Tribuno, periodista y guerrero de la independencia argentina. Nació en Buenos Aires el 11 de junio de 1787 y fue bautizado con los nombres de Manuel Críspulo Bernabé. Fueron sus padres José Antonio Dorrego, portugués, y María de la Asunción Salas, porteña. Estudió gramática, filosofía y teología en el Colegio de San Carlos. Se lo recuerda como excelente latinista.
Del San Carlos pasó a la Universidad de San Felipe de Santiago de Chile. Cuando estalló la revolución de mayo se hallaba en dicho país ocupado en sus estudios. Allí se distinguió por su carácter altivo y su atrevido y fogoso valor, haciendo que bajo su dirección e impulso, sus condiscípulos influyesen poderosamente en el triunfo logrado el 18 de setiembre de 1810, por la revolución antimetropolitana y por su actitud, lucida y patriótica, el gobierno chileno le otorgó una medalla con esta inscripción: “Chile a su primer defensor”. Posteriormente fue premiado con el grado de capitán del batallón de “Granaderos de Chile” por su actuación en la represión del movimiento subversivo encabezado por el coronel realista Figueroa.
Volvió a su país en junio de 1811 acompañado por un contingente de reclutas chilenos. Acompañó a Saavedra en su misión al norte. Al mando de Díaz Vélez participó en el encuentro del 11 de enero de 1812, en Nazareno, donde recibió un balazo en el brazo derecho y una contusión en un pie, herida que no le impidió tomar parte con singular valentía en la acción del día siguiente, sobre el río Suipacha. Allí atravesó al frente de las guerrillas, y en el recio choque que sobrevino, Dorrego recibió una grave herida de bala en el cuello. Por su destacada actuación en estos hechos fue promovido a teniente coronel.
Poco después se hacía cargo del mando del ejército el general Belgrano, quien comisión a Dorrego para que se trasladase a Buenos Aires a informar al Gobierno del estado del Ejército del Norte y solicitase refuerzos.
En la Batalla de Tucumán estuvo encargado de la infantería de reserva, siendo su actuación sumamente brillante y según el general Paz, “los que tuvieron los honores de la jornada fueron el teniente coronel Dorrego y el mayor Forest”. En la Batalla de Salta con su Batallón de Cazadores constituyó la primera columna de ataque a la derecha, logrando arrollar a la izquierda enemiga, siendo este éxito una de las causas preponderantes de la derrota sufrida por las tropas realistas.
A pesar de sus virtudes militares, Dorrego poseía un espíritu turbulento y juntamente con el coronel Carlos Forest se pusieron en pugna con el general en jefe, lo que obligó a Belgrano a ordenar la separación de Dorrego del mando y la formación de una causa, razón por la cual debió regresar a Jujuy cuando el ejército estaba en marcha hacia Potosí. Eso impidió que estuviera en las desastrosas actuaciones de Vilcapugio y Ayohuma. El general Belgrano dijo después de la primera de ellas que si hubiera estado presente el teniente coronel Dorrego, no hubiera sido batido el ejército patriota.
Cuando el ejército se replegó hasta Jujuy, Manuel Dorrego se incorporó nuevamente a él. Quedó a cargo de las fuerzas de avanzada que se situaron en Guachipas para alimentar una guerra de guerrillas, y con 500 nuevos soldados organizó un regimiento llamado de “Partidarios”. Al poco tiempo el general San Martín recibió el mando de aquel ejército y ordenó el repliegue de la fuerza hasta Tucumán. A fines de enero Dorrego sostuvo un combate en la Quebrada de Humahuaca contra el coronel Saturnino Castro.
A consecuencia de una discusión con San Martín, éste ordenó que fuese remitido a Santiago del Estero, a fines de febrero de 1814. Posteriormente regresó a Buenos Aires y se incorporó al ejército en operaciones en la Banda Oriental, que mandaba el general Alvear, el cual dio a Dorrego el mando de una de las divisiones. El 6 de octubre de 1814 batió completamente al caudillo Fernando Otorguez en Marmarajá, apoderándose de toda su artillería y tomando prisionero al propio caudillo con su familia. En cambio tuvo un traspié con el caudillo Rivera, quien lo derrotó en Salsipuedes en la jornada del 26 de diciembre del mismo año y en Arerunguá, el 10 de enero de 1815.
