidieron a abandonar su reino.
Fraternalmente se despidió de Quilapán, a quien no verá jamás. Orllie huyó por el paso de Llaima, llegó a Salinas Grandes donde se entrevistó con Calfucurá. Alcanzó luego Bahía Blanca, para finalmente arribar a esta capital, el 4 de julio de 1871. “La Prensa”, “La Nación” y “La Tribuna” dieron cuenta de su llegada; pasó a Montevideo, y finalmente, se reintegró a su país en su segundo destierro.
Instalado de nuevo en París, inició la campaña de restauración; se asoció con el periodista Mahon de Monhagan, que publicó su folleto “El Rey del Arauco”, donde arremetió contra los que se burlaban de Tounens. El 23 de diciembre de 1871, fundó en Marsella, el periódico “Los Ahorcados”, y al año siguiente, otro titulado “La Corona de Acero”. Consiguió el apoyo económico de un banquero londinense, Jacobo Michaels, y los tres fundan la sociedad “Nueva Francia”. Los periódicos europeos se ocuparon del asunto, entre otros “Le Gaulois”, en París, y el “Pall-Mall Gazzete” en Londres.
Orllie-Antoine también pensó en aliviar los problemas sociales del Viejo Continente, pues deseaba convertir la Patagonia en un reino de proletarios, comunistas y desheredados de todo el mundo, viendo en ello un gran alivio para Francia y Europa “que los saque de su seno y también para mis estados donde todo está por hacer…”.
El 30 de abril de 1872, lanzó a la circulación títulos de un empréstito de 30 millones de pesos, y se fletaron los barcos: “Pride of the Ocean” y “El Aurora”; otorgó títulos de nobleza, instituyó la real Orden de “La Cruz del Sud”, y acuñó moneda, función privativa del Estado. Son curiosas: en el anverso llevan el escudo surmontado de corona real, dividido en cuarto cuarteles con las figuras antes mencionadas, circundado de estrellas. Omite la Cruz del Sud, lo que no deja de sorprender. En círculos se lee: “Orllié-Antoine 1er Roi d’Araucanie et de Patagonie”. En el reverso la inscripción “Nouvelle France”. Consignan su valor y año, once estrellas y en la parte inferior dos palmas entrelazadas. Las hubo en cobre, dos centavos, y en plata, de un peso “patacones”. Hoy en día son piezas raras y escasean en las colecciones argentinas.
Luego viajó a Inglaterra, donde estuvo más de un año, y decidido a retornar a su reino, se embarcó en 1874 para Montevideo. Apenas llegado alquiló un navío, “La Fato” e izó velas hacia la Patagonia, pero habiendo tocado Bahía Blanca, fue reconocido por el coronel Julián Murga, que lo arrestó el 17 de julio de 1874 bajo el falaz pretexto de que él era la causa de las razzias hechas por los indios en la frontera. Conducido a la prisión en Buenos Aires, debió por segunda vez su salvación a M. Magne. Sospechoso él y muy vigiladas las fronteras, Orllie Iº se vio en la necesidad de dejar para mejores tiempos la vuelta a sus estados. A fines de 1874 se embarcaba para Francia.
Otra variante de sus viajes es comentada por el escritor S. Schryver quien supone que Orllie viajaba de incógnito bajo el supuesto nombre de Juan Prat, cuando fue reconocido por Murga, que lo había visto en 1869 en Choele-Choel. De manera que su último intento sería que luego de trasladarse a la Patagonia combatido por una fuerte tempestad, volvió a Montevideo a comienzos de 1876. Disfrazado de gaucho se introdujo en Buenos Aires oculto en un barco a vela. Dejó poco después esta ciudad para mezclarse en una caravana de comerciantes de cuero. Llegado al Azul, adquirió un caballo, abandonó a sus compañeros de viaje, y valientemente se internó solo pampa adentro. Después de haber corrido incontables peligros y vencido numerosas dificultades, Orllie volvió a entrar en su reino. Se celebra sin demora un gran consejo –así dice- y en él se decidió que la isla Choele-Choel sobre el río Negro debía ser ofrecida al gobierno argentino, a condición de que ella pudiese servir de estación de entrada y salida a los productos de los dos estados. Por esta convención los indios podrían ya comunicarse con otros países y hacerse enviar armas. Orllie Iº propuso un arreglo a las autoridades argentinas. Su proposición iba a ser aceptada cuando cayó gravemente enfermo. Al parecer este último viaje a sus reinos es una fabulación de Schryver. Lo que es cierto es que Orllie llegó a Buenos Aires y pidió permiso para establecerse en Choele-Choel, y esperándolo se enfermó.