De regreso a Buenos Aires, Dorrego fue designado jefe del Regimiento 8 de Infantería, destinado a incorporarse al Ejército de los Andes. Mientras hacía todos los preparativos para su viaje a Mendoza lo sorprendió la orden de arresto del Director Pueyrredón. Esta fue motivada por un artículo que apareció en la “Crónica Argentina” del 13 de noviembre, en el cual su autor, que se creyó con fundamento fuese Dorrego, atacaba acerbamente a Pueyrredón. Una vez detenido decidieron su extradición, para ello fue embarcado en la goleta Congreso, que mandaba el capitán José Almeida, y que se hizo inmediatamente a la vela con destino a la isla de Santo Domingo. En marzo de 1817 lo embarcaron en otra goleta que lo condujo a Baltimore, Estados Unidos.
Luego de refutar victoriosamente uno a uno los cargos que le hicieron, el coronel Dorrego regresó a Buenos Aires el 6 de abril de 1820. El día 11, el gobernador Sarratea dictó un decreto declarándolo “buen servidor e inocente de falsas imputaciones”, reconociéndole su empleo militar y el derecho a percibir los sueldos correspondientes al tiempo que duró el destierro.
En junio y julio de 1820 luchó contra el motín de Pagola y una junta electoral le dio el poder de gobernador interino. Peleó contra el chileno Carrera, Alvear y Estanislao López, y venció. Sin embargo el gobernador Martín Rodríguez lo confinó a Mendoza en marzo de 1821, sin razón aparente. Dorrego se refugió en la Banda Oriental, de donde volvió en marzo de 1823, en momentos de producirse la revolución del Dr. Gregorio Tagle contra Rivadavia. Este le dio mando de tropas y Dorrego actuó en la represión de los rebeldes.
En setiembre de 1823 fue elegido representante a la Legislatura y al año siguiente resultó reelecto. Desde su banca alegó por la causa de la Banda Oriental, contra la opresión y política portuguesa. Era ya, según el ministro norteamericano John Murria Forbes, el jefe militar del “partido patriota o popular”. En momentos en que Rivadavia se compromete con los capitalistas y financistas británicos, Dorrego aboga por una empresa de minas nacional, junto con Facundo Quiroga y Braulio Costa.
Hizo periodismo político y de estrategia nacional en las columnas de El Argentino y en El Tribuno, su órgano de lucha ideológica. En 1826 ocupó una diputación por Santiago del Estero en el Congreso Constituyente, y se convirtió en el principal tribuno del federalismo, atacando a la oligarquía portuaria. Aquí brilló en sus argumentaciones contra los principios seudo-aristocráticos de la Constitución rivadaviana.
El marcó a fuego el contenido antipopular de dicha Constitución, en la sesión de 25 de setiembre de 1826, cuando dijo: “¿Y qué es lo que resulta de aquí? Una aristocracia…. la más terrible, porque es la aristocracia del dinero. Y apuntó bien: “¿El que formará las elecciones será el Banco!”.
Al asumir el doctor Vicente López y Planes la presidencia provisional, lo nombró ministro de Marina y Relaciones Exteriores. El 12 de agosto de 1827, la Junta de Representantes lo eligió gobernador de Buenos Aires, por 31 votos. Tuvo como ministros a notables figuras del partido federal: Manuel Moreno, José María Roxas, Vicente López, Tomás Guido.
El 1 de diciembre de 1828, unas ochenta personas reunidas en la capilla de San Roque, sita en las actuales calles Defensa y Alsina de la ciudad de Buenos Aires, eligieron gobernador de la provincia homónima al general Juan Lavalle, cabeza militar del movimiento que ese mismo día, horas antes, había derrotado a Manuel Dorrego. Exprofeso decimos cabeza militar y no política, ya que el guerrero de Río Bamba fue el instrumento ideal de un nuevo episodio de guerra internacional disimulada, librado sobre el viejo frente del Este. Porque, digámoslo de una vez, el derrocamiento y fusilamiento de Dorrego, máxima figura del federalismo en ese momento, no fue otra cosa que el cumplimiento de la segunda parte de la “misión Ponsonby” en el Río de la Plata. La primera, de todos modos, estaba íntimamente ligada al motín decembrista: la creación de un Estado tapón en la margen oriental del Plata.
Todo lo dicho es fruto de la investigación histórica efectuada en las últimas décadas, sobre la figura y la acción del primer mártir federal y primera gran víctima del iluminismo argentino. Figura de una proyección nacional que ofrece pocos parangones en nuestra historia, porque, sin duda alguna, Manuel Dorrego planteó en la década rioplatense de 1820 la problemática clave de la Argentina, enfrentada en esos años a fuerzas exteriores de penetración ideológica, ya nunca más desalojadas de la vieja patria precapitalista, estoica y antiiluminista: la vieja patria con autoconciencia de soberanía, en base a un pueblo que aceptó la Revolución recién a partir de su primer caudillo, José Gervasio Artigas.