A raíz de haber agotado todos sus recursos, el 21 de octubre de 1876, Tounens se internó en el Hospital Francés de Buenos Aires en el servicio del Dr. Duchesnois. El tratamiento que se le hizo no dio ningún resultado, por lo que fue operado por los doctores Duchesnois y Laphtizondo. Al día siguiente el enfermo se hallaba mucho mejor hasta que, el 26 de enero de 1877, abandonó el Hospital y se embarcó en el “Paraná” para regresar a Francia, con un estado de salud muy satisfactorio.
A su llegada a Burdeos, el 25 de febrero, entró al Hospital de aquella ciudad, decidiendo los facultativos volver a operarlo. Cuando se le habló a Orllie de esta operación y de la necesidad de administrarle cloroformo, la rehusó absolutamente, prefiriendo –como lo expresó- vivir con su enfermedad antes que exponer su vida a tentativas de las cuales temía mucho el resultado. Esta pusilanimidad del enfermo y su obstinada negativa hicieron imposible reconocer directamente la estrechez infranqueable del recto que sufría.
Invencible en sus quimeras soñó siempre con su reino y publicó en Burdeos, en 1878, su libro “Araucania”. Cuando Tounens vio aproximarse el fin de su vida, le despertó su fe cristiana, a pesar de haber militado dentro de la Masonería y al ser excomulgado por el Papa Pío IX pidió ser absuelto, favor que consiguió. Reclamó los auxilios de la religión y recibió los sacramentos de la Iglesia.
Falleció en su retiro de la ciudad de Tourtoirac, el 19 de diciembre de 1878. Sus restos se encuentran en el cementerio local, con una lápida recordatoria. En una pequeña urna de cerámica se lee: “Tierra de Araucanía ofrendada por Su Alteza Real el príncipe Felipe de Araucanía el 26 de julio de de 1960”. En el Museo de Périgueux se ha celebrado una exposición recordatoria.
Su retrato llama la atención por su mirada fulgurante de visionario y a la vez de hombre dominador; su apostura es señorial, de cabellos ondulados y barba al estilo del Segundo Imperio napoleónico.
No modificó el testamento que redactó en la cárcel de Los Angeles diecisiete años atrás y donde consigno con minuciosidad admirable el orden y derechos de sucesión de sus numerosos parientes. Le sucedió en el trono su primo Gustavo Aquiles Laviardé, con el nombre de Aquiles Iº, que el 30 de diciembre de 1873 había sido nombrado príncipe de los Aucas y duque de Kialeon, por su antecesor. El nuevo rey nunca visitó sus estados, prefirió gozar en su país los derechos de su pomposo título, ver sus extensos dominios en el mapa y contar las aventuras legendarias de Orllie. Otros reyes lo sucedieron hasta el actual Felipe Iº (Philippe Boiry). (2)
Referencias
(1) Oficial chileno nacido en Santiago, Chile, en 1821, su padre fue Manuel Saavedra Cabrera, hijo del Brig. Gral. Cornelio Saavedra
(2) Philippe Boiry, nació el 19 de febrero de 1927, reside en París y actualmente es el Decano de la Facultad Libre de Ciencias de la Comunicación de París. Construyó una casa y un museo de Arauco en la zona francesa de Dordoña, donde nació Orllie-Antoine de Tounens.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1985).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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Schryver, Simón de – Le Royaume d’Araucanie-Patagonie, Antoingt (1887).
Silva, Victor Domingo – El Rey de la Araucanía – Santiago, Chile (1936).
Tounens, Orllie-Antoine de – Orllie-Antoine 1er Roi d’Araucanie et de Patagonie. Son avenement au trone et sa captivité au Chili. Rélation écrite par luí-meme – París (1863).
Enlaces externos
• Sitio Oficial del Reino de Araucanía y de Patagonia
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