Desde que el oriental Luis Alberto Herrera levantó entre nosotros la tapa de la gran olla donde se guardan los rastros de la “misión Ponsonby”, es mucho lo que se ha andado en cuanto al esclarecimiento de la acción diplomática y de las agresiones no bélicas desarrolladas por Gran Bretaña en esta parte de América. Imposible pasar por alto, cuando de eso se trata, el libro del canadiense H. S. Ferns, elaborado sobre testimonios documentales de fuentes inglesas, y un artículo del padre Guillermo Furlong, que ha venido a confirmar, con nombres y apellidos, la responsabilidad de quienes fueron instrumentos ideales en los trágicos episodios nacionales de diciembre de 1828. Los nombres consignados por el caballero Mandeville, que Furlong retoma en su trabajo, son los mismos, con leves variantes, indicados por otros testigos contemporáneos de los sucesos.
Se sabe, por un informe del cónsul norteamericano Forbes a su gobierno, que el movimiento contra Dorrego había trascendido el estrecho círculo de la logia política rivadaviana y era conocido, por anticipado. Enrique Pavón Pereyra incorporó un nuevo aporte reafirmativo al transcribir un fragmento de carta de Julián Espinosa al general Rivera, del 21 de noviembre de 1828, que dice lo siguiente: “La llegada de estas tropas hace recelar a alguno que van a servir para hacer una revolución contra el gobierno, de cuya revolución hace ocho días se habla públicamente; por los datos que yo tengo, no encuentro dificultad en que se verifique, mucho más si se hace militarmente. Me han asegurado que piensan poner al general Lavalle de gobernador, y que van a desconocer la Junta de la Provincia: si esto sucede vendremos a quedar gobernados por la espalda”.
Lord Posonby jugó fríamente su partida contra Dorrego, cuya caída aguaitaba “con placer” (según su propia confesión), y la ganó en la oportunidad propicia. Por su parte, el jefe del federalismo jugó todas las cartas, buscando alianzas americanas para doblegar al imperio del Brasil y por lo menos postergar la independencia definitiva de la Provincia Oriental: intentó el apoyo de Simón Bolívar, promovió la rebelión de los republicanos brasileños y reclamó la presencia del general San Martín para evitar la desmoralización que preveía del ejército en operaciones. No contó, lamentablemente, en su frente interno con toda la colaboración y el sentido nacional que hubiesen sido necesarios para librar contienda contra el grupo rivadaviano (Del Carril, los Varela y varios sacerdotes).
San Martín respondió al llamado, ciertamente, pero llegó a destiempo, después de 76 días de navegación. El Libertador partió de Falmouth, a bordo del “Chichester”, el 21 de noviembre de 1828, y al llegar a Río de Janeiro, en enero de 1829, tuvo conocimiento del golpe de Lavalle. El 5 de febrero arribó a Montevideo y en esta ciudad supo lo del fusilamiento de Dorrego, según lo contó él mismo al coronel Manuel de Olazábal. Lavalle le hizo llegar a bordo ofrecimientos diversos, a condición de que apuntalara la situación política, que ya se tornaba insoportable para el gobernador de facto. Pero el Libertador no lo escuchó.
La Argentina empezaba a erizarse de lanzas federales y la anarquía prendía sus fuegos. En la tarde del 12 de febrero, el barco levó anclas en Buenos Aires, rumbo a Montevideo, y esa fue la última vez que el Libertador contempló las orillas de su patria, que no le daba gozos ni descansos.
El pueblo cantó al inolvidable caudillo y pensador federal:
Cielito y cielo enlutado
por la muerte de Dorrego,
enlútense las provincias,
lloren cantando este cielo
Cielo, mi cielo sereno
nunca más pompa se vio
que el día en que Buenos Aires
a Dorrego funeró.
Arrebatada la soberanía popular y consumado el crimen político, el 13 de diciembre, sólo un hombre de mano fuerte y de orden podía devolver las cosas a su quicio. Pocos meses después ese hombre iba a entrar en escena. Era un hermano de leche de Lavalle. Se llamaba Juan Manuel de Rosas.
Fuente
Chávez, Fermín – Iconografía de Rosas y de la Federación.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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Turone, Gabriel O. – Coronel Manuel Dorrego (2007).
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).
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